Miguel Ángel Solá. Regreso con gloria

Entrevistas

No es esta la primera vez, en los trece años que ya lleva radicado en España, que Miguel Angel Solá retorna al país para hacer algún trabajo. Pero esta vez, el público tuvo la oportunidad de verlo en teatro durante todo el verano y expresarle una fuerte adhesión afectiva. En una charla franca y sin rodeos, como es su estilo, el talentoso actor argentino contó a esta revista aspectos de su vida, que no ha sido fácil en los últimos tiempos, y sus proyectos artísticos cuando está a punto de cumplir en mayo próximo los 63 años y espera una nueva hija. Un testimonio que pinta a un verdadero luchador.

Gerardo Fernández, uno de los mejores críticos teatrales que tuvo la prensa escrita de este país, lo llamaba ya por los finales de la década de los ochenta “el príncipe” de los actores, haciendo reserva del lugar de monarca, como lo sabían quienes conocían sus gustos, para Alfredo Alcón. Se puede estar de acuerdo o no con la justicia o tal vez la pertinencia de esa definición, pero lo cierto es que Miguel Angel Solá, su destinatario, demostró desde comienzos de la década de los setenta –trabaja desde el año 1971, pero el espectáculo que lo lanzó a la fama fue Equus de Peter Shaffer en 1976-, ser un actor  extraordinario, uno de los más dotados de su generación, lleno de creatividad y siempre preocupado por dar lo mejor de sí mismo en los papeles que se le confiaban. El teatro y el cine en especial, pero la televisión también, aquí y en España, pueden acreditar en las algo más de tres décadas y media que han pasado de aquel lanzamiento la existencia de esas irrebatibles cualidades de intérprete.

Fue el seguimiento de esas actuaciones, su disfrute a lo largo de los años, lo que ha generado en una parte importante del público argentino una memoria sin quiebres de su figura, a pesar de que ya hace trece años que está viviendo y trabajando en España y ha vuelto solo en ocasiones al país. Esta lealtad, este reconocimiento vivo y reacio al olvido, se encarnó en estos dos últimos meses en expresiones de enorme cariño hacia el actor en las funciones que de la obra El veneno del teatro, de Rodolf Sirera, ofreció en el Teatro Maipo este verano. Al final de todas las representaciones la gente se levantaba de sus butacas y lo aplaudía de pie a él y a su compañero de trabajo, el otro muy buen actor argentino Daniel Freire. Un homenaje, sin duda, tanto a su labor en esa pieza, como a su noble trayectoria en el campo de la interpretación.

Las funciones en el Maipo tenían programado durar hasta el 10 de marzo, fecha en que la obra comenzaría una gira por el interior del país. El plan del actor era trabajar como máximo en el país hasta mediados de abril y enseguida partir hacia la península ibérica. Allí era bastante posible que el espectáculo se diera en julio en Barcelona, para volver en septiembre al Teatro del Canal en Madrid, ciudad donde se representó el año pasado con bastante éxito. Y luego organizar una gira para enero de 2014 por España. En un principio la idea era, una vez terminado ese periplo, volver a Sudamérica. “Pero no creo que esta posibilidad se dé”, supone Solá en el bar del Hotel Panamericano, donde se aloja durante su estadía en Buenos Aires. “Así que habrá que empezar a pensar en otro proyecto teatral. En estos días Manuel González Gil llega de México, donde montó tres espectáculos, y nos pondremos a tirar ideas para decidir lo qué hacemos. Veremos qué pasa”, añade con ese estilo reposado y sincero que lo caracteriza, mientras levanta las cejas y le da un sorbo al rico café que preparan en el hotel.         

El objetivo es seguir trabajando en España, porque Miguel Ángel tiene en ese país dos hijas de su anterior matrimonio con Blanca Oteyza, que son Cayetana y María, de 16 y 12 años respectivamente. Y otra que viene en camino, fruto de su relación con Paula Cancio, una psicóloga y actriz española con la que está de novio hace ya un tiempo. Por lo que sus responsabilidades económicas son fuertes en ese territorio, fuera de lo que obviamente le impone y genera su propio amor como padre, que es el de ver y estar con sus hijas lo más posible. Pero, como se sabe, las cosas no están bien en España. Europa no cree en  lágrimas, salvo que sean las de los bancos que piden que no les recorten sus gigantescos beneficios.
“Sí, la situación para los actores españoles está mal, pero para los que no son españoles, incluso los importantes, está peor –reconoce-. La situación de la cultura ha entrado en crisis. El ministerio de Cultura se mantuvo como entidad propia hasta 2011, ahora es ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Y la proporción de lo que tiene cultura para manejarse es ahora menos 14 veces que lo que tenía en otros años. No hay presupuestos para subsidios, giras, los ayuntamientos prescinden del teatro. Todo empieza a pensarse en chiquito. Aquel sistema de apoyar al teatro para que las entradas valieran cuatro euros –cuando la entrada real para mantenerse debía ser 25 euros-, ahora no existe. Para que una compañía funcione tiene, por lo menos, que cobrar 20 euros. Las pequeñas y medianas compañías de teatro han cerrado las persianas, no encuentras la manera de subsistir. Solo las grandes, algunas de ellas sospechadas de lavar dinero, sobreviven” 

El panorama es incierto y Solá lo sabe, no se engaña. No desconoce además que estas no son sociedades preparadas para proteger a los hombres de más de 55 años. “Hoy por hoy no tengo ningún trabajo en vista ni en el cine ni en la televisión españolas, donde trabajé mucho –comenta-. Como dije, se están pasando momentos muy malos. Se priorizan las grandes coproducciones con otros países y con actores de distintas nacionalidades en las que no entro, porque no hablo otro idioma y sigo siendo un actor argentino, muy elogiado, pero no dejo de ser un actor argentino, a pesar de estar hace trece años allí. No me han adoptado, sí por fortuna el público. Por otra parte, he tenido allí los mismos problemas que tuve aquí, no políticos, porque no soy un bicho político. Pero digo lo que tengo que decir, lo que pienso, en cualquier parte. Soy como soy y no puedo ser de otra manera y eso genera a veces problemas. De modo que voy a continuar con el teatro, donde me ha ido muy bien.”
“Desde luego –aclara- que con producción propia. En España, empezando de cero, no siendo nadie para nadie, me gané un público para teatro. Pero con El veneno del teatro fue la primera vez en ese país que trabajé para alguien ajeno a mi persona. Las otras eran producciones mías, con Manuel, Blanca y Miguel, mi mejor amigo allá. Las  manejábamos muy bien y distribuíamos sin problemas el dinero. Cuando se cortó la asociación fue duro. Pero no voy a trabajar más en una producción que no sea mía, ni aquí ni en otro lugar. Porque el que trae la gente al teatro soy yo. Con una producción que no es propia estás limitado en todas las decisiones y si te consultan oyen como quien oye llover. Y de esto yo sé, de otras cosas tal vez no, pero de esto sí. Y quiero tener más incidencia.”

 

Visiones

Miguel Ángel ha venido a la Argentina, desde que se fue del país en 1999, por amenazas contra su hija mayor, en cuatro ocasiones. El año pasado vino a montar en el teatro Sha Como por un tubo, que hizo con su grupo La Típica en Leve Ascenso. Cuando ya había empezado a funcionar el boca a boca y la cantidad de público iba aumentando, distintos compromisos de algunos integrantes españoles del grupo los obligó a volverse. Ese mismo año filmó ¿Quién mató al Bebe Uriarte?, además de Germán, últimas viñetas, que desde el jueves 7 de marzo se empezará a ver en el canal estatal. También filmó en otros años de sus visitas varias películas. De modo que los viajes le han brindado información acerca del país, y, sobre todo, guarda una intacta memoria de la gravedad de lo ocurrido durante el menemismo, una década que dice avergonzarlo como argentino. Sobre algunos de los temas que hoy movilizan al país, y que de algún modo son aún secuelas de antiguos problemas que se heredan del pasado, el actor emitió algunas opiniones sustanciosas, todo en una charla laxa y sin un plan muy ordenado, como la que dos amigos tienen en un café.


En relación a la justicia, dijo: “Tenemos que generar una nueva justicia, porque es lo único que iguala a los ciudadanos ante los hechos y nos permite convivir en sociedad cuyas reglas sean confiables y no nos discriminen por nuestro origen o ideas. Siempre he desconfiado de un aparato judicial que mete en la cárcel a una mujer que roba por necesidad en un supermercado y deja libre a los grandes ladrones vinculados al poder real, a los que han saqueado al país. Uno de los peores crímenes que cometió la dictadura, además de vender el país, torturar y hacer desaparecer a miles de personas, fue eliminar todo vestigio de justicia. Pero tengo la obstinación de creer que se puede crear e impulsar una nueva justicia y que hay gente dispuesta a encarar esta tarea, que todavía recuerda los ideales que los inspiraron al elegir su profesión como abogados, jueces o fiscales. Si los tejidos no están todavía totalmente deteriorados quizás se consiga.”
Sobre la dura presión que las corporaciones periodísticas ejercen hoy para impedir que se rompa su monopolio, Solá no se mostró sorprendido: “Es lo que han hecho siempre. La guerra por la democracia, que empezó en 1984, se perdió en los medios de comunicación. A Alfonsín, por quien tuve simpatía y alguna vez conversé con él, se lo comió Clarín. Mucha gente se tara y no tiene memoria de eso. O prefiere olvidarlo. Los medios de comunicación están poblados de supuestos periodistas, de personas que en rigor son agentes políticos o empresariales, como aquel célebre maestro de muchos de ellos, el que se lavaba las manos y hablaba de doña Rosa, el despreciable Bernardo Neustadt. O de gente que banaliza su tarea y simplemente se pone en manos del mejor postor. Mientras existan programas de televisión haciendo experimentos nazis con la gente o que prediquen que los seres humanos somos una mierda, mientras una parte del periodismo siga siendo corporativo y defienda los privilegios de los poderosos, esos medios no serán creíbles. Ese también es un tejido que hay que reparar.” 


Al mencionar Buenos Aires a nuestro entrevistado solo le falta agarrarse la cabeza cuando habla de ella. “Esta ciudad parece Kosovo en estos días –afirma-. Para intentar verla de otra manera tengo que subirme a un primer piso y mirar para arriba. Abajo está toda destruida. Si se camina por las calles hay que estar mirando constantemente para abajo para no pisar caca o romperte un pie. O hacer malabares para pasar por los estrechos lugares que dejan las roturas que producen las obras. Además, todo el centro turístico huele a basura. Y mientras tanto la persona que tiene que hacer que esta ciudad funcione no está. No sale ni camina por ella ni le importa lo que pasa, porque sabe que en su vida nunca va a vivir en las calles de Buenos Aires. Creo que este señor si no sabe dirigir su gobierno debería irse. Porque esta ciudad es para la gente, no para los que van en autos blindados con los vidrios polarizados.”

 

Un camino

Miguel Ángel está contento con la recepción que le hizo el público argentino. “A pesar de no ser un actor mediático –he trabajado poco en la televisión argentina- y de mi bajo perfil, la gente no me ha olvidado. Algunos me recuerdan de Equus, El hombre elefante o Cartas de amor en casete. Otros me han visto en Madrid en Por el placer de volverte a ver o Antes te gustaba la lluvia. O en alguna película. Y creo que me reconoce haber mantenido una línea de conducta. Saben, aunque no hayan estado de acuerdo conmigo, que nunca les mentí, que siempre hable en voz alta de lo que pensé, porque ese creo es mi deber como actor y ciudadano. Y ese reconocimiento me reconforta.” 


Frente a los nuevos desafíos ese reconocimiento es buena leña para mantener encendido el corazón. Y ahí se lo ve confiado, realista pero confiado, y con una templanza de verdad envidiable. No hay dudas de que es un hombre de gran coraje. Atravesó en los últimos años situaciones de salud y emocionales muy difíciles y las superó. Le sobra voluntad y ganas de vivir. La separación lo dejó económicamente muy desprotegido y tiene que ganar dinero para pagar el alquiler del departamento donde vive y pasarles la manutención a sus dos hijas. Y no puedo dejar de pensar en que pronto  llegará otra. Pero, como dice, sigue en camino. “Mientras nadie te avise que te quedan solo cinco minutos de vida para despedirte de todos, hay que seguir adelante. Y yo tengo muy buenos motivos hoy para hacerlo”, concluye.  
                                                                            
                                                                                           Alberto Catena