Entrevista a Guillermo Heras

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Tan activo como siempre y lleno de proyectos, el director, gestor, teórico y dramaturgo español Guillermo Heras, lo que hoy llamaríamos un teatrista integral, ha visitado de nuevo nuestra ciudad, en este caso para dirigir una obra de Juan Mayorga, su connacional y amigo, llamada La paz perpetua. Sobre este aspecto de su múltiple actividad, pero también de otros proyectos aquí y en otros países, conversó con Revista Cabal durante una tarde de agosto en una confitería de la avenida Corrientes.

Visitante impenitente de la Argentina desde los albores de la democracia, el director, autor, gestor y ensayista teatral español Guillermo Heras es ya, desde hace largo tiempo, una figura consagrada y muy querida en el medio artístico de este país, al que se ha conectado de manera entrañable y al que ha enriquecido a través de una inteligente y persistente labor pedagógica, escénica y de impulso a distintos proyectos que no han sufrido virtualmente hiatos en su travesía,  pues es difícil registrar algún año de las últimas décadas en que se lo haya descubierto llevando a cabo o alentando alguno de las habitualmente interesantes propuestas que ha concebido para nuestro medio. Durante los últimos trece años, Guillermo fue además secretario técnico (una especie de director ejecutivo) de Iberescena, un fondo de ayuda para las artes escénicas iberoamericanas, creado en 2006 por la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado. Integran la entidad 14 países de América Latina y España.
      
Habiendo dejado en marzo último esa responsabilidad en el organismo mencionado, Guillermo confiesa que dispone ahora de mucho más tiempo y libertad para escribir y dirigir y, sobre todo para seguir vinculado al teatro de América Latina, que ha sido su tarea de siempre no solo en la gestión, y su campo de acción en todos los sentidos más fecundo. Así que, entre los nuevos proyectos que debía abordar en la primera parte de este año estaban el de montar un espectáculo en Buenos Aires y otro en México. La primera de esas puestas la concretará con un texto del conocido dramaturgo español Juan Mayorga, La paz perpetua, que se estrenará en los primeros días de mayo. “El año pasado había realizado un trabajo de laboratorio en Andamio 90 -explica en una entrevista que mantuvo con la revista Cabal el 18 de abril pasado-, que es un espacio que me interesó mucho por sus propias características. Y, además, porque se respira allí algo tan importante como es la historia. Yo soy de los que creen que cuando los edificios y las salas teatrales tienen historia eso se nota. Ese deseo coincidió con la realización el año pasado de una lectura dramatizada de La paz perpetua -obra de Mayorga que toma el título de un famoso ensayo de Immanuel Kant de 1795-, dentro de un ciclo que coordiné con el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCBA), y lo hice con varios actores que habían trabajado conmigo en Los áspides de Cleopatra, que se montó en el Teatro San Martín en una coproducción entre esta entidad y la Compañía Nacional de Teatro Clásico de Madrid. Fue una experiencia muy entrañable y cinco de los actores muy jóvenes del elenco de esa pieza fueron convocados para esa lectura.”
        
Le preguntamos a Guillermo Heras si la lectura dramatizada se hizo en Buenos Aires y nos responde: “Sí, en la Embajada de España. Y fue allí que las personas del Centro Cultural de España y de la embajada que asistieron a la lectura me dijeron que el texto era muy interesante y me propusieron ponerlo en escena en Buenos Aires. Pero hubo un cambio en la dirección del Centro en aquel momento y se abrió un paréntesis. Pero, justo este año, con la asunción de la nueva directora, recomenzamos las gestiones y coincidimos en que era muy oportuno hacer la obra, por la extraordinaria actualidad que tiene a pesar de ser de 2006, y nos lanzamos a impulsar el proyecto.  Me conecté con Alejandro Zamec, director de Andamio 90, para ver si le podía interesar plasmarlo allí, le pasé la obra y le atrajo el proyecto. También fue importante  en este impulso mi relación con Natacha Delgado, que ha sido fuerte en los últimos tiempos porque ella interviene en los talleres que doy en Buenos Aires desde hace tiempo. Tuvimos por fin una ayuda económica para el espectáculo del Centro Cultural de España en Buenos Aires y una ayuda del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música de España  (INAEM) para mi pasaje, y el resto prácticamente lo estoy produciendo yo, porque para mí es un placer poder volver a la dirección después de haber estado tan volcado durante 13 años en todo el tema administrativo en Iberescena. Tomé entonces la decisión de viajar a esta ciudad en marzo y se la comente al Consejo Intergubernamental de Iberescena, aclarándoles que a partir de este año quería volver a dedicarme a la dirección, la escritura y la pedagogía. Y producto de esa decisión estoy aquí hace ocho semanas trabajando ya en la puesta de La paz perpetua.”   
      
Este será el octavo montaje que Heras hace de un texto de Mayorga. El primero fue Sueño de Ginebra, después vino Canto de amor a Stalin -cuatro veces en distintos países-, El crítico, aquí en el San Martín; y El traductor de Blumemberg, en el Teatro Cervantes. “Tengo una relación de hermanos con Juan y esta obra, desde que la vi en el Centro Dramático Nacional de España, en una puesta en escena de José Luis Gómez totalmente diferente a la que se verá aquí, quedé con muchos deseos de hacerla. Y, como yo soy feliz en Buenos Aires, que es mi segunda ciudad, aunque teatralmente la primera porque es donde más a gusto estoy con los actores, autores, críticos y gente de teatro, decidí que era bueno concretar el proyecto aquí, a pesar de todas las dificultades por las que atraviesa el país, que las conozco bien.” 
       
“La crisis perpetua”, podría definirse a la presencia de esas dificultades, le decimos a nuestro entrevistado, parafraseando un poco el título de Mayorga. “Exactamente. Y, sin embargo, el teatro sigue teniendo  una fuerza extraordinaria, es cierto que apoyada sobre lo que es una virtual auto-explotación de sus propios integrantes, pero también en una gran capacidad de resistencia entre las actrices, los actores, los directores y dramaturgos, un espíritu que de alguna manera me recuerda la escuela teatral que transité de pequeño, la del teatro independiente español. Por eso me obsesionaba tanto la idea de hacer teatro con pocos recursos, un trabajo en el cual se pueda prescindir de la escenografía si es necesario. Y que ésta sea el propio espacio como tal y toda la fuerza resida en los actores y en el texto, bajo una mirada de la dirección escénica que apunte al despojamiento. Este  texto remite a actualidades tremendas del mundo actual, en el que vuelven a surgir ciertos presidentes de Estado tan cavernícolas como Donald Trump o Jair Bolsonaro. Y en España no sabemos qué pasará en las elecciones del 28 de abril con el ascenso inquietante de la derecha franquista. Mayorga se refiere en su obra a los límites del Estado para combatir al terrorismo o lo que todos ellos llaman así; y a esa hipocresía de denominar  ‘daños colaterales’ a las horribles vulneraciones del derecho a la vida de miles de personas inocentes. Y Juan lo hace de un modo muy inteligente e irónico, rescatando la vieja fabula de animales, donde los protagonistas son aquí unos perros que hacen una prueba para ver quien detecta mejor a los terroristas. Y, mientras trabajo con el elenco, estoy cada vez más conforme con sus integrantes.”
      
En relación al despojamiento, consultamos a Guillermo si ese gusto por él surge de algún tipo de discordia con la tecnología. “No, no es por eso. Si en algún momento me llaman para trabajar en un teatro público y me proporcionan buenos recursos técnicos, no los rechazo, para nada. Lo que pasa es que en el teatro independiente no se puede contar con una gran tecnología, porque es muy cara y no hay dinero para ello. Incluso en un teatro público una puesta también puede ser despojada. Si recuerdas bien, la puesta de El crítico estaba concebida sobre un planteo escénico que apelaba a lo esencial. Tienes dos grandes actores, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a colocar enseguida pantallas para proyectar cosas? Creo que muchas veces el uso de pantallas son coartadas del director cuando no sabe bien cómo  meterle mano a lo que yo llamo la metáfora del texto. Juan Mayorga es además un autor con el que se trabaja muy cómodo, él te deja mucha libertad y sus obras ofrecen muchas opciones.”
        
El otro espectáculo escénico de Guillermo Heras que sigue a La paz perpetua, será en México, sobre la figura de la gran poetisa Sor Juana Inés de la Cruz. De su autoría también se ha estrenado en Vianha do Castelo, Portugal, la obra Rottweiler, que trata sobre un skinhead, un nazi, y que, a pesar de haber sido escrita hace doce años, tiene mucha actualidad, por el resurgimiento de estos “pajarracos”, dice Guillermo. Allí ha sido nombrado director asociado del teatro de esa localidad, cargo que también ejerce en el Teatro Saa de Miranda de Viana do Castelo. “En Vianha do Castelo tenemos una  escuela de verano -cuenta- que dirijo yo para actores y dura quince días. Los invitados viven en una residencia y tienen diferentes aéreas de maestría. Y todo termina en una propuesta final que coordino, de laboratorio de dramaturgia. Algo similar hago en Alicante, donde, en un trabajo de investigación y dramaturgia con varios autores jóvenes, hemos recuperado la memoria de las cigarreras, unas trabajadoras especializadas que han virtualmente desaparecido, aunque algunas todavía subsisten. La fábrica de Alicante se creó en 1803. Ese proceso de trabajo, como el de las encajeras (las que hacían los encajes), ha sido barrido por la invasión de productos chinos.”
       
En fin, la actividad de Guillermo no cesa y se da en distintos frentes, aunque ahora, además de dirigir y enseñar, también se ha dedicado con especial intensidad a la escritura. Y, como siempre, Argentina, que sigue firme en su corazón, será de nuevo un destino de su trabajo. Por lo pronto, el año que viene viajará a trabajar a Calafate, provincia de Santa Cruz. Allí asistirá a las chicas del grupo La Libélula, que están construyendo un teatro. Su finalidad es hacer un laboratorio de formación con la idea, a lo mejor, de poder lograr una labor con permanencia en el tiempo. Y una vez más, será bienvenido.
                                                                                                                               Alberto Catena