Entrevista a Ana María Cores

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Desde la comedia musical hasta el teatro para chicos la actriz ha brillado sobre cientos de escenarios de la mano de una versatilidad a prueba de bombas y un secreto que es a la vez germen y corolario de tanto aplauso: una genuina e inquebrantable pasión por lo que hace. Por estos días se la puede ver cada domingo a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación, donde recrea junto a un grupo de artistas La noche a cualquier hora.

La vocación es a veces algo misterioso. La forma en la que se despierta, cómo se manifiesta, hasta qué punto nace adentro de uno mismo o ahí afuera, en medio de ese barro donde la vida se desenvuelve a veces magnífica y otras tantas, perra.

Ana María Cores participó con suma alegría de cuanto acto escolar tuviera oportunidad, desde que entró a la salita de dos años hasta que egresó del magisterio, a los 17. Sin embargo no tuvo la revelación de que quería convertirse en actriz hasta que una prima le pidió que la acompañara interpretando un papel en una obra de teatro para la que justo necesitaban chicas. Ella dijo que no pero la metieron igual y el día del estreno, un momento antes de subir al escenario, sintió hacia el público una conexión que jamás la abandonaría. La sensación de felicidad que produce haber descubierto algo. La certeza de que ese era el único lugar en el que quería estar. Luego de eso ofició solo dos meses como maestra, empleo que abandonó para meterse de lleno en el Conservatorio de Arte Dramático. Con cerca de 20 años debutó en Universexus (1971), dirigida por Pepe Cibrián, y de ahí en más ya nunca dejó de trabajar en obras de todo talante, para chicos y grandes, actuando pero también cantando y bailando. Hair (1973), Aquí no podemos hacerlo (1978), Doña Flor y sus dos maridos (1983), Homero (1998), Canción de cuna para un marido en coma (2008), El conventillo de la Paloma (2010), La novia de Gardel (2013, basada en una idea propia) y varias obras de Hugo Midón son solo unas pocas perlas en su grueso historial teatral. Pero entre tanto título y proyecto no todo fueron éxitos. “Hice de todo en cuanto al amplio espectro. Y también participé de algunas cosas que no fueron buenas o no salieron como yo esperaba”, confesó alguna vez la actriz. De todas formas, y a la par que su carrera prosperaba, esta hija de maestros rurales seguiría formándose en teatro con Augusto Fernández y Beatriz Matar, en danza con Antoniette San Martín y Ana Itelman, en canto con Malvina Parnas.

El año pasado Cores giró por el país con un espectáculo en el que como única protagonista recorría diferentes géneros musicales, diversos climas y unas cuantas emociones con homenajes a Tita Merello, Libertad Lamarque, Eladia Blázquez, Cátulo Castillo, Homero Manzi, Aníbal Troilo y algunos temas de la película Las cosas del querer. Por estos días se la puede ver cada domingo a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación, donde recrea junto a un grupo de artistas La noche a cualquier hora. Esa obra cuenta –siempre a partir de una serie de poemas de Patricia Díaz Bialet y la música original de Gabriel Senanes- una historia en la que un hombre y dos mujeres se entrelazan en un decir poético, algunas veces como parte de un mismo cuerpo y otras como individualidades que buscan descubrirse entrelazando lo femenino y lo masculino en la infinita danza del encuentro amoroso.

La propia Cores suele contar que su padre no estuvo demasiado conforme en un principio con su elección profesional. “Él quería, como todos los padres, que me dedicara a algo que me diera seguridad. Pero nada te da seguridad. Lo único seguro es ser feliz", relató la actriz que vuelve, una y otra vez, al placer que le produce pisar un escenario, el olor a teatro y la comunicación con la gente. “Eso es pasión por lo que uno hace –remata-. Si no te pasa, mejor dedicate a otra cosa".