Cómo ser un padre no machista

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Siglos, milenios de cultura patriarcal impusieron un modelo social que hoy está en crisis. A las justas demandas de igualdad por parte de las mujeres se empieza a sumar el deseo de muchos hombres de no ser identificados con el macho autoritario, discriminador y violento. Y la decisión de no transmitir estas conductas a sus hijos. Cómo se logra el cambio. La importancia de la Educación Sexual Integral.

Por imperio de la ley, la fuerza o las costumbres, hasta no hace tanto —e increíblemente aún hoy en algunas sociedades— las mujeres estaban impedidas de hacer una serie de cosas solo por su género y por decisión del poder machista. Votar, estudiar en la universidad, elegir su propia vestimenta, disponer de los bienes matrimoniales, sacar un crédito, acceder a métodos de planificación familiar, fumar en público, negarse a tener sexo marital, conducir un país (excepto las reinas, que accedían al trono por herencia), entre otras prohibiciones tácitas o explícitas y de diversa trascendencia pero igualmente absurdas, ponían a los hombres uno o varios peldaños por encima, un fenómeno perfectamente mensurable a la hora de hablar, por ejemplo, de desigualdad salarial por igual trabajo. Y con la aceptación social de que esa discriminación, degradación y hasta violencia —física, psicológica o simbólica, cuyo extremo, de lamentable vigencia, es el femicidio— eran una cuestión folklórica, presuntamente científica y hasta humorística. Ese predominio, que todavía subsiste en distintas formas y magnitudes, se trasladó automáticamente de padres a hijos y por los siglos de los siglos. En ese cuento de nunca acabar hay ganadores y perdedoras, aunque en realidad, de alguna manera, todos salimos perdiendo. 

Sin embargo, una nueva generación de varones, en parte criada y educada por mujeres y hombres que fueron testigos o protagonistas de la liberación femenina de los 60, busca abrirse camino en un mundo claramente patriarcal, romper con el estigma que involucra a todos los de su género y, fundamentalmente, educar a sus hijos en esta nueva cultura de la igualdad de derechos. “A partir de sus propias experiencias de vida, a partir de su formación, su profesión, etc., un varón puede hacer una toma de conciencia del género, de su posicionamiento como parte del género masculino, criticar su situación, su rol, los valores y conductas que pone en juego. Luego puede intentar cambiar, y también puede intentar transmitir modelos alternativos de masculinidad a sus hijos e hijas. Sin embargo, lo que un padre pueda transmitir a su hijo estará muy condicionado por el entorno intra y extra familiar, y por el lugar que este padre ocupe para sus hijos”, explica a Revista Cabal el psicoanalista Eduardo Gosende, especialista en el tema.

Padre no machista

El uso del idioma, por ejemplo, no es menor y está de tal modo instalada la superioridad de género que parece muy difícil de resolver, al menos en el corto plazo. “La sociedad en la que habitamos reproduce valores, símbolos, discursos, imágenes, instituciones, fuertemente machistas. Nosotros y nosotras mismas los reproducimos desde nuestras prácticas sociales, desde el lenguaje que utilizamos (por ejemplo, cuando decimos alumnos para referirnos a alumnos varones y mujeres, es decir que invisibilizamos un género y priorizamos al otro), desde nuestra corporalidad, etc. Todo el tiempo convalidamos un orden social que es heterosexista, machista, androcéntrico, falocéntrico, patriarcal. Por eso una educación que sea crítica del machismo no depende solo de un padre, ni de una madre, ni de una familia, ni de una escuela, sino de una transformación que debe desarrollarse en toda la sociedad, desde los medios de comunicación masiva, la legislación relacionada con el género y la condición de las mujeres, la educación, etc.”, agrega Gosende, profesor e investigador en las universidades de Buenos Aires, Quilmes, Belgrano y UCES.

 

En este sentido, destaca el programa de Educación Sexual Integral (ESI), creado en 2008 en cumplimiento de la ley 26.150, sancionada en 2006. La norma plantea la necesidad de un abordaje transversal, que cubra todas las áreas curriculares y todas las prácticas cotidianas escolares, y que esté a cargo de todos los miembros de la institución educativa, convocando especialmente la imprescindible participación de las familias. Esta ley establece que la ESI es obligatoria para todos los niveles educativos: inicial, primario, secundario y universitario. En 2009 el Consejo Federal de Educación aprobó los contenidos mínimos curriculares que se deben aplicar a nivel nacional. Desde entonces, se elaboró una importante cantidad de materiales didácticos, que incluyen cuadernillos, láminas y videos para trabajar los temas en las distintas materias, revistas para que las familias puedan también abordar diferentes temáticas (embarazo adolescente, trata, violencia en los noviazgos, diversidad sexual, entre otros) con sus hijos e hijas en sus casas. En 2012 comenzaron las capacitaciones masivas a docentes de todos los niveles educativos. En total, hasta diciembre de 2015 pasaron por las capacitaciones presenciales 89.400 docentes y directivos, de 37.400 escuelas de gestión pública y privada. “En este momento, el Programa ESI se halla virtualmente interrumpido por decisión del actual gobierno, que subejecuta los fondos y desmanteló los equipos de profesionales existentes”, señala Gosende, que participó como capacitador de docentes de distintos niveles en la provincia de Buenos Aires, y desde 2010 coordina un equipo de extensión denominado “De sexo sí se habla!”, que cuenta con docentes, egresados y estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes. “A partir de estas experiencias puedo afirmar que la ESI es un instrumento esencial para abordar una educación no machista”.

Los ejes de la Educación Sexual Integral

1) Respetar la diversidad:

  • Rescatar el significado profundo de convivir en una sociedad plural y poner en valor la diversidad.
  • Definir el concepto “presunción de heterosexualidad”.
  • Definir los conceptos “orientación sexual” e “identidad de género”.
  • Respetar la identidad de género de todas las personas.
  • Combatir la discriminación es un tema de todas las personas.
  • No puede haber silencio pedagógico frente a la discriminación.

 

2) Valorar la afectividad:

  • Las emociones y sentimientos están presentes en toda interacción humana.
  • La afectividad contribuye al encuentro o desencuentro con los otros que interactuamos cotidianamente.
  • No implica anular el conflicto sino generar las condiciones para que todos/as puedan expresar sus puntos de vistas respetando las diferencias.
  • Respeto a la intimidad propia y ajena.
  • Rechazo a toda manifestación coercitiva del afecto, y al abuso y violencia de género y sexual.

 

3) Reconocer la perspectiva de género:

  • El género es una categoría relacional que abarca a las mujeres y a los varones.
  • Reconoce la diferencia sexual entre unas y otros.
  • Permite analizar las desigualdades entre hombres y mujeres.
  • Definir y ejemplificar estereotipos de género para varones y mujeres.
  • Definir el concepto equidad de género.

 

4) Cuidar el cuerpo y la salud

  • El cuerpo no abarca solo la dimensión biológica.
  • Reflexionar críticamente sobre las representaciones sobre el cuerpo que se tiene en la escuela.
  • Tener en cuenta el cuerpo desde distintas disciplinas, por ejemplo el arte, la medicina, la educación física, los medios de comunicación.
  • El cuerpo como espacio de la identidad (diferencia entre “tener” un cuerpo y “ser” el cuerpo).
  • Definir y ejemplificar estereotipos de belleza para varones y mujeres.
  • Importancia del auto cuidado y la promoción de la salud.

 

5) Ejercer nuestros derechos:

  • La ESI no es un hecho aislado sino que se inscribe en un marco de políticas públicas relacionadas con la inclusión, la equidad y el ejercicio de los derechos.
  • Perspectiva de los derechos vinculada con la infancia y la adolescencia.
  • Rol de docentes y todo el personal de la escuela como agentes del Estado.
  • Generar las condiciones institucionales para el efectivo cumplimiento de los derechos tanto de niños, niñas y adolescentes como también de los/as docentes.

 

“A los efectos específicos del abordaje de una educación no machista, es fundamental hacer hincapié en el eje referido a reconocer la perspectiva de género, ya que es el que está más directamente relacionado con el machismo. Sin embargo, el abordaje eficaz de esta problemática no puede dejar los otros ejes, sin los cuales no se puede hacer un abordaje integral ni eficaz de este problema. Educar desde el enfoque de la ESI —concluye Gosende— podría ser un sistema de premisas o principios fundamentales a seguir para el desarrollo de una educación no machista, que puede permitir el desarrollo de masculinidades alternativas no hegemónicas. Y permitiría asumir una actitud crítica hacia el propio comportamiento, las propias concepciones y actitudes, lo cual sería un paso fundamental para el cambio”.

 

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