Las mujeres en el mercado laboral: avances y retrocesos

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Ellas han ganado derechos pero perciben menos ingresos, suelen ser discriminadas si son madres y enfrentan prejuicios. La menor valoración, los salarios más bajos y  la doble responsabilidad de ocuparse de la profesión y la casa hacen que la realidad de las mujeres, en la Argentina y el resto del mundo, estén todavía muy lejos de ser considerada equitativa. 

En las últimas décadas se han registrado profundas transformaciones en la realidad laboral de las mujeres, que cada vez son más en el mercado de trabajo. Por un lado, su presencia ha aumentado en el total de trabajadores ocupados, por otro asumen roles y cargos claves y eso, en muchos casos, les permite asumir la manutención de sus propios hogares. Hay sin embargo, múltiples razones que aún impiden hablar de igualdad de condiciones con los hombres.
  Según un informe de la ONU, el trabajo es el lugar donde más se discrimina a la mujer. Ellas sufren más desocupación y además ocupan, a nivel mundial, sólo el 16% de los puestos jerárquicos (como la dirección ejecutiva en las grandes empresas del mundo, por ejemplo).  Si se tienen en cuenta el escenario del mercado laboral a nivel planetario, las estadísticas indican que las mujeres ganan, además, un 30% menos que sus colegas varones (por asumir una responsabilidad equivalente). Otro dato curioso, y muy representativo del problema: sólo el 12 % de los miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es gobernado por mujeres.

“Ese es el peso real que tenemos las mujeres en los ámbitos de poder, a pesar de que somos la mitad de la población mundial y constituimos la mitad de la fuerza de trabajo”, sostiene Marilén Stengel, autora de De la cocina a la oficina (Capital Intelectual), un libro que precisamente aborda estas cuestiones. “La incomodidad esencial tiene que ver con que existe una imperiosa necesidad de cambio en la manera en que se trabaja hoy en día. Así como, desde la sociedad civil, las mujeres estamos pidiendo mayor participación política, económica y en la toma de decisiones, también estamos reclamando que en los ámbitos laborales que integremos se consideren nuestra perspectiva y nuestros derechos y necesidades.”
Entre las desventajas que padecen, las mujeres suelen gozar de sueldos inferiores (está dicho, a igual responsabilidad), ser discriminadas por ser madres a la hora de ascender o tolerar los prejuicios de quienes desconfían de sus competencias profesionales, por su condición femenina. Mientras que, a favor de su situación, cabe decir que en los dos últimos siglos se han logrado en materia de derechos más que lo que probablemente se ganó en cualquier otro período de la historia.
“Me parece que hemos hecho una buena tarea a pesar de los costos pagados  y de las tensiones que seguimos experimentando, y queremos seguir ganando visibilidad, dinero, respeto, autorrealización en las décadas que siguen”, plantea Stengel.

En la Argentina, el escenario todavía está lejos de ser equitativo: la inserción de las mujeres no se produce en un marco de igualdad y las remuneraciones siguen siendo inferiores a las de sus colegas varones. Esas desventajas muchas veces dificultan su acceso y permanencia en los puestos, y si a eso se suma que la mayoría de ellas a su vez está a cargo de un hogar y del cuidado de los hijos, queda claro por qué la situación es doblemente desventajosa: no sólo implica esfuerzos para compatibilizar la familia y el trabajo sino que además las deja en una situación precaria a nivel económico y profesional.
  Hugo Ñopo, experto en educación del Banco Interamericano de Desarrollo, confirma que “las mujeres se hacen cargo del 80% del trabajo doméstico. Con estas diferencias de responsabilidades al interior de los hogares, las mujeres salen a los mercados de trabajo en condiciones desiguales frente a los hombres. Esto luego se traduce en menores posibilidades de ascenso y peores salarios”.
  La brecha laboral entre los salarios que perciben mujeres y varones argentinos es grande: de acuerdo con los datos del INDEC, en Argentina los varones ganan en promedio 36% más que las mujeres.

En términos de formación, las mujeres argentinas presentan, además, un mayor grado de escolaridad -son mayoría en las escuelas y universidades-, lo que en el largo plazo supone que seguirán ocupando espacios de poder y mejorando sus condiciones laborales. Pero todavía sienten incomodidad, y seguramente esta situación tardará algunos años en revertirse si, con suerte, se revierte.

“Hay un camino recorrido, y también algunas batallas que las más jóvenes ya no tienen que dar”, plantea Stengel, en el final de su libro. “Sin embargo, mandar, conducir equipos, tomar decisiones, acceder a ciertos puestos, y liderar el propio negocio todavía siguen teniendo una impronta masculina. Muchas de nosotras estamos inventando, intentando crear un modelo distinto, alternativo al que vemos hoy en las empresas.”
Las mujeres deberán seguir motorizando el cambio, no en contra de los hombres, sino junto a ellos. Para que el futuro sea más satisfactorio e igualitario para ambas partes: un mundo más pacífico, más justo e igualitario, también en el plano del trabajo.