La historia sin fin

Actualidad

Un río de lodo aceitoso, oscuro y maloliente. A sus márgenes, la miseria de quienes ocupan sus orillas, sumidos en la suciedad y la pobreza. El paisaje parece evocar alguna postal del apocalipsis, y sin embargo es una de las imágenes a las que ya están más que acostumbrados los habitantes de Buenos Aires. El Riachuelo –considerado el tercer río más contaminado del mundo- y su larga historia de promesas incumplidas no son noticia para nadie, aunque la realidad que afecta a millones de personas golpeada  por décadas de negligencia, abandono y desidia siga resultando indignante.

 

La situación actual es, qué duda cabe, alarmante: según datos de Greenpeace, la Cuenca Matanza Riachuelo, a esta altura un ícono de la contaminación nacional, es una de las más afectadas del mundo en términos ambientales. En las zonas aledañas a la Cuenca viven 5 millones de habitantes –nada menos que el 13,5% de la población del país- en grave riesgo sanitario, de los cuales el 35% no tiene agua potable y el 55% no posee cloacas. La Cuenca atraviesa 14 municipios e incluye a la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente, se estiman más de 20.000 industrias establecidas en ese territorio.
Son tres los factores principales de la contaminación: las descargas cloacales, los basurales a cielo abierto y las descargas de origen industrial. Es por eso que en el año 2004 un grupo de vecinos interpuso una demanda contra el Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires, el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 44 empresas, por daños y perjuicios sufridos a raíz de la contaminación del Riachuelo.

El 20 de junio de 2006, la Corte Suprema de Justicia de la Nación se declaró competente en la causa e intimó a los demandados para que presentaran un plan de saneamiento de la Cuenca. En noviembre de ese año el Congreso Nacional sancionó la Ley Nacional Nº 26.168, que creó la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACuMaR) como ente de derecho público interjurisdiccional dentro de la órbita de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. En julio de 2008, en una sentencia histórica, la Corte Suprema ordenó a los tres Estados demandados a sanear el Riachuelo. A su vez, en este fallo la Corte encomendó a Greenpeace, junto al Defensor del Pueblo y otras cuatro ONG´s, la conformación de un Cuerpo Colegiado para el control ciudadano del plan de saneamiento ambiental. Dos años después, en el 2010,  la justicia ordenó apurar la limpieza y multar a los funcionarios públicos responsables que incumplan con las obligaciones encomendadas. Pero poco se ha hecho desde entonces. Aún son varios los asuntos pendientes y no se sabe cuándo ni cómo el agua contaminada -por microorganismos que producen graves enfermedades gastrointestinales, broncorrespiratorias y eruptivas, sin contar los compuestos tóxicos de cromo, plomo y metales pesados que arrastran las aguas- se convertirá en un flujo de agua limpia.

La contaminación resultante provoca una larga lista de enfermedades, desde cáncer hasta problemas en la piel, en el desarrollo neurocognitivo y psicomotriz, malformaciones congénitas, problemas hormonales, respiratorios, digestivos y en el sistema reproductivo, entre otros. Las sustancias tóxicas y cancerígenas de los residuos llegan a la gente a través del agua que consumen, el aire que respiran (vapores y olores), el suelo y los alimentos que ingieren.

Un poco de historia

La Cuenca Matanza-Riachuelo se encuentra localizada al noreste de la Provincia de Buenos Aires. Al Norte limita con la Cuenca del Río Reconquista, al Sur y al Oeste con la Cuenca del Río Salado y al Este con el Río de la Plata. Su nombre desde su nacimiento es río Matanza. Desde el Puente de la Noria donde comienza la Av. Gral Paz, que delimita a toda la Capital Federal, hasta su desembocadura su nombre es Riachuelo. La Cuenca del Rio Matanza-Riachuelo bordea también los Municipios de Almirante Brown, Avellaneda, Cañuelas, Esteban Echeverría, General Las Heras, La Matanza, Lanús, Lomas de Zamora, Marcos Paz, Merlo y San Vicente. Sus principales afluentes son los arroyos Cañuelas, Chacón y Morales en la provincia de Buenos Aires y el Cildáñez (entubado) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todos estos cursos de agua se encuentran altamente contaminados.

Los orígenes del problema se remontan a los inicios de la ciudad, cuando en sus márgenes se instalaron saladeros y curtiembres, que arrojaban al agua sus residuos, entre ellos las vísceras de los animales que mataban. Cumpliendo con la orden de Carlos V, que mandaba a los establecimientos contaminantes a que se ubicaran “bajo las aguas” y alejados de los núcleos con mayor población, Juan de Garay fue el primero que ordenó que los deshechos y basura de mataderos, pescaderías y lavaderos de lana fueran arrojados al Riachuelo.

Los perjuicios que se observaron en las décadas posteriores se hicieron cada vez más evidentes. En 1811, el Primer Triunvirato se comprometió a limpiar el Riachuelo por la contaminación que provocaban mataderos, saladeros y curtiembres. En 1813, la Asamblea del año XIII ordenó el desalojo de esos establecimientos, y para 1830 el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas ya había prohibido por decreto arrojar al Riachuelo los desperdicios.

Más de medio siglo más tarde, sin embargo, el problema se agravaba: en 1871 –año en que la fiebre amarilla hacía estragos entre los habitantes de la ciudad, y el Riachuelo era señalado como uno de factores propagadores de la enfermedad-, el diario La Nación describía el panorama en estos términos: "El lecho del Riachuelo es una inmensa capa de materias en putrefacción. Su corriente no tiene ni el color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa, parece un torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta en el seno gangrenado de la tierra. Un foco tal de infección puede ser causa de todos los flagelos, el cólera y la fiebre. ¿Hasta cuándo inspiraremos el aliento y beberemos la podredumbre de este gran cadáver tendido a espaldas de nuestra ciudad?"

Con María Julia Alsogaray y Carlos Menem llegaría, en 1993, el anuncio de los “mil días” proclamados para depurar el río, acaso el fracaso más escandaloso entre las numerosas promesas incumplidas a lo largo de casi dos siglos. Alsogaray, por entonces,  Secretaria de Medio Ambiente había presentado un proyecto de limpieza que jamás llegó a concretarse. "En 1995 vamos a ir al Riachuelo a pasear en barco, a tomar mate, a bañarnos y a pescar”, anunció Menem. María Julia Alsogaray prometió: “En mil días el Riachuelo estará limpio”. El Plan Menem-Alsogaray para la limpieza del Riachuelo recibió en 1997 un crédito de 250 millones de dólares del Banco Interamericano de Desarrollo (BID); 40 millones se gastaron en estudios de consultoría o en remover barcos hundidos, y 150 millones derivaron a Planes Sociales. La malversación de los fondos para el proyecto se le imputaría posteriormente a Alsogaray en una causa por enriquecimiento ilícito.

En los últimos meses, los medios gráficos y algunos programas televisivos difundieron el tema y se hicieron eco de la búsqueda de soluciones. El programa CQC, de la productora Cuatro Cabezas, le dedicó al tema un informe especial, el pasado mes de agosto. En ese marco, denunció junto a un representante de Greenpeace a una de las empresas contaminantes, Eternit, ubicada en González Catán, que arrojaría las aguas residuos con asbesto (amianto), una sustancia peligrosa y cancerígena. Por medio de muestras del suelo remitidas a un laboratorio por Greenpeace, se pudo comprobar la “presencia de asbesto en los restos de fibrocemento que están esparcidos en la superficie y también bajo tierra, sin que hayan contemplado las medidas de seguridad necesarias”.

Félix Cariboni, coordinador de la Campaña Riachuelo de Greenpeace -que fue entrevistado en ese programa- sostiene que “los avances registrados no son más que una especie de maquillaje: lo que importa es dejar de contaminar, y eso no se está concretando”. La Secretaría de Ambiente de la Nación sostiene, por su parte, que el avance es lento pero progresivo, y que habría unas 300 empresas en reconversión y otras 300 que ya modificaron conductas y hábitos contaminantes.

Lo cierto es que los resultados son, a todas luces, insuficientes. A dos siglos de que se dictaran las primeras normas que prohibían arrojar desechos contaminantes al Riachuelo –y a cuatro de los inicios de la contaminación-, la realidad sigue siendo preocupante, y los sucesivos gobiernos son cómplices de esta tragedia ambiental, por ineficacia, complicidad o indiferencia.
 

Los números del fenómeno

* 13, 5% de la población argentina vive en la cuenca del Rio Matanza Riachuelo.

* 64 % de la población afectada por la contaminación del Riachuelo pertenece a la Ciudad de Buenos Aires, le siguen en orden los partidos de Avellaneda, Almirante Brown, La Matanza y Lomas de Zamora.
* 13 son las villas de emergencia ubicadas en los márgenes el Riachuelo, que en total suman 500.000 personas.
* 55 % de la población aledaña al Riachuelo carece de cloacas y el 35 % no tiene agua potable.
* 368.000 metros cúbicos de aguas residuales domésticas por día recibe el río Matanzas-Riachuelo, y solo el 5 % de ellas recibe algún tipo de tratamiento.
* 88.500 metros cúbicos de desechos industriales diarios que contienen cadmio, mercurio, níquel, plomo, cromo, arsénico, selenio, fenoles, bencenos, tolueno, hidrocarburos clorados, pesticidas, herbicidas, plaguicidas, detritos animales, materiales orgánicos en suspensión, detergentes son los que contaminan las aguas.

 

Fotos: sub.coop