Graduación

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Graduación.  (Bacalaureat. Rumania, Francia y Bélgica, 2016). Dirección y guion: Cristian Mengiu. Fotografía: Tudor Vladimir Panduru. Intérpretes: Adrian Titieni, María Dragus, Rares Andrici, Lia Bugnar, Malina Manovici, Vlad Ivanov y otros. Duración: 108 minutos. 

Rumania ha dado a la cinematografía mundial en los últimos años una muy interesante generación de directores, entre los que se podría nombrar a Cristi Puiu, Radu Muntean, Cristian Nemescu, Cornelio Porumboiu o Cristian Mengiu. Éste último es conocido acá por la película  4 meses, 3 semanas y 2 días, que en 2007 recibió la Palma de Oro en Cannes. En 2012 recibió en el mismo certamen premios al mejor guion y a la actriz más destacada por Más allá de las colinas. Filmada el año pasado, ahora se ha estrenado en Buenos Aires Graduación (en España se conoció como Exámenes), que viene precedida de muy buenas críticas y con razón pues las merece. Esta generación ha rodado en general películas que han abordado temas relacionados con los años de la dictadura de Nicolae Ceaucescu, que, a pesar de hacer ya treinta años de la fecha en que fue derrocado, dejó taras prolongadas en su sociedad.

      Pero, claro, a tres décadas de aquel desplazamiento, seguir hablando de aquella época y de la “herencia” recibida ya no parece demasiado atinado, sobre todo pensando que los equipos de gobierno que siguieron a Ceaucescu cambiaron de signo ideológico, pero mantuvieron muchas de sus taras, en especial el hábito de la corrupción, y agregaron otras, que son propias del capitalismo actual y su siembra de hambre y crisis en el planeta. Mengiu aborda esta nueva realidad a través de la peripecia de un médico que ha defendido su integridad moral a lo largo de su carrera, pero por determinadas circunstancias es llevado a transgredir ciertas normas que, comparadas con otras violaciones de la ley, parecen travesuras de ángeles, pero que igual están penadas por la ley y no pueden ser pasadas por alto.

     Por medio de esta historia, el director se introduce en la urdimbre moral de una sociedad cuyos individuos parecerían estar todos bajo sospecha. Una red interminable de ayudas entre amigos, pagos por favores y otra clase de corruptelas grandes o pequeñas van exponiendo el trasfondo corroído de una comunidad que no puede vivir sin acudir a caminos que están fuera de lo que marca lo legal. Resulta que el protagonista, Romeo, está hastiado de la vida que hace y ha puesto todo su esfuerzo en lograr que su hija, Marga, una alumna brillante, logre una beca que le permitirá estudiar psicología en Cambridge, Londres. Él está convencido, tal vez de un modo algo ingenuo,  de que esa nueva experiencia en Gran Bretaña permitirá salir a su hija de ese ambiente asfixiante y lleno de mezquindades y malicias. Ser una persona feliz.

      Pero, desde el primer instante del film, hay un conjunto de circunstancias que van poco a poco conspirando para que su hija no se saque en los exámenes el alto promedio que le permitiría acceder a la beca. El más grave de todos esos hechos, es un intento de violación que sufre la joven y que la deja muy trastornada, disminuyendo su capacidad para prepararse en el nivel óptimo para las últimas pruebas.  Frente a ese problema y viendo que su proyecto de enviarla a Londres se derrumba, el padre apela a distintos contactos para que las autoridades del colegio donde estudia hagan la vista gorda ante posibles debilidades de su trabajo.

     Y así, en forma lenta pero progresiva, el padre se va comprometiendo en irregularidades que luego se le vuelven en contra. En forma paralela, otras subtramas se agregan al asunto central como explicación del estado de malestar más general que experimenta el padre. Una de ellas es la crisis de su matrimonio, del que la hija es consciente. Y otra es su desacuerdo con el noviazgo que ella mantiene con un motoquero que nunca da la impresión de ser un individuo transparente, sino que está ocultando cosas. Para peor, el padre ha iniciado una nueva relación amorosa y debe abandonar su casa presionado por su esposa, que no quiere seguir manteniendo una apariencia de paz conyugal.

    Mengiu logra contar toda esta fábula mediante un estilo muy austero, que es el que lo caracteriza, pero que jamás abandona la tensión en el relato ni su propósito de estimular al espectador con diversas intrigas. De esa manera genera un clima realmente agobiante y una pintura magistral, muy real de lo que es la vida en la sociedad rumana actual. La narración está sostenida por un guion sólido y con excelentes diálogos, que son los verdaderos disparadores de las acciones por las que transita la historia. También ha formado un elenco que cumple con sus obligaciones actorales con mucha compenetración, sin dar nunca pasos en falso.

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