Marcela Serrano: portavoz literaria del mundo femenino



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La escritora chilena Marcela Serrano es una de la voces más interesantes de la literatura femenina. Aquí conversa con Cabal Digital.

Hija de escritores y cuarta de cinco hermanas, Marcela Serrano nació en Santiago de Chile en el año 1951. Aunque la literatura estuvo siempre presente en su vida, se dedicó en un principio a las artes plásticas y publicó su primera novela recién a los cuarenta años. Sus primeros títulos fueron “Antigua vida mía”, “El albergue de las mujeres tristes” y “Nuestra señora de la soledad”.
Su obra se caracteriza por el análisis de la problemática femenina: sus batallas, inquietudes y anhelos.
Considerada una de las escritoras más destacadas de América Latina y una de las más leídas en Italia y España, Marcela Serrano ha logrado reflejar en sus libros el complejo mundo de la mujer actual

Cabal Digital ¿Cuándo sintió la certeza de que quería dedicarse a escribir?
Marcela Serrano: Mi primera novela se publicó cuando yo recién había cumplido 40 años, aunque resulta que yo escribía desde muy pequeña. Mi padre era un ensayista bastante conocido en Chile, escribía en el diario todos los días. Mi madre era novelista. O sea que nací en una casa en la que escribir era como comer, como correr, como jugar; y de muy chica empecé escribiendo cómics. Como me gustaba también dibujar, hacía historias dibujadas y se las regalaba a mis hermanas un capítulo por noche. Después ya me puse más seria: a los once años escribí mi primera novela. Se la pasé a mi padre y a mi madre pero no me hicieron mucho caso; me hacían mucho más caso cuando yo dibujaba. A los quince volví a escribir otra novela, a los 18 otra. Y aunque en mi casa lo único que se hacía era escribir, nadie me hacía caso, por lo que fui a la escuela y estudié bellas artes. Pero siempre seguí escribiendo de una forma u otra: cartas, diarios…Siempre necesitaba escribir. A los 18 años dije “¿hasta cuándo?”; tenía esto agarrotado adentro, de las ganas de contar historias, y me puse a escribir pensando “voy a hacer historias para mis amigas”; así nació “Nosotras que nos queremos tanto”.

 

C.D.: ¿De qué trata su última novela y cómo ésta se relaciona con sus trabajos anteriores?
M.S.: Mi último trabajo, “Diez mujeres”, está directamente relacionado con mi primera novela en el siguiente sentido: cuando me di cuenta que se iban a cumplir veinte años desde la publicación de “Nosotras que nos queremos tanto” me dieron ganas de ver si lo que yo planteaba en ese tiempo aún tenía sentido. Exactamente yo plantee esto: de que todas nosotras las mujeres tenemos la misma historia que contar; pero eso lo dije intuitivamente en la primera novela, y pasados los veinte años me dije “quiero comprobarlo”. Y salí a la calle buscando las historias de las mujeres, empecé a ver en qué estábamos todas; y fue muy rico comprobar que efectivamente habían pasado veinte años y que lo que había planteado como intuición hoy día era una certeza.

C:D: ¿Cómo ha sido el proceso de escritura de “Diez mujeres”?
M.S.: “Diez mujeres” debe ser la novela que más he tardado en escribir, básicamente por lo siguiente: yo tenía que tomar la voz de las mujeres y una vez que tomaba la voz, porque el lenguaje en esta novela es muy protagónico, cómo habla cada una, y una vez que me llenaba de esa voz estaba muy difícil soltarla…entonces tenía que dejar pasar un tiempo sin escribir entre una mujer y otra, por lo que tardé dos años y medio en escribirla.

C.D.:¿Cómo describiría la relación entre hombres y mujeres en los últimos diez años?
M.S.: Creo que hoy en día hombres y mujeres estamos pasando por un cierto desencuentro, porque nosotras nos hemos apropiado ya de la vida pública: estamos en la calle, estamos trabajando, estamos siendo proveedoras; pero los hombres no han llegado al mundo privado lo suficiente como para que realmente podamos compartir los dos ámbitos. Entonces las mujeres nos sentimos estafadas porque estamos haciéndonos cargo de todo: tanto de lo de afuera como de lo de adentro. Y el trato era que nos hacíamos cargo de lo de afuera porque ellos iban a venir hacia dentro, y eso no ha pasado todavía lo suficiente. Estamos en un momento de cierto desencuentro; estamos un poquito enojadas.

 

C.D.: ¿Qué opinión le merece el proyecto de ley a favor de la despenalización del aborto que se está debatiendo en el Congreso argentino?

M.S.: Nadie puede calificar a otro como “pro aborto”, que es lo que la derecha hace con nosotros cuando pedimos leyes que protejan a las mujeres. Nadie es pro aborto porque el aborto es una tragedia; las mujeres lo saben más que nadie porque es nuestro cuerpo al final el que lo padece. Es nuestro cuerpo el que está engendrando o no, por lo tanto solamente yo puedo elegir si llevo a cabo mi embarazo o no. Ni la Iglesia puede opinar sobre esto ni el Estado. El Estado sí debe estar detrás para protegernos. Pero la decisión es sólo de la persona que está concibiendo, de nadie más. Me parece evidente que tiene que haber leyes, porque además termina siendo un problema de clases: los ricos siempre tienen dónde hacerse abortos con toda la higiene del caso y los pobres no, por eso terminan muriendo.