Entrevista a María Fiorentino

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Estuvo cinco años sin hacer teatro, luego de hacer Toc toc, pero ahora está trabajando en dos obras en las que el público disfruta otra vez su probada calidad de actriz. María Fiorentino, que a ella nos referimos, actúa en estos días en La respiración y A la izquierda del roble, dos espectáculos totalmente distintos, el primero una comedia muy divertida, y el otro un emotivo homenaje a la vida y obra de Mario Benedetti, el gran escritor uruguayo. Con ella conversamos tanto de estas dos experiencias escénicas como de su labor en la Fundación SAGAI, además de reflexionar sobre algunos temas que le preocupan de la actual situación del país.

Se ríe ese día del lagrimeo de uno de sus ojos –unos ojos oscuros que siguen siendo muy hermosos- y dice que se parece a Grecia Colmenares, quien podía llorar a voluntad cuando se lo pedían en los sets de televisión, como alguien que poseyera un pequeño surtidor oculto en su  cuerpo destinado a proveerle en cualquier momento material líquido a sus glándulas oculares. El buen humor de María Fiorentino y su proverbial tendencia a tomarse las cosas sin solemnidad son tan conocidos como su sensibilidad social y su sentido del compañerismo en el trabajo. Nos habíamos citado un viernes a las 17,30 horas en el bar de Timbre 4, un lugar tranquilo para charlar sin mucho ruido, por lo menos hasta la 18, en que los decibeles del sonido ambiente y alguna voz chillona, que nunca falta, comienzan subir en intensidad. Le quise hacer un chiste y comentarle que tal vez lo del ojo se debía a la glándula de Meibomio –un nombre que siempre me resultó gracioso y que alguna vez oí mentar a un oculista-, pero de la que desconozco su función, aunque sé que está bajo el párpado. Pero me pareció estúpido. Y desistí

En cambio, y por rara asociación, ese nombre extraño me condujo a preguntarle a La Negra, que así la llaman todos los que la quieren y tienen confianza con ella, qué significa ese otro nombre enigmático pero agradable y de resonancia casi mexicana, que aparece en algunos de sus mails: caquisco. Y nos cuenta una historia deliciosa, que evoca el lenguaje inicial de los niños, esa fuente que nos genera siempre tanta ternura y gracia con su producción extraordinaria e insólita de ciertas palabras o nombres: “Hace algunos años tuve una gata negra, Antonia, que fue muy longeva. Llegó a vivir veinte años. Y en un momento la hice aparear para que tuviera crías. Y, por sugerencia de una amiga, me quedé con una de ellas, que era un gato, al que bauticé Francisco. Él sobrevivió a su madre un año, pero a los diez de existencia se declaró insulinodependiente y vivió casi siete años más en esa condición y asistido todos los días. Era un gato grandote y muy hermoso. Y un día, Adriana Ferrer, cuando todavía era esposa de Juan Palomino, vino a visitarme con su pequeña hija Sofía, que todavía hablaba una media lengua encantadora. Y comencé a ver que miraba al gato arrobada y al rato me preguntó cómo se llamaba. Le contesté Francisco y de inmediato ella se arrojó encima de él y le dedicó un apasionado: ‘Caquisco, amor mío de mi vida’. Y yo me dije: este gato no se puede llamar de otra manera de Caquisco.” Un oído refinado jamás deja de percibir la sonoridad de un vocablo como ese, más si viene de un niño.

En Timbre 4, por México al 3500, María actúa dos veces por semana, los viernes y los domingos, en una comedia muy chispeante que se llama La Respiración y en la que, como siempre, su ductilidad de intérprete brilla, en este caso en el personaje de una madre muy generosa con su cuerpo, en el que se la ve muy divertida y cómoda. Es una obra del dramaturgo español Alfredo Sanzol dirigida por Lautaro Perotti, que cuenta con un elenco de seis actores y actrices y viene convocando desde julio una muy buena cantidad de público. A su vez, el sábado a la noche, 20 horas, lo emplea para intervenir en A la izquierda del roble, un espectáculo en homenaje a la poesía y la vida de Mario Benedetti, escrito por Pacho O´Donnell y dirigido por Daniel Marcove, que estará en el Centro Cultural hasta diciembre. Antes de ingresar a estos dos trabajos, María había estado cinco años sin hacer teatro. Su último trabajo fue ese suceso teatral que sigue batiendo aún hoy récords de recaudación, Toc toc, en el que estuvo tres años y abandonó en 2013. 

Que no haya estado en teatro no significa que estuvo inactiva. Desde el 2010, María es integrante de la comisión directiva de SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes), con especial dedicación a su Fundación, sector en el que la entusiasma estar y que le lleva por supuesto tiempo. De todos modos extrañaba actuar y varios compañeros, en los últimos años, se le acercaban y le decían que debía volver al teatro. “Y así empecé, de a poco, una movida para ver en qué proyecto me podía insertar –comenta- y, como suele ocurrir en estos casos, las propuestas comienzan a aparecer. Primero me junté con un autor, de quien había visto un espectáculo que me gustó, y le pasé un material escrito por mí para hablar de la posibilidad de hacer algo con él, en principio una suerte de clínica sobre lo que había empezado a elaborar. Y a las 48 horas de ver a este autor me llamó Lautaro Perotti para trabajar en La Respiración.  Y, como éste muchacho al que le había entregado el texto se iba por un tiempo a Europa, decidí aceptar la pieza teatral que me proponían. Lautaro me dejó la obra un miércoles –me gusta tener el texto en papel para leer y tomar nota- y el sábado le dije que sí. Mientras leía la obra, me llamó Pacho O’Donnell para ofrecerme incorporarme al espectáculo sobre Benedetti, que se hace los sábados. Y después de consultar con Lautaro, quien me dijo que La respiración se representaba los viernes y domingos, también acepté la nueva propuesta. De modo que ahora viernes, sábado y domingo actúo.”

A la izquierda del roble comenzó un mes después de La respiración. Sobre el primero de los dos abordajes, la actriz sostiene que fue todo un desafío hacer poesía olvidándose de lo que es el género y transformándolo en algo teatral. O’Donnell le eligió distintos poemas, ya que es el que escribió el libro del espectáculo, algunos de los cuales coincidían con las canciones que interpreta Marcelo Balsells, y Marcove le aconsejó que ella eligiera a su vez tres más que le gustaran mucho y quisiera decirlos. Y buscó entre la poesía menos conocida de Benedetti. “Y me pasa algo increíble con estos dos espectáculos, que son como un sándwich emocional gracioso. En La Respiración la gente no para de reírse y en A la izquierda del roble veo a los espectadores llorar sin disimulo, porque la sala Raúl González Tuñón del CCC es pequeña y uno tiene muy cerca al público”, cuenta.

Le preguntamos si le costó mucho dejar la obra teatral Toc toc y nos confiesa: “Es que no podía seguir haciéndola. Primero porque la obra excedió lo que es un éxito normal. Fue un suceso y lo es todavía. Comprendo que es aspiración de cualquier actor poder ganar dinero haciendo teatro junto a un elenco amoroso, como ocurría en este caso. Éramos todos amigos: con muchos nos conocíamos de antes y con otros construimos allí una cálida relación. Y desde entonces, con Diego Gentile, por ejemplo, no hemos dejado de vernos. Pero cada uno tiene una realidad personal distinta y las edades entre nosotros varían. Yo tengo mi departamento aquí en la Capital y una casita en una colonia entrerriana. Es un lugar de absoluta tranquilidad donde viven poco más de 200 habitantes y una puede ir a los viejos almacenes a comprar un rico dulce casero, un vino patero o un salamín hecho en la zona. Y que en verano nos ofrece una apacible playa junto al arroyo Mármol donde pasar una tarde de ensueño. Y haciendo esa obra ya casi no podía ir a ese paraíso y disfrutar otras cosas.”

De pronto se detiene y, como si tomara impulso, sigue: “Es eso. Era como si a cierta altura de ese trabajo hubiera dejado de disfrutar. Me parecía que era como ir a una oficina.  Ocho funciones semanales y una hora y media sobre el escenario haciendo esos personajes que están todos un poco locos, era como mucho.  Con solo quince días de vacaciones al año y doce funciones semanales en Mar del Plata en el verano. Hubo un momento en que sentí que llegaba a mi casa y tenía solo tiempo para ir al baño, comer algo en la cocina y enseguida echarme a dormir. Y al día siguiente levantarme, hacer un par de trámites y volver al teatro. El cuerpo no me daba para más. Y como dijo John Houston: ‘Hay límites hasta para lo que uno puede hacer por dinero’. Así que fui consciente de la decisión que tomé. De todos modos, me llevó un año decidirme. Ver cuándo y cómo se lo decía a mis compañeros, para que no me odiaran tanto, porque es evidente que el primero que se desprende de un grupo que viene teniendo un éxito fuerte, algo produce. Daniel Casablanca, mucho después de que yo le comunicara mi decisión de bajarme del proyecto, me contó que ese día la llamó a su mujer y le comentó: ‘No te acuestes porque tengo que hablar con vos’. Y le dijo a ella que su impresión era que el barco se hundía, que se venía a pique. Pasó que atrás mío, entró al camarín Melina Petriella y se puso a llorar. ‘Pero Melina, somos amigas, nos conocemos hace tanto tiempo, vamos a seguir viéndonos’, le dije. ‘No, no, lloro porque me di cuenta que si uno quiere se puede ir. Así que yo también me voy a ir’, me contestó. Claro, se había destapado una olla, no era yo sola la que sentía esa presión. Por suerte, se hicieron reemplazos y la obra sigue en pie y nada se fue a pique. Los que hicieron los trabajos más prolongados fueron los varones, Mauricio Dayub y Daniel Casablanca, entre otros. La obra va por el octavo año y tiene un elenco suplente que, además, hace giras.”

Maria Fiorentino

El oficio de los actores es irregular. Hay épocas con mucho trabajo y otras en que las ofertas escasean. Por eso, los tiempos de bonanza sirven para ahorrar y atravesar con menos dificultades las etapas de sequía. “Sí, es cierto, uno piensa en los casos en que protagoniza un éxito en ahorrar –reflexiona María, respondiendo a nuestra observación-. Pero la vida es una sola. Y yo, luego de tres años consecutivos de trabajar en esa obra, dije que ya era suficiente, incluso para ahorrar. Por otra parte, si estuve todos esos años fue porque lo necesitaba. Pero llegado a ese punto quería algo nuevo.

 

 

 

 

Te digo que algo similar me pasó cuando hice Gasoleros en televisión, si bien en lo económico no fue lo mismo. Esa telenovela fue un suceso en un momento (1998 y 1999) en que los neoliberales aplicaron la flexibilización laboral. Grabábamos 12 horas por día. De esa experiencia en la televisión salí casi noqueada. Y cuando me llamaban para alguna tira o serie decía que no podía. Recuerdo que me convocó Pablo Echarri para estar en Montecristo y le contesté que no podía, que estaba muy cansada. Es como cuando una se quema con leche y al ver una vaca sale corriendo.”

No hubo, entonces, más televisión por un tiempo, le deslicé. “No, por esos días me llamó una productora para hacer algunos capítulos de Vidas robadas y también le respondí que no podía. Un poco tratando de averiguar qué pasaba me preguntó: ‘Pero, ¿vos qué querés?, ¿cuánta plata pretendes ganar?’ Y yo le repliqué: ‘Pero si no hablamos de plata todavía’. ‘Entonces, ¿qué querés?’, me volvió a preguntar. ‘Bueno, si querés saber lo que realmente deseo te lo cuento: aspiro a un dinero razonable, porque no soy ambiciosa, pero sobre todo a ir solo dos veces por semana a los estudios. Y si quieren en esos dos días puedo estar hasta diez horas grabando, no tengo problemas, pero nada más. Si te cierra así bien, sino no voy, porque lo que no quiero es esclavizarme.’ Y me garantizó ocho capítulos que se filmaban dos veces por semana y así hice Vidas robadas y era una labor muy relajada, porque siempre estaba el mismo decorado con Silvia Kutica, Arturo Bonin y Carlos Portaluppi. Con uno de ellos o los cuatro juntos. Y así transcurrió el año, yendo dos días por semana. Fue una experiencia interesante. Pero, claro hoy es difícil estar en la televisión, porque casi no existe la ficción. Es una coyuntura muy difícil, ni hablar económica o socialmente hablando. Por eso creo que empecé a moverme en el sentido de recuperar mi identidad. Soy una persona cuyo trabajo básico es actuar y quiero actuar aunque no gane dinero, porque es lo que me va a sostener en lo espiritual en medio de este marasmo.”

Hablando de lo arduo que es hoy afrontar la situación de descalabro que vive el país, María nos cuenta una anécdota: “Anoche me llamó un compañero que estaba pasando un momento complicado en lo profesional y me mandó un mensaje por whatsapp preguntándome si podía llamarme al teléfono fijo desde su casa. ‘Te molesto porque necesito hablar’, me dijo. Y le contesté: ‘Pero cómo me vas a molestar’, le dije. Me contó que ya no podía pensar solo o tomar decisiones sin confrontarlas con amigos que tuvieran la misma sensibilidad, porque era arriesgado en este tiempo imprevisible adoptar una determinación sin consultarla con otros. Te doy otro ejemplo. Nosotros en la Fundación SAGAI teníamos un convenio con el Ministerio de  Acción Social –ahora se denomina de Salud y Acción Social, luego de que el ministerio de Salud fuera degradado a secretaría- que nos permitía, gracias a los fondos que nos destinaban, hacer un teatro relacionado con las problemáticas que nos planteaba ese organismo. Lo habíamos conseguido en la gestión de Alicia Kirchner, que es muy teatrera. Luego de la asunción de Mauricio Macri, habíamos logrado, gracias a una mediación que hizo nuestro compañero Martín Seefeld con la nueva ministra, que se mantuviera durante los últimos dos años. Ahora, con los recortes que impone el Fondo Monetario, ese dinero –que daba trabajo a muchos socios de nuestra entidad- se cortó. Es un dato más, entre muchos otros, de lo complicado que está todo.”

“Una amiga que trabaja en la Fundación–añade La Negra, trasmitiendo otro episodio que revela cuánto afecta a las personas esta dolorosa situación que vive la Argentina-, es una mujer de cuarenta años casada y con dos niños, una laburanta, que pasó a vivir, debido a la crisis, del centro de la ciudad al conurbano bonaerense. Y ella me dijo días atrás: ‘Yo, María, cuando paso por Once para tomar el tren, lloro. Veo a la gente grande o las familias desamparadas, durmiendo en la calle, y lloro. Y el otro día se lo comenté a mi marido y me respondió, con amor: ‘Por favor, te pido Fernanda, aprendé a quererte triste, porque tus hijos y yo te necesitamos.’ Atravesamos un ciclo de enorme incertidumbre, nadie sabe qué pasará.  Y nos enfrentamos a un elenco de gobierno que opera sin escuchar a nadie. El país es una empresa que vinieron a vaciar. Y lo están haciendo sin piedad.”

María ingresó a SAGAI en 2010 en el segundo mandato de la comisión directiva. Lo hizo como vocal. En el tercer mandato pasó a ser prosecretaria en el Consejo Ejecutivo, posición que conserva durante el cuarto mandato que es el actual y siempre abocada al trabajo en la Fundación. Y afirma estar muy dichosa con lo que hace allí. “La decisión de que un porcentaje de lo que recauda la entidad fuese a la Fundación la tomó una asamblea de socios –explica ella-. Ocurre que los que más cobran derecho de propiedad intelectual son los actores que más laburan en lo audiovisual y que aproximadamente son un 10 por ciento de los socios. De este modo logramos que el reparto de lo obtenido por esos derechos sea más equitativo, que haya una mejor distribución en beneficio de todos. Los que no cobran mucho derecho de propiedad intelectual, por trabajar menos, tienen así, como contrapartida, la posibilidad de intervenir en cursos gratuitos o en distintas actividades formativas y de otra naturaleza, hacer trabajos remunerados, como los que resultaban del acuerdo que el ministerio de Acción Social decidió ahora recortar. Este año, por ejemplo, frente al silencio de Proteatro, hicimos también un concurso de auspicio para obras teatrales y hubo un aluvión de proyectos: 147. Y se pudo acompañar 32 proyectos, que ofrecían mayor puntaje para los autores nacionales. Armamos cuatro jurados de cinco personas cada uno, con un miembro de la comisión directiva, que no cobra, un director, un técnico, un socio y un autor. Ellos se repartieron el trabajo de leer y elegir. Los subsidios que se otorgaron fueron de un máximo de 75 mil pesos, pero con la condición de que el 40 por ciento del subsidio, fuera cual fuese la suma, la enviábamos nosotros directamente a los actores que se constituían en cooperativa, a fin de que ellos cobraran y no fuera todo a otros rubros como escenografía, iluminación, etc.”

María nos relata sobre el final del diálogo que pronto se estrenará una película en la que intervino, Vigilia en agosto, ópera prima del cineasta cordobés Luis María Mercado, que se filmó totalmente en Oncativo. Una experiencia gratificante, afirma. “Es una historia intimista, pero a través de la cual se puede ver todo el contexto social, un relato donde en apariencia no pasa nada y, no obstante, pasa de todo”, adelanta. Nos vamos felices de charlar con La Negra. Verla en el escenario o tomar un café con ella siempre reconforta, hace ascender el espíritu hacia la verdadera amistad, hacia lo más puro de los ideales. Frente a ella, que además de una extraordinaria actriz es una criatura humana de lo mejor, tomamos conciencia de que nunca debemos perder la alegría, como diría Benedetti, que siempre hay que pelear por ella y por la justicia. Y no olvidarse jamás de los que sufren, sea cual fuere el porte de los canallas con que nos toca lidiar o la complejidad de las dificultades a vencer.
                                                                                                                           

                                                                                                                                       Alberto Catena

 

Fotos: Sub.coop