Madres por donación

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Cambios en las estructuras familiares, evolución del rol y de la independencia de las mujeres en la sociedad y avances científicos que lo permiten, hacen de la donación de óvulos o semen una alternativa para la maternidad. Más allá de las cuestiones científicas, hay todo un menú de interrogantes para los que las potenciales madres buscan respuestas, como puede leerse en un libro de reciente aparición.

La licenciada Estela Chardón sabe de lo que habla y escribe. Ella misma, hoy psicóloga especializada en Psicología Perinatal, cofundadora de la asociación Concebir y docente de la UBA, fue madre por ovodonación en la década del 90, cuando además empezó esta vocación por difundir el tema, tratar la problemática y ayudar a las mujeres que, solas o en pareja, quieren vivir la experiencia de la maternidad. Lo planteó en su primer libro, Saliendo del laberinto, y ahora en Mamá por donación. Formar una familia mediante la donación de óvulos o esperma (Editorial Cien Lunas, en ambos casos), en el que en un estilo franco, con un lenguaje coloquial y un criterio amplio, se dirige a las mujeres que buscan un hijo y están, lógicamente, llenas de dudas y quizá también prejuicios y preconceptos, que Chardón busca esclarecer y desarticular, respectivamente.

A diferencia de lo que ocurría décadas atrás, hoy los interrogantes no están puestos tanto en el qué dirán, el impacto en la familia de origen y amigos y los aspectos vergonzantes y secretos que escondía la donación, especialmente de semen, sino en cuestiones relacionadas con el perfil del donante, tanto en sus aspectos sanitarios como psicológicos y, especialmente, genéticos. Según explica la autora, hoy, con las nuevas “formas de familia”, amparadas por la Ley 26862, que reconoce los derechos reproductivos sin distinción de sexo, raza o condición social, han cambiado muchos paradigmas. En la actualidad, pueden requerir de Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) con donación de ga­metas tanto parejas de distinto sexo, Madres Solteras por Elección (MSPE) o monoparentales, como parejas igualitarias, condiciones antes inimaginables. Así, las inquietudes están concentradas en las dificultades y frustraciones de quienes no pueden tener hijos y que generan sensaciones que muchos autores definen como “duelo genético”, señala Isabel Rolando, cofundadora y ex presidenta de Concebir Asociación Civil, en el prólogo del libro (que incluye explicaciones científicas a cargo de especialistas en TRHA, Genética, Psicología Biológica, Derecho en Salud, Derecho de Familia).

Aunque no hay estadísticas al respecto, se estima que cada año en la Argentina nacen alrededor de 2.000 bebés gracias a la donación de óvulos y/o semen. Esto, dice Chardón, a pesar de “las dudas con respecto a la donación: cómo se seleccionan los donantes, si les realizan los exámenes correspondientes, el tema de los parecidos físicos, la donación no anónima para nuestros hijos nacidos, y toda la montaña rusa de emociones que conlleva este camino…”. Y resume el repetido pero no por eso menos cierto “Madre o padre es quien lo cría y le da amor”.

Madres por donación

La especialista se dirige en su libro a la mujer que desea ser madre, como lo fue ella alguna vez, y no deja de intentarlo todo, frustrarse, hacerse preguntas, desistir, seguir haciéndose preguntas… “Probablemente lo primero fue cuidarse, evitar un embarazo fue­ra de tiempo, de lugar, con la persona equivocada, como si la vida fuera a darnos algo de todo eso. Tal vez siempre tuviste parejas del mismo sexo, por lo tanto sabías que un hijo no iba a llegar tan fácilmente. O te quedaste esperando, como en los cuentos, al prín­cipe Azul que se extravió en el camino, y solo te encontraste con sapos de verdad que por más besos que jamás se convirtieron en esa persona. No importa el recorrido, ¿o sí? Se hizo largo, tedioso, ¿frustran­te? O te encontraste así, de golpe, en este lugar. ¿Estás en shock o agotada? ¿Estás decidida a leer o vas a ir dando saltos buscando las respuestas que tu mente parece empecinada a negarte?”

 

Y continúa: “Mientras el resto de las personas parecen simplemente decidir te­ner un hijo y lo tienen, vos estás acá, detenida, pensando, dudando, investigando de qué se trata. Sabés que estás en esta situación como podrías estar en cualquier otra, y lo peor es que todos los que te rodean se ocupan de recordár­telo. Te dicen ‘estás buscando un hijo, no estás enferma’. O ‘por más que cueste, ya va a llegar…’ y vos te preguntás cómo. ‘¿Por qué no mirás todas las cosas buenas que tenés?’. ‘No te vas a morir por esto, tené paciencia’. ¿Te sirven de algo estos comentarios? ¿Alguna vez los escuchaste?”

 

Causas y azares

Al mismo tiempo, Chardón hace un descarnado repaso de todo el laberinto médico y burocrático que las mujeres o parejas que, por motivos diversos, e incluso aquellos que sufren de “infertilidad sin causa aparente”, deben enfrentar para concretar su deseo de tener hijos. Entre los motivos para llegar a necesitar una donación, ya agotados otros métodos o por cuestiones de otra índole, como la elección sexual, figuran la menopausia precoz en la mujer, la azoospermia en el hombre, integrar una pareja igualitaria, la decisión de ser MSPE (Madre Soltera por Elección), la existencia de algún problema genético, tener más de 45 años. La autora se concentra en el cimbronazo que provoca la noticia pero también en la forma en que se le es comunicada. “Recibir el diagnóstico suele ser difícil. Sobre todo si no te lo es­perabas. Muy frecuentemente escuchar lo que te dicen no es bien recibido: ‘No mostró nada de empatía, fue algo frío, como si se tratara de ir a comprar la gameta a un negocio’, ‘ni me miró a los ojos, escribía mientras decía tus óvulos no sirven, ‘le dijo a mi marido a partir de ahora ya no te necesitamos’, ‘con este semen no embarazás a nadie’, ‘tus óvulos tienen tu edad aunque no te des cuenta’”. Y advierte: “Aun si te dieron el diagnóstico de un modo profesional­mente correcto, muchas veces tampoco es bien recibido”.

Recién entonces aparecen los interrogantes más serios: “‘¿Y cómo voy a tener un hijo con tantas dudas?’ Fácil: proce­sándolas, entendiendo, informándote, desarmando creencias equi­vocadas. Dándote un tiempo. Sin apuro, un hijo es demasiado im­portante para tomar una decisión a la ligera. Es diferente a lo que esperabas, es diferente a la forma en que los demás tienen sus hijos, a la forma que supusiste alguna vez. Lo nuevo a veces asusta, o por lo menos da ansiedad. Como si fuera una media, tenés que dar vuelta las dudas en co­nocimiento, el miedo en oportunidad, la tristeza en alegría. Tenés que transformarlas. Recorrer un camino que te lleve nuevamente a la esperanza, la ilusión de tener un hijo, recuperar el deseo. Sa­biendo que va a ser distinto. Recibir el diagnóstico es difícil, a veces, pero te están diciendo que se puede. Que vale la pena intentarlo. Que hay una luz en tu horizonte”.

Otro aspecto que suele aparecer, indica la licenciada Chardón, es la responsabilidad por esta imposibilidad de tener hijos. “¿Somos culpables? A veces y a pesar de todos los esfuerzos, even­tualmente, se filtra la culpa. Alguien siente o piensa ‘es mi culpa’, o ‘es su culpa’… aunque sea nuestro problema. Alguno puede decir la frase ‘si estuvieras con otra pareja tal vez no te pasaría esto, no tendrías que hacer esto’, y ‘esto’ es un tratamiento con donación que será el camino para formar una familia. Pero queda flotando en el aire que ‘esto’ con otra persona tal vez no hubiera sido necesario. Y, a pesar de que la respuesta sea ‘no quiero hijos con otra persona’, el puñal de la culpa queda clavado, silencioso, sufriente. Entonces, ¿no hay salida? Sí, la hay. Ayuda cambiar algunas palabras, porque hay palabras con una carga emocional muy alta. No hay culpa, no hay problema. Hay una dificultad que deben atravesar como pareja. Juntos, juntas. De a dos”.

 

Fantasmas y fantasías

Ante la posibilidad de un donante anónimo, las preocupaciones más frecuentes en cuanto a los aspectos médicos son: enfermedades infecciosas; enfermedades genéticas hereditarias; predisposición hereditaria a trastornos o enfermedades; selección de los donantes; parecidos físicos; errores médicos durante el tratamiento; problemas nuevos de salud que puedan aparecer; riesgos de consanguineidad en el futuro, si el hijo se encuentra con otros nacidos o con los hijos del o la donante.

Las dudas más comunes sobre los aspectos psicológicos son: el temperamento, es decir, la parte de la personalidad que viene con los genes; la proporción de incidencia sobre la persona de lo genético, bioló­gico, cultural, crianza, accidental, circunstancial; las causas de ciertas tendencias en el comportamiento (oposicionismo, hiperactividad, déficit de atención) y su componente biológico; el vínculo con el hijo, el apego; las creencias socioculturales (“lazos de sangre”, “la sangre tira”); el temor a ser rechazado por el hijo; el temor a rechazar al hijo; las enfermedades psiquiátricas con componentes hereditarios, como esquizofrenia o bipolaridad.

“Tanto como el origen o la procedencia del donante, te preocupan también sus características, su forma de ser, su carácter, sus gustos, sus habilidades. ¿Por qué? Porque seguramente estás pensando qué de todo eso podría aparecer de algún modo en tu hijo. Si tu hijo es malhumorado… ¿será que es su estilo o será que algo de eso vino en la gameta? Nuevamente llegás al dilema: lo innato y lo adquirido. La huma­nidad se ha debatido entre estos polos desde tiempos remotos, si bien actualmente la mayoría de las investigaciones coinciden en que las características de una persona son el resultado de esa compleja com­binación de factores que mencionamos antes”, agrega Chardón. Y añade como otras preocupaciones la posibilidad de contacto entre el donante y el nacido, algo que está prohibido por ley, y la compensación económica al donante de óvulos o semen, que es legal, a diferencia de, por ejemplo, la donación de sangre.

Respecto de con quién o quiénes compartir la decisión de ser madre por donación y las posibles reacciones, la autora explica: “La comunicación es tal vez el mayor desafío real que vas a enfren­tar, porque esto sí depende de vos. Es algo que tendrás que decidir, ir probando, ajustando. La gente puede sorprenderte con sus reac­ciones ante lo nuevo o desconocido. Tal vez el otro tenga sus propios prejuicios, o los mismos que sentiste vos, al enterarte de que debías recurrir a la donación. No hay receta, pero se puede ir aprendien­do mucho, siendo sincera, hablando con quien lo necesites, dando tiempo también al que escucha para entender. Responder sin sen­tirte atacada. Darle una oportunidad al diálogo”.

Pero la comunicación más importante, sin dudas, es la que, años después, involucra al propio hijo: “Ocultar a tu hijo la forma en que fue concebido es como dina­mitar un campo sembrado, es construir un edificio sobre arenas movedizas. Si la base no es firme, eventualmente va a sufrir. Tarde o temprano, la donación aparece, irrumpe y, como todo lo que se oculta, generalmente no es bien recibido”. No hay normas sobre el momento ideal para comunicarlo, aunque siempre tiene que hacerse a partir de los dos años de edad del niño.

Según estudios al respecto que cita Chardón en su libro, los padres reportan sentirse ansiosos acerca de cómo y cuándo decirle a su hijo su historia concepción; cuando los niños son informados a temprana edad, no suelen tener una respuesta negativa; la principal reacción reportada por los nacidos es la curiosidad; la comunicación no suele conducir al rechazo del padre no vinculado genéticamente con el hijo ni provocar ningún daño a la relación; los padres rara vez se arrepienten de haber informado; los padres con frecuencia reportan sentirse aliviados después de informar sobre el origen genético con sus hijos, si no lo habían hecho de pequeños el secreto es vivido como una sobrecarga.

También señala que “poder compartir la experiencia con otras familias y recibir apoyo de pares durante el proceso de apertura es de gran ayuda, aliviando a los padres y ofreciendo a los hijos un entorno donde compartir la vivencia”, como lo es, por ejemplo, la Red Argentina de Familias por Donación.

Pero quizá el mensaje más importante que deja Mamá por donación para quienes se ven en la disyuntiva de tomar una decisión en este sentido sea el siguiente: “Sí, tener un hijo es una aventura peligrosa, nada garantiza el resultado. Hay padres buenos y padres malos, hijos felices y desdi­chados, vínculos amorosos y de odio. Si es así, entonces lo que te tenés que preguntar es: ¿cuánto cambia la donación?, ¿de qué ma­nera incidirá en el desarrollo de tu hijo y tu relación?, ¿será solo un componente más en esa receta compleja que dará como resultado una familia, una persona nueva, un hijo?”.

 

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