La madre del desierto

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La madre del desierto. Autor y director: Nacho Bartolone. Intérpretes: Alejandra Flechner y Santiago Gobernori. Música en escena: Victoria Barca y Franco Calluso. Video: Leo Balistrieri. Coreografía: Franco Calluso. Iluminación: David Seldes. Escenografía y vestuario: Endi Ruiz. Teatro Nacional Cervantes. Duración: 75 minutos.

La madre del desierto, del joven autor Nacho Bartolone, también él director de la obra, reproduce la leyenda de la difunta Deolinda Correa, la que cuenta cómo abandonó el departamento de Angaco, provincia de San Juan, para ir tras los pasos de su marido, Clemente Bustos, reclutado por una montonera que lo arrastró contra su voluntad a La Rioja durante las guerras civiles que se produjeron en el país hacia 1840. Como se sabe, ella murió de agotamiento, hambre y sed bajo un algarrobo, pero pudo aún muerta amamantar a su hijo, que fue encontrado todavía vivo por unos arrieros. Desde ese hallazgo del que habla el mito, el lugar donde falleció esta mujer, en Vallecito, San Juan, se convirtió en un sitio sagrado donde su figura es adorada como una verdadera santa popular.

        La evocación de este suceso, que sin duda abre el recuerdo acerca de los desaparecidos y ausentes de esta Argentina sangrienta de todos los tiempos, sobre sus guerras crueles –como todas las que se han producido en la historia del mundo- y el terror que desatan siempre sobre los desamparados y más débiles las fuerzas que ostentan el poder, es abordada con este dramaturgo en un registro claramente iconoclasta, una mezcla entre el absurdo, la parodia y grotesco, que desea evitar el tono lastimero o patético. Es como si quisiera, desde las primeras palabras dichas por la Deolinda en el texto de Bartolone, quisiera seguir los pasos que se propone ella: “Como la tonada mía tiene algo de llorona voy a hacer el esfuerzo de no ponerme lastimera. Yo soy la Deolinda, éste es mi hijo y su papá no está, se lo llevaron y a buscarlo voy a salir porque así lo arreglamos.”

       Llevado al lenguaje, este propósito logra efectos muy atractivos, expresiones, giros y ocurrencias que atrapan al espectador. En el plano de la historia que se imagina, ese registro no logra siempre seducir de la misma manera. Tal vez el mayor logro sea el de los dos personajes centrales, el de Deolinda y el Bebote, en una relación que combina los pasajes de mucha ternura con la gracia y la soltura expresiva. En cambio, los personajes de Facundo Quiroga y el gangoso (que sería el marido de Deolinda) son una caída en un recurso fácil, de poca monta. En ese aspecto hay que señalar el gran trabajo actoral que llevan a cabo Alejandra Flechner y Santiago Gobernori, que despliegan mucha energía y talento en el escenario. Es también una buena idea la incorporación de dos músicos en escena, disfrazados de cóndor y de cardo, que sonorizan con calidez y buenos efectos el desarrollo de la historia. La escenografía de Endi Ruiz resuelve las necesidades de ambientación con buenos recursos.

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