YPF, en el corazón del pueblo

Actualidad

Con la aprobación por parte de la Cámara de Diputados del proyecto de expropiación  por parte del Estado del 51 por ciento de las acciones de la empresa Repsol-YPF –pocos días antes ya lo había aprobado el Senado con el apoyo del 90 por ciento de sus miembros- , la sociedad argentina ha dado un paso realmente histórico en su marcha hacia el reconocimiento pleno de su soberanía sobre las riquezas fundamentales de su suelo, entre ellas las hidrocarburíferas.
Un paso histórico no solo por lo que YPF ha representado desde siempre en la memoria de los argentinos como símbolo de soberanía, de decisión del Estado de tener una conducta autónoma frente a las grandes compañías extranjeras en defensa de la Nación, sino también por lo que implica como acto de inicio de un ciclo de reparación  del inmenso daño que la privatización significó para el país. YPF, por ser una empresa estratégica nunca debió ser privatizada, como no lo ha sido casi ninguna de las empresas estatales de hidrocarburos de los países más importantes de América Latina.
Porque, además, si el hecho de ser privatizada constituyó un golpe feroz al propósito de explotar con criterio nacional nuestras riquezas, es todavía peor la circunstancia de que esa medida se llevara a cabo mediante un virtual saqueo de sus activos, tan trabajosamente acumulados durante años de esfuerzo de los argentinos. Pocos actos de la privatización neoliberal deben haber dejado una sensación más rotunda de escandalosa corrupción que aquel desmantelamiento y regalo de la empresa.

La actual expropiación no permite recuperar lo perdido en esa miserable entrega, ni castigar a sus responsables, pero da lugar a la necesaria reversión de un proceso que nos estaba perjudicando seriamente como país al poner en peligro el autoabastecimiento energético que requiere su actual crecimiento. Y, sobre todo, profundiza el camino hacia una democracia basada en la soberanía nacional y popular y una mayor equidad social.
Siempre que los intereses de los consorcios petroleros intentaron prevalecer en la política argentina lo hicieron a expensas de la democracia. No hay más que recordar al respecto el golpe de Estado de 1930 contra Hipólito Yrigoyen inspirado en la protección de esos intereses antinacionales, como lo recuerda una declaración del 26 de abril del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos en la que se apoya la actual decisión de recuperación de la esta decisión. Y muchas otras horas de tensión institucional provocadas también por la presión de esos grupos en la política argentina.
Por eso, celebramos con verdadera alegría la decisión presidencial de reestatizar la empresa y su aprobación por el Parlamento con una mayoría de votos que prueba lo enraizado que está el tema de YPF en el corazón de la sociedad argentina. Ni la sistemática, pero cada vez más desacreditada ofensiva mediática, ni la deserción de algunos pocos legisladores cuya mezquindad produce vergüenza ajena, pudieron torcer esta determinación que ya tiene un lugar privilegiado en el conjunto de acontecimientos que la historia del país recordará como memorables.

Lo que queda por delante es el desafío de hacer de YPF una empresa eficiente y transparente, que sirva realmente a los fines estratégicos de llevar adelante este modelo nacional, popular y democrático, con mayor equidad social que impulsa este gobierno. Si es así –y el cooperativismo ha dado ya su opinión en distintas ocasiones sobre la necesidad de que esta eficiencia y transparencia se garantice mediante la participación del Estado, los trabajadores y usuarios en la gestión de la empresa- nuestra economía y su meta de hacer cada vez una distribución más justa de sus bienes se beneficiará con ello.
En la línea de las decisiones nodales de este gobierno: la ley de medios, la asignación universal por hijo, la reforma del sistema de las AFJP –otro negocio escandaloso de las grandes corporaciones-, la modificación a la Carta Orgánica del Banco Central y otras medidas, la recuperación de YPF llena de orgullo al pueblo todo. No por simple sentimiento patriótico, que también existe, sino por la perspectiva que abre a la idea de que la soberanía es algo más que la necesaria defensa territorial, es la puesta del entero territorio y sus riquezas al servicio de una mayor justicia para su gente.
Esto, la Argentina lo celebra en el marco de una vocación de autonomía que ya es regional y que aspira cada vez más a la integración latinoamericana. En estos días, el presidente Evo Morales acaba de nacionalizar una empresa transportadora de energía española en Bolivia por las mismas causas que alegó, entre otras cosas, la Argentina: falta de reinversiones (lo que siempre hace pensar como en Repsol aquí en un posible vaciamiento). Soplan pues similares vientos de emancipación por la región y también lo seguimos celebrando.
El 25 de Mayo, día de nuestra patria, nos sorprenderá entonces con un motivo más para conmemorar con verdadera memoria histórica y lealtad los principios que inspiraron a nuestros máximos patriotas.