El siglo del agua

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Amenaza de conflictos globales por los recursos hídricos. La ONU advierte que para 2030 el mundo sufriría una grave escasez. Los riesgos de guerras, falta de alimentos y energía. Acuífero Guaraní, la codiciada reserva latinoamericana.

Según advierten desde hace tiempo los analistas de política internacional, más que en el petróleo, los grandes conflictos del siglo XXI tendrán su origen en la posesión y administración de las reservas de agua dulce: un recurso natural precioso para la vida en el planeta. Y la Argentina, con sus vastos recursos hídricos, se encuentra precisamente en el ojo de la tormenta. Tanto los  glaciares y cuencas  de ríos patagónicos, el sistema de lagos, lagunas y esteros, así como las reservas subterráneas de acuíferos como el Puelche o el gigantesco Guaraní, configuran un claro objetivo en la estrategia de las corporaciones del agua y de las potencias necesitadas del vital elemento.

Así lo considera el sociólogo Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED): «Los teóricos del Pentágono dicen que las grandes guerras del siglo XXI van a ser por el agua más que por el petróleo, porque el petróleo, tarde o temprano, se va a acabar, y la matriz energética de todas formas va a tener que cambiarse; el petróleo no es un bien infinito. La puja hoy es por el agua: lo dicen repetidos estudios de Defensa».

Si bien cerca del 70% del planeta está cubierto por agua, solo el 3% de toda esa agua es dulce. Y más: de ese pequeño porcentaje de agua dulce, cerca del 80% se encuentra en los polos o congelada en zonas inhóspitas de la Tierra, otro 19% son aguas subterráneas y un 0,7% forma parte de la atmósfera. Es decir que apenas un 0,3% restante son aguas dulces superficiales. Mucha de esa agua, a su vez, se utiliza para la agricultura y solo un porcentaje menor llega a ser potabilizada.
La cuestión crítica es el modo en que se la utiliza: de su apropiada gestión dependen actividades cruciales para la vida humana como la agricultura, la ganadería, la alimentación e incluso la salud de la gente; así como las industrias, la energía, el medio ambiente y la paz o la guerra entre países.

 

Llamado a los gobiernos

Pero, ¿cuánta agua dulce hay en la Tierra? Se estima que en total existen en el planeta unos 35.000 millones de metros cúbicos de agua dulce. Según el Centro de Información del Agua del gobierno mexicano, «el mundo dispone de unos 9.000 metros cúbicos por persona al año. Se calcula que para 2025 la disponibilidad global de agua dulce per cápita descenderá a 5.100 metros cúbicos por persona al año, pues se sumarán otros 2.000 millones de habitantes a la población mundial». En la actualidad cerca del 40% de los seres humanos sufre escasez de agua, y para dicho año la cifra se elevará al 66%, afectando en especial a los habitantes de África y Asia Occidental.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la cantidad adecuada de agua potable es de 50 litros por habitante por día, ese sería un mínimo, si se le suman otros parámetros como uso en agricultura, industria y regadíos, lo ideal serían unos 100 litros diarios. Según el organismo internacional, unos 1.200 millones de personas en el mundo son afectadas por el consumo de agua sin las debidas garantías sanitarias, lo cual provoca cerca de 30.000 muertes diarias.

El pasado 22 de marzo, Día Mundial de Agua, la ACNUDH (Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU) advirtió en su último  informe que el mundo podría sufrir una escasez de agua del 40% en apenas 15 años si no se toman medidas extremas sobre la forma en que se usa este recurso vital. Los tres factores principales de esta crisis para el organismo internacional son: una disminución de las reservas subterráneas, cambios en los patrones de lluvia debidos al cambio climático y el crecimiento de la población mundial. Asimismo, hizo un llamado a los gobiernos y comunidades para revisar sus políticas relacionadas con el agua, apuntado de algún modo al modelo de privatizaciones de los recursos hídricos impulsado por los organismos financieros internacionales durante los 90, cuyo resultado fue que buena parte de la población de América Latina y otros países no desarrollados haya perdido el acceso al agua como derecho universal, tal como lo establece la Observación General N°15, en su artículo 1: «El derecho humano al agua es indispensable para una vida humana digna», y lo define como «el derecho de cada uno a disponer de agua suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para su uso personal y doméstico».

Precisamente, la discusión que se viene dando desde hace ya varias décadas es si el agua debe considerarse un bien social o una mercancía susceptible de ser comercializada como cualquier producto y accesible solo para quienes puedan pagar altas tarifas por ella o por los servicios derivados. Las grandes corporaciones internacionales que comercian con el agua envasada son los principales factores de poder para presionar a los gobiernos para privatizar sus servicios. Como declaró descaradamente en 2005 el entonces CEO de Nestlé, el austríaco Peter Brabeck-Letmathe, en el documental We Feed the World (Nosotros alimentamos al mundo), del también austríaco director Erwin Wagenhofer: «Hay dos opciones diferentes en el tema. La primera, que creo que es extrema, representada por las ONG que hablan repetitivamente sobre el agua como un derecho público. Eso significa que como ser humano tienes el derecho de tener agua. El otro punto de vista es el de ver al agua como un producto alimenticio como cualquier otro, y como producto alimenticio debería tener un valor comercial. Personalmente creo que lo mejor es darles un precio a los productos alimenticios, así todos somos conscientes de que tienen su precio, y luego uno debe tomar medidas específicas para esa parte de la población que no tiene acceso al agua, y ahí hay muchas posibilidades diferentes». A fines de 2014 –ya como presidente del Consejo de Administración de Nestlé– volvió a insistir con su prédica de que el agua debe ser tratada como un producto comercial: «Cuanta más agua consumas, mayor debe ser el precio».

 

Los unos y los otros

Pese a todo, el agua dulce que existe aún en el mundo no es poca. Sí es verdad que en algunas zonas del globo falta más que en otras –principalmente en África y Oriente Medio–, pero uno de los mayores problemas es que no todas las personas acceden a las fuentes de agua potable en un mismo plano de igualdad, ya que esto depende en buena medida del sector social al que se pertenezca.

El informe de la ONU señala que «hay suficiente agua para satisfacer las necesidades cubiertas por el derecho al agua en prácticamente todos los países del mundo; se trata sobre todo de una cuestión de distribución equitativa. En promedio, el consumo global de agua en los hogares representa menos de un 10% del uso total de agua, mientras que la industria y la agricultura son los mayores usuarios». En lo que hace al consumo, los países que más agua utilizan son Estados Unidos, China e India, cuya sumatoria de consumos equivale al 38% de los recursos hídricos del mundo. El cuarto es Brasil.
Por su parte, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, declaró en un mensaje que hizo público el 22 de marzo: «A pesar de los progresos registrados en el marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU, aprobados en 2000, alrededor de 750 millones de personas –más de 1 de cada 10 habitantes del mundo– siguen sin tener acceso a mejores fuentes de abastecimiento de agua. La falta de agua afecta, en particular, a las mujeres y los niños, ya que no solo pone en peligro su salud, sino que, además, obliga a perder una cantidad considerable de horas en la improductiva, y a veces peligrosa, tarea de recoger agua».

Según la ONU hay en el mundo cerca de 300 crisis y conflictos, de mayor o menor intensidad, a causa del agua. En una síntesis muy ajustada se pueden señalar los 8 más importantes:
Por siglos, Turquía, Irak y Siria han tenido diversas controversias en torno de los ríos Tigris y Éufrates, cuyas cuencas vienen perdiendo agua subterránea desde hace décadas. Uno de los embalses más grandes del mundo pertenece a Turquía, la presa de Ataturk, que provoca una disminución considerable en el caudal de agua de sus vecinos.
En el continente africano se libran varias disputas por el líquido vital. Uno de los focos se encuentra en la represa de Akosombo, que creó con aguas del río Volta el lago artificial más grande del mundo. También se han declarado guerras a causa del agua del río Níger en Mali y en Nigeria. Pero la joya que todos se disputan es el río más grande del continente: el Nilo, donde existen dos grandes presas, la Baja y la Alta, que en buena medida Egipto monopoliza, perjudicando a sus vecinos. Si bien Egipto llegó a varios acuerdos con Sudán y se construyeron en conjunto varios canales, siempre surge alguna razón para una nueva disputa. A su vez, los dos países terminan relegando a las naciones en las que el río comienza su curso, como Etiopía.

En tanto, en China, los tres grandes ríos que alimentan la región sur –como el Yangtsé– están altamente contaminados por la creciente industrialización del país.  La tierra se está secando al tiempo que la demanda de agua aumenta constantemente debido a lo populoso de las ciudades, la agricultura y la industria. En los últimos cinco años las reservas de agua subterránea han disminuido a un promedio de 1,5 metro por año.
En la India el río Kaveri es objeto de litigios entre varios estados, especialmente los de Tamil Nadu y Karnataka, donde se han producido violentos enfrentamientos por los regadíos desde mediados del siglo XIX. También se han generado disputas por los recursos hídricos de los ríos Yamuna, Sutlej, Narmanda, Mahanadi, Krishan e incluso el sagrado Ganges, en cuyas aguas altamente contaminadas –por las que flotan hacia el delta todo tipo de desperdicios e incluso cadáveres– se bañan a diario millones de personas.

Uno de los focos de conflicto más importantes por el agua en el mundo –enmarcado en otro conflicto mayor por los territorios de la Franja de Gaza y Cisjordania– es el que mantienen Israel y el Estado de  Palestina y que se remonta, al menos, a 1967, después de que Israel invadió dichos territorios y declaró de su propiedad todos los recursos hídricos de la zona. Debido a que se trata de una región con precipitaciones escasas, Israel se ve en la necesidad de controlar los acuíferos y las fuentes que alimentan el río Jordán y también los recursos de los ríos Yarmuk y Litani. Cerca de la mitad del agua utilizada por los ciudadanos israelíes proviene de sus países vecinos. Los israelíes que viven en Gaza reciben una subvención del Estado en el pago por el agua potable: mientras un palestino paga 1,2 dólar por metro cúbico, un colono israelí solo abona 10 centavos de dólar.

En Latinoamérica no existen grandes conflictos limítrofes por el agua, aunque sí hay pugnas internas debido a los problemas que han ocasionado las políticas de privatización de recursos hídricos implementadas a partir de la década del 80, que se extendieron hasta finalizados los 90. Tal como ocurrió en Bolivia, con la revuelta popular que se conoció como «la guerra del agua», en el año 2000. Al día de hoy en naciones como Perú o Chile estas políticas excluyentes aún perduran.  Sin embargo, aunque no haya provocado grandes diferencias entre naciones latinoamericanas, muchos analistas coinciden en que es el acuífero Guaraní –una colosal reserva de agua subterránea que ocupa grandes superficies de la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay– el que está en la mira de las grandes potencias, especialmente la del hemisferio norte (ver Propiedad y soberanía).

 

En la mira de las potencias

Los crecientes problemas con el agua en EE.UU. han llevado a la primera potencia mundial a volver sus ojos hacia las reservas acuíferas de Latinoamérica y del África. A mediados de marzo, un científico de la NASA advirtió a las autoridades estadounidenses que el estado de California podría agotar sus reservas de agua potable en el plazo de un año. En tanto un paleoclimatólogo de la Universidad de California en Berkeley advirtió que ese estado debía prepararse para una «megasequía» que podría durar 200 años o más. Es decir, 38 millones de californianos desesperados por agua potable.

Un informe que la CIA le hizo llegar a Barack Obama apenas asumió su segundo mandato –Global Trends 2030. Alternative Worlds (Tendencias mundiales 2030: mundos posibles)–, indica que «uno de los recursos que más aceleradamente se está agotando es el agua dulce. En 2030, el 60% de la población mundial tendrá problemas de abastecimiento de agua, dando lugar a la aparición de “conflictos hídricos”».
«Aunque lo niegan, en Paraguay los estadounidenses tienen dos bases desde hace mucho tiempo –dice Boron–: la Mariscal Estigarribia y la base Pedro Juan Caballero. Y puede haber otras, porque lo que estamos descubriendo ahora es que hay presencia militar norteamericana en bases no declaradas en otros países de América Latina». Según el director del PLED, «hay todo un terreno en el que habrá que avanzar para saber qué es lo que está pasando realmente. Pero sí, hay bases –con el pretexto de la preocupación americana de frenar el terrorismo en la Triple Frontera– y no por casualidad están en una zona de un importante recurso acuífero como el Guaraní, un lugar estratégico». La Argentina es uno de los países privilegiados que cuenta con esta importante reserva de agua dulce, un tesoro codiciado por las grandes potencias, siempre ávidas de los recursos naturales ajenos. De las alianzas y acuerdos que sostengan los países de la región involucrados, depende el futuro de millones de latinoamericanos.
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Marcelo Torres
Reproducción de Acción Digital – Edición Nº 1172