El difícil momento de salir del clóset

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Cómo comunicar la preferencia sexual o la nueva identidad de género a la familia.

Los tiempos cambiaron y la homosexualidad y la transexualidad tienen mayor aceptación que hace algunos años. Las revelaciones de figuras del mundo del espectáculo respecto de su homosexualidad hasta entonces oculta y las transformaciones más evidentes de las personas que decidieron cambiar de género (más la ley de 2012 que reconoce su nueva identidad); las ficciones que en gran medida dejaron de ridiculizarlos o estereotiparlos y empezaron a naturalizarlos; las 25 ediciones en la Argentina de la Marcha del Orgullo Gay, ahora convertida en Marcha del Orgullo LGBTIQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans, Intersexuales y Queer) son algunas de las pruebas de ese cambio social. 
  
Pero el clóset sigue existiendo, aunque es cuestionado, y salir del mismo genera temores e incertidumbres. El clóset –explica Débora Tajer, doctora en Psicología– es el modo en que la sociedad ha disciplinado y metido debajo de la alfombra lo que va por fuera del modelo heteronormativo y de la bipartición identitaria entre varones y mujeres. El clóset genera malestares específicos. Las personas que deben vivir dentro del mismo se deprimen más, tienen más angustias, cometen más suicidios porque el clóset en sí, no la orientación sexual ni la identidad de género, es depresógeno y genera malestar psicológico”.

De todos modos, salir del clóset no es necesariamente una decisión sencilla, ni tampoco lo es transitar la primera etapa fuera de ese espacio. “Siempre produce alivio porque es un blanqueo de lo que realmente pasa, lo que no quiere decir que no surjan nuevos problemas de ajuste a la nueva situación, pero sobre la base de la verdad”, agrega la especialista. Al tratarse de una decisión individual, con una historia y una familia en particular, para el modo de comunicar la novedad “no hay fórmulas, cada quién verá el modo. Posiblemente estará en relación con el tipo de familia que se tenga. Las más tradicionales por lo general rechazan más estas situaciones que las más innovadoras o progresistas que tienden, aun con dificultades, a tratar de incluir”. Pero insiste en que cada situación es diferente, y siempre con un principal protagonista: “Debe primar la situación de quien necesita blanquear su situación por sobre la incomodidad de las demás personas. Que si le quieren genuinamente, irán acomodándose a su tiempo a la nueva situación”.

Sobre la mejor manera de comunicarlo, si hacerlo directamente o ir mandando señales, Tajer –que es Profesora a cargo de la Cátedra Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la UBA– señala que “las personas que quieren salir del clóset suelen dar indicios para que los/as demás se den cuenta, a modo de tantear el terreno. Pero muchas veces se encuentran que no les captan esos indicios, salvo que sean jóvenes o más modernizados/as, con lo cual hay un momento en que deben hablarlo directamente”. Sin embargo, destaca que no es algo que se haga por impulso, implica un recorrido. “Los procesos por los cuales se toma la decisión de salida del clóset son diversos. También diversas las salidas si es de orientación sexual o de identidad de género. En los casos de orientación sexual suele ser cuando se tiene seguridad o claridad de la situación. En los casos de identidad de género los hay temprano en su descubrimiento por la persona y los que son fruto de transiciones. Depende la comunicación del tipo de proceso que la persona haga”.

Respecto de las personas trans, el proceso suele ser diferente: “Por empezar, las personas trans no son todas iguales. Hay infancia trans, adolescencia trans y personas que en la adultez o en la vejez hacen tránsitos. La diferencia es que las personas trans están cambiando su identidad, y la identidad es más visible que la sexualidad, en ese sentido es más para afuera, no el proceso pero sí la conformación. Es algo que se ve, ya no se trata de hablar sino que es una comunicación visual”.

 

Tampoco es igual en términos psicológicos, porque “no es lo mismo ser una persona trans que ser una persona no heterosexual. Porque no es lo mismo un cambio en la identidad de género que una elección de objeto erótico que no sea hetero. Son procesos psicológicos diferentes, del mismo modo que son diferentes la identidad que la sexualidad”. 

¿Cuáles son las claves para acompañar a la persona antes de tomar la decisión de hacer pública su identidad sexual? “La clave es acompañarlas a su ritmo, no adelantarlas, no apresurarlas, que tengan un lugar vincular para poder hablar de lo que les va a pasar, sobre todo el proceso que van atravesando” ¿Y después? “Lo que hay que tener en cuenta es que si bien siempre es bueno salir del clóset porque es algo que permite vivir desde la verdad, obviamente, como toda decisión, aunque sea positiva, genera problemas. De hecho, casarse, que es algo que puede ser muy valorado por nuestra sociedad, tiene mucho impacto en las familias. Y también cuando los chicos se van de la casa y dejan el nido vacío, eso también genera cuestiones en las personas, y es algo positivo. Salir del clóset es positivo pero como muchos procesos vitales fuertes e importantes implica un reacomodamiento de las modalidades anteriores. Puede haber movilizaciones en algunas personas y sorpresas muy positivas en otras, lo que genera también un reacomodamiento de con quién se cuenta y con quién no. Nada que no pueda atravesarse”.

“El mayor temor –concluye la doctora Tajer– es a la no aceptación, al rechazo, a la desigualación, porque a veces se acepta pero como mal menor, no como algo que se pueda festejar, especialmente en las personas que no están acostumbradas o no saben. Antes del matrimonio igualitario, existía la idea de que si un hijo o una hija era gay o lesbiana implicaba un duelo porque no se iban a tener nietos. Y ahora sabemos, y esto es de la última década, que se arman familias homoparentales y pueden tener hijos. Salvo que no quieran, igual que en las parejas heterosexuales”.

 

Fotos: istock