Vida cotidiana en tiempos de la Independencia

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Cómo era vivir sin todo eso de lo que hoy parece imposible poder prescindir, del agua corriente al smartphone, del automóvil a Internet, de la heladera a la televisión… Lo explica el historiador Ricardo Cicerchia, autor de la serie de libros Historia de la vida privada en la Argentina

Por empezar, no había energía eléctrica. Es decir, no existía nada de lo que hoy utilizamos casi en todo momento, cuyo listado es poco menos que infinito. Tampoco gas natural, por lo que se cocinaba a leña. Ni agua corriente, ni vehículos a combustión interna. Ni aviones, claro. Y esto fue hace solo dos siglos, apenas un rato en la historia de la Humanidad. A 201 años de la Declaración de la Independencia, el Dr. Ricardo Cicerchia (PhD) cuenta cómo se vivía el día a día en aquella época. Especialista en Historia social y cultural, Historia latinoamericana y argentina, Historia regional, Historia de la vida privada y Estudios de familia, dedicó parte de su prolífica carrera como historiador a investigar sobre los hechos cotidianos de las personas comunes.  El resultado más evidente es la insoslayable serie Historia de la vida privada en la Argentina (Vols. I-VI, Editorial Troquel/Prohistoria Ediciones), donde se pasa revista a lo que sucedió en el territorio nacional desde la época de la colonia hasta nuestros días. En diálogo con Revista Cabal, Cicerchia —Profesor Titular Catedrático de la UBA e Investigador Principal del CONICET, entre muchas otras actividades y títulos de grado y posgrado, en el país y en el exterior— cuenta cómo era vivir por estos pagos en los años de la Independencia, sin todo eso que hoy nos parece imprescindible.

• ¿Cómo era una vivienda urbana tipo? ¿Cómo se abastecían de agua y leña sus habitantes?

La casa se va conformando en el lugar de la intimidad que solo trasciende las conductas consideradas “escandalosas”. Observamos el crecimiento de algunos casos urbanos en las principales ciudades del Río de la Plata, consistente a partir de las Reformas Borbónicas, con casonas de amplios patios en un radio que no superaba las 20 manzanas en torno a las plazas centrales. Bien construidas con materiales nobles y sencillez en el estilo, claro tanto el damero como sus formas arquitectónicas muy vinculadas al modelo español, andaluz en particular.

El abasto se procuraba desde el exterior. Así, vendedores ambulantes ofrecían agua fresca y las leñas eran recogidas en los alrededores de los solares. En la periferia fue creciendo una zona de barriadas populares con casas más precarias y un pequeño hinterland de quintas que proveía alimentos a la población.

En una sociedad de tipo estamental, las diferencias étnicas también provocaron la existencia de guetos no muy marcados, por el carácter mercantil de la economía, pero que separaban geográficamente los vecindarios.

 

• ¿Cómo estaba compuesta una familia tipo?

Aquí se imponen los datos demográficos de una sociedad que aumenta su población, sobre todo en las ciudades y en los poblados. En Buenos Aires, las tasas de crecimiento para la década fueron en torno al 2,5% anual. Además, en términos del matrimonio (de bien marcado patriarcalismo), las edades promedio son bajas en comparación con las europeas, siendo lo típico mujeres de entre 16 y 22 años y varones entre los 20 y 27 años. Los estudios más cualitativos nos muestran familias con un promedio de 2 a 3 hijos, existiendo en las clases altas los porcentajes mayores. En término de los hogares es posible encontrar una cantidad importante de aquellos que cobijan a tres generaciones, sobre todo en los sectores populares. Y numerosos pleitos de la época también nos indican un porcentaje importante de familias con jefatura femenina, en torno al 30% del total de familias.

 

• ¿Qué se desayunaba, almorzaba, merendaba y cenaba? ¿Qué bebidas se consumían? ¿Cómo se obtenían y conservaban los alimentos?

El plato tradicional era el puchero y se acompañaba con vino casero, y en algunas oportunidades con aguardiente. Los pastelitos, las empanadas y la mazamorra nunca faltaron en la mesa de entonces, como tampoco el mate, ese gran compañero de la vida familiar. Así lo describieron numerosos viajeros. El fogón enladrillado era el lugar preferido de la casa, y apoyado sobre el hierro el asado y unas pavas siempre listas.

El matadero, las pulperías y los ambulantes proveían de los alimentos que se conservaban en lugares secos de las viviendas o en socavones improvisados. Entre aquellas provisiones que aguantaban largos viajes contamos con el vino, el aceite, las carnes secas, las aceitunas y las galletas.

Sobre las técnicas de conservación de frutas, verduras y carnes más populares se apelaba a la deshidratación, la salazón y el ahumado. Las carnes de escasa calidad que se secaban al sol, el charque, sabemos fueron la base de la alimentación entre la población de color.

 

• ¿Cómo se comunicaban las personas que vivían en una misma ciudad o pueblo? ¿Y las que vivían en ciudades o pueblos distantes entre sí?

Las comunicaciones eran esporádicas. En algunos casos las publicaciones periódicas ya abundantes en algunas ciudades ayudaban a compartir las noticias principales de la región. Pero fueron las postas los centros de distribución de información. También en el terreno de la sociabilidad y los encuentros, las pulperías fueron lugares importantes: “foros de reunión, mentidero, informatorio, primera escuela, club, parlamento, academia y hogar”.

 

• ¿Cuáles eran las fuentes de información?

Básicamente tres. Los bandos oficiales que se pregonaban, los periódicos de la época y, por supuesto, el chisme.

 

• ¿Cómo se trasladaban las personas dentro de una ciudad o pueblo? ¿Y entre ambos?

Las carretas tiradas por bueyes fueron el principal medio de transporte, también los carruajes, las sopandas y por supuesto el caballo y la mula servían para una más veloz movilidad. Entre los pobres, andar era la única posibilidad de alcanzar el destino.

Los viajes eran tortuosos, incómodos y prolongados. Las galeras eran los vehículos más rápidos de entonces, podían trasladar hasta una docena de personas y eran tiradas por no menos de cuatro caballos, siendo su principal atractivo los asientos acolchados.

Si era posible, el transporte de mercancías se hacía por agua. Allí pululaban canoas, pequeñas embarcaciones y hasta modestas carabelas para tráfico de mayor envergadura, embarcaciones de vela ligera de hasta 30 metros de eslora máxima.

 

• ¿Cuáles eran las principales actividades en el tiempo libre?

Con la revolución aparece una nueva sensibilidad sobre las prácticas sociales, liberadas en cierta medida de los mandatos del catolicismo. Este proceso de secularización tuvo un fuerte impacto sobre los patrones de sociabilidad, el tiempo libre y además frente al cuerpo. Así, los paseos se prolongaban hasta altas horas, las veladas de teatro o musicales eran muy concurridas, como también las corridas de toros. Los juegos al aire libre, tanto en las barrancas de los ríos como en los parques, se hicieron muy populares, entre ellos aquellos que mostraban la destreza de los jinetes: el aro, las cuadrillas y los lances, entre otros.

Y, sin lugar a dudas, en el hiato entre el tiempo productivo y el ocio, la inevitable siesta.

 

• ¿Cuáles eran las principales actividades culturales?

Los clubes, las bibliotecas y las tertulias albergaban a la intelligenza de la época. Debates, discusiones, cuestiones de moda y novedades literarias navegaban por estos círculos de élite letrada, donde se iba consolidando una identidad con pretensiones cada vez más urbanas y europeizantes. Hablo de la “alta cultura”, en toda la precariedad de la época.

Para las clases populares, el universo cultural se organizaba en torno a los ciclos de la naturaleza, los tiempos del calendario religioso y las fiestas cívicas. También en cierto arte culinario y en cierto vocabulario callejero que dominaba el gusto a través de todos los estamentos sociales.