Libros recomendados: Las poseídas de Betina González



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Uno de los libros recomendados de este mes es Las poseídas de Betina González

Ganadora del VII Premio Tusquets de Novela con esta obra, que se añade al Premio Clarín de Novela 2006 con Arte menor y a otras distinciones, Betina González ha ingresado a sus jóvenes cuarenta años al mundo de los autores argentinos que empiezan a tener una consideración destacada por parte del público y sus pares. Es una consideración merecida pues se apoya en valores literarios sólidos, aquellos que provienen de su producción ya publicada y la que aporta esta consistente historia de iniciación de adolescentes femeninas que, evitando el realismo localista, trabaja con destreza sobre distintos géneros y elementos narrativos. La novela transcurre en un internado católico de la zona Norte de Buenos Aires, donde algunas monjas de la orden de las “Clarisas” –o sea las que se consideran hermanas pobres de Santa Clara- predican la pureza y conveniencia de la virginidad, pero otras crean sus propios emblemas y alegorías no siempre cercanas a la ortodoxia religiosa. En este ambiente, la narradora, López, conoce en el cuarto año de estudio a una chica nueva, Felisa Wilmer, alguien al parecer recién llegada de Londres y que asombra a todas sus compañeras por su actitud rebelde y su comportamiento irregular. López se hará amiga de ella y la seguirá en un largo juego de experiencias vitales y descubrimientos de leyendas que cuentan un pasado más o menos escabroso del colegio y un presente con algunos peligros. En ese itinerario detectará que la conducta de Felisa, que actúa como si estuviera poseída por fantasmas de su entorno, es producto de la locura. Pero, en el entretanto, en esa ruta recorrida por López con Felisa, en su esfuerzo por comprender su impulso suicida –la novela comienza con estas palabras de la amiga de la narradora: Me voy a matar-, en las complicidades surgidas de sus aventuras góticas y de los descubrimientos que hace de distintas historias, se va formando un sentimiento de intenso cariño en la primera de ellas. Al punto que, sobre el final, y al enterarse que el padre de Felisa regresa de Europa para internarla en una clínica psiquiátrica, ella dice: “No sé como fue para los demás, pero para mí conocer y desconocer a Felisa fue el comienzo de la vida verdadera.” El ingreso al conocimiento del mundo real, donde las cosas nunca son sin dolor ni desgarros, sino que siempre se desacoplan y tienden a romperse. En una entrevista que dio recientemente, Betina González dijo que quería con su trabajo devolverle al adolescente, a su figura tan vapuleada por la reflexión trivial, la complejidad que se merece. Y realmente lo logró.