Las vengadoras

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Las vengadoras. Texto y dirección: Bernardo Cappa. Intérpretes: Leilen Araudo, Maia Lancioni, Sabrina Lara y Silvia Villazur. Escenografía y vestuario: Alejandro Mateo. Dirección musical: Nicolás Espinoza. Iluminación: Ricardo Sica. Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Duración: 70 minutos.

Un poco al modo de la estupenda y recordada Amor a tiros, Bernardo Cappa retoma como ámbito de su dramaturgia al mundo policial, un ambiente que por varias razones (por su lenguaje, sus comportamientos reñidos a menudo con la ley a la que deberían ceñirse, sus prácticas teñidas de violencia, sus prejuicios  y varias otras cosas) suele reflejar aspectos de la sociedad argentina que no son, precisamente, de los que enorgullecen a un país. En este magma, pleno de contradicciones y pliegues atados a la simulación, de conductas siempre moviéndose en el límite de lo permitido, Cappa se introduce con especial habilidad para imaginar situaciones de las que extrae, gracias a un humor desopilante, continuas oleadas de una teatralidad que nunca deja de regocijar. Es verdad que una de las llaves que le abre una y otra vez esa puerta hacia la hilaridad inteligente –esa que mezcla la sorpresa con la agudeza- es la elección de un elenco con actrices o actores que pueden alcanzar todos los objetivos que él les plantea como director. Las vengadoras es un ejemplo claro de esto.

Las cinco mujeres que integraban el elenco de la versión inicial –ahora son cuatro después del retiro de Iride Mockert, que hacía el papel de Wanda, posiblemente para ir a hacer la Muda de Madre Coraje- estaban espléndidas. No hay que dudar, que las que quedan ahora siguen en el mismo nivel en que estaban, son actrices muy dúctiles. La historia se puede resumir así: un día como tantos otros, en el salón de actos de un club de la provincia de Buenos Aires, la Orca, una mujer que se encuentra en silla de ruedas luego de haber sido baleada en un enfrentamiento, se dispone a festejar con una ceremonia su ascenso a subcomisario. Ese nombramiento se le ha otorgado como compensación a su conducta valerosa. A su lado, la Muda, su mano derecha, contribuye a poner cada cosa sobre el escenario del festejo en su lugar y a ensayar la entrada y presentación de la Orca frente al público que concurrirá a la celebración.

Pero el homenaje tiene un doble propósito. No solo reconocer el valor de la Orca, también llevar a cabo una movida ejemplar. Se han enterado que el comisario Benavidez quiere aprovecharse la fiesta para realizar una transa de mercadería ilegal y ganarse unos buenos pesos con el negocio. Pero tanto la Orca como la Muda están dispuestas a frustrar el operativo y convocan a un dúo formado –en origen eran tres- formado por mujeres policías, que con el pretexto de que van a animar musicalmente la fiesta darán una mano a las otras dos para cumplir con su objetivo. Las chicas del dúo, denominadas La Suricata y la Monjita, odian a muerte a Benavidez porque ha ultimado a una de sus compañeras.
       
Pero en el transcurso de la obra comenzarán a aparecer algunas contradicciones entre las cuatro mujeres, que no siempre son lo que dicen ser o tampoco tienen a veces los defectos o rasgos por las que se las caracteriza. Y comienzan entre ellas distintas disputas siempre reveladoras de los distintos tejemanejes y ocultamientos que se curten dentro de la profesión policial, incluidos romances con oficiales o policías de menor rango que de saberse podrían poner en duda la versión de sus vidas que algunas cuentan. Todo eso en un festival de ocurrencias y observaciones que no dejan en ningún momento de hacer reír a la gente. Las actuaciones como hemos dicho son impecables, hay mucho trabajo de composición en ellas. Y el texto de Cappa, sin estar a la altura poética de El cuerpo de Ofelia, uno de sus más recientes entregas, logra seducir con su efectividad teatral al público. 
                                                                                                                                                   A.C.

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