Chavela

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Chavela. (México, España y Estados Unidos, 2017). Dirección y guion: Catherine Gund y Daresha Kyi. Fotografía: Natalia Cuevas, C. Gund y Paula Gutiérrez Orio. Montaje: Carla Gutiérrez. Intérpretes: Jesusa Rodríguez, Pedro Almodóvar, Tania Libertad, Martirio Patria Jiménez Flores, Eugenia León. Duración: 93 minutos.

Noventa y tres minutos de documental, como si en esa exacta duración quisiera hacer un homenaje a los años que vivió Chavela Vargas (1919-2012), son más que suficientes para dejar en claro, a poco de iniciarse la película, que esa cantante mexicana que se verá en pantalla fue una personalidad fuera de serie en el ámbito artístico de su país y en muchos otros, un ser que se quiso devorar la vida y en alguna medida lo logró. Nacida en Costa Rica, según los datos que constan en cualquier reseña biográfica de la intérprete, ella confiesa sin embargo en una entrevista que le hacen a los 71 años y que aparece en el documental que, en rigor, nació en Cuba, añadiendo un poco más de confusión y misterio a una existencia que, por su desmesura, es posible que se le haya adjudicado algunos hechos en su largo itinerario vital que tal vez no fueran tan ciertos o solo lo fueran en parte. Sí es verificable que tuvo una infancia dura, con poco afecto y marcada por la separación de sus padres, que la escondían en las fiestas para ocultar su tendencia a vestirse como un hombre y mostrarse “rara”.

Es también verdad que murió en agosto de 2012 en México, país al que llegó a los 17 años y en el que se nacionalizó, siendo hoy considerada como la mayor exponente de la música y el bolero rancheros, género al que le dio la particular entonación de una voz que, para expresar mayor dolor dramático y desgarramiento sentimental, no dudó en tornarla más masculina, casi aguardentosa. Y no es leyenda que acudía a lo que fuera para alcanzar una dimensión vívida de ese papel: se vestía como hombre, fumaba como una condenada a muerte y bebía mucho. En la televisión colombiana, en 2000, conforme a la información que provee Google, confesó que era lesbiana, admisión que, al parecer, no había hecho hasta ese momento. Pero en la entrevista que se muestra en el documental –que si de verdad se le hizo a los 71 años entonces fue de principios de los noventa, o sea antes de 2000-, da a entender su inclinación por las mujeres, no lo oculta, porque, por lo demás, era un hecho conocido para todos. Incluso los testimonios de amigas y amantes suyas en el documental confirman sus amoríos con Frida Kahlo, varias actrices conocidas de Hollywood y algunas esposas de altas personalidades de la política mexicana, incluso la de un presidente de la Nación, aunque en esto que se atribuye a su enorme poder de seducción pudiera ser que haya algo de exageración también.

Queda claro que en México, mientras ella no confesara públicamente su condición, en su vida privada y en la ficción que encarnaba en sus canciones arriba del escenario, podía hacer lo que quisiera. Tal era el acuerdo que imponían las hipócritas reglas morales de la sociedad de ese país. Lo interesante, entre otras cosas, de este documental es que, siguiendo toda la trayectoria de la intérprete, se exponen fotos de una etapa en que, dada su juventud y su belleza (tenía un tipo muy parecido a María Félix), los productores de su espectáculo intentaron hacerla cantar con vestidos largos y vaporosos, pero ella confiesa que los resistió porque le molestaban y porque una vez que quiso bajar una escalera con ellos los pisó y se cayó, dándole motivo suficientes para no insistir en esos atavíos. O sea, volvió a los pantalones y el poncho rojo que la acompañaba siempre en sus recitales.

Chavela Vargas, llamada en rigor Isabel Vargas Lizano, se hizo conocida en el mundo de la canción de su país allá por los años cincuenta del siglo anterior. Fue muy importante para su impulso la amistad y el padrinazgo de José Alfredo Jiménez, figura principal de la música ranchera en la nación azteca, de quien cantó varios de sus motivos más difundidos. Y hasta los finales de los setenta realizó una carrera relativamente buena pero modesta, alejada de los primeros planos. Cantaba, sobre todo, en espacios pequeños y con un público que no era masivo. Filmó también algunas series televisivas en 1967 y tuvo un rol destacado en la película La soldadera, de José Bolaños en 1964. Sin embargo, en la década de los setenta, y producto del abuso en el alcohol, su carrera ingresó en una etapa de opacidad y anonimato de la que fue recuperada a los noventa, gracias a la mediación de sus amigas Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe, que la ayudaron a hacer un tratamiento contra el alcoholismo e iniciar un nuevo ciclo en su carrera. En ese nuevo periplo influyó también con fuerza Pedro Almodóvar, que como Werner Herzog y Alejandro González Iñárritu, la convocaron para distintas películas en las que interpretó sus canciones más conocidas, como “La llorona”, “Piensa en mí” o “La paloma negra”. También intervino en la película Frida, de Julie Taymor.

Sus últimos años fueron de gloriosa fama y reconocimiento y realizó recitales masivos en teatros tan prestigiosos como el Carnegie Hall de Nueva York, el Caracol de Madrid, el Olympia de París, y dos veces en el Palacio de Bellas Artes de México. También concretó un concierto multitudinario en el Zócalo de la Ciudad de México y al cumplir 90 años fue distinguida como ciudadana ilustre. Trabajó en su país hasta poco antes de morir, a los 93, víctima de una afección respiratoria. El documental aporta informaciones reveladoras de lo que fue su tumultuosa y creativa vida y si bien tiene un corte más bien clásico de entrevistas y archivo, el material es tan rico e iluminador de su personalidad que realmente vale la pena verlo, sobre todo en el caso de las franjas de jóvenes que, sobre todo por su edad, no han tenido acceso al conocimiento de esa intérprete. Un costado que no aborda la película es la mistad de Chavela con grandes figuras de la literatura y el arte (salvo en el caso de Frida) como fueron Pablo Picasso, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Juan Rulfo, Agustín Lara, Gabriel García Márquez y otros. Tal vez el archivo sea al respecto escaso o haya que investigarlo más, pero quedan las ganas de saber más sobre ese aspecto de su vida.

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