Entrevista a María José Gabin

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Desde su inicio como bailarina o luego su desarrollo como actriz en el grupo de humor Gambas al Ajillo y en espectáculos como Postales argentinas hasta su actual incursión en la dirección teatral, María José Gabin ha desarrollado en los últimos treinta años una carrera artística tan rica como llena de matices. En esta nota, además de evocar algunos hitos de esa trayectoria, nos habla de la gratificante experiencia que significó dirigir la obra Hoy debuta la finada, de Patricia Zangaro, en el Teatro Cervantes.

    No es la espesura amazónica que Fitzcarraldo atraviesa con su nave rumbo a Manaos para construir su teatro de ópera en plena selva, conforme a la imagen que nos dejó aquella recordada película de Werner Herzog, pero, en un primer golpe de vista y por efecto de la pura fantasía, podría asemejársele. Es que el jardín en el que termina la casa de María José Gabin, en el viejo  barrio de Boedo, tiene todavía, a pesar del otoño, tanta vivacidad y verde, que observado desde la ventana del cuarto ubicado en la terraza –una  especie de puente de mando que domina todo el panorama- el paisaje se ve casi tropical. La bailarina, actriz y directora vive allí con Ernesto, su actual pareja desde 2004. “La propiedad –comenta María José- tenía al fondo un galpón que nosotros tiramos, levantamos el piso, pusimos tierra y, como mi marido hace jardinería diseñó este jardín, donde creció esta espesura, que en cualquier época del año nos alegra la vida, porque con el paso de las estaciones sus colores cambian mucho y los ojos se gratifican. Cuando algunos amigos vieron el antiguo galpón me preguntaron si pensaba poner allí un teatro. No, el teatro fuera de casa. Aquí prefiero el jardín, que también tiene que ver con la vida y con el arte, pero de otra manera.”


    Una de las grandes animadoras de Gambas al Ajillo, aquel mítico y desopilante grupo teatral humorístico que se inició en 1986 en el Parakultural y duró hasta 1994, María José fue antes que actriz bailarina, clown y acróbata, pero su lanzamiento al conocimiento público masivo se produjo con ese conjunto en el que también estaban Alejandra Flechner, Verónica Llinás y Laura Market y que realizó espectáculos como Gambas al Ajillo 86, Gambas gauchas o La debacle show. De allí en adelante, la carrera de María José como intérprete no paró, habiendo trabajado en infinidad de obras teatrales, además de intervenir en unas 14 películas e interpretar alrededor de 20 papeles en televisión. En teatro compuso más de treinta roles, entre los cuales figuran en los últimos años los de Marisa y Simón (2011), El cuento de la mujer del alergista (2011), Cómo aprendí a manejar (2008), Chicas católicas (2008) o Amanecí y tu no estabas (2007). Otro gran salto en su travesía profesional fue también, a fines de los ochenta, Postales argentinas, el recordado trabajo teatral dirigido por Ricardo Bartís, que tuvo una primera exhibición en el Festival Internacional de Cádiz y luego estrenado en el país.


    Salvo la experiencia de dirección colectiva en los montajes de Gambas al Ajillo y los trabajos de codirección de dos unipersonales que la tuvieron como actriz exclusiva  (Congelada y Lengua viva. Historias urbanas), María José no había tenido a su cargo un elenco donde ella no actuara y fuese única directora. Esta oportunidad se le presentó este año cuando el Teatro Cervantes aprobó su proyecto de que condujera la puesta de Hoy debuta la finada, de Patricia Zangaro, con un grupo de actores que seleccionó del primero al último. “Era un deseo largamente esperado y llegó en un momento adecuado, de madurez –expresa-. Tenía desde hace tiempo ganas de dirigir  y esa disposición se encendió de manera especial al encontrar la obra de Patricia Zangaro, que es de 1986, pero que no había leído. Es un texto muy bueno y efectivo, con una estructura sólida, y que, desde el inicio de su lectura, me motivó a indagar sobre su mundo poético, al que me sentí muy identificada. Es una obra dura y cómica al mismo tiempo y esa combinación me gusta mucho. Y de hecho la gente se ríe, pero en los pasajes más ásperos termina conmocionándose. Como todo material rico provoca diversas sensaciones.”


    La obra de Zangaro es claramente un grotesco, pero María José Gabin, sin desvirtuar ese rasgo, concibió la puesta como una suerte de encuentro de personajes que a la vez son seres reales y fantasmas. “Sí, mi propuesta fue sacar a la obra del lugar más convencional –dice- y expresar mi mirada, la del director, sobre ese texto. Por eso, en la puesta los actores hacen como un doble personaje: entran como si fueran ‘entes’, que no están ni muertos ni vivos y cuando les llega el momento ingresan a escena. Fue la forma que encontré para introducir en la historia el contexto histórico. La obra transcurre entre 1979 y 1980. Yo quería que este contexto apareciera y que estos ‘entes’ fueran como espectadores que se sientan en la platea, del mismo modo que el público. Era una manera de incluir a todos en lo que ocurría sobre la escena. La composición de los personajes es muy teatral de manera que los espectadores sienten cierta distancia de ellos, los miran como desde afuera, pero al mismo tiempo los ven sentados al lado suyo, como pares.”


    Respecto de su relación con el elenco, dice: “He tenido hasta llegar a El debut de la finada experiencias de dirección o codirección grupales, que siempre son más horizontales y traté de mantener algo de ese espíritu durante los ensayos. Como actriz siempre me interesó no sólo lo que se dice sino como se dice. Además, por mi formación como bailarina, tengo una relación singular y muy incorporada con el espacio, con el movimiento escénico. Durante mi formación intenté incluir todas las escuelas, desde las más rupturistas hasta las más convencionales, porque el conocimiento de todos los lenguajes permite moverse con mucha más libertad en el proceso creativo. De modo que el diálogo con los actores lo mantuve con plena conciencia de cuáles son los mecanismos de trabajo interpretativo. Por otra parte, conté con plena autonomía para la elección de la obra y del elenco, circunstancia que me dio un excelente punto de partida. Porque contar con una obra sólida y un grupo de actores excelentes, como pasó en este caso, ayuda mucho a lograr lo que uno desea plasmar estéticamente con un texto. Claro que en el teatro se debe producir algo mágico entre los actores y el director, y en entre los actores y la obra, que no siempre se da con facilidad. Y creo que está vez, más allá del éxito de público, eso se produjo. Estoy muy satisfecha con el trabajo realizado.”

     María José Gabin venía de hacer en el comienzo de este año Bajo un manto de estrellas, pieza teatral de Manuel Puig que, con dirección de Manuel Iedvabani, se exhibió en el Teatro de la Comedia. “Fue hermoso volver a trabajar con Pompeyo Audivert. Después de Postales argentinas no habíamos hecho nada juntos –recuerda-. Bajo un manto de estrellas es una obra difícil, los diálogos mismos te obligan a construir un lenguaje que esté a la altura de ese material. Lo que tiene Puig es que trabaja con un imaginario, con una estética para la cual Pompeyo y yo, o Adriana Aizenberg, estábamos muy preparados, porque propone un nivel de locura y poética muy singulares. No es un texto que se lo pueda hacer como a otros más tradicionales. Algunos espectadores están demasiado tomados por el realismo y solo se abren a aquello que pueda identificarlos con mundos cercanos al living de su casa. En Hoy debuta la finada también intenté salir de ese marco más realista, por eso el decorado tampoco lo es. El patio de Pascual, donde sucede la trama está envuelto como en un embalaje, cono si el pasado al que están atados los personajes se hiciera espacios escénico. Creo que esto obliga al espectador a ubicarse en otro lugar, no puede mirar lo que tiene delante como si fuera un paisaje realista.”


     Entre sus proyectos futuros tiene entre manos hacer El Tao del Sexo, de Ignacio Apolo y Laura Gutman, una obra premiada por la Casa de las Américas en 2012, pero supone que será recién para el año que viene. “Es un texto con cierta búsqueda, una suerte de cruce entre lo dramático y lo narrativo, que es en lo que está trabajando ahora Ignacio Apolo. Los personajes hablan al público, y hay pequeñas situaciones, pero están contando una historia también. No es un texto fácil de hacer, pero nos entusiasma.”  También la entusiasma haber estado en la reciente película que mostró a Gustavo Garzón en su debut como director cinematográfico, Por un tiempo, donde hizo un pequeño papel, pero en la que trabajó fundamentalmente como coach de actores. “Fue una experiencia de filmación muy rica”, la define. Además de sus labores en teatro, cine y televisión, que le han permitido vivir de la profesión, aunque con altibajos según confiesa, María José se dedica a la docencia en el IUNA. En éste último instituto dicta la cátedra dramaturgia del actor.


    No obstante, admite  que no le atrae mucho el ejercicio de sentarse a escribir una obra de teatro. “Me interesa más escribir narrativa que hacer dramaturgia –comenta-. Para dirigir me gusta tomar textos tal vez más convencionales e imaginarme qué les puede aportar mi mirada como directora. Pienso que si uno no va a hacer algo distinto con la obra que tiene entre manos, no hay porque ponerla en escena, como decía Artaud, más vale dedicarte a leerla. Un teatro puesto en escena debe ser un nuevo producto, despegado del texto escrito.” Y como prueba de que no solo le gusta escribir sino que lo hace con frecuencia está el unipersonal Congelada, que es una adaptación que ella hizo de la novela Cómo me hice monja, de César Aira. Del mismo modo Lengua viva. Historias urbanas, está basado en ocho cuentos que escribió –cuentos teatrales los define- y que llevó a escena con una escalera articulada y proyecciones como únicos dispositivos escénicos. “Son pequeñas historias que al llevarlas a escena se fueron corriendo a lo dramático”, explica.


    Pero también escribió en 2001 Las indepilables del Parakultural, una historia sobre Gambas al Ajillo, y en 2007 Pérez Celis, mi padre, una magnífica biografía sobre ese gran artista plástico que fue su progenitor. María José cuenta que cuando era joven y estudiaba baile soñaba con llamarse María Ruanova, pero su nombre era María José Pérez (incluso el de su padre Pérez Celis es una inversión del nombre con el apellido). Entonces adoptó el de su marido de entonces -con quien se casó a los 17 años- Horacio Gabin, que fue uno de los dos regenteadores, el otro era Omar Viola, del Parakultural, aquel sótano en la calle Venezuela 336 donde se gestó gran parte de la movida teatral de los ochenta.
    En estos días, mientras espera que terminen las funciones en el Teatro Cervantes de Hoy debuta la finada –cuyo elenco iniciará a partir del 15 de junio una gira de dos meses por todo el país-, María José lee nuevos textos en búsqueda de material para el teatro. Lo hace frente a su exuberante jardín que, como el de los senderos que se bifurcan, parecería estimularle en la mente múltiples posibilidades, una amplificación perpetua hacia innumerables formas o caminos, en uno de los cuales habrá un libro, una historia, tal vez como la de Ts’ui Pén.

                                                                                                 Alberto Catena