Entrevista a Luciano Olivera

Entrevistas

El escritor presenta su último libro, Largavistas: un relato original y un viaje que por momentos funciona como síntesis de su infancia. 

En la literatura volver a la niñez suele ser más que simplemente encontrar un tema cercano a partir del cual construir un relato vívido. Y más -también- que responder a esa necesidad que a veces surge de destapar algo subterráneo. Más que saldar cuentas, hacer catarsis o reparar heridas. Como decía el escritor piamontés Césare Pavese: “Los lugares de la infancia vuelven a la memoria de cada cual consagrados; en ellos sucedieron cosas que los han hecho únicos y los destacan del resto del mundo con ese sello mítico”.
 
Largavistas (Tusquets, 2018), la segunda y última novela de Luciano Olivera, constituye un ejemplo exquisito de esa suerte de travesía que implica regresar al país de la infancia, un viaje potenciado por el hecho de que en este caso el autor adopta por momentos el punto de vista de ese chico que alguna vez fue. Es que a lo largo de esas 221 páginas este escritor, productor, y guionista nacido en 1968 se pone en la piel de un chico de diez años (él mismo) que junto a su familia viaja a Colonia para vivir un verano iniciático. Lleva -claro- un largavistas en el bolsillo. Y del otro lado del río, en la costa uruguaya, lo espera una familia ampliada, primos y nuevas experiencias, pero más que nada una tierra donde, según él mismo asegura, se le dibujaron varias marcas de lo que hoy es.  

Como una especie de precuela de su primer libro Aspirinas y caramelos (Tusquets, 2015), Olivera construye en Largavistas un relato sólido que reúne la ternura de la mirada infantil con la intensidad de ese adulto que busca reconstruir su pasado. “Es un libro plantado en esta maravilla que tienen los chicos de descubrir el mundo”, describe el propio autor. Una prueba de lo rico, complejo y fascinante que puede resultar el noble ejercicio de volver la vista atrás.