Entrevista a Sergio Surraco

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El protagonista de Dulce pájaro de juventud se mueve cómodamente entre Tenesse Williams y los éxitos televisivos, el cine independiente y el teatro comercial.

Todo sucede al sur de los Estados Unidos, en una pequeña ciudad de Mississippi. Allí el joven Chance Wayne busca conquistar a Heavenly, la hija de su jefe, aunque este último está convencido de que el muchacho es poca cosa y decide entonces enviar a Heavenly de viaje. Años después y tras una larga ausencia Chance regresa a ese pueblo junto a Alexandra del Lago, una actriz en decadencia a la que le cuesta aceptar el paso del tiempo. Dulce pájaro de juventud se titula la obra de Tenesse Williams que marca el regreso del célebre autor estadounidense al teatro porteño y en la que Sergio Surraco compone a Chance junto a una impactante Alexandra encarnada por Beatriz Spelzini. Con la dirección de Oscar Barney Finn, en la puesta que hasta mediados de abril puede verse en el Centro Cultural 25 de mayo actúan también Gastón Ares, Victorio D´Alessandro, Sebastian Dartayete, Malena Figó, Pablo Flores Maini, Carlos Kaspar, Pablo Mariuzzi, Mauro J Pérez y Maby Salerno.

Surraco nació en Lomas de Zamora en 1978 y desde chico tuvo la intuición de “ir hacia una zona artística”, en parte porque su papá daba clases de cine y se dedicaba a la dirección. “A los 17 años conocí una chica que hacía teatro, y por ella llegué a las clases de Alejandra Boero. Ahí me topé con un mundo que me fascinó”, confesó el actor que más tarde estudiaría con Agustín Alezzo y que para el momento que arrancó con Boero ya había filmado algunos cortos y hecho sus primeras armas como camarógrafo y editor.

Trabajó en decenas de obras de teatro, desde la emblemática Esa no fue la intención (una de sus primeras interpretaciones en el teatro alternativo, allá por el 2001 en Andamio 90) hasta Mucho ruido y pocas nueces (también bajo la dirección de Barney Finn, nada menos que en la sala Martín Coronado del teatro San Martín). Interpretó una buena cantidad de textos clásicos (como La celestina, Numancia, Yerma, Otelo y La profesión de la señora Warren) y trabajó para directores de la talla de Daniel Veronese, Daniel Suárez Marzal y Villanueva Cosse. En cine brilló en La vida anterior -el musical de Ariel Broitman en el que compartió cartel con Esmeralda Mitre y Elena Roger- y hasta supo componer a un joven Rodolfo Galimberti en Puerta de Hierro, el exilio de Perón, dirigida por Víctor Laplace. En la televisión se lo pudo ver en infinidad de títulos entre los que se cuentan Herederos de una venganza, Por amarte así, Hombres de honor, Padre Coraje y muy recientemente Sandro de América, la miniserie dirigida por Adrián Caetano que el mes pasado se emitió por Telefé.

Más de una vez Surraco confesó que una de sus mayores ambiciones pasa por convertirse en un profesional dúctil. “Es lo mejor que puede tener un actor en su oficio -señaló-, hacer de malo, de bueno; una comedia, una tragedia, un drama o teatro en verso con la misma calidad”.