Cómo sobrellevar la convivencia en vacaciones (y disfrutarla)

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A pesar de ser uno de los períodos del año más esperados por parejas y familias, las vacaciones pueden transformarse en una pesadilla. Las rupturas de pareja aumentan en estos períodos y muchas familias viven situaciones tensas. Qué hacer para que el veraneo no se convierta en una batalla campal.

Cualquiera diría que son los días o las semanas más esperadas y que más se disfrutan en el año. En los mejores casos, la pareja o la familia se muda al lugar elegido y viaja dispuesta a compartir el tiempo de ocio. Pero no todo es color de rosas, y muchas veces el hecho de tener que compartir un espacio o tomar decisiones conjuntas enrarece el clima y entorpece el plan original.
Los niveles de estrés aumentan muchas veces cuando los integrantes de la casa están forzados a convivir durante las 24 horas y a lidiar con los intereses o preferencias de cada uno, que por supuesto casi nunca coinciden. La situación se complica, sobre todo, cuando alguno de los involucrados, en lugar de negociar, pretende imponer siempre su punto de vista.


El dinero es otra causa de conflicto: quién gasta qué cosa y quién se perjudica más que el resto, suele ser un tema que enciende la chispa de la discusión.
Es frecuente también que durante estos períodos estallen conflictos que se arrastran desde antes. Los matrimonios de larga data que muchas veces sortean los conflictos en épocas de actividad laboral se ven forzados a encarar rutinas juntos y eso a menudo desencadena la crisis o la sensación de tedio y resentimiento.
Pero vayamos por partes, ¿qué conviene hacer para prevenir que el veraneo termine generando incomodidades evitables, e incluso la ruptura de un vínculo?


En relación al tema del dinero, una posibilidad es prever un presupuesto estimativo y ponerse de acuerdo antes del viaje cuánto se desea o no gastar, lo que evitará el consumo desenfrenado o la sensación de falta de control.
En cuanto a cómo hacer coincidir las preferencias de cada uno en relación a actividades y salidas, es importante apostar al diálogo: que cada uno pueda exponer sus expectativas y limitaciones y que en lo posible se respeten las necesidades de las partes. No todos deben tener ganas de hacer las mismas cosas al mismo tiempo, y no está mal respetar esas diferencias. Es posible compartir aquellas cosas con las que todos se sientan a gusto y también darle espacio a la individualidad y el deseo de cada uno de, por ejemplo, reservar momentos para concretar aquello que más disfruta en soledad.


Es recomendable que, a la par de las actividades compartidas, cada miembro del clan conserve sus espacios personales para desarrollar aquellas actividades o hobbys que disfruta individualmente, “Eso también es preferible comunicarlo para evitar que se malinterpreten como gestos egoístas o conductas introspectivas”, explica Carolina Oyola, psicoanalista especializada en conflictos de pareja. “Así se renueva el interés por compartir y nadie siente que resigna sus cosas por el otro porque las vacaciones le niegan la posibilidad de mantenerse un poco al margen”.

La importancia de la colaboración

En vacaciones las rutinas cambian de forma y eso exige readaptarse a la nueva situación. Eso a veces alivia el estrés con el que se inicia el veraneo pero también puede incrementarlo, si alguna de las personas involucradas no se siente a gusto con el rol o la situación por las que le toca atravesar. “Es frecuente, por ejemplo, que el hombre, poco habituado a las tareas de la casa durante el año se sienta incómodo cuando debe colaborar con su pareja en vacaciones. A menudo pretenden mantenerse a salvo, conservando el rol al que ya se han acostumbrado, eso puede traer aparejados desequilibrios en las responsabilidades que incomoden a la otra parte”, resume la especialista.

Lo ideal, en este sentido, es que ambos integrantes de la pareja cooperen, aún cuando esto exija a uno de ellos –o a los dos-una adecuación a la nueva rutina. Si durante el resto del año, todos dan por hecho que la mujer se haga cargo de las compras, la comida, los hijos, en las vacaciones se deberá recontratar: repartir responsabilidades y tareas en forma consensuada evitará reproches y enojos.

Espacios reservados a la pareja, otra cuestión central

En la medida de lo posible, las parejas deben ser flexibles frente a los cambios de planes y horarios, sabiendo que lo que se organiza no es necesariamente lo que se debe hacer. Permitirse cambiar de planes de acuerdo a los intereses que vayan surgiendo, de manera de no estresarse durante los días de descanso.

Una de las principales problemáticas que enfrentan las parejas con hijos es que estos a menudo demandan tanta atención que los mayores pierden los pocos ratos de intimidad que podrían compartir en otras circunstancias. Muchas veces la atención permanente de los menores trae aparejadas discusiones o un mayor grado de incomodidad. En este sentido, una opción válida es reservar ciertos momentos u horarios para disfrutar sin los menores; salir a caminar, ir de shopping o hacer una siesta en pareja, todo vale. Así como los hijos tienen necesidades, también es importante contemplar y respetar que los adultos puedan tenerlas: también ellos están de vacaciones, aunque por momentos lo pierdan de vista.


“Otra dificultad frecuente es la imposibilidad de disfrutar o la culpa frente al disfrute;  aunque pueda parecer extraño, es muy común que el hecho de estar de vacaciones genere sentimientos culposos”, explica la psicoanalista. Quienes no se permiten el descanso, suelen trabajar en los lugares de veraneo o mantenerse en permanente conexión vía web con personas vinculadas a sus ámbitos laborales. Del mismo modo, expresan con frecuencia su preocupación por asuntos que dejaron pendientes o que deberán resolver a futuro: la constante es la imposibilidad de relajarse y desconectar, sin duda afecta el clima familiar. También este punto deberá negociarse en pareja o en grupo: hasta dónde se toleran las preocupaciones de trabajo o en qué horarios se dispone de rutinas de este tipo. Lo ideal es circunscribir el trabajo a un momento u horario acotado, de modo que no contamine el resto del tiempo. El objetivo es que nadie se sienta “invadido” o “contaminado” por las preocupaciones de un familiar.


Las vacaciones son un tiempo de disfrute, ideal para compartir y dialogar, para planificar el año que sigue, para divertirse y “relajar”. Es importante que quienes conviven en ese tiempo acuerden las reglas que les permitirán, a todos, pasarla lo mejor posible. Una premisa fundamental es que haya la menor cantidad de condicionamientos: hacer lo que se quiere “lo que se tiene ganas” es central para que se cumpla con el objetivo de las vacaciones.

 

Tips para sobrevivir al “estrés” del veraneo:

 

  • • Para evitar conflictos debe existir una comunicación fluida respecto de las expectativas y el rol de cada uno para que todos la pasen bien.

  • • Planificar las condiciones de la convivencia, teniendo en cuenta las vacaciones anteriores, qué cosas anduvieron bien para repetir y qué no para corregirlas.

  • • Acordar horarios o límites con quienes  están más conectados con los mails, el trabajo o los mensajitos que con el placer.

  • • Consensuar las actividades y salidas teniendo en cuenta las necesidades de todos, alternar y compartir.

  • • Es preferible privilegiar la calidad por sobre la cantidad, conviene convivir menos días y pasarla bien y no llegar a “hartarse” de estar juntos.

  • • Organizar y consensuar las responsabilidades de cada integrante de la familia, para que no haya algunos que “hacen todo” y otros que descansan sin aportar nada.

  • • Reservar espacios para la pareja, aunque sean cortos.

  • • En lo posible prever un presupuesto estimativo en base a los gastos más necesarios, para evitar discusiones posteriores.