Tics nerviosos: qué son y cuáles son sus causas

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Guiños y movimientos involuntarios, contracciones musculares incontrolables, sonidos guturales, movimientos repentinos: los tics suelen tener un origen nervioso. Aparecen con frecuencia en la infancia y pueden desaparecer solos. Si esto no ocurre, conviene consultar a un especialista porque pueden esconder otras patologías más graves.

Los tics pueden ser motivo de un algún trastorno pasajero o en muchos casos reflejan alguna patología crónica. Muchas veces son idiopáticos (lo que significa que sus causas se desconocen), aunque suelen tener un origen nervioso o ser resultado de una patología neurológica -lo importante, en este sentido,  es identificar las causas que los originan-. También  hay una  predisposición genética que puede disparar los tics. El consumo de tabaco, drogas y toxinas, incluso, pueden desencadenar estas reacciones, aunque también pueden ser causantes el estrés, los problemas familiares, el nerviosismo excesivo, los trastornos alimenticios, incluso el abuso del café, las bebidas estimulantes y ciertos medicamentos. Para despejar las dudas, siempre conviene consultar a un profesional.

  Quienes padecen tics suelen manifestar una incomodidad importante, no sólo porque esto los afecta a nivel social sino porque tampoco resulta grato sentir que se disparan movimientos involuntarios. En estos casos, el estrés que produce esta situación puede empeorar aún más el cuadro, generando un círculo vicioso  del que no es fácil salir.
   
  Los especialistas distinguen dos clases de tics: los fónicos y los motores, que a su vez pueden ser unos y otros simples o complejos.
  Los movimientos motores simples son los más frecuentes y se relacionan con movimientos musculares de la cara (párpados cejas, nariz, cuello, manos, brazos hombros), mientras que en los complejos los que sufren movimientos involuntarios son grupos musculares que se combinan y pueden desencadenar saltos, vueltas, ecopraxia (imitación de los movimientos de otra persona), tocar y saltar, tocar y gemir, toser y guiñar etc.

   Los tics fónicos son los que provocan la emisión de sonidos: tos, gemidos, carraspera, emisión de sílabas o letras. Cuando se combinan los fónicos y los musculares, el paciente puede estar padeciendo una patología que puede llevar a ser grave, el Síndrome de la Tourette (lo padece el 0,3 y 0,5% de los niños a nivel mundial).

  El Síndrome de la Tourette puede esconder problemas psiquiátricos que se manifiesten en la adultez - Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), hiperactividad patológica, Déficit de Atención-; por eso es importante diagnosticarlo y tratarlo en el caso de que pueda haber indicios de este problema.

   El profesional deberá evaluar los síntomas, el estado general del paciente y el modo de vida que lleva; hacer un diagnóstico e indicar un tratamiento adecuado para esa persona en particular: no hay recetas genéricas, ni fórmulas unívocas. Muchas veces la psicoterapia ayuda e incluso resulta suficiente para resolver el problema, otras hace falta recurrir a medicación específica.
Los tics nerviosos son muy comunes en la infancia y quienes más los padecen son los chicos de entre 6 y 10 años, tímidos o retraídos, que pretenden ejercer un excesivo control sobre sus impulsos.  A menudo el tic produce angustia, esto aumenta la ansiedad y así los tics se perpetúan en el tiempo.

  Lo ideal es no hablarles a estos chicos del asunto (no hacer “un tema” del problema), mencionarlo si hace falta pero sin dramatizar, para evitar agudizar aún más las posibles causas que lo generan.  No es para nada aconsejable decirles que modifiquen o intenten modificar su conducta: esto sólo incrementaría la presión que de por sí sienten por padecerlos, potenciando su estrés.

   Es importante que quienes hayan padecido tics intenten llevar una vida tranquila, o al menos disminuir las actividades que puedan generar incomodidad excesiva e incluso enojo. En el caso de los chicos, ayuda aliviar la presión sobre el rendimiento escolar e intentar controlar las discusiones en la casa o entre hermanos; y si se identifica alguna cuestión que parece relacionada con los tics hablar de eso o suspenderla en el caso de ser posible.

  Si los síntomas perduran en el tiempo, es imprescindible consultar a un psicólogo o psiquiatra, quien podrá hacer un diagnóstico y preciso sobre las causas orgánicas o psicológicas que en cada caso producen los tics, e indicará un tratamiento acorde.