Ricardo Piglia, en tiempo presente

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Es uno de los mayores escritores argentinos contemporáneos. Dueño de una extraordinaria carrera que incluye novelas y cuentos fundamentales de las letras argentinas, y una amplia serie de ensayos igualmente valorados, el autor inició en 2015 un monumental proyecto editorial que incluirá tres volúmenes.

Desde que hace un año empezó a sufrir los efectos de una enfermedad denerativa que le impide moverse con soltura (Esclerosis Lateral Amiotrófica, ELA), Ricardo Piglia permanece refugiado en su Ph del barrio de Palermo, y dedica su tiempo al descanso y la lectura; aunque se prevé que se publicarán dos libros que completarán la trilogía iniciada a fines del 2015, con Los diarios de Emilio Renzi, un libro que el mismo ha definido como una suerte de autobiografía de su escritura.

En los últimos meses, el nombre del gran escritor argentino circuló en los medios de comunicación por motivos diversos. En primer lugar, por su tratamiento médico: ante un panorama desalentador –el ELA no tiene cura conocida-, y cuando su prepaga se negaba a cubrir una medicación experimental a la que el escritor y sus allegados esperaban acceder, sus amigos y familiares reunieron firmas, a través de la página Change,org, para lograr su objetivo.  Finalmente, y ante el abrumador apoyo que ganó la causa, la empresa Medicus aprobó la cobertura, tras la intervención de la Justicia. Por otro lado, el director Andres Di Tella estrenó a fin del año pasado un excelente documental -327 cuadernos, en el que juntos, escritor y director, reconstruyen la historia de la escritura de los diarios que que Piglia inició en 1957 y sostuvo durante más de cuarenta años.

Casi en simultáneo, se publicaba la primera parte de una trilogía que abarcará buena parte de la historia del escritor: Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación. Recientemente publicado por Anagrama (y ganador el Premio Formentor 2015, prestigioso galardón que antes recibieron autores como Samuel Beckett, Jorge Semprún, Witold Gombrovicz, Carlos Fuentes y el mismísimo Borges), la obra abarca el período 1957-1967. Los diarios ganó en febrero el premio Ciutat de Barcelona, en España, y los críticos del país lo eligieron como el mejor libro del 2015.A ese título le seguirán Los años felices y Un día en la vida.

  Según el Piglia, Renzi -su histórico alter ego, que el escritor utilizó ese nombre por primera vez en 1965 para firmar una traducción de un cuento de Ernest Hemingway y el prólogo de una colección de policiales- le sirve para decir aquellas cosas que él no se atreve a pronunciar o explicitar. Como han hecho otros grandes escritores argentinos -como Abelardo Castillo, por caso- en estos escritos expone sus reflexiones y devaneos respecto de los dilemas que plantean el oficio de escribir y, en ese marco, la narrativa ficción.
  “¿Cómo se convierte alguien en escritor –o es convertido en escritor–?”, plantea Piglia en sus diarios. “No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)”. Pero además, repasa las primeras lecturas de su vida -de Los hijos del capitán Grant de Verne a La peste de Camus o El oficio de vivir de Pavese, pasando por Defoe, Sterne, De Quincey, Gogol, Dostoievski, Kafka, Proust, Fitzgerald, Faulkner, Hemingway o Gadda-, recuerda su relación desde joven con el mundo del cine y las películas -Bergman, Wilder, Visconti, Wajda y Godard, James Bond etc-, y sus primeros los amoríos, al margen de las experiencias concretas vinculadas a su formación, literaria y vital.

El escritor, que también es reconocido como crítico y ensayista, es uno de los autores que pensó con más lucidez el vínculo entre la ficción y la política en la literatura argentina; y ha dedicado ensayos y artículos a Roberto Arlt, William Faulkner, Julio Cortázar, Macedonio Fernández, Sarmiento, Manuel Puig y, especialmente, Jorge Luis Borges, a quien también dedicó un ciclo de clases televisadas por la TV Pública. Desde que recibió una mención especial en la edición de 1967 del premio Casa de las Américas por su libro de cuentos Jaulario, fue reconocido con el Premio Planeta, el Konex de Brillante y el Rómulo Gallegos.

   Nacido en Adrogué, provincia de Buenos Aires, en 1941, Piglia se mudó a Mar del Plata en 1955, junto a su familia. En 1967 publicó La invasión, que resultó ganador del prestigioso premio Casa de las Américas, y en 1980 Respiración artificial, considerada una novela clave de la narrativa argentina contemporánea. La ciudad ausente (1992) -llevada a la ópera por el compositor Gerardo Gandini- es otra de sus obras más representativas, a la que hay que sumar Nombre falso (1975), Prisión perpetua (1988) y el libro de ensayos Crítica y ficción (1986).

   En 1997 recibió el Premio Planeta por su novela Plata quemada, por unanimidad del jurado integrado por Augusto Roa Bastos, Mario Benedetti, Tomás Eloy Martínez y María Esther de Miguel. Él sostiene, sin embargo, que El último lector es el más personal y el más íntimo de sus libros.
  Dirigió revistas literarias -entre ellas la revista Literatura y Sociedad- y fue docente de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad de California en Davis y de Universidad de Princeton, Estados Unidos. Ha sido también guionista de las películas El astillero (1999) La sonámbula, recuerdos del futuro (1998) y Comodines (1997), y co-guionista de la película Corazón Iluminado, de Héctor Babenco. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y portugués.  “Uno escribe y elige lo imaginario porque está desajustado en relación con la vida”, declaró él recientemente al diario El País de España. “Esto no supone ningún privilegio ni garantiza una profundidad, es una grieta entre la experiencia y el sentido, no entiendo cómo se produce y de dónde viene ese pensar de más y esas leves alucinaciones y por eso tal vez escribí un diario, para mantener a raya esa extrañeza, pero no he logrado más que confusión. Es cómico, uno busca entender lo que le pasa y sólo logra estar más perplejo.
                                                                                               V.A.

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