Googlear, el verbo de moda

Tecnología

El impacto de los hábitos de búsqueda de información es, a tal punto radical, que hay quienes alertan sobre la posible merma del trabajo mental, e incluso quienes se plantean que podrían afectar al cerebro, un órgano que termina de formarse en la adolescencia. Aconsejan utilizar la tecnología con conciencia de que no sustituye las relaciones humanas ni el necesario trabajo de interpretación de la información.

Yo googleo, tú googleas, él googlea… Puede parecer anecdótico, que el verbo “googlear” –que en 2006, uno de los diccionarios de inglés más vendidos en Estados Unidos, el Merrian-Webster Collegiate Dictionary, incluyó por primera vez entre sus términos, aunque después se sumarían otros, como el Oxford English Dictionary- ya figure en las nuevas ediciones de importantes diccionarios de todo el mundo. De algún modo, sin embargo, el hecho demuestra hasta qué punto la acción de búsqueda de información a través de la web, a través del mayor buscador de la red, y la utilización de las aplicaciones google (Maps, Docs, Search, You Tube, etc…) ha modificado los hábitos de interacción con la información de millones de personas, alrededor del mundo.

 La costumbre de “googlear” se ha popularizado en los últimos años, al punto que el término fue elegido como “la palabra de la década” a principios de 2010 por la American Dialect Society (ADS), asociación académica fundada en 1889 y dedicada al estudio del inglés en Estados Unidos. Google, sin embargo, no incentiva el uso de su nombre, una marca registrada que, temen sus representantes, pueda sufrir –aunque parezca increíble- cierto grado de desgaste.

Lo que es indudable, a esta altura, es que el hábito de “googlear” ha impuesto modificaciones drásticas en la forma en que buena parte de la humanidad se relaciona con la información y accede a los datos. Los especialistas han llegado a la conclusión, además, de que éste hábito altera los procesos del aprendizaje y genera ciertas alteraciones en la memoria, de chicos y adultos que utilizan esta tecnología.

Un grupo de psiquiatras y especialistas en aprendizaje que se dedicó a estudiar la cuestión  -la revista Science publicó recientemente un artículo sobre el tema-, concluyó que el hecho de no tener que hacer uso de la memoria, como hace décadas atrás, para retener datos –porque en la web, y a través de google, siempre están disponibles-, termina volviendo obsoletas ciertas funciones mentales. En otras palabras, el trabajo mental se ve disminuido, mermado. Aunque hasta acá, los neurólogos no tienen pruebas para hablar de consecuencias a nivel del órgano cerebral, piensan que éstas podrían descubrirse en unos años, cuando la generación que nació y creció frente a las pantallas sea sometida a estudios más desarrollados que los que existen actualmente. A estos efectos generales sobre el aprendizaje y los hábitos de conducta mencionados, los especialistas se refieren como el “efecto Google”.

Los estudios revelan que con las nuevas tecnologías, la capacidad de memorizar se va perdiendo. "Los estudiantes usan Internet como una memoria externa", explicó Betsy Sparrow, una de las autoras del trabajo.

Podría pensarse que eso no es necesariamente malo -podría pensarse, que es inevitable-, lo que está claro es que las nuevas tecnologías, y ciertas aplicaciones, transforman el proceso de aprendizaje tal como se lo conocía hasta su aparición, y dan lugar a nuevos procesos. El exceso de información es uno de los elementos que se suma a este nuevo panorama y puede complejizar aún más el tema.

La capacidad de imaginar también está sobre el tapete: hay quienes argumentan que el hecho de tener “servida” una cantidad infinita de datos, podría atentar contra la creatividad e incluso contra la capacidad de resolución de problemas que exigen algo más que el mero cúmulo de información. No es lo mismo, resolver, relacionar, entender o procesar una determinada realidad, que simplemente tener datos sobre ella.

La cantidad de data a la que acceden niños, estudiantes y adultos cuando pretenden investigar o informarse sobre algún tema, es de tal magnitud, que puede confundir a aquellos que no estén capacitados por organizar los datos que reciben. En este sentido, es conveniente que, aunque estos buscadores puedan ser utilizados como complemento del trabajo de aprendizaje, no sustituyan, por ejemplo, la relación con el docente ni el valor de la palabra.

La capacidad de comprensión de los materiales a los que accede, es tan o más importante, que el hecho de acceder a la información, por cuantiosa que ésta sea. Conviene tener esto presente, sobre todo cuando son chicos o jóvenes los que se lanzan a buscar material en Google.

El aspecto positivo es que las nuevas tecnologías y el uso de google, más específicamente, fomentan el “autoaprendizaje”, y la motivación de investigar por fuera de estructuras o exigencias externas.


Qué es el googling

Una costumbre muy extendida

Es habitual, cuando alguien tiene que conocer referencias pasadas de una persona –un empleado, alguien con quien se espera hacer un negocio, un empleador, una posible pareja, etc- oír que se le aconseje “googlearlo”. A esa acción –la búsqueda, el rastreo de información sobre determinada persona- se la llama actualmente googling. Se calcula que alrededor de tres millones de consultas mensuales en google responden a esta generalizada costumbre, que apunta a obtener datos sobre el pasado profesional o personal de otras personas.

Eso despierta en muchos la precaución de controlar lo que se publica en la red sobre ellos, aunque hay muchos otros millones que desconocen que en la red, y a través de google, en la actualidad es sencillo encontrar todo tipo de datos personales, desde las aficiones hasta el número de cuenta bancaria o la fortuna personal del "googleado". Claro que también cuenta el hecho de que no todo lo que circula en la red de redes es cierto o verdadero, y en ese sentido habrá que considerar que quien busca dé con datos falsos.

La regulación jurídica de la información circulante es algo aún no resuelto, en la mayoría de los países del globo: si bien en Europa existe una legislación que apunta a la protección de los datos que se publican, en Estados Unidos, por ejemplo, esa regulación todavía no se ha implementado.