El lado oculto de las dietas

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Por qué suelen fracasar y nos generan frustración a la hora de intentar perder peso. Qué información debemos tener y qué lugar ocupan las emociones y el placer en esa búsqueda.

En su libro, El método No Dieta. Cómo reconocer tus emociones para comer mejor (Aguilar), la Dra. Mónica Katz, junto con su hija Valeria Sol Groisman, profundiza en la idea de que las razones para realizar una dieta pueden ser también las causas para abandonarla. La creadora del concepto No Dieta se centra ahora en los factores que hacen que una dieta no funcione: las emociones, los fanatismos, los mitos alimentarios y la información de los medios de comunicación y las redes sociales. Este combo, que no necesita agrandarse porque ya de por sí lo es, lleva inevitablemente al fracaso y a la frustración, dos sentimientos poderosos que a menudo se atenúan con más y peor comida.

 

En su propuesta de cambio de hábitos, no solo alimentarios, las autoras fustigan las dietas de moda, las dietas de hambre, las dietas clásicas, las dietas yo-yo, en síntesis, el dietismo, que paradójicamente crece en igual medida que la obesidad, hoy una epidemia a escala global. En su explicación de “por qué las dietas no funcionan” (o “22 razones para no hacer dieta”), dicen por ejemplo que en la búsqueda de perder grasa al bajar de peso en poco tiempo, en caso de volver a recuperarlo se sumará más grasa. También señalan que las dietas que eliminan la ingesta de toda una familia de alimentos, que aportan nutrientes esenciales, esto puede generar deficiencias nutricionales, mientras que los regímenes de hambre  aumentan una hormona llamada ghrelina, que se libera en el estómago cuando está vacío, pero el problema es que genera ingesta de grasa y aumento de peso.

 

Sobre las dietas clásicas, advierten que proponen patrones alimentarios insostenibles porque no toman en cuenta el permanente conflicto entre la razón y emociones como el estrés, que nos puede empujar “de un estado reflexivo a uno automático y generar descontrol”. Y también ignoran el placer, uno de los componentes básicos de la ingesta diaria junto con las calorías y los nutrientes. Por otra parte, alertan que las personas “dietantes” tienen ocho veces más riesgo de padecer algún trastorno alimentario, y señalan que las personas que nunca hicieron dieta son más delgadas que los que viven haciéndolas. “El dietismo crónico incrementa el cortisol, que es la hormona del estrés. El solo hecho de tener que escribir lo que comés cada día eleva el estrés percibido. Y este aumenta la ingesta de chocolates, dulces y snacks salados”, explican. 

 

Además, señalan Katz y Groisman que las pérdidas de peso que se logran en poco tiempo terminan por no ser efectivas, por varios factores. Uno, que las dietas extremas y desbalanceadas de nutrientes, al cabo de seis meses igualan el descenso de peso con otras pero la permanencia en ellas es muy baja. Otro, que las muy bajas en calorías (menos de 800 por día), eficaces a corto plazo, después de unas semanas no logran mayor pérdida de peso por el efecto rebote de este tipo de regímenes. Además, estas caídas de peso rápidas hacen que desciendan los niveles de leptina, una hormona que quita el hambre y eleva el gasto de calorías y que al disminuir hace que aumente el hambre para reponer la energía. Y sobre las dietas yo-yo, que son los ciclos sucesivos de pérdida y ganancia de peso, indican que se los asocia a una mayor patología que a un sobrepeso estable.

 

En su cruzada por el placer de comer lo que nos gusta, aunque en su medida y armoniosamente, dicen que “el patrón de consumo de alimentos intermitente-excesivo, durante períodos cortos, genera descontrol alimentario. Hacer abstinencia de algo rico durante cinco días y comer una porción excesiva el fin de semana, como indican las dietas clásicas con ‘permitidos’ y ‘prohibidos’, genera descontrol alimentario o atracón”. Y que “la certeza disminuye el deseo”, porque la incertidumbre que provocan las dietas extremas genera descontrol y un mayor deseo de comer. “Apoyamos la idea de que es posible reaprender a comer y a manejar nuestro placer de comer (dopamina) consumiendo todos los días lo que preferimos, en la porción justa”. Porque “la dieta es no, no y no. Y lo prohibido genera deseo”.

 

 

Los conceptos No Dieta

El revolucionario y exitoso ensayo que Mónica Katz dio a conocer hace una década en su libro No Dieta. Puentes entre la alimentación y el placer, abrió un nuevo panorama sobre el tema porque reparó en aspectos que están ligados a la emoción y al goce, algo que no es tenido en cuenta a la hora de contar calorías y de prohibir o autorizar el consumo de determinados alimentos. Ese trabajo es la base de su particular perspectiva sobre el tema, que resume en cinco reglas:

 

1. Ambiente seguro.

2. Cuatro comidas en horarios flexibles.

3. Un único plato.

4. En las comidas principales, almuerzo y cena, incluir, respectivamente: carnes + vegetales o carbohidratos + vegetales.

5. Un dulce o bocado salado por día (de menos de 150 calorías): comprar una unidad, disfrutarlo acompañado y comerlo de buen ánimo.

 

Y resume la filosofía de la No Dieta en las siguientes frases:

 

1. Somos mucho más que un número en la balanza.

2. Las dietas restrictivas son violencia simbólica de género.

3. No hay alimentos buenos y malos: hay porciones excesivas.

4. Las dietas mágicas no funcionan.

5. Comé a lo francés, la porción justa: un solo plato, una unidad.

6. Si hay más, comés de más.

7. Las deudas de hambre se pagan con comida.

8. Seamos usuarios críticos de los discursos que consumimos.

9. No demonicemos alimentos.

10. Si no siento hambre real, ¿qué hago llevando comida a mi boca?

11. Si tus objetivos son posibles, tus logros serán pequeños, pero irán creciendo y se sostendrán a largo plazo.

12. El cuerpo ideal es una construcción cultural.

13. La salud se crea. ¡Depende de vos!

14. Todos nacemos con derecho a comer y a sentir placer al hacerlo.

15. Las emociones te guían: no las tapés con comida.

16. Sumá pasos a tu vida.

 

Fotos: Istock