México y el estigma de Ayotzinapa

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En una medulosa conversación con Revista Cabal, el filósofo e intelectual mexicano Fernando Buen Abad se refirió a la dura y difícil situación que vive su país, acosado por una política de Estado que castiga con rigor inusitado a los sectores más débiles de la sociedad y consiente las acciones, cuando no participa en ellas, con que el crimen organizado aterroriza al país, como ocurrió en los dolorosos episodios de Iguala. El actual rector de la Universidad de la Filosofía, radicada en Buenos Aires, analiza a fondo las verdaderas raíces que han llevado a este complejo y tormentoso presente de su nación.  

Como una vieja y atroz pesadilla que no deja de hostigarnos, el fantasma de Ayotzinapa golpea la sensibilidad y conciencia de México y el mundo. Y adecuado es decir el mundo porque debe haber pocas regiones del planeta que no hayan expresado su dolor e indignación por los escalofriantes sucesos ocurridos el 26 de septiembre pasado en Iguala, estado de Guerrero, al sur de la nación azteca, donde cuarenta y tres estudiantes normales fueron, casi con seguridad, asesinados e incinerados y sus cenizas soterradas o arrojadas al río. Otra vez, el espectral estigma de la desaparición física de los cuerpos de las víctimas, que tanto castigó a América Latina y en especial a la Argentina, volvió a surgir como práctica macabra de los grupos de poder hegemónico para acallar las luchas de quienes se resisten a vivir de rodillas frente a la injusticia y la violación de sus derechos. No es que México haya prescindido de esas prácticas y éstas hayan brotado de golpe. En los últimos seis años, por lo menos, algunos informes reportan cerca de 140.000 muertos y más de 30.000 desaparecidos provocados por la represión de las luchas populares, que son muy frecuentes en México pero no tienen casi difusión, y las refriegas entre bandas criminales. Sin embargo nunca hasta ahora un hecho como el de los estudiantes de Ayotzinapa había generado una irradiación de protestas y solidaridades tan grandes en la arena internacional. Y cierta conciencia en distintos ámbitos de que la civilización ya no tolera este tipo de atrocidades y de mutilaciones de los derechos humanos.


    Como consecuencia de ello, no parecería que todo pueda permanecer exactamente igual en México después de tales movilizaciones y efervescencias en el plano social, aunque el mejor o peor destino al que ellas puedan llevar dependerá siempre, como es comprensible, de que las fuerzas interesadas en un cambio, que son muchas, se organicen en forma adecuada y presenten un frente invulnerable a las corrupciones y tentaciones del sistema. La imbricación entre el crimen organizado y el aparato estatal, incluyendo allí no solo a la policía y el Ejército sino también a distintos estamentos judiciales y sectores de la gestión gubernamental, es tan fuerte y tan diseminada en México, que será muy difícil desmontarla y llevará tiempo, pero, como se sabe, la única batalla perdida es la que no se da. Por lo pronto, es cierto que hoy como nunca la realidad de México –a menudo ocultada o embellecida por las ficciones creadas por los medios de comunicación dominantes y ni hablar si se habla de ese monstruo que es Televisa-, recorrió a escala global los espacios de los diarios, la televisión y las redes sociales, ha estado como no lo había estado en los años recientes en la vidriera universal, transformándose en tema de debate y reflexión de distintos foros y sectores sociales.


Un dato interesante: la figura del actual presidente Enrique Peña Nieto, que estaba en el puesto 37, en el ranking de personas más poderosas que organiza la revista Forbes, pasó súbitamente al lugar 60, lo que muestra un crecimiento de la desconfianza entre los núcleos de poder sobre su real eficacia para dirigir el timón de México, que cada vez más exhibe la imagen de un Estado fallido. Respecto de las franjas mayoritarias de la sociedad, entre ellas las más pobres o desprotegidas –algo que no es sorprendente bajo el voraz modelo neoliberal-, sino incluso en relación a la defensa de los negocios de la propia plutocracia hegemónica, que piensa si ya la torpeza y escasas luces de la gestión del presidente (en el gobierno desde 2012 en nombre del Partido Revolucionario Institucional, PRI) no pone en peligro la seguridad y estabilidad de sus intereses. Sobre estos asuntos se ha hablado, como decimos, en distintas ciudades del mundo, incluida Buenos Aires. Uno de los lugares donde se desarrolló un sabroso debate sobre estos temas, el del Estado fallido entre ellos, fue el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC). Allí, frente a una audiencia muy interesada, expusieron hace algunas semanas atrás el rector fundador de la Universidad de la Filosofía, el catedrático e intelectual mexicano Fernando Buen Abad, el conocido sociólogo Atilio Borón y el historiador Horacio López, estos dos últimos del CCC. Con el primero de ellos mantuvo una entrevista Revista Cabal, unos días después de la conferencia y retomando algunos tópicos que se habían desplegado en el encuentro.


Usted exponía en su conferencia que a la cantidad de muertos y desaparecidos de los últimos años había que sumarle los millones de desplazados de sus tierras por el crimen organizado y de trabajadores que se quedaron sin empleo. ¿Desde cuándo se comienza a acentuar esta situación?    
Hay una fecha clave en la que esta situación comienza a agravarse claramente: es el 1º de enero de 1994, fecha de entrada en vigor, bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, del Tratado de Libre Comercio de México con Estados Unidos y Canadá. Lo primero que habría que decir es que la firma de ese acuerdo fue totalmente inconsulto. Una medida de tal naturaleza que compromete a distintas generaciones e incluso gobiernos debe ser sometida a una consulta, cosa que no se hizo.  El NAFTA, como se lo conoce, instauró asimetrías tremendas. Una de ellas era que México debía reducir hacia el 2017 su producción de maíz, un cereal que tiene un poderoso poder simbólico en la cultura azteca y la historia del país, que garantizaba una autosatisfacción alimentaria. La contrapartida era que había que comprárselo a los norteamericanos, que ahora nos venden maíz transgénico de Monsanto. Esta decisión produjo una verdadera depredación de la mano de obra campesina. Y allí comenzaron las resistencias y las luchas. En esos años se produce el levantamiento zapatista en Chiapas. El Estado empezó a fallar. Pero entendamos el concepto: no a la gente común. El Estado burgués siempre le falló a esa gente, nunca tuvimos esperanza en él. Le empezó a fallar a sus propios cómplices y a sus proyectos, que ya no están tan seguros, no duermen tranquilos.


Las asimetrías se dan, según tengo entendido, no solo en el plano agrícola, sino también ganadero. ¿Es así?
Distintos artículos del tratado abordan la actividad agrícola ganadera y agrícola como si se desarrollara en condiciones comparables a las de la producción rural en Estados Unidos y Canadá, como si se estuviera en una relación entre iguales. Y no es así. En México nunca hubo medidas de protección a esta actividad como las ha habido en Canadá y los Estados Unidos. Nos decían que entrábamos al Primer Mundo solo porque la publicidad lo decía e ingresamos a ese paraíso mercantil con muchos engaños y peligros. El primero fue una cláusula que obligó México a bajar su producción para que en vez de ser exportador y tener pleno autoabastecimiento en algunas áreas de la actividad agrícola pasáramos a ser compradores y consumidores de los productos de ellos. Tal el caso del maíz que comentamos, uno de los más graves pero no es el único, ni por mucho. En materia ganadera se pasó de la lógica de exportar carne a tener que empezar a comprar esa carne misma ya procesada y enlatada multiplicando los costos. Estamos consumiendo nuestro propio producto a un precio mucho mayor por el hecho de haber cruzado la frontera. Y lo cierto que las instalaciones en la frontera estaban tan cercanas que no había costo en el transporte pero sí había incremento grande en el costo del valor agregado.


¿También con los productos para la industria textil, no?
Con el algodón, que es una materia prima que en México se produce mucho. Entonces exportamos algodón a Estados Unidos, que transforma ese producto en piezas de tela que se usan para hacer vaqueros o lo que aquí se llaman jeans. Esas telas se procesan en las llamadas maquiladoras, que son grandes instalaciones que están en la frontera y donde se trabaja a destajo, en forma infrahumana. Esas empresas son también norteamericanas. Allí se procesan y etiquetan las ropas e indumentarias que regresan a México como productos de importación y con un aumento de hasta el 800 por ciento del valor original de la materia prima. Esas obscenidades están consagradas en el Tratado de Libre Comercio. Algo similar ocurre con el petróleo: lo exportamos crudo, porque no tenemos más que dos refinerías, y lo importamos luego como gasolina. En fin, el tratado ha puesto a México en una desventaja muy grande y le ha ocasionado pérdidas incalculables. La devastación de la mano de obra es monumental: hay 10 millones de mexicanos trabajando fuera del país, sobre todo en los Estados Unidos, de una población de 110 millones aproximadamente que somos.
Esos mexicanos en el extranjero envían remesas de dólares al país que se calculan en unos 25 mil millones de dólares.
Ese dinero supera la cifra de lo que produce la industria petrolera mexicana e incluso la del turismo. Son 25.000 millones de dólares. Imagínese el calibre de esa suma, que supera las reservas de muchos países latinoamericanos. Solamente por año. Otro problema: en el campo al quedar las tierras abandonadas, más de un vivo se está adueñando de ellas para la producción de transgénicos o para el otro negocio que ha prosperado muchísimo con el crimen organizado: lavar dólares a través de la compra de terrenos, casas y edificios. Ustedes tienen un Nordelta. México tiene miles de Nordeltas edificados con el dinero del crimen organizado y con la estética de Miami. En las grandes haciendas de los terratenientes o en los campos que se adquieren o apropian  están, por otra parte, las pistas de aterrizaje más sofisticadas para el traslado de las mercaderías ilegales. El paisaje pues da cuenta de grandes pérdidas en el plano económico y en un plano político más amplio, una de las grandes derrotas objetivas para México ha sido la de haberse convertido en zona de seguridad para los Estados Unidos, al establecerse o imponerse al país la lógica de ser un mercado de compradores de los productos norteamericanos. Es un desahogo donde los yanquis descargan sus bodegas de productos que ya no saben dónde meter de tanto que fabrican. En México encontraron una base para el consumo y también para los depósitos: la ampliación de los sistemas crediticios ahogaron al país ya varias veces, como ya ocurrió con la crisis del Tequila. Este paisaje de devastación de la economía mexicana para hacernos un país totalmente dependiente del vecino del otro lado de la frontera.  Como decía el ex presidente  Porfirio Díaz: “Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.”


¿Cuánto dinero entra en México en concepto de tráfico de drogas y por qué usted habla más de crimen organizado que de narcotráfico?
Bueno, hay cifras que hablan que solamente por la venta de cocaína entra entre 25.000 y 40.000 millones de dólares. Respecto a lo otro diré que el término narcotráfico es limitado, no contempla todo el problema. El crimen organizado es un concepto más amplio porque involucra a cuatro industrias: una de ellas es el tráfico de drogas, entre las cuales está la cocaína. Pero no solamente, el tráfico de marihuana es de gran calibre también y el de todas las anfetaminas. A eso hay que agregarle el tráfico de armas que no es un asunto menor, que incluye la venta para uso de los sicarios del crimen organizado pero también de las pandillas o bandas que son las que controlan territorialmente la distribución y el tránsito de los grandes tonelajes de droga. Las armas en su mayor parte son introducidas a México a través de Colombia y son de Israel. Y existe también la venta de municiones, toda una actividad compleja porque no es fácil transportar las toneladas de municiones y armas. Y sin embargo se transportan. De ida y de vuelta. El crimen organizado incluye también el tráfico de personas, por ejemplo el traslado de mano de obra a la frontera para ser usada como mano de obra esclava y también la trata para prostitución. Se llega a cobrar hasta 5 mil dólares por el transporte de personas en traslados inhumanos, que son el sitio de la muerte de muchas personas (camiones, trenes, etc.). Sobre el tren llamado La Bestia, que va de Guatemala a México, se narran historias desgarradoras. Hay documentales sobre el itinerario en este tren. Y, por último, en el concepto de crimen organizado está también el tráfico de órganos, otros de los horrores macabros. La revista Proceso de México ha hecho investigaciones que dicen que por hígado o riñones se pagan 50 mil o 60 mil dólares, y por la complejidad que implica la logística de extraer y vender órganos, trasladarlos en perfectas condiciones, etc., es evidente que hay una tecnología y expertos que trabajan para eso.


Peña Nieto subió al gobierno diciendo que acabaría con el narcotráfico y falló. ¿Por qué?
Bueno, encargarle hoy al Estado la extirpación del narcotráfico es como encargarle el gallinero al zorro. Hasta que el Estado no demuestre que no es un narco-Estado, no estará en condiciones de llevar a cabo una lucha real sobre este flagelo. Hasta ahora la supuesta lucha contra el narcotráfico solo ha servido de pretexto para militarizar más el país, al estilo que quiere Estados Unidos. El caso de Ayotzinapa es respecto de la complicidad del Estado: un intendente de una zona como Iguala estaba casado con una hermana de unos de los grandes jefes del narcotráfico. Esta fórmula se repite en muchos lugares, porque el crimen organizado tiene un control muy meticuloso.  Entonces es imposible pensar que un presidente municipal, un diputado estatal, un senador o gobernador mismo, puedan llegar a sus cargos sin que el crimen organizado no haya participado de algún apoyo, de algún permiso, componenda o negocios. Son muchas las historias, algunas probadas y otras imposibles de probar, donde los narcotraficantes han secuestrado gobernadores o funcionarios públicos o incluso soldados de rango importante que han sido amedrentados o cooptados al punto que hay muchos lugares de México con situación de doble poder y el poder del narcotráfico adueñándose de los cargos públicos. La escala es muy compleja, pero no están a salvo los altos cargos ni el secretario de Defensa Nacional de regímenes como los de los ex presidentes Vicente Fox o Felipe Calderón (ambos del Partido de Acción Nacional, el más conservador), que  estuvieron tocados por el narco. Y hay denuncias e investigaciones abiertas que vaya a saber cuándo tendremos claridad sobre esos episodios. Lo cual también es un gran problema político-ideológico porque obliga a desarrollar toda esta reflexión en medio de una especie de nata espesa de incertidumbres.


También un partido de izquierda, como el Partido Revolucionario Democrático, fue cooptado en algunos de sus sectores por el narcotráfico. El intendente de Iguala era de ese partido. ¿En qué medida eso perjudica al ex candidato presidencial por ese partido, José Manuel López Obrador?
López Obrador ya no era miembro de ese partido cuando se produjeron los hechos y ya había formado el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Y es verdad que se ha tratado de usar el tema para desacreditarlo. No obstante es cierto que el PDR, sobre todo en esta etapa y con su actual dirección, ha aceptado la lógica alevosa de pactar candidaturas a ultranza como sea, con el objetivo de ganar elecciones, sin tener reparos en las consecuencias. Es imposible pensar que no supieran que el intendente de Iguala estaba conectado al narcotráfico. Por eso, el fundador de ese partido Cuauthémoc Cárdenas renunció a sus filas alegando que lo que había sucedido contrariaba la tradición del programa de esa organización. De manera que es una danza de componendas electoreras para los fines concretos de mantener control del aparato del Estado a cambio de  cualquier compromiso. Y eso es básicamente la de permitir el libre tránsito por  las carreteras del país de las mercaderías del narcotráfico. Y Guerrero es en particular un estado jugoso para los traficantes de drogas, armas, personas y órganos, porque es uno de los primeros productores de oro, plata, turismo, petróleo y es zona agrícola ganadera y hay allí siempre circulando millones de dólares. Entonces se dará cuenta que hay allí una oligarquía local, de terratenientes y latifundistas, que dominan toda la situación y controlan esto, nada ocurre allí sin que ellos lo sepan y lo autoricen.


¿El narcotráfico se podría desarrollar sin la complicidad de los Estados Unidos?
No se podría hacer si no estuviera allá el comprador más grande del mundo. Usted imagínese la escena. Uno ve que cruzando nada más la frontera hay tipos allá en EEUU que tienen valijas  repletas de dólares, el primero que llega a entregar la mercancía es el que se lleva la valija. Es como en el Far West, no depositan en los bancos, no manejan tarjetas de crédito, es el pago en efectivo de sumas descomunales. El que llega primero es el que recibe los dólares, allá están los compradores. ¿Dígame cuántos nombres de narcotraficantes norteamericanos usted conoce que estén en la cárcel ahora por narcotraficantes? Ni uno solo, no conocemos una política seria de Estados Unidos contra el crimen organizado, la DEA es puro palabrerío, no actúa en los frentes duros y justamente porque son ellos los que están metidos en el asunto.


¿Y hay entre las bandas mucha competencia para llegar a esos lugares?
El crimen organizado tiene distintas especialidades y características para actuar. Están los que tienen toda la ingeniería y llegan a la frontera y cobran. Se requiere mucha fuerza para eso, porque en el camino hay que pelear contra la competencia, hay algunos que están esperando que llegue el camión para robarlo y pasarlo ellos y ahorrarse todo el trabajo. Hay otros que no, esperan que vuelvan con la plata y ahí asaltarlos y quedarse con ella. Todas esas son guerras y guerras a balazos permanentemente, le estoy hablando de 140 mil muertos en seis años, le estoy hablando de 30 mil desaparecidos, de 300 mil personas desplazadas de sus casas, tierras, es una matazón terrible porque está el comprador del otro lado. Si no hubiera eso no habría negocio. Esta es la gran clave de todas las claves. Ahora, Estados Unidos no hace ni la más mínima autocrítica de su papel en esto, no ha sido capaz de una sola reflexión sobre el tema, ni siquiera pensando en el propio efecto que la droga tiene sobre la propia salud pública de la población. Porque en esto también es Estado fallido porque ellos necesitan mano de obra potente, capaz de resolver el problema clave que es: ¿en qué estado de salud necesito a la clase trabajadora para poder explotarla? Pero no piensan en eso, solo piensan como solución el despliegue militar que sueñan con extenderlo a toda América Latina. En realidad, con sus socios de México no están peleando contra el narcotráfico, lo hacen contra el pueblo de ese país, contra sus demandas de justicia. La supuesta lucha contra el narco es una justificación de su deseo de meter más policías en las calles. Pero así no solucionan nada. En Colombia tienen el mejor ejército de América Latina, el mejor armado, entrenado y con siete bases militares y no han resuelto un solo milímetro en la lucha contra el narcotráfico. Interesante después de todo lo que se ha gastado con el plan Colombia. El proyecto es otro, la gran amenaza somos todos nosotros, empezando por la amenaza mayor que son los jóvenes. Esos jóvenes como los de Ayotzinapa, o los que hoy en el movimiento estudiantil o en las recientes  movilizaciones para que se haga luz en ese crimen, junto a los padres de las víctimas o de otros sectores sociales, han encendido otra vez el corazón de México con su fuego, con su pasión por la justicia.
                                                    A.C.