Entrevista a Leonardo Moledo

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El conocido matemático y periodista científico habla sobre la actual situación de la ciencia y de su relación con la sociedad. Pero en un registro que, sin dejar de valorar su enorme importancia para la vida del ser humano, trata de desmitificar una serie de prejuicios que se tejen en torno a ella. Las ciencias estrellas y las que no lo son. Y una duda: ¿cómo mejorar hoy, el aprendizaje de las matemáticas?  

De Tales de Mileto al Gran Colisionador de Hadrones, de la ingenua observación de las estrellas por el hombre primitivo a la teoría del Big Bang o los agujeros negros, la ciencia ha avanzado en forma progresiva desde lo simple a lo complejo a lo largo de los siglos y ha dado en las últimas décadas un salto extraordinario en su acumulación de conocimientos. Todo este extenso itinerario es lo que ha tratado de resumir en cuarenta fascículos entretenidos y muy informativos el escritor, matemático y periodista científico Leonardo Moledo (1947), publicados por el diario Página 12 bajo el título de Historia de las ideas científicas. En rigor, una historia del hombre y de la ciencia y de la necesidad de comprender y explicar cómo funciona el universo, allá a lo lejos, pero también aquí cerca.


    No es desde luego el primer trabajo de Moledo. Con más de treinta años de labor en la especialidad del periodismo científico, pero varios más como matemático y docente en temas culturales y científicos e investigador del CONICET, ha escrito alrededor de quince libros de divulgación para niños y adultos, entre cuyos títulos figuran Curiosidades de la ciencia, Diez teorías que conmovieron al mundo, La leyenda de las estrellas, Los mitos de la ciencia I y II, Lavar los platos o Los mitos de la ciencia. Tiene también publicadas tres novelas: La mala guita, Verídico informe sobre la ciudad de Bree y Tela de juicio. En esta entrevista con Cabal, Moledo expone su posición acerca de qué es lo que  refleja la ciencia, el periodismo de divulgación científica, ética y ciencia, el actual estado de la investigación y otros temas de interés para el lector.


¿En su decisión de hacer periodismo científico cree que influyó, además del hecho de ser matemático, su actividad como docente?
Si, mi actividad docente, pero también mi formación. Tengo una concepción cultural de la ciencia. De hecho empecé a hacer periodismo en un suplemento literario. De alguna manera mi punto de vista es ese: considero a la ciencia como parte de una visión de la cultura. Tengo un interés casi estético por la ciencia.


¿Cómo definiría ese interés estético?
Creo que la ciencia tiene una estética propia, una estética que es buscada por los mismos científicos. Por eso es posible aplicar a las ciencias determinadas categorías estéticas. Algunas ciencias son clásicas, otras barrocas, y hay también ciencias neoclásicas. La matemática en particular tiene un contenido estético muy grande. Y, aparte, la ciencia es una manera de ordenar del mundo y el arte es también eso, ¿no? Tanto el arte como la ciencia crean un mundo que no se corresponde exactamente con el de la realidad. Yo pinto un paisaje y ese trabajo no se va a corresponder nunca punto a punto con la realidad, porque ese es un objetivo que no se puede lograr. Lo mismo se podría afirmar respecto de la ciencia. La realidad completa no se puede percibir ni describir.


Lo que se refleja es un retazo de la realidad.
Siempre es un modelo, aunque no me gusta usar esa palabra porque en toda la discusión epistemológica, que se desarrolla en torno de la ciencia, esa expresión se usa contra quienes, como yo, piensan que hay un contenido metafísico en la ciencia, que influye en su desarrollo. Por eso, mirar la realidad, estudiar sus leyes y principios, nos lleva siempre a una aproximación particular, pero que tiene una estética muy especial. Por eso podemos hablar de la belleza de un teorema o de una teoría. Y de un significado filosófico, que me importa mucho.


¿Qué relación debe haber entre ciencia y filosofía? ¿Para hacer una buena ciencia hay que tener una posición filosófica?
Creo que la ciencia es una concepción filosófica, uno la hace desde una cierta postura, no es lo mismo hacer ciencia desde Platón, que trata de reducir todo a las matemáticas, que desde Francis Bacon, Alexander von Humboldt o el Círculo de Viena. A Platón no le interesa la realidad. Bacon, en cambio, pide que se trate de reflejar la realidad de forma empírica. Es la tensión que se arrastra históricamente entre empiria y teoría. ¿Desde donde partimos? ¿Desde la empiria o desde la teoría?  ¿O de la empiria tomada teóricamente, que es el compromiso de la ciencia actual a partir de Isaac Newton? Desde ese momento la ciencia adquiere un compromiso entre empiria y teoría. Y dice: vamos a juzgar las cosas matemáticamente pero a partir de principios generalizados por inducción. Es la postura que hoy predomina. Esa corriente ha dado resultados extraordinarios. Se buscan unos primeros principios en el laboratorio, se generalizan por inducción y a partir de allí se comienza a razonar matemáticamente. Eso es lo que pasa en la física. Pero no en otros lugares, como la biología.


¿La biología no podría reducirse a las matemáticas?
Yo creo que no. De todos modos, acaba de salir un libro de Gregory Chaitin, que es un intento de exponer la matemática de la teoría de la evolución. Es lo que él llama metabiología. Considera que la primera evolución debe poder reducirse de alguna manera a las matemáticas. Yo no sé si es así, ni me parece algo central, porque si bien la teoría de la evolución utiliza muchos modelos matemáticos no sé si se puede reducir la biología a las matemáticas. Ni siquiera sé si se puede reducir a la química. Ahí hay toda una discusión con el reduccionismo. Uno podría decir que, en realidad, la teoría de Newton es una geometría, y en cierta forma es verdad, pero requiere en todo momento la prueba empírica, cosa que la geometría no haría. Bueno, todas estas cuestiones son filosóficas, estéticas, artísticas, culturales.


En esa relación con la filosofía no tiene que estar también la ética?
No creo que la ética esté en el corazón de la ciencia, pero sí que es un problema que la ciencia establece en su relación con la sociedad, que no es indiferente a los resultados de ella. Es legítima la preocupación de la sociedad por las consecuencias de ciertos descubrimientos. Es lo que ocurre hoy con el genoma humano. Todo adelanto científico fue utilizado para al mejor desarrollo de las guerras, para la fabricación de armas poderosas con las que vencer al contendiente. Pero ese no es un hecho de las últimas décadas, ni siquiera de los últimos siglos, ya ocurre desde la fabricación de la flecha. Ahí se podría considerar que hay ciertos límites éticos. ¿Y qué se le tendría que decir a los científicos? No descubran cosas peligrosas. No sé, porque uno a priori no sabe y el mecanismo del descubrimiento no se puede detener. Además fatalmente habrá siempre alguien que aplique ese descubrimiento.


Podrían, sin embargo, establecerse ciertos límites
Bueno, hay lugares donde la ética está. Hablábamos de contenido empírico. Yo en física puedo hacer cualquier experimento pero en medicina no. Ahí el límite ético está. Yo no podría hacer experimentos con seres humanos, por ejemplo. E incluso hay toda una discusión con los propios animales. Me parece, sobre todo, que en algunas ciencias, donde el contenido empírico es alto, ahí la ética tiene algo que decir y límites que imponer, más allá de que luego descubramos que una y otra vez se transgreden.


Bueno, como las violaciones que ocurren en África, según informaciones que se difunden con cierta regularidad.
Sí, eso suele ocurrir en el campo del ensayo clínico, que es uno de los aspectos del avance de la clínica médica. Estoy seguro que hay muchas experimentaciones que requieren esos ensayos clínicos que se aplican a poblaciones indefensas, que no tienen siquiera posibilidad de rechazar esas opciones, porque no tienen otras. Como, por ejemplo, poder evitar que les den una droga y no otra que necesitan. Y como son poblaciones enfermas no tienen más remedio que aceptarlo. Esos son casos que se han denunciado en alguna oportunidad.

¿Cómo es la divulgación científica?
En general la mayoría del periodismo científico se basa un poco en lo que se llama el modelo de déficit. Hay una sociedad que ignora y hay un científico que sabe. Y el periodista traduce ese lenguaje supuestamente opaco, incomprensible del científico para la sociedad que ignora los principios más elementales de la ciencia y quiere enterarse. Bueno, ese modelo ha fracasado, no obstante lo cual se sigue usando, porque encaja mucho con el funcionamiento cotidiano de los diarios. Los diarios buscan siempre tener noticias. Y esas noticias aparecen: por ejemplo, supongamos que se encontró el Bosón de Higgs. Entonces, el periodista llama al físico para que le explique y trata de traducir eso que le dice en un lenguaje fácil para el público. Antes me irritaba mucho ante esas situaciones, ahora lo asumo con mayor calma. Lo que pasa es que no se pueden explicar el significado de ciertos hechos sin tener un contexto histórico de ellos, saber de donde proceden. Hay un significado histórico, en el sentido filosófico y social. Y digo social no solamente porque se desarrolla en la sociedad, sino porque utiliza herramientas sociales en muchos sentidos. La irrupción de lo social en el ámbito del trabajo intelectual es decisivo, porque el científico utiliza las herramientas intelectuales que le da su época y hay cosas que, por su época, no puede ver. Hay un montón de cosas que nosotros no vemos ahora y que no sabemos que no vemos, porque arrastramos viejos prejuicios, algunos que conocemos y otros que no conocemos, y que condicionan nuestra actividad intelectual. Nosotros creemos que la naturaleza está gobernada por leyes simples. Ese es un prejuicio que no ignoramos tener, pero hay otros que no conocemos. Y a lo largo de la historia hay muchos ejemplos del poder de esos prejuicios. Hubo científicos que no pudieron avanzar más en su época porque la época no les daba herramientas.


Usted cita el caso de Copérnico también.
Claro, Copérnico rompió con el prejuicio de la Tierra estática, pero carga otro prejuicio que ignora por completo, que es el de los movimiento circulares. Como no tiene todavía los datos históricos necesarios para superar ese prejuicio –se requerirá todavía un siglo hasta llegar a ellos y lo hará Kepler- no puede convertir a su extraordinaria intuición en una teoría razonable. Quiere decir que actuamos con prejuicios incorporados, que nos vienen por tradición cultural. El argumento de Aristóteles acerca de la estructura atómica de la materia es muy razonable, pero se necesitó llegar al siglo XX para probarlo.


¿Uno cuando realiza la divulgación científica debería advertir sobre esas limitaciones?
Exacto. Se deberían advertir estas cosas. La idea de la divulgación científica que se hace bajo el modelo de déficit es que lo que  transmite el científico es la verdad. Y eso no es cierto, porque la ciencia por empezar no es precisa, no es verdadera en el sentido de la verdad punto a punto, no es verdad que la tierra sea esférica, aunque por comodidad lo digamos. La ciencia, por lo demás, no es precisa, trabaja siempre con un margen de error porque está separada de la realidad, la ciencia no es ni puede ser la realidad. La realidad es como ese cuento de Borges que describe un mapa tan grande como el Imperio al que alude. Un mapa de la ciudad que fuera igual a la ciudad no serviría para nada. Un mapa tiene que ser una síntesis, del mismo modo el pensamiento científico es una síntesis, porque trabajo con millones de variables, aparto unas y tomó las centrales y trabajo sobre ellas. Ahora, la elección de cuáles son las centrales depende de muchas cosas, de lo social, de la historia, del azar o la suerte. Encontrar lo justo en el momento justo.


¿Y cómo es la enseñanza de la ciencia en el ámbito secundario?
Creo que el problema de la enseñanza de la ciencia es un problema mundial. En la Argentina en particular, lo que constituye un verdadero problema nacional es la actitud de los estudiantes ante la enseñanza de las matemáticas. Y parece que el déficit de ingenieros en el país tiene como raíz el miedo a esa disciplina. La facultad de Ingeniería en este momento, además del déficit que tiene, marcha hacia uno mayor. La matrícula de la facultad no aumenta y parece que es así por el miedo hacia las matemáticas. Y la verdad que no hay soluciones y nadie sabe bien qué hacer. Yo tampoco tengo respuestas. Hace poco se formó una comisión y dio recomendaciones, que fueron muy generales y no resuelven la situación. En el secundario los chicos salen y no saben nada de ciencia ni de matemáticas. Y lo han estudiado.


¿De dónde viene ese rechazo?
Debe haber problemas pedagógicos pero también más de fondo, que no conozco. Las matemáticas se manejan con una lengua que no es la cotidiana, se maneja con símbolos y hay dificultades para acceder a lo simbólico. En segundo lugar, me parece que el esquema de razonamiento rígido que tienen los estudios de las matemáticas no es el esquema de razonamiento flexible del sentido común. Y es difícil pasar del uno al otro. Ahí hay un problema difícil a resolver. Cuando escribí los fascículos de Página 12 y  traté en uno de los capítulos las geometrías euclidianas tuve varias críticas diciéndome que no se entendían. A mi me resultaba transparente, debe ser porque soy matemático. De todos modos me cuesta entender por qué cosas que para mi son transparentes a otros les cuesta tanto entender. Y no mucha gente tiene muy claro qué es lo que hay que hacer al respecto, pero es un problema que hay que resolver.


¿La divulgación científica puede ayudar a ese problema?
La divulgación científica o la creación de lugares como Tecnópolis crean mejores condiciones para que haya un consenso social a favor de lo importante que es subsidiar, para apoyar al desarrollo de la ciencia. Pero eso sólo no resuelve el problema de la educación científica, por lo menos en el plano específico de la cantidad de ingenieros que se forman.


¿Eso puede provocar efectos sobre el desarrollo de la ciencia?
No solo de la ciencia, también del desarrollo del país, en el sentido del ejemplo que yo daba acerca de cómo se ha reducido la matrícula de la facultad de Ingeniería. Esa limitación se ubica en el ciclo secundario. Y tal vez haya que ir a ver qué pasa en el primario, pero no lo sé.


¿Y en otros aspectos cómo se ha desarrollado la ciencia en los últimos años?
En la Argentina se vive un momento muy favorable, este gobierno ha promovido de una manera enorme la investigación científica, el Estado ha generado nuevos puestos, ha creado un Ministerio de Ciencia, hizo Tecnópolis, la investigación científica se recuperó de los golpes espantosos que sufrió a lo largo de distintos gobiernos de derecha que asolaron al país. El país fue asolado en general y la ciencia en particular. La ciencia tiene un rasgo contestatario –no siempre, es verdad, porque hay científicos muy de derecha- que a los sectores reaccionarios y conservadores no les cae bien. Y aunque ese rasgo contestatario se redujera solo a que la ciencia debe partir de elementos no dogmáticos para poder avanzar. Recordemos que Cavallo mandó a lavar los platos a una científica, una demógrafa, que descubre en ciertos datos de la economía una señal de que el rumbo tomado, aún cuando en ese momento parece florecer, puede llevar a una catástrofe. Y tenía razón. 


¿Usted hace muchas entrevistas a biólogos? ¿La biología es hoy como una ciencia estrella, no?
Sí, es como la niña bonita, la princesa de las ciencias, aunque es la física la que en este momento está haciendo el experimento más importante, que es a través del Gran Colisionador de Hadrones en busca del huidizo Bosón de Higgs, una partícula hipotética cuyo hallazgo ayudaría a cerrar el Modelo Estándar, que es la totalidad de partículas elementales que existen en el universo, con excepción de las que están relacionadas con la gravitación.


Ahora, frente al desarrollo de la biología, es como si la genética pudiera resolver todo.
Bueno, eso ocurre a menudo, se tiende a sobreinterpretar. Ahora se dice que con el genoma sabremos todo. Pasteur creía que todas las enfermedades tenían un principio microbiano. Y el descubrimiento del bacilo de Koch parecía apoyar esta teoría. Y no es así. Ahora muchos creen que hay un gen para cada cosa, o que la medicina genética resolverá todos los problemas. Y no es así. No hay una solución general para todas las cosas.
                                                                                          Alberto Catena