Defensas atacadas

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Grupos antivacunas. Según la Organización Mundial de la Salud, gracias a la inmunización se evitan cada año entre dos y tres millones de muertes. Sin embargo, los grupos que se oponen a la práctica siguen ganando adeptos. La situación en la Argentina y un artículo publicado en el diario La Nación despertó repudios y polémica

La nota ponía en duda la seguridad de la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH). En ella, se citaban casos en los que, a partir de su aplicación, un grupo de niñas en Colombia había sufrido distintas complicaciones de salud. El artículo periodístico, publicado en lanacion.com, no tardó en ser desmentido. De inmediato, la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y la Fundación Huésped salieron a aclarar que la vacuna del VPH es segura y eficaz y que, de los problemas citados en la nota, no había evidencia alguna de que tuvieran relación con la aplicación de la vacuna. Pero el texto no era el primero en exponer mitos sobre los beneficios de la inmunización. Antes, otros artículos periodísticos también habían sido publicados con títulos como «¿Estas chicas murieron por la vacuna del HPV?» o «Vacunas: ¿sí o no?».

Si bien a veces el periodismo trae a debate un tema –como los beneficios de la vacunación– en el que ya hay un consenso por parte de médicos y científicos, en Internet y en las redes sociales, los movimientos que se oponen y militan contra esta práctica ganan cada día más adeptos. Pese a que la Argentina, y en general en Latinoamérica, no suponen ser grupos de gran poder, en Estados Unidos y en Europa ya generan alarma por el nivel de penetración que tienen sus mensajes en la sociedad.

Mitos y certezas

«Hay dos situaciones diferentes: por un lado, los movimientos antivacunas, que piensan que las vacunas hacen daño, y que generan información que no es sólida desde el punto de vista científico y que pueden provocar mucho temor en la población. Otra, más frecuente en la Argentina, son los grupos o personas que rechazan cualquier intervención farmacológica, dentro de las cuales están las vacunas. Tienden a pensar, de forma equivocada, que es mejor tener la enfermedad y que el organismo genere sus propios anticuerpos, desconociendo lo grave que es exponerse a una infección», explica la infectóloga Carla Vizzotti, secretaria de la SADI y exdirectora de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se evitan, gracias a la vacunación, entre dos y tres millones de muertes. En tanto, sobran ejemplos de enfermedades que redujeron notablemente su presencia desde que comenzaron a aplicarse las vacunas, como la poliomielitis, que se redujo en 99%, y el tétanos neonatal, que pasó de 790.00 muertes en 1998, a 59.000 en la actualidad. La viruela, por su parte, se declaró erradicada en 1980. Pero nada de esto hace cambiar de parecer a los antivacunas, que aseguran cosas como que los menores que no se vacunan tienen menos predisposición a sufrir alergias o que los que lo hacen pueden sufrir parálisis. La lista de supuestos problemas que conllevaría vacunarse es larga y variada para estos grupos, e incluye desde dificultades en el aprendizaje hasta casos severos de autismo, incluso en perros.

«Las personas convencidas de que las vacunas hacen mal por lo general tienen argumentos con mucho rumor y poca evidencia científica, que son muy difíciles de sostener. Pero además, dan pocas posibilidades de tener una discusión e intercambiar opiniones», describe Vizzotti. El principal argumento apunta al daño potencial que podrían generar las vacunas. En este sentido, el presidente de la Comisión Nacional de Inmunizaciones, Pablo Bonvehí, afirma: «Hay que saber que la seguridad en el desarrollo y en la implementación de vacunas siempre es una prioridad. Todas las etapas de investigación se monitorean y se controlan los potenciales efectos adversos que puedan aparecer. Después de que la vacuna es introducida en un país, primero a nivel privado y después a nivel público en los calendarios, se monitorea su seguridad. Por ejemplo, en nuestro país, a través de la vigilancia de eventos supuestamente atribuibles a la vacunación o inmunización» Vizzotti, por su parte, agrega: «Todos los medicamentos, desde una aspirina, pueden generar eventos adversos. De lo que no hay ninguna duda es que el beneficio que generan las vacunas supera por mucho al riesgo», agrega.

Aunque no todo pasa por militar en contra de la inmunización, ya que, en el medio, se mezclan grupos religiosos que evitan esta práctica de salud pública, con familias que se inclinan por la medicina homeopática y jóvenes que no llegaron a conocer, justamente por las altas tasas de vacunación, las consecuencias de las enfermedades que hoy se pueden prevenir.

«Se subestima a las enfermedades y piensan que no están presentes. Es la situación que hay en algunos lugares de la Argentina, como en la comarca andina o en el Uritorco, en Córdoba. Es una preocupación grande porque al haber personas que no se vacunan, ni ellas ni sus hijos, se van acumulando susceptibles, que son quienes pueden padecer la infección. Entonces si llega a ingresar un germen, el riesgo de un brote es altísimo, mientras que para los bebés de menos de un año, los inmunocomprometidos y las embarazadas el riesgo de tener alguna situación grave también es alto», señala Vizzotti.

Bonvehí incluso da cuenta de que «a veces, los profesionales del área de salud pierden la percepción de la gravedad que puede tener la enfermedad, entonces se relajan todos los sistemas de alerta».

Protección colectiva

«La meta de las vacunas que se incorporan a un calendario es que la mayoría de la población esté cubierta y cuando se habla de cobertura significa cuántas personas reciben el esquema completo. En general, se considera que lo óptimo es que al menos el 95% de la población esté cubierta», indica Bonvehí, quien además es jefe de infectología en el Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas Norberto Quirno (CEMIC). La cifra tiene su explicación: «Con el 95%, aún las personas no vacunadas no se enferman, porque sí se vacunó el resto. Entonces la posibilidad de transmisión de una enfermedad casi desaparece. Es lo que se conoce como efecto rebaño, así que hay beneficios adicionales cuando uno se vacuna, porque puede estar protegiendo directa o indirectamente a otras personas», explica el médico infectólogo.

En la Argentina, el último caso de sarampión fue en 2000, no hay poliomielitis desde 1984 y el último registro de difteria es de 2007. A su vez, no hay rubéola desde 2009, mientras que las internaciones por neumonía, desde que se incorporó la vacuna contra el neumococo en 2012, bajaron al 50%.

Pero, ¿en qué estado se encuentran las tasas de vacunación? «Las coberturas en nuestro país son satisfactorias, aunque con una tendencia, no solo en la Argentina sino en toda la región de Latinoamérica, al descenso. Están más cerca del 90% que del 95% en los menores de un año. A los 18 meses, que es el momento del refuerzo, baja al 85%, porque a esa edad se pierde el contacto preventivo. Al inicio escolar, vuelven a subir y después, a los 11 años, está cerca del 80%. Es un llamado de atención», dice Vizzotti, quien recuerda que el agua potable y las vacunas son las dos herramientas que favorecieron el crecimiento y el desarrollo de las comunidades.

 

Nicolás de la Barrera

Nota reproducción de Acción Digital – Edición Nº 1219