Crimen en el Cairo

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Crimen en el Cairo. (The Nile Hilton Incident). Suecia, Dinamarca, Alemania y Francia 2017). Guion y dirección: Tarik Saleh. Fotografía: Pierre Aím. Escenografía: Roger Rosemberg. Intérpretes: Fares Fares, Mari Malek, Yasser Alí Maher, Ahmed Selim, Hania Amar, Mohamed Yoursy y otros.

Curioso largometraje éste con tema egipcio, con producción de cuatro países europeos, filmado solo en parte en El Cairo (el resto debió hacerse en Marruecos) y dirigido por un artista sueco nacido en Estocolmo, aunque con un nombre y apellido claramente árabes, Tarik Saleh, de padre sí egipcio y la madre suiza. Curioso no por ser una producción entre muchos países del viejo continente, hecho bastante corriente en los hábitos de la colectividad global, sino porque no es demasiado habitual que un policial negro, género que se ha expandido desde Estados Unidos a toda Europa y a algunos países de Asia (Japón, Corea y China, por ejemplo), haya anclado en una nación de África. Y si bien se habla totalmente en árabe, es entendible que Egipto no participe de la producción. Tres días antes de empezarse el rodaje principal (se habían hecho distintas tomas y trabajos preparatorios), el equipo de filmación fue echado del país. Eran los días en que aparecían las primeras señales de lo que luego sería la revuelta popular de enero de 2011 contra el régimen del presidente Hosni Mubarak, que concluyó en su derrocamiento. Una de las conocidas explosiones de la llamada Primavera Árabe, hoy tristemente sepultada. Cualquier movimiento extraño en ese rodaje previo provocaba una enorme sospecha y desconfianza. De manera que, luego de las primeras tomas de prueba hechas por los camarógrafos, fueron todos compelidos a irse del país.

Todo el bagaje técnico y artístico, incluso cuarenta trajes de policía sacados de contrabando, fue a parar a Casablanca. Ninguno de esos detalles se refleja desde luego en el film, porque gracias a lo filmado antes del rodaje principal y los efectos especiales se ven muchos planos de El Cairo y todo parece ocurrir siempre allí, en sus barrios sinuosos y laberínticos y sus grandes autopistas. Crimen en El Cairo es la tercera película de ficción realizada por Saleh. Las dos anteriores son Metropía (2014), de ciencia ficción, y Tommy (2014), otro thriller. Pero antes de dedicarse a la ficción, Saleh, que ha trabajado también como periodista, editor y presentador de televisión, se dedicó a la actividad plástica y a la realización de documentales. Su famoso graffiti Fascinate es reconocido en Suecia como un verdadero patrimonio cultural del país. En documentales hizo entre otros: Sacrificio, sobre el Che Guevara en 2001, que despertó varias polémicas y se presentó aquí en la sala Leopoldo Lugones; y Gitmo: The New of War, de 2005, sobre los campos de detención en Guantánamo.

Su nueva obra tiene como motor de su historia al oficial Noredin Mustafá (Fares Fares) de la policía del régimen, quien, al producirse el asesinato de una cantante en el hotel Nile Hilton, es enviado por su tío, Kammal Mostafá, autoridad máxima de la comisaría en que trabaja, a inspeccionar que ha ocurrido allí. Noredin es un policía corrupto, como la mayoría de sus pares, su tío incluido, y su principal aspiración en la vida es hacer carrera en la profesión y ganar la mayor plata posible. Ha quedado viudo no hace mucho debido a la muerte de su mujer en un accidente automovilístico y su vida es solitaria, por lo que todo su tiempo está dedicado a su actividad en la fuerza donde cumple su labor. La cantante ha sido degollada en el hotel y al llegar a la habitación donde ella fue ultimada encuentra en su cartera algunas fotos y sus negativos. A su vez, una mucama sudanesa, Salwa, ha visto al posible criminal y abre la posibilidad de que se lo pueda identificar. Pero el oficial (primero le dicen comandante y luego lo ascienden a coronel, que parece ser un grado superior en el escalafón) tiene una mejor carta para esa identificación, aunque no la revela: las fotos, que le permiten saber quién es el autor o cómplice de esa muerte.

Al llegar a la comisaría, su tío le comenta que deje el caso como está porque no conviene hurgar demasiado en él. Como se sabrá luego el amante de la cantante es un alto empresario vinculado al hijo del presidente Mubarak y goza, por el momento, de amplia impunidad. Pero Noredin decidirá igual investigar. Hay algo que lo impulsa a seguir la pesquisa. No se sabe bien cuál es la razón: si es por pura codicia, porque, al poseer los negativos y las fotos, piensa extorsionar al empresario y sacarle dinero, hecho de todas maneras muy peligroso por el poder que éste tiene, o simplemente porque ha decidido romper todas las reglas y quiere conocer la verdad. En rigor, en un principio el móvil que lo impulsa parece ser claramente el deseo de conseguir plata, pero algo ocurrirá en su conciencia –en el medio hay un romance con una atractiva cantante de cabaret, compañera de la que fue asesinada- que incidirá para que otro horizonte comience a surgir en su camino. Ese itinerario lo llevará a meter las narices en zonas del poder donde ese tipo de indiscreciones pueden costar la existencia y eso incrementa la tensión de la historia.

Se ha dicho de esta película que es un alegato contra la corrupción que corroe a la policía de Egipto y a la de todo el mundo, y no hay nada que objetar sobre esa interpretación. Tarik Saleh afirma también que eso es verdad, pero que su film intenta ir más allá. Es el fracaso de un policía que tiene todas las de ganar si sigue las reglas del lugar donde vive y no las transgrede, porque si lo hace es aplastado inexorablemente. Los códigos que se construye en ciudades como El Cairo difícilmente perdonan a quienes sacan los pies del plato. Porque en países que han vivido durante años bajo la tutela de las élites asociadas a las grandes potencias extranjeras, espacio verdadero de las corrupciones a escala mayor, como sucede hoy en la mayor parte del mundo, se han construido en forma paralela sistemas que, imitando los mismos métodos de los más poderosos, han logrado para ciertas capas de la población formas de sobrevivir con las migajas que quedaban al costado del gran festín. Y en esos sistemas, como ocurre en la mafia de muchos países, la ruptura de esos vínculos de lealtad se pagaba con la vida, la expulsión o el desprecio. De algún modo, ese fracaso del policía o su rebeldía quiere expresar el hastío por una situación que no tiene salida, como lo expresó también la Primavera Árabe, situación que en Egipto volvió a imperar, aunque con otros rostros.

Sin ser perfecta, la historia de Crimen en El Cairo funciona bien. Tiene algunas debilidades en su guion que podrían haber sido sorteadas, pero en líneas generales siempre mantiene su interés, como debe hacerlo un policial negro bien armado. Cierto optimismo final es algo forzado y casi ingenuo, pero es parte de lo que quiere decir el director, del punto de vista que le quiere transmitir al espectador. Y las actuaciones se desenvuelven todas en un plano de absoluta corrección. La recreación de esa vida tumultuosa de una megalópolis como es El Cairo es también convincente.

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