Todxs, tod@s y todes: la revolución de la lengua

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Las preguntas, las dificultades y los buenos augurios que despierta la reciente irrupción del lenguaje inclusivo.

Todo empezó -tímidamente, aunque hace ya unos veinte años- con el llamado desdoblamiento que poco a poco nos fue empujando a hablar de “trabajadores y trabajadoras”, “padres y madres”, “maestros y maestras” y el más reciente hit “todos y todas”. Pero al comprobar con el tiempo que la fórmula era binaria, muchos comenzaron a adoptar -también en forma paulatina- la incómoda X y la impronunciable arroba para referirnos así a niñxs, jóven@s, adult@s, miembrxs y estudiantxs. Sin anular lo anterior -aunque con ímpetu renovado- aterrizó ahora en la pista del habla la nueva estrella del lenguaje inclusivo, esa E rebelde que igual de amada que odiada va por ahí difuminando neologismos como “todes”, “amigues”, “médiques”, “chiques”, “egresades” y “diputades”.

La Real Academia Española fue tajante. Dijo que el empleo de la e como “supuesta” marca de género no solo es ajeno al sistema morfológico del español sino que además es innecesario, porque el masculino -sentenció- “funciona como término inclusivo en referencia a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos”. También la Academia Francesa se pronunció en términos semejantes, opinando directamente que a partir de esta “aberración inclusiva” su lengua se encuentra en un “peligro mortal”.

Lo cierto es que más allá de normativas los adolescentes (y no tanto), activistas LGTBIQ, algunos medios, muchos artistas y varios progres vienen adoptando más que gustosos esta nueva forma, desde luego con diversos grados de naturalidad, cuando pueden y cómo pueden.

¿Se generalizará el lenguaje inclusivo hasta el punto de que todos lo incorporemos y las academias terminen aceptándolo? ¿Puede tratarse solo de un furor pasajero, como esas palabras que en algún momento solíamos emplear intensamente y luego se las llevó el viento? ¿O en lo profundo tiene que haber algo más, una locomotora que de la mano de este imparable feminismo barra desigualdades, arranque derechos y en el medio de todo eso se lleve también puestos gramáticas y discursos?

“Es hermoso, es un signo de lo que viene. La idea no es venir a imponerle a nadie cómo tiene que hablar”, señalaba Lisa Kerner, dibujante y fundadora de la Casa Brandon (espacio porteño referente de la comunidad LGTBIQ), en una comentada emisión de un programa del Canal de la Ciudad disponible en www.youtube.com/watch?v=ZDbh32epMj4. “El lenguaje inclusivo llegó para incomodar, para hacer pensar y movilizar”, agregó Kerner, en tanto Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, resaltaba que no se trata -todavía- de un cambio lingüístico, sino más bien de un esfuerzo consciente de intervenir en el discurso público, buscar un efecto en el auditorio y en última instancia, cambiar la realidad. “Hablamos de una formulación potente y discursiva -advirtió- que da la pauta de que el enunciador se pronuncia políticamente sobre una desigualdad que existe en la sociedad”.

El debate

Flacso Argentina organizó recientemente un seminario debate sobre el uso de la E, un encuentro que -señalaron sus promotores- surgió a partir de la necesidad de observar qué posturas van formándose alrededor de todo esto. Abrió el juego Silvia Ramírez Gelbes, directora de la maestría en periodismo de la Universidad de San Andrés, quien comenzó refiriéndose a formas sutiles de sexismo que existen en el lenguaje, como el hecho de que siempre que hay duplicidad en un título aparece primero el masculino (“doctor, doctora”; “macho, hembra”); la sobreutilización del término mujer para referirse, por ejemplo, a “mujeres ejecutivas” o la dificultad para pensar que un apellido suelto le puede corresponder a una mujer: por caso “Gutiérrez”, así suelto, tiende a corresponderse con un hombre.

“Es posible buscar formas de saltar ese sexismo -advirtió la experta-. Si digo ‘fui con unos colegas’, también puedo optar por decir solo ‘fui con colegas’. O podemos emplear formas abstractas, como hablar de la niñez y no del niño, o usar los epicenos: ‘la persona común’ en vez de ‘el hombre de la calle’ o ‘quienes migran’ en vez de ‘los migrantes’”. “El español nos da la posibilidad maravillosa de decir de otra forma eso que queremos decir”, agregó.

Según Gelbes la irrupción de la E es la evidencia de otro fenómeno social que se está dando concomitantemente y que tiene que ver con el empoderamiento de géneros hasta hace poco invisibles. “Y en ese sentido el lenguaje es muy potente -remarcó-, porque funciona como un espejo de la sociedad. No sé si la e se va a terminar estandarizando. Confieso que veo complejo que pase, sobre todo porque los cambios lingüísticos no suelen ser deliberados y porque los hablantes nativos de la lengua española somos más de 500 millones, con generaciones que se entremezclan y con una historia lingüística muy fuerte. Lo que sí me parece es que cada vez más vamos a intentar evitar formas de sexismo por distintas vías. Y con eso evidenciamos que desde todos los géneros estamos empujando para conseguir la equidad económica, la equidad política y sobre todo la equidad humana”.

Ana Ester Verkel, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesora honoraria de la Universidad Nacional de la Patagonia, fue del panel quien se manifestó abiertamente en contra de los plurales con E. “Son inconsistencias gramaticales que tienen como causa fundamental la aplicación de patrones ideológicos a la interpretación de las estructuras lingüísticas. Y los cambios propuestos no solo carecen de sustento teórico sino que además hacen más difícil la interacción comunicativa, que al fin y al cabo es la finalidad primordial del lenguaje”, señaló.

 

La periodista especializada en género Mariana Carbajal destacó el interés que está despertando el tema para el que -aclaró desde el principio de su exposición- no tiene todavía ninguna fórmula. “No lo metemos todo el tiempo porque no podemos, a veces los editores te lo sacan, a veces no hay espacio para hacerlo. Pero mientras tanto tenemos otras cuestiones para ir observando, como cuando se habla solamente de padres en las comunicaciones escolares o se dibuja un botín con un taco aguja para ilustrar en un diario la sección de fútbol femenino”, expresó. Carbajal invitó al auditorio a “jugar con el lenguaje”, aun con los escollos con los que nos encontramos. “Se trata de hacer docencia en la pequeña quinta que tenemos, combatir la publicidad sexista y hasta las expresiones sutilmente sexistas. No tengo una respuesta contundente para el uso de la E, pero aliento a seguir llevando esta pequeña guerrilla librada para nombrar lo que no se nombra”. “Estamos en un momento de mucha ebullición -finalizó-. Bienvenida entonces la incomodidad del todes, bienvenida para hacernos reflexionar”.

 

¿Qué ‘hace’ el lenguaje?

Durante un pasaje de su presentación Verkel destacó que es necesario poner el foco en el hecho de que no es el lenguaje el que excluye y discrimina, sino sus usuarios inscriptos en determinado contexto sociocultural, y que en definitiva “el logro de la igualdad de género es un proceso social que trasciende y excede a la gramática de una lengua”.

Fue entonces cuando Gelbes le respondió que no estaba de acuerdo con su postura. “El lenguaje es en sí mismo ideológico”, resaltó, a lo que se sumó Carbajal al enmarcar al fenómeno del lenguaje inclusivo como un hecho eminentemente político. Y es que de hecho no solo hablamos y escribimos con palabras, sino que también pensamos a través de ellas.

“Durante mucho tiempo, la idea de que la lengua que hablamos podía moldear el pensamiento fue considerada en el mejor de los casos incomprobable y, con más frecuencia, sencillamente incorrecta. Pero lo cierto es que la discusión se mantenía principalmente en el plano de la reflexión abstracta y teórica. Con la llegada de nuestro siglo resurgieron las investigaciones acerca de la relatividad lingüística y, de la mano, comenzamos a disponer de evidencias acerca de los efectos de la lengua en el pensamiento. Diferentes investigaciones recolectaron datos alrededor del mundo y encontraron que las personas que hablan diferentes lenguas también piensan de diferente manera, y que incluso las cuestiones gramaticales pueden afectar profundamente cómo vemos el mundo”, marcan Sol Minoldo y Juan Cruz Balián en su artículo La lengua degenerada (https://elgatoylacaja.com.ar/la-lengua-degenerada).

El lingüista ruso Valentín Voloshinov solía decir que la palabra es también un arma de la lucha de clases y la batalla por las ideas, así como el escritor argentino Raúl González Tuñón se preguntaba en su célebre pieza “Luna con gatillo” por qué el poeta y el soldado “pueden ser la misma cosa”. “Cuando haya que lanzar la pólvora, el hombre lanzará la pólvora. Cuando haya que lanzar el libro, el hombre lanzará el libro”, escribió, y concluyó: “De la unión de la pólvora y el libro puede brotar la rosa más pura”.

 

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