Entrevista a Monina Bonelli

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Actriz y gestora cultural, aunque también directora teatral, Monina Bonelli es una figura muy dinámica y llena de energía creativa en el mundo de la escena independiente. Entre otras cosas lo testimonian sus múltiples y logrados trabajos en distintas obras de ese circuito y su labor como curadora en esa espléndida experiencia que es el Teatro Bombón. En los últimos meses, sin embargo, se encarga de la coordinación del Teatro 25 de Mayo en Villa Urquiza, una función oficial que la entusiasma y que es una suerte de prolongación de su participación en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires. De todos estos temas habló en detalle con Revista Cabal.

      Actriz  de reconocida ductilidad escénica –es difícil olvidar su caracterización de Margaret Thatcher en Hundan el Belgrano, del inglés Steven Berkoff-, Monina Bonelli es también una experta gestora cultural y una solvente directora teatral. No obstante, ella misma reconoce que las actividades laborales a  las que se consagra con prioridad son por ahora las dos primeras que, aunque en ocasiones suelen entrecruzarse, lo más frecuente es que anden por separado, sobre todo cuando un proyecto se inicia. “En los momentos de arranque de un trabajo de gestión –comenta- suelo dedicarme por entero a él. Y, si debo actuar en una obra, en la etapa de los ensayos y el estreno me vuelco también a esa tarea sin compartirla con nada. En esa etapa, la gestión se reduce, naturalmente. Pero una vez que comienzan las representaciones en el teatro y la obra está asentada puedo, si me sale alguna propuesta en gestión, aceptarla. Respecto de la dirección, tal vez me aboque con más plenitud a ella dentro de algunos años.”

     A la gestión comenzó a dedicarse en 2001, en pleno período de crisis en el país. Y del 2004 al 2009 estuvo en esa función al frente del Teatro El Cubo. Pero además de su participación en otras iniciativas, su proyecto en ese aspecto más relevante es el que, desde el 2014, lleva adelante con su socio Cristian Scotton: el Teatro Bombón que, terminada la octava edición, entra ya en su novena edición y en el segundo semestre de este año promete festejar con mucha intensidad la décima. En esta experiencia, y administrando el tiempo con sabiduría, Monina pudo combinar la gestión con su trabajo de intérprete. En una de las ediciones actuó junto a Lorena Vega, y dirigida por Sebastián Gobernori, en la obra Esto es una actuación, adaptación del cuento La corista, de Antón Chejov, en el que ambas actrices se lucían notablemente. Allí dirigió también Perras muertas, de Cristina Civale. La octava edición de este ciclo concluyó a fines de mayo con unas muy interesantes adaptaciones de obras clásicas.

      El Teatro Bombón, que se realizaba en Corriente 1979, un viejo edificio de tres pisos en el que funcionaba La Casona Iluminada, ya no se hará más allí porque el inmueble fue alquilado a otro interesado en un precio que para sus viejos ocupantes resultaba inalcanzable. Sobre las peculiaridades de ese teatro, Monina Bonelli explica: “La idea de hacer obras en formato pequeño y con una duración de treinta minutos, tenía como objetivo poner a disposición de los directores los espacios no convencionales de ese edificio para que decidieran que montaje realizarían en base a ese sitio específico. Y a partir de esas puestas (frontales, bifrontales, circulares, etc.) definir la forma en que se ubicaría el público: si estaría sentado, parado o moviéndose. Eran verdaderas intervenciones sobre esos ámbitos que les permitían a los creadores desarrollar puntos de vista sobre el trabajo escénico novedosos, ricos. Y lograr, gracias a la cercanía física de las puestas, que los espectadores pudieran circular entre unas y otras en horarios que se coordinaban. La brevedad de los textos habilitaba además a armar una programación de una gran diversidad donde, en las distintas ediciones, hubo autores, directores y actores muy reconocidos de la ciudad, cosa imposible de hacer con libros de mayor extensión. Y todo eso, con un amable propósito de reunión con la gente. De hecho, funcionó así mientras estuvimos allí y con mucha repercusión y clima de fiesta los domingos a la tarde.”

      Con la salida de ese lugar, el emprendimiento, tal como lo habían concebido por Monina Bonelli y su socio, no existirá más. Adquirirá otra forma. “Lo que seguirá existiendo es La Casona Iluminada como productora, como iniciativa de gestión –continúa explicando Bonelli refiriéndose al destino de Teatro Bombón- La gente que trabajó allí sigue unida y con intención de repetir algunas obras en otros lugares, por lo menos hasta que tengamos otra sala regular.  Pero para el futuro, queremos pensar en una aventura más protegida, con ciertos reaseguros que no tuvimos. No deseamos que nos vuelva a pasar lo que nos ocurrió con los alquileres del edificio que se dejó. Porque es muchísimo esfuerzo levantar un sitio, constituir un equipo, darle un espíritu y conseguir que todo eso funcione. Lleva un montón de tiempo y entretanto no se deja de poner plata. Nosotros logramos que el proyecto se autosustentara. O sea, que no perdimos, pero tampoco ganamos, que sería lo justo y deseable. Alcanzamos por lo menos el objetivo de pagarle a la gente, abonar las cuentas, estar al día. Que, dada la presencia de gente que la convocatoria provocaba, realmente nos parecía un hecho muy satisfactorio.”

      Le comentamos que la idea de no ganar dinero en esas actividades, de hacer arte por mero romanticismo está ya fenecida. “Totalmente –reflexiona-. Creer que las gestiones de teatro independiente pueden hacerse solo por amor al arte es un concepto injusto, aunque en la realidad se da a menudo porque los costos de esta actividad son cada vez más altos. Nadie trabaja en algo que lo apasiona sin deseo de vivir de ello. Sobre todo si es un trabajo full time, al que hay que entregarle mucho tiempo. Y algunos proyectos no se pueden hacer comerciales en forma rápida y hay otras que no alcanzan nunca esa meta. Hablo de comerciales en el sentido de populares, de tener la posibilidad de entrar en un circuito donde se obtienen respuestas que permiten una estabilidad económica y poder vivir de lo que se hace. Claro que esta situación no afecta solo a los teatros. Perjudica también a los hospitales, a la educación, al consumo. Pero soy de las que piensa que la cultura es un área que necesita ser defendida como cualquiera de esos sectores a los que me he referido.”

En los próximos meses, Teatro Bombón funcionará como grupo itinerante interviniendo, en lo que puede calificarse de una nueva etapa, en distintos lugares o salas. En estos días un grupo, en el que figura Monina Bonelli, viajó a Montevideo para hacer un taller sobre la gestión de ese emprendimiento en los últimos años. Y se están haciendo trámites en Santiago de Chile para ver si se puede ir a ese país a repetir un encuentro similar. Luego de eso, Bonelli hará algunas funciones de Usted está actuando. En esta oportunidad, estará como actor invitado Sebastián Mogordoy, que es un intérprete que ha intervenido en distintas obras del medio porteño y que últimamente venía trabajando en el Sportivo Teatral de Ricardo Bartis. Al mismo tiempo, la actriz tiene deseos de retomar en la segunda mitad del año algunas funciones de La sirena, una sugestiva obra de Luis Cano, donde ha sido protagonista y logró por su trabajo escénico ser distinguida con el premio Luisa Vehil.

     Entretanto, y como le ha ocurrido siempre, pone energías en un nuevo proyecto en el que trabaja desde hace pocos meses. “Estoy coordinando ese hermoso teatro de Villa Urquiza que es el 25 de Mayo, como parte de un trabajo de equipo que vengo haciendo desde hace un tiempo con Luciana Blasco, que es hoy subsecretaria de Políticas Culturales y Nuevas Audiencias de la ciudad de Buenos Aires. Con ella estoy trabajando desde 2013 en la Bienal de Arte Joven, así que como parte de ese equipo estoy coordinando ese teatro, en el que actué en dos ocasiones: en La leyenda de Lis Chi, de Maruja Bustamante, y En familia, de Florencio Sánchez, donde hacía el papel de madre. Me encantó hacer ese rol. Desde luego, ahora no actúo allí, sino que estoy abocada a otras tareas. Nuestra búsqueda persigue el afianzamiento del trabajo con el barrio. Está la milonga, que funciona bárbaro y convoca a mucha gente, al frente de la cual está Julio Dupláa, que es un ídolo. Él dice que Urquiza es la capital del tango bailado. Está, además, el coro y hay otras cosas que tenemos ganas de hacer, porque el teatro se vincula naturalmente con el barrio y queremos trabajar más en la ampliación de los públicos. El público mayor está totalmente fidelizado, pero faltan actividades  para jóvenes, adolescentes y niños. El 25 de Mayo era un cine-teatro, ahora es un centro cultural, y hay que hacer honor a esa palabra. Tiene una sala grande, hermosa, y que se usa, pero también otros espacios que pueden ser muy bien utilizados.”

      Le preguntamos si extraña no actuar en estos paréntesis, si no tiene síndrome de abstinencia y contesta: “Siempre digo que tengo que volver a actuar rápido porque si no me empiezo a enloquecer, comienzo a hacer escenas con pequeñas cosas de la vida en donde no pasa nada. Es como un exceso de energía que hay que canalizar. Algunas personas por suerte actúan, de lo contrario habría que ver donde estarían. La libertad en la vida real está muy constreñida, el ser humano está sometido a mil presiones. Y solo en el teatro, en la ficción, en el arte hay un contacto con el corazón de la libertad, con la idea cordal de ella. Nuestras vidas están muy regladas, oprimidas, la vida privada y pública, y el arte permite cortar de tanto en tanto con esas reglas, soñar, expandirse hacia la imaginación de otros mundos.”