Entrevista a Rodolfo Livingston

Entrevistas

En una charla que Revista Cabal mantuvo días atrás, el conocido profesional se refirió a distintos problemas que enfrenta la ciudad de Buenos Aires. Con su estilo certero e irónico, desnudó las fallas de muchas de las acciones emprendidas por la actual gestión de Macri y señaló que hay otras opciones más ligadas al bien general, como las que propone PropAMBA.

Hace ya un tiempo, un grupo de arquitectos, urbanistas, abogados, integrantes de ONG’s y vecinos de distintos barrios de la metrópoli –que se dieron a sí mismos el nombre de PropAMBA- hicieron conocer una declaración titulada El derecho a la ciudad. En ese escrito, además de señalar distintos males en el funcionamiento de la urbe, este conjunto de profesionales y vecinos expresaba además la ausencia de un proyecto integral colectivo que mejore la calidad de vida tanto de la Ciudad Autónoma como de los municipios que la rodean. Desde la divulgación de ese trabajo hasta la fecha, el grupo ha seguido reuniéndose en la Biblioteca Nacional para seguir elaborando ideas y propuestas que puedan contribuir, si hay alguien que las quiera oír, a solucionar distintos problemas que hoy no son abordados con la debida profundidad en la ciudad, en especial por parte de la gestión de su Ejecutivo.

 

Entre de los firmantes de aquella declaración, en la que figuran profesionales de importante trayectoria en su ámbito específico, estaba el conocido arquitecto Rodolfo Livingston, con quien Revista Cabal consulta su opinión sobre distintos temas que se han suscitado en los últimos meses de la vida de la ciudad. Digamos de paso que, en los últimos meses, este profesional escribió diversos artículos, algunos de ellos firmados en colaboración con su colega Nidia Marinaro y publicados en el diario Tiempo Argentino, donde ha expuesto sus reflexiones sobre los problemas aludidos y que expresan en muchos casos los puntos de vista de PropAMBA.


Livingston es contundente en algunas de sus afirmaciones sobre los estigmas que nos aquejan: “Los que conocemos la ciudad, vemos no sin inquietud, que la explosión de los negocios inmobiliarios en los espacios públicos nos está dejando poco a poco sin lugares acogedores. La ciudad se está transformando en un territorio cada vez más extraño. Uno va a los barrios donde nació y le resulta difícil reconocer hoy los sitios que nos hacen revivir la infancia. Los lugares están ‘pegados’ a las vivencias, tienen la capacidad de evocarlas redondeando así nuestra identidad. En la declaración que usted mencionaba de PropAMBA, se decía que para pensar a la ciudad en su integración política territorial con el resto de los municipios que lo circundan y conforman el conurbano, parece necesario constituir una autoridad metropolitana que empiece a regular algunas cosas y que tenga capacidad de incidir en la realidad, de determinar pautas claras en los temas como el transporte, la salud, la seguridad, los residuos o el de las cuencas hídricas que atraviesan el área y afectan a tres millones y medio de personas. Pero, ¿dónde ha visto usted pautas claras en el gobierno de Macri? Él no quiere regulación del Estado, prefiere el libre juego –libre para los poderosos- del mercado. Fíjese en el tema de la inundación. Los vecinos venían alertando hace rato sobre la posibilidad de una situación como la que se sufrió hace varias semanas en la Capital. ¿Y qué se hizo?”


¿Cómo solucionar el problema de las inundaciones? ¿Terminando las obras de entubado de los arroyos Vega o el Medrano? ¿O se necesitan otras medidas? “El tema está planteado desde un punto de vista equivocado –nos comenta Livingston-. Se nos hace ver que tenemos un enemigo mortal que serían los ríos. Y no es así. El Nilo cada vez que crecía fertilizaba las cosechas. Así nos lo enseñaron a todos en la escuela. Nadie decía: hay que entubar el Nilo. Acá, no habrá ríos como el Nilo que cumplan esa función, pero el error ha sido tratar de dominar la naturaleza de manera cada vez más irracional. El paradigma de dominar a la naturaleza se impuso en nuestra cultura. Y si a eso se le agrega la necesidad de vender terrenos y hacer negocios inmobiliarios sin control ni regulación las cosas empeoran. El Maldonado debería ser un arroyo que cruce la ciudad, como ocurre en Córdoba. La provincia de Matanzas en Cuba tiene 58 puentes, quiere decir que hay 58 arroyos o más. Eso significa que se acepta la topografía del lugar y se aprende a convivir con lo que hay. Para colmo de males, los intentos de solución se llevan a cabo mediante la realización de arreglos parciales. Ahora vamos a arreglar lo del Maldonado, se dice, el año que viene lo del arroyo Vega. Cuando resulta que se trata de un sistema hidráulico, no es una suma de cosas. La solución requiere una estrategia global. Un buen médico contempla la totalidad del organismo del paciente al intentar curarlo de alguna dolencia. Y acá es lo mismo.”

Livingston se refiere luego a los arreglos en el centro de la ciudad y la construcción del Metrobus en la avenida Nueve de Julio. “Peatonalizar el centro de la ciudad es una buena idea –reflexiona-, pero ¿hace falta levantar todas las calles, todo el asfalto y poner una capa de hormigón de 20 centímetros? No, no hace falta porque la gente pesa menos que los automóviles o los colectivos. Eso es para ganar plata, es el afán de lucro que guía a esta gestión del gobierno de la ciudad autónoma. Por lo demás, está ausente la estética. La calle Florida se levanta toda y la hacen blanca con una raya gris cada seis metros. Esta es una idea de un maestro mayor de obra. ¿Por qué no hacen un piso como hizo Brasil? Convocan a pintores, diseñadores. Nada de estética. El cuidado de la ciudad está ausente. En Palermo meten un cubo amarillo enorme que tapa los árboles y así todo. Respecto del Metrobus, si se tratara de sacar los colectivos de la zona centro, estaría bien. Pero de la manera en que lo ponen, en el medio de la Nueve de Julio es un disparate. Está rompiendo la tradición de la avenida ancha. Y los pasajeros, en un día de lluvia, por ejemplo, van a tener que cruzar la avenida y encontrar la punta de una estación lejos de donde ahora paran los ómnibus. Además tomaron cinco carriles, cuando podrían haber tomado un carril por Pellegrini en un sentido y en el otro por Cerrito. Y los paradores, (al insólito precio de 8 millones de pesos cada uno) o estaciones como ellos los llaman, estaban debajo de los árboles que ellos tiraron.  Después está el tema de las bicisendas, que como idea en sí misma está muy buena. Pero nada es en sí mismo, todo está en un contexto. En cualquier cuadra de Buenos Aires se hace ahora un estacionamiento, bicisendas y también deben pasar los colectivos y automóviles, no hay lugar para nada y el tránsito se atasca. Hay calles peatonales que están totalmente ocupadas por las motocicletas y las bicisendas. O sea que debería haber un planteo integral y un esfuerzo por constituir una cultura. No pensar solo en el negocio de alquilar bicicletas.”


"Lo que marca que todo esto es un negociado, una suma de negociados en los que predomina la ignorancia y prepotencia –añade el arquitecto-. A Macri le gusta la mano dura, no hay más que reparar en lo que pasó en el Borda para comprobarlo. ¿O no nos acordamos de la llamada Unidad de Control del Espacio Público (UCEP), hoy disuelta por orden judicial, que agarraba a patadas en la noche a los pobres en situación de calle? Lo del Borda fue un verdadero desborde de la Policía Metropolitana. Y ahora la vicejefa de gobierno, María Eugenia Vidal, pide un juicio a los “violentos” que atacaron a los buenos muchachos de la policía. Es decir: la policía buena fue a hablar con los que estaban en el Borda y los atacaron con piedras. El acto de represión debería haber provocado la renuncia de un ministro, pero no, niegan todo. Es evidente que se sienten impunes y debido a eso hacen lo que hacen. Yabrán decía: el poder es la impunidad.”


Nuestro entrevistado se refiere enseguida a las secuelas del neoliberalismo que todavía no se han eliminado del todo: “Esta concepción política y filosófica afecta al mundo hace años y su credo es garantizar el lucro máximo para unos pocos, no importa a qué precio, incluso el de arruinar el planeta, desbastando los bosques o envenenando los ríos. Lo peligroso es que esta concepción ha entrado también en el alma de millones de personas. La compulsión extrema al consumo es uno de esos hábitos que impuso esa filosofía a mucha gente. Los clientes de clase media al pedir una reforma a su casa requieren a veces vestidores más grandes que los dormitorios. ‘Mi marido tiene once metros lineales de colgado de ropa’, dice una mujer al pedir un vestidor más grande. Días atrás veía una madre y una hija que miraban zapatos en una vidriera. Tenían, seguro, muchos zapatos, pero había allí unos de color verde con puntitos rojos que no. Y la avidez en los rostros parecía la de los jugadores en un casino. Es difícil cambiar eso.  Que se considere al hombre el rey de la creación, solo porque tiene mejores conexiones neuronales, es una exageración absoluta. Porque una especie que se esté destruyendo a sí mismo, que esté destruyendo su hábitat, no tiene mucho mérito.”


En continuidad con lo que viene exponiendo, Livingston añade: “Nuestra región sufrió intensamente el neoliberalismo. No hay más que recordar a Fujimori, Collor de Melo o acá a Menem. Pero, claro, hoy nadie dice: soy neoliberal. Se disfrazan de otra cosa, porque además del fracaso que esa política sufrió en la Argentina los desastres que está provocando en Europa aconseja a despintarse, aunque en el fondo sigan pensando igual que siempre. Ahora, algunos neoliberales, como el señor Macri, se disfrazan de hombres probos que luchan contra las ‘suciedades’ de la política, siendo esa actitud un engaño absoluto porque en rigor los que están haciendo más política que nadie son ellos, salvo que la hacen para defender sus intereses. Los griegos llamaban a los que se mostraban reacios a participar en la política ‘idiotas’. La política es siempre la forma en que actúan los hombres que viven en una sociedad y quieren trazar un destino para ella. Lo que hay que preguntarse es para qué la usan: si para defender los intereses de los sectores económicos poderosos o para ese bienestar general que nos demanda nuestra propia Constitución. Nosotros, quienes estamos en PropAMBA, igual que una gran parte del pueblo argentino hoy, queremos defender esa mejor calidad de vida para todos. Sabemos que falta mucho, pero eso no nos amedrenta.”


Y concluye: “Yo creo que los gobiernos deberían tener equipos creativos que no tomen resoluciones, pero que propongan ideas, que incentiven la creatividad que muchas veces está ausente en las burocracias, Un funcionario tiene a menudo una ruta de la que no se puede desviar. Y para crear a veces hay que pensar disparates, salirse el perímetro, de la ruta. Porque el disparate es un escalón que lleva a otras cosas. En PropAMBA hay varios profesionales, pero también muchos vecinos, que son los que conocen los problemas específicos de sus barrios y que suelen ser muy creativos. ¿Usted conoce el cuento del agrimensor? Se lo narro. Un agrimensor va a medir un lugar en una zona montañosa. Y les pregunta a los lugareños: ‘¿Alguna vez vino algún agrimensor a trazar un camino en esta zona?’  ‘No’, le contestaron. ‘¿Y como hicieron el camino?’, vuelve a preguntar el hombre. ‘Y nosotros ponemos un burro’, le responde ahora. ‘¿Y si no tienen burro?’, insiste el visitante. ‘Ah, en ese caso llamamos a un agrimensor’, redondean los vecinos de ese lugar.

                                                                                         A.C.