Rutinas, ¿sí o no?

Actualidad

Se terminaron las vacaciones, llegó marzo y, una vez más, todo vuelve a empezar. Cómo sobrellevar el regreso a las actividades habituales sin padecerlas. Y por qué, a pesar de su mala prensa, algunas rutinas pueden resultar saludables.

Si el comienzo del año trae consigo un aire nuevo, expectativas de que será mejor que el anterior, esperanzas y deseos recién estrenados, apenas dos meses después la sensación es muy diferente. Quienes tuvieron la posibilidad de irse de vacaciones, los estudiantes que pudieron olvidarse por un tiempo de la escuela, el colegio o la universidad, los trabajadores que lograron hacer un paréntesis en su trabajo aun quedándose en casa, viven la llegada del mes de marzo como el verdadero amanecer del año. Y con él llegan los horarios, las obligaciones, las responsabilidades, los días que se parecen demasiado entre sí.

El psicólogo y escritor maltés Edward de Bono, autor de clásicos de su especialidad como El pensamiento lateral o Seis sombreros para pensar, al mismo tiempo que promueve los pensamientos alternativos y desarrolla estrategias para analizar distintas situaciones desde diferentes y originales puntos de vista, también reconoce en la rutina una virtud que parece cada vez más importante: evitar la pérdida de tiempo. Para el licenciado Mauricio Strugo, “las rutinas sirven para ordenarnos, nos dan un marco desde el cual organizar nuestras vidas, nos permiten hacernos responsables y poder vivir en sociedad con pautas y consignas. El problema suele suceder cuando la rutina, más que un marco organizativo, se convierte en algo demasiado rígido que no nos permite ir por la vida contemplando que hay situaciones en las que podemos dejar de lado lo rígido y permitirnos cierta flexibilidad. Para poder disfrutar, para poder descansar e incluso para aprender nuevas maneras de hacer las cosas o de llegar a resultados. Una rutina es sana cuando nos permite organizarnos y tener un esquema para poder pertenecer; en cambio, cuando es rígida más que un marco de conexión es una defensa ante la posibilidad de vincularnos y la posibilidad de crecer, porque nos defiende de manera estereotipada de las novedades a las que les tenemos miedo porque no son conocidas”.

Pero no todas las rutinas son obligatorias e inevitables. También están las que vamos construyendo a largo de la vida y repetimos como si no existiera la posibilidad de hacer ciertas cosas de otra manera. “Los seres humanos –explica el psicólogo Strugo–necesitamos esquemas, probablemente cuando una rutina es obligatoria se activa un poco más el sentido del deber, muchas veces terminamos haciendo lo que hacemos porque es obligatorio más que porque realmente queremos hacerlo; ejemplo de ello sería en el trabajo: puede ser que haya personas a las que les guste lo que hacen laboralmente, pero muchas veces el trabajo tiene que ver con una obligación que uno elige porque de allí uno percibe un sueldo, pero para poder hacerlo uno tiene que conectarse con el deber cumplir, entonces seguro que seguimos más rutinas que tienen que ver con la obligación que desde un lugar de ordenamiento personal. Pero también a la hora de vivir nuestra vida, si miramos atentamente o si nos miramos atentamente, nos vamos a dar cuenta de que estamos llenos de rutinas que todos los días repetimos como si fueran rituales”.

Volver a la rutina, escolar o laboral, es por lo general lo que viene después de las vacaciones, pero ¿qué pasa cuando no hubo vacaciones? ¿Se vive ese regreso de la misma manera? “Hay mucha gente que no toma vacaciones, eso no quiere decir necesariamente que no tenga que descansar, que no tenga que hacer una pausa. Es saludable y recomendable hacer pausas; así como cuando estamos estudiando necesitamos recreos, en algún momento todos necesitamos desconectarnos de la rutina para poder conectarnos con el descanso y otros recursos. Es como el agua estancada, que si está mucho tiempo así, se pudre; lo mismo nos pasa a los seres humanos: cada tanto necesitamos hacer un reseteo, dejar nuestra rutina y conectarnos con otras actividades para después poder conectarnos nuevamente con la rutina pero con otra energía. No se vuelve de la misma manera si no hicimos un corte a las actividades cotidianas; cuando seguimos sin parar, el cuerpo en algún momento será el encargado de mostrarnos el agotamiento, no siempre de manera suave”.

Rutina

Strugo también menciona el caso de quienes se van de vacaciones siempre al mismo lugar, en la misma fecha y hasta con las mismas compañías. ¿Esta rutina se diferencia de la que implica volver a la misma escuela o al mismo trabajo? “Hay gente que aunque se vaya de vacaciones necesita la seguridad de conocer el lugar, de repetir la rutina, pero hay diferencia porque aunque esta sea una manera de vacacionar más tradicional y si se quiere sin muchas novedades, es un corte de la rutina porque estamos en otro lado, porque en vacaciones no hacemos lo mismo que todo el año.

 

 

La rutina no es una mala palabra, no es algo que hay que evitar porque nos sirve para sentir cierta seguridad. Y no siempre las vacaciones tienen que ser una aventura, porque eso precisamente puede generar un caos en las personas que necesitan, para poder relajarse, conocer el lugar y ya saber lo que van hacer”.

Como contrapartida, también existe la búsqueda de romper siempre con la rutina, por ejemplo no ir nunca al mismo lugar de vacaciones, lo que podría implicar en sí misma, como conducta, una nueva rutina. “Es probable –dice Strugo– que cuando uno elija un destino no conocido seguramente va a tener que darse una nueva rutina, pero también, estando donde esté, quizá tenga determinadas costumbres, determinados rituales que va a seguir haciendo y cumpliendo porque así es su manera de organizarse como persona y muchas veces como familia. Por ejemplo con el horario de las comidas o el de levantarse a la mañana a determinado horario, o incluso con los alimentos que ingerimos, porque nos vamos a permitir comer otra cosa pero naturalmente vamos a buscar las cosas que conocemos. La base de nuestra alimentación es lo conocido, porque nuestro cuerpo mismo, por la rutina cotidiana durante el año, va a pedir algo parecido a lo que conocemos”.

Pero el problema es el regreso. ¿Qué recursos hay para que el regreso a la rutina no sea vivido con angustia, desánimo o malhumor? ¿Cuál sería una buena estrategia para atravesar este período del mejor modo posible? “Las vacaciones no serían vacaciones si no tuvieran fin, el mejor recurso es conectarse con esta realidad. Por otro lado, lo mejor que podemos hacer es realmente intentar desconectarnos lo más que podamos de las obligaciones laborales y de aquellas cosas que en vacaciones no necesitamos hacer para hacer un corte, para poder descansar y disfrutar de esto que tanto esperamos. Y una vez retornados a nuestra cotidianidad agradecer ese tiempo de descanso, ser conscientes del disfrute que hubo en él y empezar el año laboral o escolar con nuevas ideas, otras perspectivas. Y cada tanto, si se puede, permitirnos ciertos recreos, ciertas pausas que quizá no sean tan largas como las vacaciones pero nos sirven para conectarnos con el deseo y reciclar energías”.
“Es característico de los seres humanos que cuando algo se termina luego lo añoremos. Esto tiene que ver con la nostalgia, pero de manera neurótica muchas veces cuando estamos de vacaciones queremos volver a nuestra casa para dormir en nuestra cama y cuando estamos en el año envueltos en la rutina queremos irnos de vacaciones, al igual que cuando hace frío la gente quiere que haga calor y cuando hace calor ya no da más y quiere que haga frío. Así somos. Pero empezar un año con las pilas cargadas porque renovamos energías y nos conectamos con otras cosas nos pueden servir para comenzar con expectativas, con ganas, y quizá tener un año en el que estemos mucho más conectados que el anterior”.

A tal punto es un tema importante el del regreso a la rutina después de un período de vacaciones o de descanso, que el especialista explica que “hay personas que consultan porque se dieron cuenta de que no pudieron soltar la rutina, de que no pudieron descansar y que de hecho no lo pueden hacer durante el año porque viven estresados, exigidos. Sienten presiones que alegan vienen de afuera y luego se dan cuenta de que la mayor presión viene de ellos mismos. Hay gente que no se puede desconectar y esa es una consulta muy frecuente; de igual manera, muchas veces después de un tiempo de terapia comprenden que su rutina rígida los empobrece más de lo que los cuida y se animan a soltar algunas defensas traducidas en costumbres que quedaron obsoletas y que finalmente no les permiten vincularse”. 

 

Fotos: istock