Crítica de cine: El invierno



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El invierno. Argentina/Francia, 2016. Dirección: Emiliano Torres. Guion: Emiliano Torres y Marcelo Chaparro. Elenco: Alejandro Sleveking, Cristian Salguero, Adrián Fondari, Pablo Cedrón y Mara Bestelli. Fotografía: Rodrigo Civita. Música: Cyril Morin. Edición: Alejandro Brodersohn. Dirección de arte: Marina Raggio. Duración: 93 minutos.

Cuando Emiliano Torres ganó en diciembre de 2013 el Premio Argentores Latinoamérica de ese año por su guion de El invierno, la película estaba todavía en etapa de preproducción y se pensaba empezar la filmación para julio de 2014. Era un guion consistente, pero nada más que eso. Y como dicen los que saben: se puede llegar a hacer un mal film con un buen guion. Ha sucedido. Torres, que estudió en la Fundación Universidad de Cine, no había dirigido aun una película propia, pero tenía sobre sus espaldas una vasta experiencia como asistente de dirección en unos veinte largometrajes, algunos de ellos rodados en Europa, América Latina y también Argentina. Y, de verdad, esa experiencia le valió de mucho porque en El invierno demuestra que no fue en vano y le permitió operar como director con la rigurosidad con que lo hubiera hecho un realizador ya muy iniciado. Los ponderables resultados estéticos de la película son un testimonio indiscutible.

    La historia de El invierno transcurre en la Patagonia, en un paisaje inmenso que muestra, entre montañas y lagos, un suelo agreste, aunque escarpado, en las estaciones cálidas (fuente del alimento de las ovejas) y la inhospitalidad de la nieve y sus tormentas en la temporada fría. Allí, en una estancia dedicada a la esquila ovina, un viejo capataz de nombre Evans (encarnado por el actor chileno Alejandro Sleveking) transcurre sus días en la soledad más absoluta, que solo se interrumpe con la llegada de los contingentes de trabajadores que vienen a sacar la lana a los animales del lugar junto con el contratista que los trae. El resto del tiempo el trabajo es pura vigilancia para hacer pastorear a las ovejas y evitar que algún ladrón se quede con alguna de ellas.
   Y en una de las esquilas, la que da comienzo a la narración, aparece un peón de Corrientes, Jara (que interpreta el actor misionero Cristian Salguero), que será el que el ingeniero encargado de la estancia (Pablo Cedrón) tiene en mente para reemplazar a Evans, sin que nadie anuncie con anticipación que esto irá a pasar, pero por algunas frases, tiradas como al azar, se empieza a perfilar ya que los acontecimientos se dirigirán hacia allí. Evans no sabe nada, por supuesto, pero su instinto de hombre observador y acostumbrado a que nadie le regale nada lo hace desconfiar. Y mira con recelo al nuevo peón, que se desempeña con habilidad en las tareas que se le plantean. Poco a poco, ese conflicto irá creciendo hasta convertirse en un verdadero enfrentamiento, que algunos han comparado con una especie de western minimalista en la hostil escenario de la Patagonia argentina.

    Torres ha trabajado con mucho detalle el guion, logrando que la tensión aumente en forma gradual pero incesante. Y ha conseguido contar esta historia de sobrevivencia de dos hombres expuestos a la cruel inclemencia de esas latitudes –cada uno está alejado de sus familias por distintas razones, el más viejo de su hija que lo rechaza, el más joven de su mujer embarazada y de un hijo-, pero a la vez enfrentados y obstinadamente decididos a mantener ese trabajo miserable a cualquier precio. Actitud que en el joven se da por necesidad de sostener a su mujer embarazada y su hijo pero acaso también por orgullo mal entendido, y en el viejo por la inevitable intuición de que fuera de ese espacio no tendrá a su edad ninguna otra oportunidad laboral. Ese núcleo explosivo de drama tan universal, pero que Torres consigue darle una pátina inconfundiblemente nuestra, es el fantasma, la filosofía de una sociedad que hoy, en todos los lugares del globo –y bajo un régimen cada vez más inhumano-, desprecia la vida de los mortales, las considera pura mercancía intercambiable o desechable. Nada que valga la pena defender o proteger si no producen buena rentabilidad al capital.

    En la desolada inmensidad de ese paisaje patagónico, y que el director nunca explota con afán preciosista, las odiseas de estas dos criaturas alcanza un rasgo de fragilidad trágica que hubiera sido difícil alcanzar en otros parajes. De las películas más recientes, solo la islandesa Rams: la historia de dos hermanos propone en lo visual un escenario natural tan impresionante, tan rotundamente revelador de la proeza de sobrevivir en esos sitios. A pesar de no haber hecho preciosismo, el film de Torres tiene una magnífica fotografía y de hecho en el más reciente Festival de Cine de San Sebastián logró el primer galardón en ese rubro, además de haber conquistado el Premio Especial del Jurado (ex acquo) a la película más destacada. En el plano actoral, ambos protagonistas: Alejandro Sleveking y Cristian Salguero componen con mucho acierto a dos criaturas ásperas y poco afectas a la palabra. También se lucen en sus roles más de apoyo Adrián Fondari y Pablo Cedrón.
 

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