Felipe Pigna y su nuevo libro dedicado a José de San Martín

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En su nuevo libro, La voz del gran jefe (Planeta), el historiador y escritor despliega, en contexto, la vida y la obra del Libertador, y rescata aspectos poco conocidos, incluso aquellos que se ocultaron deliberadamente para menoscabar su figura. En esta nota repasa momentos claves de la formación de José de San Martín y explica por qué cree que la Historia argentina en las escuelas se enseña mal.

José de San Martín es, junto a Manuel Belgrano, el prócer argentino más renombrado y homenajeado de la historia argentina, lo que no significa estrictamente que su vida y su obra hayan sido comprendidas. El historiador Felipe Pigna, que le ha dedicado al Libertador su último libro, sostiene que los relatos que circulan sobre su historia están plagados de puntos oscuros y malos entendidos, por los que propone en El gran Jefe repasar y profundizar en la verdad de su pasado.

A partir de la minuciosa  investigación que concretó, el autor dio forma a una obra que, finalmente, descorre el velo de los mitos y logra superar los lugares comunes: la revisión del origen de José de San Martín, la dimensión privada de su vida y la construcción de su imagen pública, sus vínculos con la franco masonería y los referentes diplomáticos de entonces, sus adhesiones ideológicas y las campañas en su contra -fue perseguido, ninguneado y calumniado por sus enemigos políticos, entre los que se contaban Bernardino Rivadavia y Carlos Alvear-, además de las estrategias militares que diseñó para liberar a la patria de España son capítulos centrales de este recorrido que, dos siglos más tarde, pretende dar sentido y contexto a sus acciones y sus dichos. En una de las presentaciones de El Gran jefe que Pigna concretó en estos días, respondió a las inquietudes de sus lectores y de Revista Cabal.

- ¿Cómo transcurrieron sus primeros años, qué se sabe de su infancia?
-Se sabe mucho menos de lo que se cree. Lo que intenté en mi libro fue contar cosas que han sido muchas veces olvidadas, o no se sabían. Las controversias en torno de su figura ya aparecen en relación al nacimiento y a la verdadera identidad de sus padres. Luego, de muy joven, a los 11 años, viaja a España y recibe una educación militar; ese es otro de los aspectos menos difundidos. A los 13 ya estaba combatiendo en lo que hoy es Argelia y reveló una personalidad temeraria. No le tenía miedo a la muerte. Sus acciones eran tan eficientes y arrojadas que a los 15 ya era oficial y tenía varios combates encima.

-¿Qué hay respecto de su formación política?
-Leía libros prohibidos por la Inquisición y la lectura lo apasionaba. Dominaba muy bien el inglés y leía Historia, Economía política.  La riqueza de las naciones, de Adam Smith, lo marcó para siempre. Era muy fanático de Voltaire, uno de los tres ideólogos de la revolución francesa y también era fanático de la pintura -pintaba barcos-, y de la música. Amaba a Beethoven, más allá de su música incluso. Aprendió en España las artes de la guerra, tenía un nivel muy elevado; fue un cuadro político. En 1808 funda la Logia de Cádiz, con un grupo de gente que se prepararía para volver a sus países a encarar las respectivas revoluciones. El será, finalmente, el conductor militar de la Revolución de Mayo, que permitió nuestra independencia de España.

-Escribió sobre San Martín y su próximo libro estará enfocado en  la historia de Manuel Belgrano. ¿Cómo era la relación entre ellos?
-Sentían mucho respeto el uno por el otro y estaban lejos de la competencia mutua. Belgrano decía “Yo no quiero ser el padre de la patria, me conformo con ser un buen hijo”. Creo que es una linda definición. A San Martín tampoco le gustaba que lo llamaran el “padre de la patria”, prefería el concepto de “fundador”.                                                                                              
-¿Qué opina de la “simplificación” de los hechos y de las figuras históricas a la que nos acostumbraron los manuales escolares?
-El poder siempre ha considerado que no es bueno que el pueblo conozca su pasado y esto creo que tiene directa relación con la operación de infantilizar la Historia. Con esto no estoy hablando mal de la visión de los niños, que suelen ser extremadamente inteligentes, sino de que la educación tradicional suele llevar al terreno del cuentito sin conflicto los relatos verídicos. El resultado es un relato chato, aburrido e inverosímil; la forma en que suele enseñarse Historia en la escuela y que nos aleja de la realidad de lo que ocurrió. Suelen no vincularse los hechos históricos entre sí, aplanarse los contextos, desdibujarse las razones de los protagonistas; eso llevó a que mucha gente pensara que la Historia es una materia inútil y poco interesante, y ese probablemente haya sido el objetivo de aquellos a los que no les conviene que la gente conozca el pasado para mejorar su presente. Creo que en eso estamos, intentando modificar esto. Por suerte los chicos, que son el futuro, se atreven a preguntar por qué, cómo y cuándo, que son las preguntas básicas. Antes no estaba permitido que en las aulas se preguntara tanto, y por suerte hoy en día eso es imposible; nadie puede acallarlos, ni someterlos como antes. Durante mucho tiempo la norma fueron estos relatos inverosímiles, soporíferos, en relación al pasado; pero por suerte eso está cambiando para siempre.

-¿La idealización de los próceres también nos distancia de ellos?
-Sí, si la vara está tan alta que sentimos que nunca podremos alcanzarlos. No hace falta cruzar los Andes, con que no robemos, amemos a nuestro país, y trabajemos por el colectivo, estaremos pareciéndonos un poco. La honestidad, la coherencia y la empatía –algo en lo que San Martín ponía mucho énfasis-, es lo que nos permite rescatar sus valores y nos acerca un poco a ellos. Creo que todos podemos ser un poco más sanmartinianos, en la medida en que nos lo propongamos. Hasta nos han obturado la ejemplaridad, y tenemos que recuperarla. Ser más parecidos a un prócer no pasa por ponerse un poncho o un gorro en un acto escolar, sino por rescatar los valores que ellos nos han transmitido y podemos asimilar.

-En términos políticos, ¿qué se puede hacer para no repetir, en términos históricos, lo que ya nos ha hecho mal como país?
-Ser conscientes de los errores cometidos y estar muy atentos a lo que se conquistó positivamente. Debemos perder la soberbia de creer que todo estuvo bien hecho, porque no fue cierto, pero al mismo tiempo ser firmes en la defensa de lo que haya que cuidar o preservar: la industria nacional, la educación, que son valores que deben ser cuidados sin ninguna duda. La educación pública es la base de cualquier posibilidad de construcción; creo que lo más importante pasa por ahí.

-¿Es posible de construir un nosotros, una identidad, a partir de la diversidad?
-La identidad siempre es un problema grande, pero hay un nosotros que se puede trabajar, aunque no seamos todos los mismos ni queramos exactamente las mismas cosas. La historia argentina está basada en alianzas y enfrentamientos y ni unos ni otros se deben ocultar. Las construcciones también están llenas de conflictos, este es un país complicado que tiende a parcializar y a recortar. Creo que nos vendría bien aunar esfuerzos en torno de objetivos comunes.

-¿Cuál es o debería ser, en esencia, la función de los historiadores?
-Eric Hobswam, de reconocida trayectoria marxista, decía que la función de la historia es mostrar las fotos completas, no los recortes. Hay una famosa foto de la segunda guerra mundial en la que se ve a una mujer polaca con su hijo, en el momento en que un par de soldados nazis la captura, con todo el dramatismo que esto implica. Cuando él llegó al archivo de Varsovia pudo ver la foto completa, no el recorte, y en ella se veía, además de la mamá con el nene, una multitud de gente sonriendo y aplaudiendo la captura. Era el apoyo de la sociedad civil lo que alguien había recortado, porque no se bancó lo que había ocurrido en realidad, que era incluso más grave de lo que se había visto en la foto, los errores civiles. Hobswam decía que la Historia es la ciencia que debe intentar mostrarnos las fotos completas. Creo que es una buena síntesis de nuestra función. Entre el camino de la opinión y las conveniencias -que llevan a ocultar algunas cosas y exaltar otras en función de caprichos personales-, y el del profesionalismo y la seriedad, yo elijo el segundo. La historia es políticamente incorrecta, y uno no trabaja para complacer a los demás, se propone contar lo que pasó. Nada menos.
                                                                                                Verónica Abdala

Felipe Pigna (1959) nació en Mercedes, provincia de Buenos Aires y es uno de los historiadores argentinos que más libros ha vendido en los últimos años. Además, es director del Centro de Difusión de la Historia argentina, de la Universidad Nacional de Gral. San Martín, columnista de la radio Vorterix, y director de la revista Caras y Caretas y del sitio web www.elhistoriador.com.ar, y consultor para América latina de The History Channel. Para este mismo canal condujo la serie Unidos por la Historia en el año 2010, y actualmente conduce otros segmentos por televisión. Algunos de sus libros publicados son: Los mitos de la Historia Argentina 1,2,3,4,5, Lo pasado, pensado; Al gran pueblo argentino, salud; Evita, jirones de su vida y Libertadores de América y El gran jefe.