La tragedia de Siria

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La reconocida periodista Stella Calloni analizó en una conferencia la delicada situación por la que atraviesa la República Arabe Siria, la guerra que la desangra y los intereses que se juegan detrás de ella. 

La sangrienta guerra que se está librando en Siria, desde hace ya 17 meses, ha dejado hasta el momento el escalofriante saldo de más de 12.000 personas muertas. Eso, sin contar la enorme destrucción de bienes materiales que, cualquiera sea el resultado al que conduzca este  conflicto, obligará a un descomunal esfuerzo de reconstrucción cuyos mayores sacrificios y dolores -como siempre ocurre- recaerán en los sectores más débiles y sufridos de la población. Las fuerzas que han desatado esa guerra, como otras ocurridas en el Medio Oriente o el norte de África, no parecen prestarle demasiada atención a esos costos: lo más importante, conforme declaran sus voceros en los distintos medios que dan cobertura a esos enfrentamientos, es brindarles a esos países la “libertad”, devolverles una democracia que algunos gobiernos dictatoriales les negaban.

¿Libertad? ¿Democracia? Una simple recorrida por Irak o Afganistán, naciones que gracias a la ayuda de las tropas norteamericanas y de la OTAN habían sido expurgadas de esos odiosos gobiernos, podría ilustrar a cualquiera sobre el contenido que para los invasores tienen esas dos palabras. Es posible que encuentre aplicaciones más leves y terapéuticas de esos dos conceptos en el infierno del Dante. Luego de ese aire “liberador” vino la llamada “primavera árabe”, expresión con la que todavía encabezan sus títulos muchos medios de este país y del mundo. O sea el derrocamiento de los gobiernos autoritarios de Egipto, Libia, y ahora el intento de repetir lo mismo con Siria.

En Egipto, después de las manifestaciones populares –que tuvieron inicio en protestas justas de los obreros portuarios y los estudiantes-, la rebeldía fue poco a poco cooptada y dirigida hacia otro destino por los militares que sobrevivieron a Hosni Mubarak. Y luego de unas recientes elecciones, ahora gobierna la Hermandad Musulmana, de buenos vínculos con Occidente y cuyo gabinete ha sido poblado de militares aliados del ex presidente, como es obvio para fortalecer la democracia. ¿Quién gobernó Libia? Un llamado Consejo Nacional de Transición, cuyo presidente es Mustafá Abdul Jalil, que según una amplia encuesta realizada recientemente fue caracterizado por más del 60 por ciento de la gente como un títere de la OTAN. Sea como sea, ya tiene entre los mochuelos que debe solucionar, una investigación que le exigen distintos organismos de derechos humanos para esclarecer el asesinato de Muamar el Kadhafi y la ejecución masiva y sin juicio de cientos de oponentes luego del alto el fuego.
  
¿Cómo es la situación en Siria? En una reciente conferencia realizada en el Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti, de la Capital, la periodista, docente e  investigadora Stella Calloni proporcionó días atrás algunos detalles de este conflicto muy reveladores. Calloni es una reconocida especialista en temas de geopolítica latinoamericana y mundial, que ha escrito infinidad de libros (Torrijos y el canal de Panamá, Nicaragua, el tercer día, Panamá, pequeña Hiroshima, Operación Condor: pacto criminal, La invasión a Irak, guerra imperial y resistencia, Evo en la mira: CIA y DEA en Bolivia, etc.), varios de ellos en el escenario mismo de los hechos. Ha sido en distintas ocasiones premiada por sus trabajos y su opinión es muy valorizada. En la actualidad trabaja como corresponsal para Sudamérica de La Jornada de México.
  
De entrada, Calloni afirmó que en Siria se están “presenciando acontecimientos terribles y crímenes de lesa humanidad cometidos al amparo de la impunidad imperial” y calificó a las supuestas rebeliones de la denominada primavera árabe como verdaderas expresiones de una guerra colonial, alentada, armada y financiada por distintas potencias extranjeras, en primer término los Estados Unidos. Afirmó que el modelo en Siria es el mismo que se aplicó en Libia y que se intentó aplicar sin éxito a Evo Morales en Bolivia en septiembre de 2008. “Por lo que nosotros investigamos –agregó- varios empresarios de la Media Luna boliviana fueron a Europa a contratar mercenarios. Esto salió publicado en algunas agencias españolas. Y con algunas fuerzas que juntaron en pocas horas quemaron 171 edificios, entre ellos el de la Reforma Agraria, la televisión y varias radios comunitarias, queriendo hacer pasar eso por una rebelión popular. Y mataron en Pando a varios campesinos que apoyaban a Evo. Por suerte esa conspiración no cuajó debido a la rápida intervención de la UNASUR, cuya importancia se revela en actos como éste, que mandó una comisión encabezada por el jurista argentino Rodolfo Mattarollo, quien hizo un informe impecable sobre los hechos.”

Estas conspiraciones se montan a veces sobre la disconformidad de alguna gente, que sirve como punto de apoyo o trampolín para facilitar la intervención de los ejércitos privados de mercenarios que arman las agencias como la CIA o los propios gobiernos occidentales (Estados Unidos, Inglaterra o Francia), que no dudan en contratar en forma pública a esos criminales a través de avisos en los diarios, comentó Calloni. Estos grupos de choque están entrenados para matar sin la menor compasión y perpetran uno tras otros actos de vandalismo para aterrorizar a los pobladores. La periodista argentina señaló que varias masacres, como la de Holm, en Siria, fueron cometidas por estos grupos y adjudicadas luego al gobierno sirio. Una periodista alemana que tomó contacto con algunos de estos pelotones invasores contó que le relataban sus peripecias de secuestro, interrogatorio o degüello de sus enemigos casi con satisfacción.

Dos gobiernos especialmente implicados en la financiación y armado de los grupos mercenarios son los de Qatar, una autocracia petrolera de nuevo cuño, y Arabia Saudita, definida por Robert Fisk, del diario británico The Independent como uno de los “más perniciosos califatos dictatoriales del mundo arabe”. Como dice este periodista, que no comulga para nada con el presidente sirio Bashar el Assad, pero que no se chupa el dedo, esos dos gobiernos tienen títulos más que suficientes, si se tratara realmente de instalar nuevas democracias en esa región del mundo, como para que Estados Unidos y otras potencias occidentales les organizaran alguna “invasioncita”. El otro país muy comprometido en la conspiración es Turquía, por cuyas fronteras han ingresado muchas de las tropas mercenarias.
      
Calloni sostuvo, en base a todos estos datos, que la conclusión es que no se pretende liberar a ninguno de esos países de una dictadura sino someterlos a una estrategia que Estados Unidos ha concebido hace varios años y que consiste en ir ganando territorio poco a poco para cercar primero a Irán y luego a China y Rusia, que son sus competidores reales en la economía mundial. Ese plan ha sido reconocido por algunos generales del propio Pentágono. Y el hecho que demuestra que se trata de una estrategia es que se quiere llegar hasta el fin. Tanto la secretaria de Estado de USA, Hillary Clinton, como otras figuras de su gobierno, han expresado total intransigencia en sus posiciones y no aceptan ningún arreglo que no suponga la destitución de Bashar el Assad, que es desde hace muchos años una espina dolorosa en los propósitos de la gran potencia.

De hecho, la renuncia de Kofi Annan, ex secretario general de las Naciones Unidas, a su mediación en el lugar se debió a las fuertes trabas con que chocó su gestión. Annan había llegado a un acuerdo con Bashar el Assad para llevar adelante un plan de paz, que también aceptan otras fuerzas opositoras de Siria, obviamente no las que han organizado la invasión. Pero, el juego norteamericano es a todo o nada. Por último, Calloni señaló algunos otros puntos dignos de reflexionarse. Uno, que el Consejo Nacional Sirio, que timonea a las fuerzas de ocupación, está formado por varios funcionarios de origen sirio que han trabajado en agencias de inteligencia extranjeras, entre ellas la CIA. Que por eso son los destinados a gobernar el país de ganarse la guerra. Dos, que la cobertura de la contienda ha sido en los medios muy deformada, incluso en los que pertenecen a ciertos sectores intelectuales de izquierda, que tienden a minimizar el alcance de la estrategia imperial. Tercero: que eso es grave porque Siria no está lejos. Y lo que se organiza para esa nación como remedio, se piensa también para aquellos otros países de América Latina que, con el tiempo, no quieran someterse –como sucede hoy mismo- a su dominio. Es una advertencia inquietante, que por lo menos merece ser bien reflexionada.

                                                                                               A.C.