Vida de perros

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Mascotas y las resposabilidades: la esterilización quirúrgica gratuita y la prevención de enfermedades transmisibles a las personas son algunas de las medidas propuestas desde el Estado.

En julio del año pasado, mientras Aníbal Fernández anunciaba el plan sobre «tenencia responsable y sanidad de perros y gatos», otros personajes llamaban la atención del público presente en la sala. Eran Martita, Cleo y Vito, los perritos de la presidenta Cristina Fernández, que no pudo asistir al evento y en su lugar envió a sus representantes caninos.
«Amamos a nuestras mascotas. Este programa, que promueve medidas no eutanásicas, no sólo apunta al buen trato animal, sino al bienestar de la comunidad», dijo el entonces jefe de Gabinete en el discurso sobre un proyecto sin precedentes. Hasta entonces sólo existían leyes de protección animal, pero que no implicaban a la persona que tiene un animal a cargo y debería velar por su preservación.
El decreto, que lleva el número 1.088, plantea el control de la reproducción indiscriminada, a través de la esterilización quirúrgica (gratuita y temprana) y la prevención y control de enfermedades que los animales pueden transmitirle a la gente. Un dato importante si se toma en cuenta que en Capital Federal coexisten 865.984 mascotas con una población de casi 3 millones de habitantes, de acuerdo al relevamiento demográfico de animales domésticos que realiza el Instituto de Zoonosis Luis Pasteur cada 10 años. Es decir, hay un animalito doméstico por cada tres vecinos. Una proporción que crece a siete por habitante en barrios como Lugano o Villa Soldati.
Si bien la mayoría de las mascotas porteñas son perros (50%) y gatos (24%), la variedad se ha ampliado. Además de pájaros, peces y hamsters se encuentran también ardillas y hasta lagartos. De los animales no tradicionales, muchas son especies protegidas: loros, cotorras, aves de pico curvo, cuya venta está prohibida (por extinción o por transmisión de enfermedades) desde hace años y, sin embargo, se siguen vendiendo en las veterinarias. O ilegalmente, en la feria de aves de Pompeya, o en locales clandestinos próximos a estaciones de trenes, como Liniers o Constitución.
Las tortugas y los reptiles son modas que se han incorporado en los últimos 15 años. «La gente mira programas de televisión y dice: ay, qué lindo, me gustaría tener una serpiente, una tarántula, un lagartito. Nos hemos encontrado con un montón de cosas», asegura Edgardo Marcos, subdirector del Instituto Luis Pasteur.
«Para nosotros, directamente no son mascotas», señala Guillermo Nonell, veterinario y director del Centro Veterinario de Cuidados Intensivos y Emergencias, del barrio de Palermo. «Algunos, como los reptiles, no son domesticables. Una tortuga podés llegar a manejarla y que viva en cautiverio. Pero el resto no. Las aves, tampoco».

 

Huevos y parásitos

¿Cuáles son los riesgos de tener un animal de compañía? Los perros pueden contagiar enfermedades bacteriales como leptospirosis (por la orina), brucelosis (por la orina y flujos vaginales de las hembras durante el celo), sarna, tiña, hongos, rabia. Pero lo más común es la parasitosis.

«Hay muchas zoonosis que las personas no se dan cuenta de que las están adquiriendo –explica el veterinario Marcos–. Por ejemplo, un chiquito juega en una plaza donde antes estuvo un perro o un gato con parásitos y defecaron. Puede llover tres días seguidos, el material fecal se deshace, pero los huevos de los parásitos no: quedan en el arenero o en el pasto. Y si el nene se ensucia las manos y se las mete a la boca también se mete los huevos de los parásitos. Es la forma más fácil de contagiarse una parasitosis zoonótica».
Después, el parásito vive y se multiplica a expensas de lo que come el «hospedador». Éste tiene cuadros de diarreas, desnutrición, que, normalmente, son detectados a tiempo por el pediatra. Para evitar riesgos de contagio, lo recomendable es no meter los animales (que vienen con las patas sucias de la calle o de revolver basura) dentro de la cama. Y si ello ocurre, limpiar: pasar la aspiradora o sacudir donde estuvo el perro.
En el caso de los gatos, además de sarna, tiña y rabia, transmiten, fundamentalmente, toxoplasmosis, enfermedad parasitaria que se contagia a través del contacto con heces y provoca infecciones leves y mortales, tanto en felinos como en seres humanos. Las mujeres embarazadas, además, se la pueden transmitir al feto por vía placentaria.
Especies protegidas como loros, tucanes, guacamayos, catitas australianas, en tanto, son fuente de psitacosis, una enfermedad respiratoria que afecta a animales y a personas y que, en casos extremos –que son escasos–, provoca la muerte, sobre todo, de gente con problemas cardíacos. Se transmite por vía aérea, a través del polvo que se forma al disolverse la materia fecal.
«No se debería tener este tipo de animales en viviendas cerradas. Defecan mucho. Una cosa es tener un lorito en el campo y otra en una jaula en la ciudad de Buenos Aires, donde si uno no limpia la jaula con materia fecal, está todo el día respirando lo que desecha el pájaro», subraya Marcos.
Más allá de las enfermedades, los beneficios de tener una mascota son muchos. Los chicos, por ejemplo, pueden aprender gracias a los perros. «En una sociedad como la actual, más acostumbrada a los objetos desechables, el niño aprende la importancia de poner reglas», apunta Claudio Gerzovich, veterinario, ex docente de la UBA y autor del libro Nuestro perro, uno más en la familia. Para un anciano, en tanto, un cachorro, además de darle compañía, puede ser hasta una motivación para levantarse en las mañanas, ya que tiene un ser del cual ocuparse.

 

Animales, no niños

«La mayoría de las veces nos excedemos. Olvidamos que un perro es un perro, no un humano que ladra», dice Gerzovich. Hoy, además de vivir en espacios más pequeños, las personas influyen en los animales con su comportamiento. Hay quienes tratan a sus mascotas como humanos. Basta mirar en la calle: yorkies, chihuahuas y también perros grandes vestidos con capas, gorros, pantalones, camisetas de fútbol.
«Antes, el perro estaba atado en el fondo de la casa. Eso era algo que padecía sólo él. Ahora, pasamos al otro extremo. La convivencia exagerada genera ansiedad. Un perro necesita ejercicio físico, disciplina y afecto. Y también reglas claras. Por más que un animal se adapte a cómo lo vistan, sigue siendo un perro. No entenderlo así puede generar serios problemas», enfatiza el veterinario.
Guillermo Nonell cuenta que a la clínica de urgencias que él dirige llegan perros con trastornos del comportamiento. «Se les provoca ansiedad por separación. Son bastante difíciles de controlar: lloran, gritan, agreden. La gente los trata como a niños. Y esto les provoca un daño».
Al revés de los perros, que demandan mucha atención y tiempo, los gatos no necesitan tantos cuidados. De hecho, según Gerzovich, se habla del gato como la «mascota del futuro»: porque es de tamaño pequeño e higiénicamente muy meticuloso. Y no necesita que lo saquen a pasear, aunque corre el riesgo de caerse y lesionarse.
Como sea, tener una mascota tiene su costo. Hay que proporcionarle un hábitat saludable, alimentarla, darle agua, llevarla al veterinario a controles periódicos, tenerla limpia, evitar que transmita enfermedades y que contamine el ambiente. Sin duda, factores obligados de una «tenencia responsable» que un potencial dueño debería calibrar antes de adoptar un animal. Sobre todo, si se toma en cuenta que la expectativa de vida de los perros va desde los 10 a los 18 años. Y la de los gatos está entre los 15 y los 20. O sea, ambos requieren de un compromiso a largo plazo.
 

Francia Fernández
Acción Nro. 1089