La amante

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La amante. Hedi, en el original. Túnez/Bélgica/Francia/Emiratos Árabes Unidos/ Qatar, 2016. Dirección y guion: Mohamed Ben Attia. Fotografía: Frédéric Noirhomme. Música: Omar Aloulou. Diseño de producción: Mohamed Denguezi. Intérpretes: Majd Mastoura, Rym Ben Massaoud, Sabah Bouzouita, Omnia Ben Ghali, Hakim Boumsaoudi. Duración: 93 minutos.

  El hecho de proceder de Túnez, el país que encendió el fuego de la Primavera Árabe con la Revolución de los Jazmines contra el tirano Ben Alí (2010/2011) constituye, de entrada, una referencia que naturalmente despierta la simpatía o curiosidad por esta película de quienes recuerden aquella epopeya de libertad y justicia, luego frustrada, en esa nación del Magreb. Por fortuna, el film no necesita, si es que esa reacción de sintonía se produce, de ningún otro factor de adhesión que no sea el que le proporcionan sus propios valores artísticos que, en verdad, son muchos. En apariencia un simple drama de amor –cualquier podría señalar decenas de historias similares-, su factura cinematográfica la convierte, sin embargo, en un film fuera de lo común, capaz de competir con las producciones más elaboradas que se han visto este año en Buenos Aires.

Producida por los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, lo cual era ya un muy buen dato para esperarla con expectativa, la película recibió el año pasado en el Festival de Cine de Berlín dos premios: el de Mejor Ópera Prima y al Mejor Actor. O sea que la sorpresa acerca de su calidad, en un panorama donde se sabe poco sobre el cine tunecino (tal vez la excepción sea Abdellatif Kechiche, director de La vida de Adele, de 2013), se potencia por el hecho ser un primer largometraje del director Mohamed Ben Attia, cineasta de 41 años que estudió cine en la Universidad de Valenciennes, Francia. La peripecia que se cuenta, como dijimos, es la de un drama de amor cuyo protagonista masculino encuentra dificultades serias para desarrollar su deseo en la dirección ansiada. Hedi es un muchacho de unos 25 años que trabaja como agente de venta de automóviles Peugeot en una ciudad del noreste de Túnez: Kairuán. Ha perdido a su padre no hace mucho y vive con su madre, quien le diagrama hasta el más mínimo de los pasos de su existencia, hasta los montos que debe gastar cada día de su sueldo.

Esa madre, de tradición musulmana, le arregla con una familia amiga un matrimonio de conveniencia con una joven bella, pero a la que Hedi virtualmente no conoce. Apenas se ven de vez en cuanto en un automóvil de él e intercambian palabras sobre el proyecto que le han impuesto sus padres y que ellos, sobre todo él, aceptan solo por sujeción a las costumbres parentales. En la tarea que realiza en pro del casamiento, la madre de Hedi es secundada por otro hijo, que vive casado en Francia y que viaja especialmente a Túnez para la ceremonia. Se traslada a su antiguo país sin su hija pequeña y su mujer porque ésta última no mantiene una buena relación con la suegra. El asunto es que, pocos días antes de que la boda se concrete, Hedi debe trasladarse, por imposición de su autoritario jefe en la fábrica, a la playa de Mahdia para vender nuevos automóviles. Es un período posterior a la Primavera de los Jazmines (“ese pequeño paréntesis en que todos nos mirábamos mutuamente a los ojos y parecíamos querernos los unos a los otros”, dice el protagonista en un pasaje de la película al aludir a aquel momento) y la situación social comienza a agravarse, la crisis hace que cada día se compren menos coches y que las personas sean despedidas de sus trabajos. Y los miedos a perder el conchabo laboral crece entre la gente.

Y en esa playa, que está cerca de Kairuán, Hedi conoce a una bailarina que le produce un verdadero shock emocional, le conmueve como el alma como un terremoto que desmorona un frágil edificio frágil. Y allí comienza una dura lucha entre su deseo de felicidad personal, encarnado en la nueva relación, y el mandato materno que lo lleva a transitar una vida donde todo está regulado con anticipación y de acuerdo con normas que no se pueden transgredir. Desde un primer instante, Hedi descubre que esa lucha por la libertad no es fácil de conquistar ni de recorrer, que los compromisos del pasado están a veces prendidos como sangüijuelas a la piel y a la mente, y cualquier decisión es compleja. De este modo sutil, apenas esfumado dentro de la historia, el director habla también de los hechos de su país y logra, sin apelar a ningún alegato ni comentario fácil, metaforizar en esa odisea personal lo que pasó en aquella aventura colectiva de libertad. Y lo que sigue siendo un dilema contemporáneo para tantas personas en sociedades inseguras en lo laboral o muy conservadoras en sus costumbres.

Bien filmada, con algunos planos al estilo de los hermanos Dardenne y una tensión leve que crea suspenso controlado pero perceptible en distintas circunstancias, la película se sigue con verdadero placer. Los dos papeles protagónicos, el de los amantes, está servido con gran intensidad por dos magníficos actores: (Majd Mastoura él y Rym Ben Massaoud ella. También compone con mucho rigor su papel la madre. En fin, una bellísima película, de esas que es posible recomendar sin temor a equivocarse.

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