Entrevista a la científica Ana María Franchi

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Investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), además de doctora en Ciencias Químicas, Ana María Franchi, es una profunda conocedora tanto de los problemas que atraviesa ese organismo como de aquellos que afectan al área de ciencia, técnica e innovación productiva en el país. En una charla mantenida días atrás con la Revista Cabal, la prestigiosa profesional brindó una amplia y exhaustiva visión de lo que ocurre en ese sector, hoy tan castigado.
 

Soplan vientos fuertes de protesta en el ámbito de la ciencia y la tecnología en la Argentina. Desde hace ya un tiempo han recrudecido las expresiones de rechazo a la política de agresión y desmantelamiento que el gobierno nacional viene impulsado, desde comienzo de 2016, para achicar el sistema científico. El miércoles 17 de abril, miles de trabajadores y trabajadoras de ese sector marcharon desde el Palacio Pizzurno, sede del ministerio de Educación, hacia Plaza de Mayo para denunciar ese brutal ajuste en el sistema y reclamar soluciones de fondo a la Casa Rosada. El fin de semana anterior a ese día, 140 directores y vicedirectores de Unidades Ejecutoras del Conicet, uno de los organismos más golpeados por esa política, se convocaron por propia iniciativa en Córdoba para tratar la grave crisis y exigir un urgente plan de salvataje. A su vez, el 23 de ese mismo mes se concretó otra movilización en el Polo Científico y Tecnológico para reiterar los mismos planteos. 
    
En el Conicet en particular (hay que recalcar que en las masivas demostraciones en las calles de las últimas semanas, además de científicos y becarios de ese organismo, participaron trabajadores del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTA), de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CONEA), del Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONEA) y del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), entre otros) el clima de disconformidad alcanzó un alto grado de expresión luego de que dos mil doctores en investigación no pudieran ingresar en la carrera y quedaron fuera del sistema. Para hablar de este tema, del encuentro de Córdoba y de otros aspectos de la crisis, Florencio conversó días atrás con la doctora en Ciencias Químicas, investigadoras principal del Conicet y directora del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos (CEFyBO), ubicado en la facultad de Medicina de Buenos Aires, Ana María Franchi, que ofreció un contundente y claro panorama de los días que se viven en el área de la ciencia.

Doctora, ¿le asigna importancia a la reunión que hubo en Córdoba el 12 y 13 de abril pasado?
Sí, fue muy importante porque por primera vez que nos reunimos directores y vicedirectores autoconvocados. Nosotros, antes de eso habíamos hecho públicas dos cartas dirigidas a las autoridades del ministerio de Educación y del Conicet. La primera fue firmada por 140 personalidades de la Ciencia y la Tecnología y la segunda por unas 250. Ambas pedían soluciones a la situación que atraviesa el sector de Ciencia y Tecnología. Después se escribió una Carta Abierta donde hubo muchos firmantes de la comunidad local pero también internacional, entre estos últimos 21 Premios Nobel. Luego de la primera carta nos recibió el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, pero en las siguientes manifestaciones no tuvimos respuesta alguna. Y en estos últimos tiempos  las cosas empeoraron aceleradamente. Frente a eso, directores y directoras decidimos vernos cara a cara en Córdoba y otros 40 más mandaron su adhesión porque no podían asistir. Y fue autofinanciado. Fuimos muy bien recibidos por la gente de la Universidad Tecnológica Nacional de la provincia. Nos reunimos un viernes y un sábado y se discutió mucho. Hicimos comisiones tomando los distintos temas que provocan rechazo, muy motivados porque, una semana atrás, habían quedado dos mil y pico de jóvenes de alta formación fuera de sistema, becarios que tenían que entrar a la carrera de investigación y no pudieron. Esa cifra fue en todo el país.

¿Cómo se entra en la carrera de investigación?
Conicet tiene una carrera de investigador. Para ingresar a esa carrera hay un concurso anual. Y  allí se presentan los jóvenes que hicieron necesariamente su doctorado, pero también su postdoctorado, en la Argentina o en el exterior. ¿Qué pasó en el gobierno anterior? Bueno, debido a que la carrera estaba muy envejecida y hacía muchos años que no entraba nadie a ella, se decidió impulsarla. Comparándonos con otros países, la cantidad de investigadores por cada 100 mil personas de la población económicamente activa, era baja. Entonces, el primer año de Néstor Kirchner entraron muchos, porque había una importante acumulación de gente que no había entrado. Y después ya no alcanzaban los doctores para entrar en la carrera. Y pasó que los jóvenes se sintieron incentivados, debido a que las becas se quintuplicaron, y el resultado fue que se triplicaron la cantidad de doctores. En 2015, los investigadores que se doctoraban triplicaban ya a los que lo habían hecho en 2003 y 2004. Entonces, hubo un plan que se llamó “Argentina Innovadora 2020”, hecho y firmado por el actual secretario y antes ex ministro, Lino Barañao, donde se decía que se iba a aumentar un 10 por ciento anual los ingresos a esa carrera hasta el 2020. La idea era: nosotros en 2014 teníamos 3 investigadores cada 100 mil personas de la población económicamente activa. Eso es un buen número respecto de los países de América Latina, pero si nos comparamos con los gobiernos con que este gobierno nos quiere comparar (Israel, Australia) es baja. Éstos están alrededor de 10 y la idea acá era llegar a 5.

¿Y qué pasó?
El último ingreso, 2015, tuvimos aproximadamente 1000 ingresos. El siguiente, con el nuevo gobierno instalado, fueron 450. Nada más. Teníamos una masa crítica de jóvenes que estaban haciendo su doctorado y quedaron recomendados tanto por las comisiones como por las juntas. Eran 500 jóvenes. Eso fue, como usted recordará, a fines de 2016, año en que se tomó el ministerio y se consiguió que estos jóvenes lograran un año más de beca. Después hubo un programa para insertarlos en las universidades. En las siguientes oportunidades hubo solo 450 vacantes. Piense que si se hubiera cumplido el plan 2020, este año habría habido 1300 vacantes. Este año se presentaron 2500 a concurso y entraron 450 y los demás quedaron afuera.

¿Esos ingresantes son para todas las disciplinas?
Sí, entró el 17,5 por ciento de los presentados, pero en algunas disciplinas, como las del área de Sociales, entró solo el 4 o 5 por ciento. Estamos hablando de todo el país. Antes había concursos especiales para gente que se presentaba del exterior. Se presentaban en dos fechas. Esas vacantes no se contaban dentro de la cifra más general, ahora sí, se incluyen dentro de ella. O sea, que todavía son menos las 450 vacantes para aspirantes del país. Además, hay otras vacantes que deben ocuparse, porque, debido al transcurso del tiempo, se producen jubilaciones, fallecimientos y renuncias. Esas vacantes se usaban también para reforzar los puestos que quedaban vacíos. En este momento, como el ingreso a la otra carrera del Conicet que es la del personal técnico venía muy retrasado, tampoco tuvimos esas vacantes. Entonces, si bien nosotros sabíamos que eran 450, el día que aparecieron los resultados fue para llorar. Pero llorar literalmente. Acá, en el Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos, de cinco jóvenes que se presentaron entró uno solo. Es gente con la que estamos todos los días y que sabemos que trabajan, que se han preparado, que han ido a hacer especializaciones en el exterior. Y que tienen trabajos publicados y que, por supuesto, han hecho sus tesis doctorales. El resultado es que estas personas al quedar afuera van a trabajar en cualquier actividad o se dirigen a Ezeiza para irse del país, ya que son recibidos en todos los laboratorios del mundo con los brazos abiertos. Y el efecto no es solo individual: se desarman también los grupos a los que estos jóvenes pertenecen, porque no se puede estar siempre formando a un becario, uno tiene que tener personal intermedio para tener estabilidad y lograr que ese investigador joven ayude a formar y a producir. Y otro tema son los que están haciendo ahora las tesis.

¿Qué pasa con ellos?
Están ganando 23 mil pesos, muy por debajo de la canasta familiar, no son chicos, son graduados universitarios elegidos entre los mejores, que no trabajan 8 horas. Acá si el experimento es largo se quedan muchas veces 10, 12 horas. Y que tienen obra social solo para ellos, no para sus familias, que no tienen aportes y que ven que a los cinco años, cuando terminan de hacer todo esto, hay una pared contra la que se van a chocar. La situación de ellos es terriblemente deprimente. Por otra parte y con las cosas así, a las o los jóvenes que tienen que optar por una carrera universitaria, les resulta difícil decidirse. Fíjese que son cinco años de carrera universitaria, cinco de doctorado, dos o tres de postdoctorado, 14 años. Con cinco  años, a lo mejor enfrente (se refiere a la facultad de Ciencias Económicas) uno se recibe de contador y tiene trabajo enseguida. De manera las opciones para una carrera que tenga después inserción en la ciencia y la tecnología se hacen cada vez más difíciles.

¿El suyo es el Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos, no?
Sí, acá hay distintos grupos de investigación y temas para abordar: cáncer, trasplantes, diversas áreas de reproducción, farmacología, investigaciones en metabolismo, etc. En reproducción ahora hay muchos grupos. Hay reproducción masculina, femenina, parto prematuro, implantación, cáncer de mama. Tenemos jóvenes que volvieron a través del programa Raíces, y que también tienen salarios bajos. Y no se puede hacer entrar a nuevos investigadores porque hay pocos ingresos. Y el otro tema fundamental  para nosotros en investigación son las inversiones para investigar, que a nosotros, entre que presentamos el proyecto y recibimos la inversión, nos lleva percibirlas por lo menos 2 años. Y ahora eso demora mucho más tiempo. En algunos casos, hemos presentado proyectos en la época en que el dólar estaba a 16 pesos y se nos otorgó la inversión con un dólar a 43. Y todo lo que nosotros necesitamos se cotiza a precio de dólar, de modo que cuando queremos comprar ya la plata no alcanza. Y muchas de las inversiones que pedimos ni siquiera se pagan.

¿Uno de los puntos tocados en Córdoba y reclamados fue el mantenimiento de los institutos, no?
Así es. Nosotros para mantener los institutos tenemos que pagar servicios, internet, teléfono, electricidad, gas. Tenemos que pagar los arreglos del equipamiento. Y en algunos lugares se paga la limpieza y un montón de cosas más. Nosotros, al estar dentro de la Universidad de Buenos Aires (el Centro está en la Facultad de Medicina), tenemos resueltas varias cosas, porque el instituto en particular no paga la luz, el gas o las líneas telefónicas, y además la Universidad de Buenos Aires nos da un subsidio que cubre bastante las necesidades. Pero hay situaciones en otros institutos que son graves. Algunos han suspendido el uso de los ascensores, porque no se puede pagar la electricidad. En ciertos institutos, el personal de limpieza pasó de cinco personas a una. Entonces muchos investigadores tienen que limpiar sus propios laboratorios. A nadie se le cae los anillos por hacer esto, pero lo que queremos decir es que dejamos gente sin trabajo, porque esa gente que estaba no está más. Nadie ocupa esos lugares. Y segundo, cuando nosotros informamos sobre lo que hacemos en nuestro trabajo, lo hacemos no en relación a la limpieza, sino a un tema específico. Y además, todo se retrasa. Además, cuando publicamos, muchas revistas cobran por publicar. Al mismo tiempo que seleccionan nuestro trabajo, después nos piden 500, 600 o 700 dólares. Acá hay muchísimas personas que están pagando sus investigaciones de su bolsillo con salarios que son muy malos. Nosotros usamos animales de experimentación y yo en particular trabajo con ratones, y, con la reducción de las partidas, muchas veces hay que pagar el mantenimiento de los ratones y animales. Si los becarios tienen que hacer un curso y es pago, lo pagan ellos o los paga de su bolsillo el investigador. Estamos realmente en una crisis casi terminal. Acá hay becarios que vienen del interior y deben pagar un alquiler. No son chicos, son  personas de alrededor de 30 años y pueden tener una familia a cargo. Y su sueldo es de 23 mil pesos, como dijimos.

Otro de los puntos que se pide es la normalización del directorio.
Es un punto muy importante. El directorio del Conicet funciona así: son ocho personas y un presidente. El presidente es designado por el Poder Ejecutivo, en este caso el secretario o ministro del área. Después hay cuatro lugares que son elegidos por la industria, el agro, las provincias y las universidades. Y otros cuatro elegidos por sus pares. Estos cuatro lugares responden a las cuatro grandes áreas del Conicet. En mayo del año pasado se realizaron dos elecciones: una en el área de Ciencias Biológicas y de la Salud y otra en la de Ciencias Sociales y Humanidades. Las dos personas más votadas fueron el doctor Alberto Kornblihtt (sacó el 66 por ciento de los votos en la primera de esas áreas) y el doctor Mario Martín Pecheny (sacó el 63 por ciento en la segunda). Si bien se elige una terna en cada caso, la costumbre es que se elija al más votado. El Conicet eleva la terna a la Secretaría, ésta al Ministerio de Educación y luego hay un decreto del Ejecutivo que aprueba la designación. Ya va un año de la votación y todavía no han sido nombrados los elegidos. Están ocupando los lugares dos personas con mandato vencido. Y esto nos preocupa. Hemos escrito pedidos, cartas, etc., y no ha habido respuestas. La verdad es que el Conicet está funcionando irregularmente. Además en este momento, el presidente del Conicet está de licencia por enfermedad. La vicepresidenta de Asuntos Científicos, que es una de las que tiene mandato vencido, está ocupando en forma interina la presidencia. De modo que estamos en una situación muy complicada. Esto ya pasó hace casi tres años, cuando el doctor Roberto Salvarezza, quien había ganado en otra de las áreas, la de Ciencias Exactas y Naturales, no fue nombrado. La cuarta es el área Agraria e Ingeniería. El doctor Salvarezza fue luego elegido diputado nacional y se decidió que entrara en el área de Ciencias Exactas el segundo más votado, el doctor Roberto Rivarola, de Rosario. Esta situación de discriminar a determinadas personas porque no están de acuerdo con la actual política científica del Ejecutivo es absolutamente irregular, anormal, nunca pasó.

¿La conversión del ministerio en secretaría perjudicó el funcionamiento de las áreas en general ligadas a la ciencia y la tecnología?
Perjudica sin duda. Un ministro se sienta en una sesión de gabinete. Un secretario no. En la próxima discusión del presupuesto, que será en septiembre conjeturo, nosotros entramos dentro del presupuesto de Educación, que ya está bastante menguado. Entonces, están las escuelas, están los programas de educación, están las universidades y ahí chiquitito estamos nosotros. De manera que nuestro posible “poder” de discutir un mejor presupuesto retrocedió muchísimo. El ministerio de Ciencia y Técnica fue un logro histórico de la comunidad científica, lo habíamos pedido durante muchísimos años y empezó a funcionar desde el 2007. Es muy importante para nosotros porque era el paso hacia la consideración de la ciencia y la tecnología como una política pública.
 
En el primer documento se habla que de continuar estas políticas se van a producir efectos devastadores sobre la estructura productiva. ¿Es así?
Porque no solo se está perjudicando al Conicet. Hubo despidos también en el INTI, en el INTA, en la Comisión Nacional de Energía Atómica, las universidades nacionales han sido afectadas, sobre todo en las áreas de ciencia y tecnología. El INTA está cerrando un montón de sus agencias. La ciencia y la tecnología se hace día a día. Usted pasa por acá y verá a los chicos pipeteando, trabajando con animales, etc. Y las consecuencias de ese trabajo no son para mañana, son a mediano y largo plazo. Si éstos jóvenes no entran y se van, no los puedo recuperar, no les puedo decir vuelvan mañana cuando tal vez cambie el gobierno. ¿Qué confianza van a tener? Con el gobierno anterior volvieron mil y pico de científicos, algunos de ellos ya se fueron y otros tienen ganas de irse. Y a lo mejor todavía no se van porque volvieron a adaptar a su familia a la Argentina, es todo un tema. Y si las líneas de investigación se interrumpen eso perjudica todo el tejido de los avances obtenidos. La ciencia tiene que ser competitiva y así todo se hace mucho más difícil. La posibilidad de que desde el ambiente científico podamos mejorar el tipo de producción de la Argentina y la vida de los argentinos es una realidad, porque hay ejemplos para mostrarlo: se desarrolló una semilla resistente a la sequía, tuvimos los satélites, se radarizaron los aeropuertos del país con radares fabricados por la industria argentina. Son tecnologías que muy pocos países del mundo las tienen, se están desarrollando alimentos que pueden ayudar a situaciones de nutrición, medicamentos. Los logros han sido muchos, pero una política como la actual interrumpe ese desarrollo o directamente lo malogra. Hay además infinitas posibilidades de avanzar más si el Estado apoya la investigación y el desarrollo de la ciencia. Fíjese. Hace dos semanas salieron cifras en Scimago, que es un ranking internacional muy exigente. Y el Conicet volvió a subir 74 lugares. Está en el número 21 mundial. Está en el mejor lugar de América Latina, pero estamos midiendo lo que pasó en años anteriores, no ahora. Porque siempre se mide hacia atrás. Superamos a la Nasa. Todo ese progreso ahora está en peligro.
                                                                                  A.C.