La creación y su danza de los siete velos



Entrevistas

Lanzado hacia un nuevo proyecto, del que solo descubre que trabajará sobre el mito de Caín y Abel, el dramaturgo Mauricio Kartun disfruta por ahora del suceso que produce en el Teatro del Pueblo su obra Salomé de chacra, uno más en su serie de aciertos en los últimos años. En esta charla con Cabal Digital reflexiona sobre estos éxitos y algunos de los imponderables que determinan que una pieza guste al público. También se explaya sobre ciertas zonas del nuevo texto y proyecta una lúcida mirada sobre el actual presente político, social y económico del país.

Las imágenes que disparan el proceso de creación de una obra teatral o de una novela suelen tener inesperados orígenes. Mauricio Kartun viajaba hace un tiempo en ómnibus por el interior de la provincia de Buenos Aires, cuando de pronto divisó que en un cartel de publicidad se ofrecía la venta de salame de chacra en un lugar cercano. La velocidad del vehículo le produjo, sin embargo, una confusión visual: leyó Salomé por salame. Y de esa leve mutación de letras, que formó dos palabras de significado distinto, nació la primera y decisiva impresión que lo llevaría a ponerse a escribir Salomé de chacra.

El nombre de la princesa idumea que menciona el Nuevo Testamento, hijastra de Herodes Antipas relacionada con la muerte de Juan el Bautista, proveía ya desde el mito una historia, que Oscar Wilde y Richard Strauss ya habían llevado a la literatura dramática y a la ópera y otros artistas al cine y a la pintura. Pero aquí, la extraña asociación mental hecha por el autor vinculaba al personaje con una finca agrícola, no con un palacio real en la vieja Galilea. Había pues que reubicar temporal y espacialmente la peripecia. Y Kartun, guiado por su poderosa imaginación, se largó a hacerlo. Lo primero que decidió entonces, fiel a sus obsesiones artísticas, fue llevar la historia a un pasado argentino no muy lejano, en la pampa bonaerense, territorio de las opulentas familias rurales que han dominado durante décadas los destinos del país. Y de inmediato insuflarle a la tragedia tono de parodia.

En esta versión la protagonista (aquella hermosa mujer que encarnaba Rita Hayworth en el filme de William Dieterle y bailaba “la danza de los siete velos” frente a un embelesado Charles Laughton) es la hijastra de un rústico propietario de campo y el desafortunado individuo al que decapitan como Juan el Bautista, un peoncito de la granja. La obra describe el poderoso hechizo que sobre una persona puede causar el intelecto de otra, al punto de querer apropiarse “físicamente” de él. A través de esa anécdota, y a través de una poética que cada día se hace más personal, Kartun construye  una nueva y potente metáfora de las brutalidades e injusticias de estas tierras. Lo demás es la apuesta verbal del autor que, en una virtuosa alquimia de lenguaje culto y chabacano, logra construir un género al que llama “cachivache” de altísima efectividad teatral, sin duda entre lo mejor de su consistente producción. 

Dice Kartun que, en relación a Ala de criados, su anterior obra, Salomé de chacra estuvo en su elaboración más cercana a una hipótesis de puesta en escena. Y explica: “En realidad, por razones azarosas. Había terminado un primer borrador y, como es mi costumbre, porque en eso soy obsesivo, comencé una sucesión casi interminable de correcciones. Y mientras pulía el texto, me convocó el Teatro San Martín para ofrecerme la dirección de un clásico nacional en la sala Casacuberta. Expliqué que no era mi intención convertirme en director y, en contrapropuesta, ofrecí este borrador que  todavía estaba muy fresquito. Se me aceptó y eso supuso tener que vivir por primera vez  en simultáneo el proceso de corrección del material con el del armado del elenco. En ese cemento fresco del texto la presencia de los actores, las nuevas energías e ideas que se producían en los primeros ensayos hicieron que este proceso de corrección estuviera mucho más ligado a la puesta que a obras mías anteriores, más terminadas en el escritorio. Tanto es así que hace unos días releía el texto y me sorprendía ver que buena parte de sus acotaciones habían surgido luego de empezar el ensayo. No eran acotaciones ideales, virtuales sobre un espacio que yo imaginaba, sino trabajadas sobre un ámbito concreto.”

Los últimos espectáculos de Kartun tuvieron una firme adhesión de público durante el tiempo en que se dieron.  El niño argentino llevó 25.000 espectadores y  Ala de criados  35.000. Salomé de chacra se dio durante algunos meses en la sala Cunill Cabanellas del Teatro San Martín y se reestrenó hace pocas semanas en el Teatro del Pueblo, donde la anterior obra fue muy vista. Sobre sus expectativas acerca de si obtendrá un nuevo éxito, el autor dice: "Como siempre uno sueña con que la fiesta siga hasta que las velas no ardan. Las velas arden mientras los espectadores también arden, mientras le acercan su llama. Arrancó muy bien y está lleno en las tres funciones que ofrecemos cada semana. Confiamos en que esto se sostenga, pero como siempre uno sabe que en el teatro no hay recetas ni fórmulas. Nunca se tiene la vaca atada, por lo tanto, en principio, confiamos seguir hasta el final de temporada y luego la repercusión de la obra dirá si merece otro ciclo. Yo prefiero que los espectáculos se mueran sanos, que bajen cuando todavía hay público. No llegar a esa decadencia en la que se llega al teatro temblando con la duda de si hay público suficiente para hacer la función.”

Acerca de cuál es la primera barrera por superar para que una obra se considere un éxito para una sala independiente, que como se sabe es siempre más pequeña que una comercial, el autor contesta que pueden ser unos 6.000 espectadores en un año. “Si vino esa cantidad de gente –confirma- está muy bien. Es como un primer tabique al que hay que llegar. Pero a veces esa barrera se vuelca y ocurre lo que nos pasó con El niño argentino y Ala de criados. ¿Cuándo se vuelcan las vallas? Cuando se produce algún fenómeno que sorprende a los que están del otro lado. Con la última de estas obras fue la sucesión de premios que ganó, incluido el Ace de Oro que recibí yo. Eso generó que fuera al teatro una cantidad de gente que habitualmente no va. El boom de El niño argentino tuvo que ver, en parte, con la presencia continua de Francis Ford Coppola en el espectáculo, pues Mike Amingorena había sido convocado para una película que él filmó en la Argentina. Esto tiró otra valla.”

“El que una obra ande bien en el circuito independiente –continúa su reflexión Kartun- se inscribe en un fenómeno mayor, que es la actividad teatral en Buenos Aires, de una desmesura que no deja de sorprender incluso a los que trabajamos en el medio hace muchos años. Ni que hablar a los que vienen de afuera, que no terminan de entender esta sobreabundancia casi monstruosa de teatros que se reproducen de manera atemorizante. Porque, uno podría preguntarse: ¿Dónde más se puede hacer teatro en la ciudad y cuántos más espectáculos soporta el circuito? Lo interesante es que esto sucede porque hay un público que lo sostiene. Más allá de que el público está en relación al tamaño de las salas, y el circuito independiente trabaja con salas de una medida sensata, hay continuamente un público circulando y viendo estéticas muy diferentes entre sí. Entonces, es inevitable pensar: hay un primer gran fenómeno que es la existencia de un público en la calle. Luego, el otro interrogante es: ¿le gustará al público lo que hago yo, lo recomendará para que otros vengan? ¿O se agotará en la simple repercusión primera que produce el fenómeno de prensa en el estreno? Después de esa repercusión, es como dice el tango: lo que digo con el pico, lo defiendo con el cuero. Esta es la obra y tengo que seguir defendiéndola por el resto de la temporada, consiguiendo que el público siga viniendo. Y si al público no le gusta no viene. Son dos temas: hay stock de público, hay disponibilidad. Pero hay que hacer la obra que el público necesite, porque éste por la sobre oferta se pone muy exigente.”

Mucho público ha ido a ver las obras de Kartun más de una vez. ¿Cuál es el motivo de esa actitud? Kartun ofrece su teoría: “Nosotros tenemos un chiste interno: no es que tengamos mucho público, es poco, pero se repite porque no la entiende. Mitad broma y mitad verdad. Hay gente que me ha dicho: la pasé muy bien y ni bien salga el libro leeré la obra porque hay cosas que no terminé de abarcar. Bueno, ciertas poéticas tienen algo de eso, tienen cierta complejidad o cierta desmesura, por qué no. La cantidad y variedad de información y de propuestas que la obra ofrece a los espectadores es lo que lleva a alguno de ellos a comprar luego el libro o regresar al teatro. Y cuando el espectador viene de nuevo ese es el milagro que uno más agradece, porque pensar que un producto teatral tiene el atributo de mantener un contacto fluido y franco con el espectador durante no solamente la hora y media que dura la obra sino tres –ya que la ve dos veces- habla de las virtudes de disfrute que puede tener un texto, más allá de las dificultades de comprensión. Experimentar con el lenguaje me permite salir de algunas propuestas y convenciones vigentes en el medio, pero sobre pensar en que es posible concretar  aquella maravillosa hipótesis que, de alguna manera, resumió tan bien Marx diciendo: ‘El arte no solo crea un objeto para el sujeto, también crea un sujeto para el objeto’. Pensar que estas estéticas de alguna manera están creando un humilde público que la sostienen, humilde en número pero número al fin, es un premio para mí muy gratificante.”

La actividad teatral en la Argentina, y especialmente en Buenos Aires, es exuberante. ¿Pero esa exuberancia se expresa también en la aparición de una cantidad importante de autores nacionales? “La aparición de nuevos artistas en el quehacer dramatúrgico es siempre muy azarosa y no se rige por una corriente continua –explica  el autor de Salomé de chacra-. El hecho de que en una temporada aparezcan tres o cuatro nombres no significa que esto sea un continuo. El surgimiento de dramaturgos se parece más al fluir de las olas, que son discontinuas. Las olas, si bien sabemos que llegan, no siempre lo hacen con la misma frecuencia o con la misma altura. Y, en todo caso, uno no puede medir. Solamente cierta resignación al sistema decimal haría que se deba pensar que  365 días significa algo en la aparición de un fenómeno artístico. A veces las camadas tardan en aparecer un año, dos, tres o cinco años. Lo que nosotros sí sabemos es que hay  una corriente de creación de nuevos dramaturgos muy intensa. Yo lo veo en mis propias clases, por la demanda que existe, por la presencia de gente de otras disciplinas, de la actuación o de la dirección, que viene a buscar técnica dramatúrgica porque siente que allí tiene una posibilidad expresiva. Entonces, más allá de la periodicidad cíclica con la que aparezcan, y es probable que estemos en la parte baja de la ola, o en el valle, en todo caso, de lo que se trata una vez más es de apostar a la energía, apostar al flujo, porque en algún momento la ola levanta y rompe.

 

Tragedia y parodia
¿Cómo sigue la situación del país, qué expectativas le despiertan?

Por decirlo en términos que corresponden al quehacer teatral, tengo la sensación de que nuestro país vivió durante mucho tiempo aquello que Marx decía en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: la historia se da una vez como tragedia y se repite como parodia. Tengo la convicción de que Argentina vivió durante varias décadas una sucesión de tragedias y parodias. A la tragedia de la dictadura militar poco tiempo después le sucedió la parodia menemista, que no fue otra cosa que la recuperación exacta de la misma ideología, hasta puntos tan obvios como fue el gran baldazo de agua que sufrieron los votantes cuando el primer Menem nombra como ministro de Economía a un gerente de Bunge y Born. Se tenía la sensación de que no había cambiado nada, más todo lo que hizo fue en términos de desnacionalización y de destrucción de la economía. A esa parodia, que termina en tragedia económica, la sucede una nueva parodia que es la del gobierno de Fernando de la Rúa, que desemboca en una desnaturalización horrorosa. Del mismo modo que el impresentable presidente previo bailaba árabe en televisión o corría a gran velocidad una Ferrari, su sucesor se perdía entre la escenografía de un programa de Tinelli, con toda la gente riéndose atrás. Pero teniendo como telón de fondo a toda una Argentina que llegaba al colmo de la desesperación económica y producía lo que todos conocemos: los sucesos del 2001. Vuelve una vez más la tragedia con los muertos en  Playa de Mayo. Y de nuevo dejamos de reírnos para putear. Y regresa esa sensación de que este país no tiene salida, que cada vez se va más hacia abajo sin llegar al fondo. Y surge la pregunta: ¿hasta donde seguiremos hundiéndonos? Y es a partir de allí que en la Argentina se produce un giro sorpresivo y ahora diría, por qué no, milagroso. Porque creo que encontramos un lugar donde afirmarnos y empujar para arriba. Más que una sucesión de tragedias y parodias lo que tenemos hoy en términos de teatro es lo que llamaríamos un drama.
 

¿Qué significa esa palabra?
La palabra drama significa pelea, conflicto, lucha creativa, pelea que tiene un desenlace. O sea: planteo, nudo y desenlace. Estamos en el tramo de un nudo apasionante, en el que sentimos que ese desenlace tiene mucho que ver con lo que nosotros podamos ponerle a ese nudo, sentimos que depende mucho de todos y de lo que cada uno hagamos en función de la fuerzas que están luchando en este momento para saber hacia dónde saldrá la Argentina. Creo que tenemos por primera vez cierta posibilidad de acceso, desde el gobierno, a una Argentina diferente a la que se venía manifestando en las últimas décadas. Y hablo de dos, tres, cuatro y hasta cinco décadas atrás. Creo que tenemos la posibilidad de conseguir algo y que eso depende del grado de participación. Y cuando digo participación pienso en una participación activa, crítica, no en una participación partidista enceguecida o ritual, sino comprometida de cada uno para que efectivamente se pueda hacer, en el marco de este sistema, de este gobierno y de esta posibilidad, lo máximo a lo que podamos llegar, porque de eso no habrá retroceso. En esta lucha de conquistas se avanza paso a paso. En una clase que daba el otro día decía que es probable que el pensamiento anarquista y cierta forma más antigua y precaria del comunismo que aparece en el siglo XlX, no haya alcanzado nunca un Estado que pudiera representar de algún modo las virtudes de aquel pensamiento. Pero gracias a que apareció aquello hoy trabajamos ocho horas en vez de dieciséis, porque si no se llegó a ese modelo, al menos se llegó a conquistas intermedias. Los alquimistas eran utopistas que nunca alcanzaron a construir la piedra de toque, pero mezclando elementos un día inventaron los fósforos y nosotros seguimos prendiendo en la actualidad la cocina con fósforos. Eso que parecía una locura tuvo futuro. Creo que algo así nos plantea el presente en la Argentina. Tenemos que seguir planteándonos a distancia un pensamiento superador, crítico, y diría hasta contracultural con este sistema, el capitalismo, que está mostrando a cada momento sus calzoncillos sucios, que no puede ya esconder la precariedad de ese pensamiento que nació hace 120, 130 o 140 años. Debemos seguir pensando en la hipótesis de que aparezca algo nuevo y mientras tanto seguir capitalizando cada una de las conquistas que se vienen dando, aprovechando este pequeño espacio casi milagroso que ha permitido la aprobación de una serie de leyes, que permite que se respete el derecho de las minorías y la apertura de la cabeza hacia nuevas formas de pensamiento, que no dejan de sorprenderme cada vez, porque si me hubieran preguntado hace diez años si eran posibles, en la negatividad en la que vivía, habría contestado que eran imposibles.
 

En el plano de la cultura, ¿no cree que se necesita una iniciativa como la que se tuvo en la ley de medios?
Creo que el universo cultural es una deuda pendiente todavía de este gobierno y de todos. Hay algo que todavía parece no terminar de entenderse: que no hay cambio de paradigma en relación a trabajo, a la seguridad o al crecimiento, sino es a través del cambio de modelo en lo cultural. Solamente a través del fenómeno cultural se brinda acceso a la educación, a la formación y por lo tanto a nuevas hipótesis de lo laboral y de futuro. Estoy convencido de que la inversión en cultura es lo único que puede cambiar con el paso del tiempo esta relación de las clases populares con el trabajo, con el conocimiento, con el saber. Pero, eso implica un cambio de paradigma en lo económico y la decisión de hacer una inversión en lo cultural es absolutamente desusada en relación a las cifras que se manejan hoy. Sigo sintiendo que cuando se hacen los presupuestos se continúa pensando en cultura como una especie de lugar mezcla de adorno, entretenimiento y paliativo para la necesidad de los artistas y gestores culturales. Y lo que se está pensando no es en un plan cultural realmente revolucionario. Y afirmo esto pensando en la verdadera acepción del término, que es aquello que revoluciona, que modifica, que cambia, que de alguna manera tira lo viejo y crea lo nuevo. Nuevas formas de acceso a lo cultural son nuevas formas de acceso al conocimiento, al trabajo, a la confianza y seguridad en el futuro. Pero para eso hay que pensar de otra manera en lo económico, pensar que este nuevo paradigma supone inversiones que multiplican por mucho los presupuestos de cultura en todos los planos y también cabezas dispuestas a pensarlo desde ese lugar. Si apareciera en la cultura una nueva ley analógica a lo que la ley de medios fue para las comunicaciones y la política, en muy poco tiempo se modificaría todo lo que tenga que ver con ese acceso.

 

Proyectos

Una verdadera máquina de creatividad, Kartun ya está en funcionamiento para elaborar una nueva obra. ¿Qué nos puede decir de ella? “Así como las parejas se cuidan mucho de difundir los embarazos tempranos, por naturales razones, por el miedo a que se frustren, por la ansiedad que produce el miedo mismo a que no crezca –dice con sinceridad., los autores solemos tener cierto prejuicio, o al menos cierta prudencia, para hablar de los embarazos cercanos. Bueno, sí, estoy preñadito de un nuevo universo, curiosamente de algo que tenía anotado hace muchísimos años. Imágenes que había acopiado años atrás y que, de pronto, hace un tiempo comenzaron a encontrar su forma y a desarrollarse. En este momento no podría dar demasiados detalles, salvo que he recuperado con mucha sorpresa para mí mismo el mito de Caín y Abel como formador de ciertas zonas ideológicas que perduran hoy en el mundo.

¿Habla de cierto enfrentamiento entre hermanos?
Sí, entre hermanos, y también de cierto enfrentamiento entre posturas económicas e ideológicas, lo que de alguna manera representan Caín y Abel en términos de actividad y de pensamiento sobre el futuro.

 

 

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