El implacable

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El implacableThe Foreigner. Reino Unido/China/Estados Unidos, 2017. Guion: David Marconi. Fotografía: David Tattersall.  Montaje: Angela M. Catanzaro. Música: Clift Martínez. Elenco: Jackie Chan, Pierce Brosnan, Michael McElhatton, Liu Tao, Charlie Murphy, Orla Brady. Duración: 113 minutos.

Típica película de la industria cinematográfica dedicada al gran consumo, conducida en este caso por el director neozelandés Martín Campbell (Casino Royal, La marca del zorro y Linterna verde), El implacable tiene las texturas necesarias de un thriller político pero dentro de la envoltura de un film de acción. El objetivo es claro: seducir a una mayor cantidad de público y lograr taquillas más altas. Esa fusión le permite lograr, además de lo que aporta desde el ángulo de una realización formal impecable, pasajes que son muy eficaces y otros más olvidables. Entre los primeros está, sin duda, el de desnudar, tras la trama de un atentado terrorista que es a todas luces repudiable, un sinfín de redes de  ambición política y juegos de poder que involucran a menudo en los gobiernos a los mismos personajes que dicen condenarlos o enfrentarlos. Los ejemplos no escasean en la escena contemporánea como para que sea preciso indicarlos.

      En el caso de este largometraje el atentado se produce en Londres y mata a doce personas inocentes entre las cuales está la hija del dueño de un modesto restaurante chino llamado Quan Ngoc Minh, que es representado por Jackie Chan, actor de Hong Kong muy  conocido por su intervención en múltiples películas de artes marciales. Con más de 60 años, y tal vez a favor del recuerdo de su imagen en aventuras previas y la vista puesta la repercusión de su fama en un mercado internacional que incluye a China, el Reino Unido y los Estados Unidos, los tres países productores del film, se lo ha convocado para este papel en el que no desentona como el padre apesadumbrado que busca vengar la muerte de su hija, pero que, con frecuencia y por más que no haya perdido del todo la antigua elasticidad en sus movimientos físicos, no parece estar ya en condiciones de algunas acciones tan peligrosas y complicadas como las que acomete.

     Como contracara de Quan está otra figura habituada a las historias de acción, Pierce Brosnan, uno de los tantos James Bond que transitaron por la pantalla, también de más de 60 años, aunque en su labor –compone el rol de un manipulador viceministro del gobierno de Irlanda del Norte  llamado Liam Hennesy- no es sometido a un despliegue físico que lo ponga en aprietos.  Este funcionario de Belfast perteneció en el pasado al IRA (Ejército Republicano Irlandés), que mantuvo durante años violentos enfrentamientos con las autoridades del Reino Unido, incluidos varios atentados terroristas sonados, que culminaron en 1998 con el  llamado Acuerdo del Viernes Santo. Cuando se produce el ficcional estallido de una bomba que provoca la muerte de la hija de Quan y otras personas, una organización que se define como un ala rebelde del antiguo IRA se lo adjudica. De inmediato, desde Londres, bajo cuya férula se mueve Hennesy, le piden que averigüe rápido quienes son los autores del acto terrorista porque la opinión pública del Reino Unido está muy alborotada. Él, confesando que nada sabe, se compromete a tocar a sus viejos contactos e investigar quiénes son los posibles responsables del hecho.

     Entretanto, Quan, que es un veterano agente especial que estuvo involucrado en Vietnam y otros lugares de guerra caliente, se acerca también a Hennesy y le pide que le proporcione la lista de culpables. Supone que el funcionario por su responsabilidades en el gobierno y su origen lo sabe, pero el irlandés lo niega. El chino comenzará entonces su propia serie de acciones, que incluyen el uso de algunas bombas caseras, tendientes a disuadir al funcionario para que le proporcione pistas. Mientras, la escalada de Quan avanza –con frecuencia en una forma que atenta contra lo verosímil-, se va corriendo el velo de las intrigas y manejos que se pueden  detectar tras el primer atentado, surgiendo comprometidas figuras cercanas al viceministro, no tan inocente como intenta hacer creer a la prensa y a sus aliados ingleses, que no vacilan tampoco en acudir a la ayuda norteamericana para solucionar el problema y usar el tema para sus propias estrategias.  Todo se develará gracias a la ayuda de Quan y algunos de los malos son castigados. Todos los que sean necesarios sin afectar el sistema que engendra toda esta clase de perversidades.

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