Sexo con robots

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Tecnología y relaciones. Los científicos construyen androides con apariencia y habilidades cada vez más humanas. Según aseguran, en 2050 las máquinas programadas podrán convertirse en fuente de compañía o amistad, y hasta en parejas sentimentales o sexuales de las personas.

¿Se acostaría usted con un robot? Al parecer, la posibilidad de mantener relaciones con aparatos tecnológicos está más cerca de lo que uno imagina. David Levy, experto estadounidense en inteligencia artificial y autor del libro Amor y sexo con robots, vaticina que irse a la cama con androides será algo habitual en el año 2050. Otros investigadores sitúan diez años después el momento en que habrá máquinas con apariencia humana programadas para disfrutar sexualmente con ellas.

«La idea es bastante vieja y en la literatura fantástica se ha tratado con cierta profundidad. Uno de los primeros libros que recuerdo es El sol desnudo, que publicó Isaac Asimov en 1957», comenta Guillermo R. Simari, director del Laboratorio de Investigación y Desarrollo en Inteligencia Artificial, de la Universidad Nacional del Sur. «Asimov se ocupó mucho del tema de la robótica y su relación con el ser humano. Este libro es parte de una serie de tres en que Elijah Baley es el protagonista y tiene al robot R. Daneel Olivaw como asistente; se desarrolla en Solaria, un planeta donde los humanos y los robots mantienen una relación completa, incluyendo la de pareja. En una reciente serie británica, Humans, hay hasta lugares donde se puede pagar para mantener relaciones con un robot. Algo parecido ya se mostraba en 1927 en el cine, en la película Metrópolis, de Fritz Lang», enumera.

De algún modo los robots sexuales ya existen, en forma de muñecas de silicona que suelen ser esbeltas, con pechos grandes, «piel» plegable y falsos latidos del corazón. En países como Japón y Corea del Sur hay hoteles con «doll experience rooms», especie de burdeles robóticos, donde ofrecen sexo con muñecas inflables por tarifas similares a las que cobran las mujeres de carne y hueso (unos 25 dólares la hora). En el caso coreano, esta modalidad se multiplicó luego de que el gobierno aplicara mano dura a la prostitución, en 2004. Y hasta generó un debate sobre si pagar por tener sexo con muñecas no era también ilegal.

La idea básica del investigador Levy es que los humanos que no pueden establecer conexiones emocionales o sexuales con otra gente podrían hacerlo con robots. «En 40 o 50 años, todo el mundo en edad de casarse habrá crecido con aparatos electrónicos en casa, y no los verán como algo anormal. Encontrarán a los androides bastante corrientes, como amigos, parejas, amantes», asegura. «¿Si establecemos vínculos estrechos con una mascota que no puede hablar, por qué no con un robot con el que se pueda intercambiar información y compartir memorias?», plantea otro científico en un artículo del diario español La Vanguardia. Como muestra basta recordar la locura que desataron a fines de los 90 los tamagotchis, esos aparatitos con el tamaño de un huevo a los que había que alimentar y llevar al baño ¡virtualmente!

A imagen y semejanza

«Continuando en la línea de tener relaciones sentimentales con robots, no solo sexuales, en mi opinión, es posible», dice Simari. «Los seres humanos tendemos a mirar a las cosas como si fueran también humanas, con una capacidad de antropomorfizarlas al menos en el modo en las que nos referimos a ellas. Por ejemplo: “¡Esta computadora me está volviendo loco, no quiere arrancar!”. Esto va a dar lugar al desarrollo de robots que puedan asistir a personas que lo necesitan, en particular personas de avanzada edad. Después, va a ser sencillo cambiar la aplicación», sostiene.

 

Actualmente, Siri, la asistente virtual de Apple que responde todo tipo de preguntas, cuenta con miles de usuarios en el mundo. También se está probando el uso de androides para ayudar a chicos autistas en su integración social. Pero cuesta creer o, más bien, asusta, que se pueda programar un aparato con la complejidad emocional de un ser humano, para que interactúe amorosa o sexualmente con él. Algo sobre lo que, en el último tiempo, han «teorizado» películas como Her (2013), en que un solitario escritor (Joaquín Phoenix) se enamora de Samantha, el sistema operativo de su computadora, o Ex Machina (2015), que explora el nivel de conciencia que puede llegar a tener Ava (Alicia Vikander), una robot con inteligencia artificial que tiene cualidades tan propias de los humanos como la ironía y la capacidad de engañar.

En el mundo real, resulta de alto impacto Sophia, una androide inspirada en Audrey Hepburn y en la mujer de David Hanson, fundador y CEO de Hanson Robotics, una compañía que se dedica al estudio y la fabricación de robots similares al hombre y «capaces de construir una relación de confianza con las personas», mediante cualidades como «inteligencia humana, creatividad, sabiduría y compasión». En una entrevista con la señal CNBC, Hanson, quien también es consultor de Walt Disney, dice que «ella es capaz de hacer expresiones faciales; tiene cámaras en sus ojos; sus algoritmos le permiten ver otros rostros, así que puede tener contacto visual con otros. Además, puede comprender el lenguaje y recordar interacciones y caras. Esto le permitirá volverse más lista con el tiempo...», subraya. Su robot, en tanto, indica que, en el futuro, espera ir a la escuela, estudiar, comenzar un negocio e, incluso, tener su propio hogar y formar una familia, aunque «Aún no soy considerada legalmente una persona y todavía no puedo hacer estas cosas». Su frase formula, desde ya, un probable dilema por venir.

Para Hanson, llegará un día en que los robots serán «indistinguibles» de los humanos. «La inteligencia artificial evolucionará a un punto en que ellos se volverán nuestros amigos», declara. ¿Qué tan avanzada está la tecnología en ese sentido? Según Simari, «ya se están vendiendo algunos primitivos con ciertas funciones limitadas. Pero si el mercado se desarrolla, seguramente va a progresar rápidamente... Y en cuanto a la complejidad emocional, es difícil prever cuanto tiempo falta, pero sin duda la parte emocional no es muy complicada de simular computacionalmente, el problema está en hacer la interacción creíble. De a poco, Siri, Google Now, Cortana, etcétera, van a lograr una interacción muy similar a la de un ser humano (que es lo que mide el Test de Turing). Esto va a tener un gran impacto laboral, por ejemplo, en los call centers».

Hay quienes se preguntan: «Si aún no hemos entendido a las personas, ¿cómo podremos entender a robots “humanoides”?». David Levy lo zanja así: «Si bien no entendemos a los humanos perfectamente, sabemos bastante acerca del comportamiento y la psicología humanas, y podemos programar basándonos en eso». También, asegura, se pueden proyectar factores del enamoramiento humano, como el misterio, el gusto recíproco y la disposición para entrar en una relación.

¿En serio llegará el día en que la gente quiera a los robots como parejas sexuales, y hasta se enamore de ellos y los elija para el matrimonio? La idea de un mundo dominado por robots crispa los nervios de solo pensarlo. «Es fácil caer en distopías, cuando se imaginan futuros con los robots compartiendo nuestro mundo; el cine, la televisión y la literatura se han ocupado extensamente del tema, pero yo creo que vamos a tardar bastante en desarrollar un ser computacional que tenga la capacidad de crearnos problemas de esa índole», señala Simari. Como podría decir alguien por ahí: «Qué bueno que no estaré aquí para verlo».

Francia Fernández

 

Nota reproducción de Acción Digital Nº 1222