Amigos pese a todo

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Qué valores se ponen en juego cuando la amistad sobrevive a las diferencias más profundas.

“Sin amigos nadie querría vivir, aun cuando poseyera todos los demás bienes; hasta los ricos y los que tienen cargos y poder parecen tener necesidad sobre todo de amigos”, escribió Aristóteles en su Ética a Nicómaco allá por el siglo IV a.C. y pareciera que en 2500 años no ha cambiado nada. El mundo ha pasado por los sucesos más trágicos que una mente puede imaginar, ha experimentado el horror de las guerras y las torturas, convive incluso hoy día con la miseria, la inseguridad y la avaricia. Y sin embargo, ahí está ese vínculo virtuoso que casi todos cultivan, tan simple y espiritoso que no parecen ciertos los males que conocemos cuando nos entregamos al respeto, el amor y la confianza de un par.

En la Argentina el Día del Amigo se celebra cada 20 de julio y a diferencia de muchos feriados es inamovible. Ese día los bares explotan, las comunicaciones colapsan y hasta los más parcos se acuerdan de saludar a algún “hermano del alma”. El “culpable” de esta celebración fue un tal Enrique Febbraro, un multifacético psicólogo que aquel día de 1969 envió más de 1000 cartas a personas que vivían en diferentes países buscando instaurar esa fecha (escogida por ser el día de la llegada del hombre a la Luna) como una festividad. Las 800 respuestas recibidas lo motivaron a seguir peleando. Fallecido en 2008, Febbraro contó en una entrevista que le concedió al diario cordobés La Voz del Interior cómo se le ocurrió la idea. “Fue una vieja ocurrencia de cuando era locutor en Radio Argentina. En esos días, el gobierno nos daba una lista con las celebraciones que había que evocar todos los días. Era una cantidad enorme de fechas patrióticas, militares, políticas, pero no había ninguna virtud que se festejara”, recordó. Su iniciativa finalmente prosperó y llegó hasta nuestros días. Y no solo en la Argentina: Uruguay, Brasil y España también lo festejan el 20 de julio. 

Amigos peleados

Cada uno tendrá sus propias historias vinculadas con la amistad. Habrá quienes tengan muchos amigos y quienes menos, estarán los que aún se vean con los de la infancia y los que hayan forjado nuevos lazos de adultos, incluso los que aún sientan en el pecho el dolor por algún compañero distanciado. Pero también hay quienes sostienen una amistad particular, de esas que los prejuicios y los estereotipos pretenden negar. Son las que nos obligan a rastrear las características más profundas de este vínculo tan vital y a escuchar las definiciones que los sabios han dado sobre ella. Son, en definitiva, las que nos demuestran que no todo está perdido.

Campo minado es una obra de teatro dirigida por Lola Arias, apoyada por el Centro de las Artes de la UNSAM y estrenada a fines de 2016. Su título bélico nos da una pista de su temática pero no alcanza a reflejar la dimensión de su contenido y de los actores involucrados en ella. Su originalidad, y gran parte de su riqueza, radican en el hecho de que los actores son seis ex combatientes de la Guerra de Malvinas, tres argentinos y tres británicos. “Era un proyecto del cual todo el mundo tenía miedo porque me decían´ juntás a tres ingleses y tres argentinos y qué es lo que van a hacer´”, contó Arias en la previa del estreno. Finalmente no pasó nada, o mejor dicho no pasó nada malo. Tras su presentación en la Argentina, la obra se fue de gira por un mes a Europa. Recién llegado de Portugal, uno de los protagonistas, Marcelo Vallejo, le contó a Revista Cabal cómo es la relación con los ingleses. “Yo los odié toda mi vida, pero encontrarme con ellos y poder entender que también tienen sus secuelas y su dolor me ayudó a verlos como un veterano argentino. Y ahora, de estar tanto tiempo juntos, es como que hay una amistad, se está formando una relación de amigos más allá de la obra”, cuenta antes de añadir que uno de los británicos lo había llamado hacía un rato para ver si había llegado bien. “Escuché sus historias, vi que atrás de un soldado había una persona común como nosotros, con una niñez muy dura algunos. Entonces dejás de verlos como un enemigo. Yo me tuve que defender de ellos y para poder combatir uno se forma una imagen en la cabeza. Pero ya pasó. Ahora siento que estoy mucho mejor y que tengo una amistad con ellos, y eso me hace bien”, concluye.

Si la experiencia de Malvinas, tan extrema, nos demuestra que la amistad puede superar incluso el antagonismo de una guerra, tenemos también montones de situaciones mucho más cotidianas y cercanas para comprobarlo. Por ejemplo, el fútbol. No debe haber una sola persona que no tenga un amigo que simpatice con su “eterno rival”, y sin embargo tantos episodios de muerte y de violencia en las canchas de todo el mundo a veces logran confundir los tantos. Por eso, permanentemente se le pide a los jugadores gestos en pro de la paz y la armonía. Y así es como cada tanto salen a disputar un partido con algún cartel alusivo. Tal vez una de las amistades del fútbol más simbólicas sea la de Juan Román Riquelme y Pablo Aimar, ídolos de Boca y de River respectivamente. Surgida en el seno del seleccionado juvenil y continuada hasta nuestros días, quedan aún en la memoria de todos los futboleros aquellos abrazos previos a los superclásicos y hasta el festejo de gol del xeneize en el histórico 3 a 1 frente a Brasil en el Monumental por las Eliminatorias al Mundial 2006. Luego de clavarla en un ángulo desde fuera del área, Riquelme lo fue a buscar a Aimar al banco de suplentes para festejar con él. “Yo lo quiero mucho a Pablo y él me quiere mucho a mí. Aprendí mucho de jugar con él, siempre decíamos de jugar juntos y él se reía y me decía ‘Vamos a jugar a Belgrano de Córdoba’. Yo soy un afortunado de haberlo conocido”, declaró el 10 de Boca a ESPN cuando se retiró del fútbol. "Hubo muchos momentos con Román, sobre todo de chicos. Quizá los mejores fueron en ese hermoso Sub 20. A esa edad uno por ahí no termina de darse cuenta el fenómeno con el que estaba compartiendo equipo, era otra relación, de mates y charlas”, recordó el Payaso cuando le preguntaron por la despedida del fútbol de su amigo. Quizá el postergado partido homenaje de Román los vuelva a juntar en una cancha.

A nadie escapa que la discusión política en la Argentina de los últimos años se ha radicalizado. Muchos incluso habrán sufrido alguna pelea con un familiar y por qué no con un amigo a raíz de lo que consideran profundas diferencias ideológicas. Por eso no pasó desapercibido, por lo menos para los medios de comunicación, el regreso hace algunas semanas del grupo humorístico Midachi. Y es que dos de sus integrantes han estado claramente enfrentados en su concepción de la política durante los últimos tiempos. Dady Brieva ha manifestado en reiteradas oportunidades su adhesión al kirchnerismo, en tanto Miguel Del Sel ha sido candidato y embajador del PRO. Y aunque Brieva ha reconocido que él no tiene amigos en el mundo del espectáculo, tampoco desconoce que la relación que lo une con sus compañeros de Midachi sigue siendo muy importante. “Hay gente que yo quiero mucho, hay gente que le tengo mucho aprecio, hay gente con la cual he compartido cosas muy lindas, pero la amistad es algo muy fuerte para mí”, se sinceró en una entrevista televisiva con Alejandro Fantino. Del Sel, en cambio, tiene una definición menos exigente de la amistad y no duda en considerarlo como tal. Respecto de las diferencias políticas con su nuevamente compañero de escenario dijo que “una amistad de 35 años no puede cambiar porque uno apoye a un partido y el otro a otro partido”.

Identificación y algo más
¿Qué valores se ponen en juego en una amistad? ¿Cuándo es esta posible? Para la psicóloga y miembro de la Asociación de Psicoanálisis de San Fernando/Tigre Natalia Senestrari el primer elemento presente es la identificación. “En las amistades, aún en ellas donde hay diferencias profundas, hay una identificación. Una identificación no quiere decir que las personas sean iguales, sino que se identifican con algo que hayan compartido. Por ejemplo, en el caso de los soldados de Malvinas el que hayan pasado por una misma vivencia como la guerra los identifica”, indica. Pero claro: no todas las identificaciones derivan en una amistad. Se trata simplemente de un elemento que debe estar presente.

Por otra parte, la profesional también cree que, a diferencia de lo que sucede con la familia que viene impuesta, en las amistades hay una mayor cuota de libertad. “La amistad lo que pone en juego es algo de la libertad de elección y del deseo, porque precisamente si hay algo que la caracteriza es que no hay un lazo de conveniencia ni de necesidad ni de obligación”, agrega.

Si bien la gente se suele acercar a las terapias por problemas de pareja o familiares, y no por haberse peleado con un amigo, la relación con los pares siempre termina aflorando en las charlas. En ese sentido, Senestrari reconoce haber escuchado muchos casos de peleas o distanciamientos con amigos por cuestiones políticas en este último tiempo. Pero insiste en que los casos más traumáticos son aquellos en que la pareja comete una infidelidad con un amigo o amiga del paciente. “Suele doler más la traición del amigo que la de la pareja”, analiza. 

Como sea, la amistad es sinónimo de salud. Los profesionales que trabajan con niños saben que el vínculo con amigos es fundamental para que crezcan emocionalmente sanos, especialmente porque en esa etapa de la vida es cuando se constituye la subjetividad. Pero la importancia de las relaciones cercanas con los pares no se agota en la infancia. Aún cuando al adulto le cueste un poco más dedicarse a cultivar una amistad, forjar nuevos lazos  o no distanciarse de aquellos con los que va perdiendo identificación, la presencia de amigos siempre será saludable y necesaria.

 

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