Jorge Marrale, un artista apasionado

Entrevistas

Tanto como dirigente de SAGAI como en su rol de actor, Jorge Marrale realiza desde hace ya tiempo una tarea de gran despliegue y dedicación. En una charla con Revista Cabal nos cuenta por qué hace lo que hace con tanto fervor y cuáles son los rasgos destacables y los proyectos de esa actividad institucional y artística. 

Un actor puede ser en su vida personal un solitario. No lo será nunca o difícilmente en su profesión, una práctica que impone por naturaleza el vínculo de lo colectivo. El actor trabaja siempre con y para otros. Esa función lo conecta pues de una manera más natural con ese extraordinario ejercicio que es compartir cosas con los demás, una condición de la que debe partir la construcción de cualquier acto de solidaridad o hermandad entre los humanos. ¿Compartir qué? En el arte, compartir la posibilidad de acercarse a una palabra o una historia que alumbran de modo distinto la existencia o que enseñan a imaginar universos más nobles. Ahora, que el actor extienda luego este hábito que desarrolla en el escenario o set a su actividad cotidiana, transformándose en una persona preocupada por la suerte de los otros, es un paso más. Y una elección que cada uno toma en relación a lo que cree que debe hacer en el mundo más allá de su labor como intérpretes.

Muchos artistas dan ese paso. En Argentina, entre quienes lo han hecho demostrando su sensibilidad social, figura Jorge Marrale, uno de los actores más talentosos que ha dado la actividad en las últimas décadas. Él creyó en 2006, como Pepe Soriano y otros colegas, que había un lugar vacante en el país, un sitio a crearse, para aplicar esa preocupación que sienten por los otros, en especial por sus pares más desprotegidos. Y ese lugar es hoy SAGAI, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes, que fue fundada el 27 de julio de 2006 en una asamblea desarrollada en la Asociación Argentina de Actores (AAA). Esta entidad fue conformada para que se hiciera efectivo para los actores intérpretes el derecho de propiedad intelectual contemplado en la ley 11.723 del año 1933. Después de obtener de la Inspección General de Justicia su personería jurídica, el Poder Ejecutivo la reconoció mediante el derecho 1914/06 como la única autorizada para gestionar y administrar estos derechos en todo el territorio nacional.

Marrale es hoy secretario general de SAGAI. El día que lo visitamos en la sede de la institución, Marcelo T. de Alvear 1490, había un gran movimiento en el segundo piso. El consejo de administración terminaba de realizar una de sus habituales reuniones y un equipo de camarógrafos y colaboradores desarmaban sus equipos luego de terminar un institucional para la entidad. En uno de los bellos salones que tiene esa casa señorial, Jorge atendió a Cabal Digital y le contó con su habitual apasionamiento cuáles fueron los antecedentes de la formación de la entidad y sus actuales actividades. “SAGAI nace de una necesidad expresada desde hace mucho tiempo por las luchas de los actores y su entidad gremial, la Asociación Argentina de Actores, que fue constituida el 18 de marzo de 1919. O sea, que varios años antes de que se sancionara en la Argentina de 1933 la ley 11.723, que consagra el derecho a la propiedad intelectual, los actores ya estaban sindicados y luchaban por sus derechos laborales, que eran en su campo específico la réplica de lo que los autores, los músicos, los intérpretes pedían dentro de su actividad. Pero, a pesar de tener pleno derecho a ser considerados beneficiarios de la ley 11.723, cuando ésta se aprobó las empresas no consideraron a los actores entre quienes estaban protegidos por ella. Esta quedó como una demanda insatisfecha y que siempre generó reclamos de los actores.”

“Tiempo después –sigue Marrale-, en la época en que comenzaron a grabarse algunos programas y a pasarse de nuevo, el conflicto se reavivó y se fue a la justicia para que los canales pagaran a los actores lo que se llama repetición, o sea el uso de la imagen en una transmisión distinta de la original. Y, gracias a que varios de esos juicios se ganaron, quedó en la jurisprudencia un antecedente muy valioso. Los actores formamos parte en su momento de una sociedad que era la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI), que se fundó entre los intérpretes musicales y los actores y a la que, a su vez, ingresó también Capid, que es la entidad que agrupa a los productores fonográficos. Fue con esa entidad que presentamos en 1994 un proyecto legislativo para que se nos reconociera como sociedad de gestión. Pero, en ese período, el lobby de las empresas y los canales para que ese proyecto no pasara fue muy grande y no prosperó. Era la década de los noventa, que fue muy poco propicia para los actores pero también para el país en general. Con el decreto firmado por Kirchner en 2006 se reparó esa injusticia histórica y se logró un verdadero punto de inflexión en el tema.”

En el período 2002-2004, siendo Rita Terranova secretaria general de la Asociación Argentina de Actores, Jorge Marrale concurría a las reuniones que se hacían en la sede de la entidad los sábados de 11 a 15 horas, y fue esa participación la que le despertó un fuerte interés por el tema de la propiedad intelectual. Recuerda que hubo una serie de esfuerzos por formar una sociedad de gestión, pero que chocaron con distintas trabas. Así fue hasta que se llegó a 2006, cuando Kirchner aprobó el decreto que habilitaba a SAGAI como sociedad de gestión. “La primera etapa funcionamos en el espacio que la OSA (Obra Social de Actores) ocupaba en el edificio de la Asociación Argentina de Actores en la calle Alsina. Eso fue hasta que pudimos alquilar un edificio en la avenida Santa Fe. Y desde allí, lentamente, comenzamos una lucha tenaz y permanente.”

Los juicios

Consagrado el derecho, había que hacerlo efectivo. Y ahí comenzó otra etapa. Ante el reclamo de SAGAI, la Asociación de Televisoras Argentinas, ATA, interpuso un recurso de amparo para evitar cumplir con su obligación y se tuvo que ir a juicio. En primera instancia, la jueza María José Sarmiento, hija de un famoso represor de la dictadura, dio una resolución favorable a ATA, pero luego en segunda instancia, se le dio la razón a los actores. Y ahí comenzaron las pujas por las tarifas. Poco a poco se logró que se fijara una tarifa que saliera de la publicidad de las empresas. En la actualidad, hay un convenio progresivo por el cual la tarifa se va aumentando en todos los canales de tiempo en tiempo. El convenio incluye a todos los canales y a los operadores de cables. El único conflicto que aún subsiste es con Direct TV. También se logró que las cámaras de hoteles y las casas de electrodomésticos firmaran un acuerdo para pagar derechos por repetición. “Pensá que estamos en el 2012 haciendo el reparto del 2011 –dice Marrale haciendo un balance-. Es el tercer reparto de dinero que hacemos por derecho de propiedad intelectual. Y todo esto se hizo en un corto plazo, gracias a la acción conjunta de los actores, pero contando sin duda con una actitud muy receptiva del Poder Ejecutivo. Hace poco tuvimos el honor de que la presidenta inaugurara esta casa en Marcelo T. de Alver y que, por el decreto 667/12, 

ratificara algunos conceptos que tal vez pudieron no haber estado del todo precisos en el primer decreto respecto de nuestros derechos.” En el nuevo texto se deja claro lo siguiente: “Las interpretaciones fijadas en grabaciones audiovisuales extranjeras u otros soportes, tendrán amparo en la República Argentina cuando la legislación del tercer país consagre una protección similar a la reconocida en nuestro país para los intérpretes actores y bailarines que incluya derechos de remuneración pública, y tal protección les sea reconocida a éstos mediante acuerdos de reciprocidad, por sus trabajos en grabaciones audiovisuales nacionales u otros soportes emitidos en el extranjero.” Esto a fin de evitar que países donde no hay convenios de reciprocidad quieran cobrar derechos aquí que no otorgan en su lugar de origen.

“Estamos muy contentos y comprometidos con lo que estamos haciendo –redondea Marrale refiriéndose a las actividades de SAGAI-. Y consideramos de mucho valor el trabajo que se realiza a partir de la Fundación SAGAI. Para nosotros el superobjetivo de SAGAI es la fundación, la ayuda a los compañeros que lo necesitan y el impulso a la capacitación.” La fundación está definida como una organización sin fines de lucro creada con el propósito de dar respuestas asistenciales y culturales a diversas situaciones que se presentan en una profesión que, como la del actor, está sometida a distintos vaivenes laborales: la discontinuidad en el empleo, la disparidad en las remuneraciones, las jornadas largas, el trabajo simultáneo. Todo ello contribuye a crear a veces condiciones de mucho desamparo. El 24 de agosto pasado, y como parte de esa tarea de apoyo a los que tienen mayores necesidades, SAGAI entregó a 72 actores que han pasado los 80 años un reconocimiento a la trayectoria que fue acompañado por un subsidio de 12.000 pesos.

“Para nosotros, esto es un logro fantástico –resalta Marrale-. Y vamos a seguir repitiendo este tipo de apoyos. El tema de la vejez es muy complejo y no abordado. Se trata solo en la interna familiar del actor, pero no se lo saca afuera para que sirva de base a una labor como la que desarrolla nuestra organización. Por eso, hemos tomado el problema con tanta fuerza. En sintonía con eso, hemos concretado también un Convenio Marco de Colaboración con la Obra Social de la Asociación Argentina de actores para colaborar en distintas actividades de carácter asistencial. Así que te diría que el panorama es muy auspicioso, porque además se formó un grupo de actores que estamos imbuidos todos de la misma pasión y concebimos a SAGAI como un lugar precioso y preciado, un lugar que nos da plena conciencia de que se está haciendo una obra de bien y que en ella nos acompañan muchos actores y nos van a acompañar más aún. Tenemos en ese sentido la intención de hacer una escuela de dirigencia para que también los jóvenes se vayan acercando. Ellos van a ser después los que tomen la posta y sigan esta tarea. Y para hacerlo bien es necesario que tengan conocimiento. Por suerte se está acercando mucha gente joven para trabajar. Y eso es muy importante.”

Otras actividades

Marrale viajará en estos meses todas las semanas a Montevideo, donde empezó a grabar una serie llamada Historias de diván, que dirigirá Juan José Jusid, sobre el libro homónimo de Gabriel Rolón. El guión será escrito por el propio autor y Marcelo Camaño. Jorge compondrá al personaje de Manuel Levin, el analista que en cada capítulo, o a veces en capítulos dobles, atiende a distintos pacientes que atraviesan por conocidas problemáticas humanas: conflictos de identidad sexual, mujeres golpeadas, casos de enfermedad, infidelidad. Todo muy ilustrativo de la época en que vivimos. Marrale no hacía televisión desde Vidas robadas, donde entregó aquel estupendo personaje llamado Astor Monserrat. “Es una producción de un fideicomiso uruguayo y saldrá por el canal 10 de Montevideo –comenta- y creo que se está en tratativas para venderlo acá. Estoy muy ilusionado con la serie, porque se trata de un trabajo muy minucioso, que provocará mucha identificación en la gente. Tenía ganas de volver con algo que me motivara y esto me motiva mucho, estoy ansioso por hacerlo. Me estoy comiendo los libros, porque me entusiasman de verdad.”

Por su parte, Mineros, la obra que todavía representa en el teatro Metropolitan, se mantendrá hasta fines de septiembre. Está contento con la repercusión que tuvo. No fue el éxito descomunal de Baraka, que estuvo tres años y medio e hizo dos giras por todo el país y visitó Bogotá, Montevideo y Santiago de Chile, pero a su manera llevó también mucha gente. En cine, pronto se estrenará El triunfo de la oblicua, película que hizo bajo la dirección de Sergio Bizzio y producida por Lucía Puenzo. Le preguntamos a Jorge cómo hace para organizar los horarios en medio de tantos compromisos. “No me sobra el tiempo, es verdad. Porque además de todos los compromisos como actor y los institucionales debo cuidar a mi familia. Tengo dos chicos pequeños aún, Franco que ahora acaba de empezar el secundario y Luciano, que está en segundo grado.  Pero, bueno, no me quejo. Por ahora, puedo organizar todo armoniosamente. Y además, tengo el privilegio de hacer lo que quiero, de estar en proyectos artísticos o como los de SAGAI que me apasionan. Y eso es algo que debo agradecer a la vida.”

                                                                                               Alberto Catena