Entrevista a Carlos Ulanovsky

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En una sustanciosa charla que tuvo con la Revista Cabal, el excelente periodista y escritor Carlos Ulanovsky desgranó distintos recuerdos de una rica vida personal y profesional, que lo ha llevado en sus largos 55 años de labor a protagonizar experiencias que reflejan un modelo de trabajador en los medios que hoy tiende a extinguirse y del cual, sin embargo, las nuevas generaciones podrían aprender todavía mucho, tanto en el plano de la sapiencia en el oficio, como en el moral y de la defensa de los derechos gremiales.

Con medio siglo extenso de actividad en el periodismo gráfico, la radio y la televisión, Carlos Ulanovsky es a los 75 años una de esas referencias obligadas en el país a la hora de conocer cómo fue el desarrollo de la profesión y de los medios en esas tres especialidades durante la segunda mitad de la centuria pasada y en las casi dos primeras décadas de lo que va de este milenio. Lo que ha escrito sobre la radio y la televisión figura entre las investigaciones históricas más serias de esos dos medios e incluyen, entre otros, trabajos como TV Guía negra, TV argentina 25 años después, Días de radio, Paren las rotativas, Estamos en el aire, Siempre los escucho o Qué desastres es la TV, algunos elaborados en colaboración con otros colegas. Pero la producción de Ulanovsky no se ha limitado solo a la investigación sino que ha abordado también la narrativa (tiene dos novelas), los libros de crónicas, las biografías, el análisis de lenguaje, en una obra que ya excede los 25 títulos. De ellos mencionaremos solo algunos más: Nunca bailes en dos bodas a la vez y Nada más aburrido que ver filmar (que son sus novelas) y Tato, Mi Congreso de la Lengua, Vivir entre butacas y Toc Toc.
         
Todo eso sin mencionar lo que ha escrito a lo largo de los cincuenta años de periodismo gráfico, que en una selección de sus trabajos más destacados están en Google o en su sitio personal en la web. Se inició como profesional en 1963, aunque ya a los quince había editado una revista, Proa, junto con Rodolfo Terragno. Al salir del secundario, ya con el firme propósito de dedicarse al periodismo, golpeó la puerta de distintas publicaciones como Siete Días, Casos, Panorama y logró que le dieran notas en condición de colaborador. Su primer ingreso a una redacción con trabajo estable fue en la revista Confirmado, en mayo de 1965. Allí estuvo primero hasta 1969, año en que pasó a hacer publicidad, aconsejado por el director teatral Alberto Ure, en la agencia Walter Thompson. En este sitio duró hasta 1970, fecha en que fue echado por adherir a una huelga general en protesta por la represión que se desató luego del incendio de los doce Minimax de los Rockefeller en Argentina, que eran clientes de la agencia. Volvió a Confirmado y al año siguiente, 1971, ingresó al recién lanzado diario La Opinión, de fuerte influencia en el periodismo posterior del país. Después de este medio, del que fue echado por participar en la huelga en protesta por el despido de Horacio Verbitsky, siguió una larga lista de publicaciones, que a riesgo de no ser exhaustivos y ni totalmente precisos, mencionamos a modo de imperfecta síntesis: Satiricón, el diario Noticias, Chaupinela, El Ratón de Occidente, Clarín, Humor, El Porteño, Página 12, La Maga, La Nación, etc. 
        
En su departamento del barrio de Palermo, “Ula”, como llaman los amigos, nos recibe con la cordialidad que todos le reconocen. Nos sirve un café muy rico y nos regala algunos de sus últimos libros. Habla de su carrera con toda naturalidad, en un tono pausado y claro, sin exageran nunca su participación ni su protagonismo en los hechos que vivió en la profesión, algunos realmente riesgosos para su vida.

¿Cuándo te exiliaste por primera vez en México?
En octubre de 1974. Había tenido desde 1972 a esa fecha un tiempo algo loco en mi vida laboral. Trabajé en un espacio de humor con Mario Mactas y Alejandro Dolina que salía por Radio Argentina (Mañanitas nocturnas) durante la mañana y dejábamos grabado otro para la tarde. Y a la noche con Mactas también hacíamos un programa distinto llamado Ruidos en la cabeza. En esos años estuve también en la revista Satiricón y un tiempito en Noticias. Y en 1974 empiezan a atacarnos mucho en las revistas de ultraderecha El Caudillo y  El Burgués. Y en octubre Isabelita (Isabel Perón) clausura Satiricón por inmoral y entonces con mi ex mujer, Marta Merkin, con la que viví 32 años, decidimos exiliarnos en México. Me fui pensando que era una situación pasajera, que se enfriaría en poco tiempo, pero duró un poquito más de un año, hasta enero de 1976. En ese país conseguí un laburo en Televisa, que quería dedicarse a las publicaciones escritas. Me hicieron un contrato y luego me echaron porque dicen que ponía cara de aburrido en las reuniones. Y en el interin hice dos revistas dedicadas al otro lado de los teleteatros, el lado B (lo que ahora se llama el backstage). Y también el número cero de Deporte color, una revista de fútbol. Me echaron y de ahí fui a trabajar al suplemento cultural de El Universal. En Televisa trabajaba un exiliado español, el escritor Paco Taibo, que se compadeció con lo que me pasaba y me llevó a ese periódico. Era el autor de muchos libros y padre del actual Paco Taibo II, que publicó la famosa biografía del Che Guevara, también periodista y escritor, nombrado hace poco por López Obrador presidente de la editorial mexicana oficial, el Fondo de Cultura Económica. Los Taibo fueron fundamentales en nuestra estadía en México, divinas personas, generosos, solidarios. Y ahí estuve hasta que me volví porque mi mujer extrañaba. Todavía no había empezado la dictadura. Con la perspicacia política que siempre nos caracterizó regresamos a comienzos de 1976, recuperamos el departamento alquilado, y el 24 de marzo de ese año estábamos en casa y nos levantamos con la marcha militar.

¿Y cuando volvieron a México por segunda vez?
En abril de 1977. En otros años había trabajado en Chaupinela y El Ratón de Occidente, que editaba Oscar Blotta. Él, ya en la dictadura, comenzó a publicar la revista Emanuelle, que indignaba a los militares. Fue una de las primeras revistas feministas. Y se la cierran, además de secuestrarlo junto a Mario Mactas y una correctora llamada Silvia Vesco. Y me llega la noticia de que los secuestradores preguntaban también por mí, aunque yo no trabajaba ahí. Así que, con Marta e Inés recién nacida (la segunda de sus hijas nacida un 29 de marzo, la otra es Julieta, que es mayor y pertenece a otra unión), nos vamos de vuelta a México. Y ahí me quedé hasta enero de 1983. Y esta estadía fue mucho más permanente y grata. En ese período trabajé primero en una revista que era sucursal española de Interviu, después en el periódico Proceso y los últimos cinco años de residencia en ese país estuve laburando en la parte de comunicación del Instituto Nacional de Defensa de los Consumidores.

¿En qué categoría ingresaste a la revista Confirmado en 1965? 
En Confirmado empecé como informante, que era la categoría primera del Estatuto del Periodista. Luego venía cronista y redactor. Y me di cuenta que cada vez que pedías un aumento de sueldo te cambiaban la categoría. Y de redactor, se pasó –como creación- a redactor especial.  Y ahora está esa figura nefasta que es la de editor. Alguien es editor porque exigió aumento de sueldo y le dijeron: ¿de qué te ponemos? Antes las notas las editaba uno, y si no estaban bien editadas te cagaban a pedos y te obligaban a cambiarla o hacer otra cosa. Y ahí empecé a hacer de todo, en especial entrevistas y al tiempo me mandaron a una sección que se llamaba Reportajes insolentes. Y poco a poco me fui especializando en algo que me acompañó toda la vida, que fue la crítica de televisión. También crítica de radio, pero menos. Casi desde el mismo comienzo trabajé en las secciones vinculadas a Cultura, Sociedad, Espectáculos y Tendencias. Las últimas dos décadas las sintetizaría en los datos que siguen. Después de irme en 1996 de TEA (Taller Escuela Agencia de Periodismo), donde estuve durante diez años, entré al diario La Nación para trabajar en la sección Espectáculos y en la revista. Era un buen sueldo –época de la convertibilidad- y trabajé allí hasta el 2008. Hice de todo en la revista, en especial entrevistas y en Espectáculos también. Y en 2004 me llamaron de Recursos Humanos y me dijeron que querían cortar la relación de dependencia. ¿Por qué? Nuevas decisiones del diario, queremos menos gente, me contestaron.
¿Cuánto vale eso?, les pregunté. Me hicieron la cuenta y me informaron: 17 mil mangos (dólares). Firmé un convenio para seguir escribiendo colaboraciones (artículos, entrevistas y columnas), que fijaba que no podía excederme de las 24 notas al año y así seguí hasta que me fui en 2008. Allí terminó mi periplo en las redacciones.”

Pero seguiste haciendo radio
Toda mi vida profesional hice radio, pero siempre como rebusque porque ahí no se paga bien. Tuve una experiencia linda 2003-2006: me nombraron director en Radio de la Ciudad, en reemplazo de Luis Alberto Badía, y fui también director de La 2x4. Hice cosas que me gustaron y que tenía en la cabeza desde que era chico. Transmitimos teatro desde los teatros con Nora Perlé como relatora y entrevistando artistas. Y cuando dejo las redacciones empiezo a estar muchísimo en mi casa y ésta se convierte en mi redacción y me dedico a escribir libros. Es mi ocupación básica en la actualidad. Ahora trabajo una vez por semana en la radio, estoy en la M750, en el programa Reunión cumbre, que va de 20 a 22 horas. Es un programa con 20 años de existencia. En Radio Nacional lo hice 10 años. Y lo hice 6 años en Del Plata y primero en La Metro. De Radio Nacional me fui en noviembre de 2017. Y hago, para despuntar el vicio, una columna por mes en Tiempo Argentino, además de los libros.

¿Cuántos libros publicaste este año?
Fueron cuatro: primero el de la historia de Toc toc, después otros dos libros, uno de ellos mi segunda novela (Nada más aburrido que ver filmar) y el otro El congreso de la lengua. Y salió la  cuarta edición de Seamos felices mientras estamos aquí, un libro de crónicas del exilio en México. Y ahora terminé un libro con entrevistas a 35 periodistas jóvenes, sub-50, sub-40 y algunos sub-30 años, que dan un promedio de 35,4 de edad. Este texto saldrá en marzo o abril de 2019 por la editorial Punto de Encuentro. Y es un libro que tenía muchas ganas de hacer porque creo que el periodismo atraviesa un momento de baja creatividad y que lo mejor que está pasando, ocurre entre los jóvenes. Y todo lo que genere el libro lo voy a donar a La garganta poderosa. Eso era algo que deseaba. También hay un par de libros que quiero reubicar, recuperar mis derechos sobre ellos, uno de ellos es Días de radio, que lo tiene aún Planeta.

¿Has perdido entusiasmo por la actividad en el periodismo diario?
Fijate que no, cada vez que escribo para Tiempo Argentino me encanta hacer esas notas, imaginar y descubrir cuál es el tema, anotar cosas para futuros escritos. Pero considero que ya no es mi tiempo, que es el tiempo de otros y hay que aceptarlo. En parte esa sensación es la que me llevó a escribir el libro que se publicará en marzo y que se llama En otras palabras. 35 periodistas jóvenes entre la grieta y la precarización. Porque son las dos grandes cosas que salen en las charlas. El efecto de la grieta y la precarización. Son chicos que están atravesando cosas que nosotros a su edad no atravesamos. Tienen que tener seis o siete laburos para sobrevivir. Y también la doble grieta: la de lo político, pero también la que hay entre lo analógico y lo digital. Se los hace ser personas de dos mundos. Empezaron en lo analógico y ahora están en lo digital al mango.

Aceptar la revolución digital es necesario e inevitable, pero eso no debe llevar a pensar que todo lo que se hizo antes no sirve. En una conferencia reciente, el realizador español Alex de la Iglesia, decía frente a ese desafío: ojo, el pasado es siempre la base del futuro. ¿Qué pensas al respecto?
Que es así. Y en el olvido del pasado influyen mucho las redes sociales, una de cuyas bases es la inmediatez. Y la inmediatez sin destino. Se lucha por ver quien dijo algo primero. Ahora, ¿qué es lo se dijo? No se sabe muy bien o para qué. También es muy interesante observar lo que produce el mundo tecnológico en periodismo, porque no es solo un cambio de formato o diseño lo que se está imponiendo, es un cambio más profundo. Un tipo que en la gráfica estaba acostumbrado a un cierre por día, ahora observa que el digital tiene 24 cierras al día, uno por hora y a veces más. Y eso acostumbra a escribir corto. En el libro de entrevistas a periodistas jóvenes del que te hablé hay dos chicas que trabajan en Infobae y dicen que se alegran mucho cada vez que pueden hacer una nota larga porque, en general, todo es corto. Yo que trabajo en radio, me encuentro siempre frente a ese planteo: la superstición de que hay que decirlo todo en dos minutos. Y eso atenta cada vez más contra lo que yo llamo la “radio de autor”, que cada vez hay menos. El otro día se murió Betty Elizalde y pensaba: te podía gustar o no lo que decía, pero era alguien que se sentaba frente al micrófono con un discurso y ese discurso partía de una mujer que tenía algo para decir. Es lo que hace Dolina. 

Hablame de tu trabajo en ficción.
Cuando viví en México escribí una novela que se llamaba Soñar despierto, que era una historia de los años setenta, un tipo que conoce a una mujer, inicia una relación y un día estando con la ella la vienen a secuestrar y se lo llevan también a él. Una historia de perejiles. Y la mandé a un par de concursos y no la eligieron en ninguno. Desde entonces tuve la idea de escribir ficción, soy muy lector de la novelística judeo-norteamericana, me gustan mucho las comedias, son muy aficionado a ellas. Y en 2013 escribí mi primera novela (la considero la primera porque la otra nunca la publiqué): Nunca bailes en dos bodas a la vez. Que es una novela de humor, es la historia de un músico que anima fiestas de casamientos, en especial fiestas judías, y tiene una empresa para organizar estos eventos. Y abriga la fantasía de afanarse un día a una novia de una boda. Y eso es lo que hace. La novela transcurre en las seis horas en las que él está afuera huyendo y lo que pasa adentro, en la fiesta, donde se pudre todo, y lo que pasa afuera.

¿Anduvo bien?
Sí, se vendió una edición completa y ahora la reeditaron, en Planeta. Y en Grupo Editorial Sur salió hace muy poco la segunda novela: Nada más aburrido que ver filmar. Es la historia de un director de cine muy prestigioso en la Argentina que está filmando su película dieciséis durante la dictadura y empiezan a hostigarlo, a darle señales de que la cosa no anda bien con él, hasta que lo prohíben. Contiene también mucho humor. Él es dueño de un perro que se llama Fellini y en un momento lo llaman desde Uruguay, a través de un amigo, para hacerle una propuesta. Y supone que es para hacer un trabajo cinematográfico, pero lo convocan en realidad para dirigir una campaña publicitaria de un nuevo producto para perros, que se llama “Suprema de perro” y le piden que su perro sea protagonista de ella. Finalmente la filma y en ese lugar de Uruguay, que es imaginario, se va quedando con su pareja. Es su vida en la nueva situación, una especie de exilio.

¿Vos crees que la generación tuya –la nuestra diría- tiene algo que enseñarle a las nuevas generaciones?
Sí, pero eso en la presunción de que las nuevas generaciones estuvieran dispuestas a oírnos. Creo con absoluta humildad que tenemos todavía cosas para enseñar y creo que no estaría mal que en algún momento se nos reconociera el lugar del idóneo. Antes en la farmacia existía esta figura, cuando faltaba el farmacéutico estaba ese tipo que se había pasado toda la vida preparando recetas y ungüentos. Nosotros también tenemos esa condición, toda la vida supimos cómo armar cuentitos con principio, desarrollo y final. Pero, bueno, en este momento, y desde hace mucho, existe la superstición de que lo único que vale es lo joven. Y esta manía juvenilista persiste. Por eso, tuve que aclarar en el prólogo del libro próximo, que no me guió, en el deseo de escribirlo, ese culto de admiración por los jóvenes que se practica hoy, no. Simplemente pienso que, entre los jóvenes que yo leo y que son muchos, periodistas que se han dedicado a desarrollar el género de la crónica o han hecho revistas digitales y otras cosas, hay una semilla que puede instalar al periodismo en otro lugar. Pero sí, me parece que todavía somos gente a la que se puede considerar. Y que por el otro lado, somos personas que comprendemos mejor la situación general. Y que no nos asusta. A mí, particularmente, no me asusta la grieta. Sé de qué lado tengo que estar, sé desde donde hablo.

Hace poco tiempo te dieron un premio a la trayectoria, lo que confirma que sos un profesional al que se lo tiene como referencia. 
Bueno, ahora a lo que tendemos es a recibir esos premios, que son gratificantes, pero ahí yo dije esto: soy un tipo sin deudas de ningún tipo, ni materiales ni de otra naturaleza. No tengo deudas, no tengo créditos, no tengo que mantener a nadie. Y ya la guita que hice es la que hice hasta ahora y no voy a hacer más. Y eso me da una gran tranquilidad moral y simbólica. 
                                                                                                             

                                                                                                                                         Alberto Catena