Mano dura en Gran Bretaña

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El primer ministro contra los jóvenes rebeldes y los gremios policiales.

La crisis económica que padecen los países europeos puede tener consecuencias insólitas. Y si no, baste con mirar las últimas revueltas en la capital británica, que provocaron al menos 5 muertos, unos 200 millones de libras esterlinas en daños materiales, la reinstauración de las ideas de mano dura y tolerancia cero y un enfrentamiento gremial de imprevisibles consecuencias entre el gobierno y Scotland Yard.

 

Los problemas entre la policía y la administración conservadora vienen de hace tiempo, pero se potenciaron tras la muerte de Mark Duggan, un padre de familia de 29 años baleado en circunstancias confusas por agentes uniformados, en Tottenham, el 4 de agosto pasado. A partir de la escasa verosimilitud de la versión oficial –el joven tenía antecedentes como dealer, habría disparado contra un patrullero y respondieron a balazos– el caso despertó la ira de miles de adolescentes de las barriadas más pobres de Londres y de otras ciudades del país, que durante un par de días destruyeron todo lo que pudieron.

 

Los analistas más sensatos inscribieron el estallido como una manifestación de la inequidad y de los recortes sobre el sistema de protección social construido durante décadas por la sociedad británica, que de pronto dejó a millones de jóvenes al descubierto y sin posibilidades de futuro.
Pero tanto el Premier, David Cameron, como el ala más retrógrada de la sociedad inscribieron el problema en una rebeldía sin razones de ciudadanos que en muchos casos son tercera generación de inmigrantes de las ex colonias, como era el caso de Duggan. De acuerdo con este criterio sería necesario aplicar mano dura para «convencer» a los revoltosos de que vivir en el Reino Unido tiene su precio en términos de respeto por instituciones centenarias y, sobre todo, por la propiedad privada. «Son caprichosos que sólo buscaron saquear los locales más distinguidos para robarse las zapatillas Nike o los iPod de última generación», fue el mensaje que bajó de las autoridades.

 

Pero Cameron no se ahorró críticas a la presunta debilidad –cuando no connivencia– de los bobbies, sobre todo en las primeras cruciales horas del levantamiento. «Muy pocos policías fueron desplegados en las calles y las tácticas utilizadas no funcionaron», declaró.

 

Para el líder tory, Scotland Yard no reaccionó con la rapidez y en número suficiente como para abortar las protestas. Y luego de volver a las apuradas de sus vacaciones en una villa toscana, ordenó llenar las calles con 16.000 agentes, a los que mandó a rastrillar los lugares más caldeados.
Pero después llamó a un superpolicía estadounidense, que pasó a la historia como el impulsor de la tolerancia cero y con antecedentes como jefe de las policías de Los Angeles, Nueva York y Boston. Bastó que el sheriff Bill Bratton confirmara que Cameron lo había convocado para que los sindicatos policiales británicos comenzaran a ventilar públicamente su irritación. «¿Por qué el Primer Ministro no nos pregunta a nosotros cómo resolver la violencia?», inquirieron desde la Association of Chief Police Officers (Asociación de Jefes Policiales), el gremio que nuclea los altos cargos. «No es compatible que Cameron quiera actuar con mano dura contra los posibles violentos y al mismo tiempo recorte el presupuesto de la policía», agregó John Tully, uno de los líderes de la Metropolitan Police Federation (Federación de la Policía Metropolitana, FPM).
 

Despidos azules

 

Es que como parte de los brutales recortes presupuestarios que se extienden paso a paso desde hace meses sobre los países europeos, el gobierno de coalición conservador-liberal demócrata había anunciado hace menos de un mes que más de 34.000 agentes policiales perderán sus puestos hasta 2015 como parte del plan de reducción del gasto público.
Por eso, otro representante gremial de los uniformados, Simon Reed, vicepresidente de la Federación de la Policía en Inglaterra y Gales, comentó que la fuerza está «al límite de sus esfuerzos, recursos y posibilidades» y se quejó ácidamente de que el Primer Ministro se lleve «el rédito por poner a otros 16.000 agentes en las calles» para enfrentar los disturbios cuando días antes los estaba por mandar a

las mismas calles, pero a mendigar.

 

Pero ésta no es la única factura de las fuerzas de seguridad británicas. Porque semanas antes los dos más altos dirigentes de Scotland Yard, Paul Stephenson y John Yates, comisario jefe y comisionado asistente de la Policía Metropolitana de Londres, respectivamente, se vieron obligados a renunciar por el escándalo de las escuchas ilegales del News of the World, el dominical de Rupert Murdoch que conseguía primicias contratando a policías para pinchar teléfonos.
Esa vez, la plana mayor de Scotland Yard cuestionó que hubieran tenido que dejar el cargo mientras que el Premier mantenía su puesto a pesar de que había dado empleo como vocero a Andy Coulson, un ex director del semanario que había tenido que retirarse por los primeros coletazos de las escuchas ilegales, en 2007.

 

«Los policías se sienten denigrados por los políticos, que no han tenido nada positivo que decir de las fuerzas. Han modificado sus sueldos y condiciones de trabajo, y el tono general de las políticas de seguridad», dijo Reed, el sindicalista, para luego recordar que los agentes, además, se sienten inseguros a la hora de enfrentarse con una población enardecida luego de la muerte de un manifestante que cayó bajo la violencia policial en una reunión del G-20 en Londres en 2009. «Las acusaciones acerca de que los oficiales utilizaron esa vez mucha fuerza estará en la mente de cada uno de los policías. Si son vistos utilizando mucha fuerza, serán investigados incluso más que los participantes de los disturbios», sentenció.

 

Alberto López Girando

 

El sheriff de la tolerancia cero

 

El ex comisario de la policía estadounidense William Bill Bratton alcanzó su cuarto de hora de fama en Los Angeles, en aquellos disturbios que estallaron el 29 de abril de 1992, cuando un jurado compuesto casi completamente por blancos absolvió a 4 agentes de policía que aparecieron en una filmación realizada por un aficionado dándole una feroz golpiza al joven negro Rodney King.
Aquella vez también hubo destrozos, fuego y saqueos en los barrios más pobres, y el saldo fue de 60 muertos, 2.000 heridos, 3.600 edificios incendiados, y 1.000 millones de dólares de aquella época en daños.

 

Sin embargo, Bratton jamás reconoció que la política de tolerancia cero que aplicó entonces hubiese incluido una dura represión, sino que –al menos es lo que dice– para apaciguar los ánimos conviene contratar agentes de origen extranjero para comprender la problemática de comunidades poco integradas al resto de la sociedad y no tanto llenar las calles de policías. Además, considera que encarcelar a la gente no solucionará el problema a largo plazo, y aconseja medidas de corte social en los barrios. 

 

El canciller del Tesoro británico, George Osborne, aprovechó para resaltar esta vertiente que le dejaba abierta el superpolicía. «En lugar de poner el foco en el número de policías desplegados, hay que hablar de los profundos problemas sociales que se esconden tras los disturbios», señaló a la BBC. Pero no encontró coincidencias con los delegados gremiales del Reino Unido. «No queremos policías estadounidenses por la fuerza en este país», sostuvo Paul Deller, otro miembro de la FPM, que representa a más de 30.000 agentes capitalinos. Deller, con 25 años de experiencia, acusó al gobierno de poco serio por llamar al sheriff. «Cuando el señor Bratton trabajó en Nueva York y Los Angeles, lo primero que hizo fue incrementar el número de policías en las calles, mientras que nosotros tenemos un gobierno que desea hacer exactamente lo contrario».

 

Gentileza de Periódico Acción – Nota publicada en su edición Nº 1081 www.acciondigital.com.ar