Adictos al smartphone

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El uso excesivo de esta y otras herramientas tecnológicas puede derivar en trastornos psicológicos. Cuál es el origen del problema. Cómo diferenciar entre utilización, problemática y adicción. De qué manera se puede prevenir y cómo es el tratamiento de las personas afectadas.

Ese aparato que alguna vez, hace apenas dos décadas, empezó siendo solo un teléfono móvil, hoy ocupa un lugar importante en nuestras vidas en términos de comunicación, consulta, trabajo y entretenimiento. Tan importante es ese lugar que, para muchos usuarios, probablemente la mayoría, resulta inimaginable no tenerlo a mano, en cualquier lugar y en todo momento. Y hasta hay un trastorno de ansiedad, la nomofobia, que refiere al padecimiento que genera en algunas personas haber olvidado o perdido su celular, o que se los roben, se rompa o se queden sin batería.

Un estudio de la empresa Mobile Posse con Phoenix Marketing International (PMI) y Verto Analytics, que examinó el uso de smartphones entre los usuarios de Android en los Estados Unidos, reveló, por ejemplo, que el 47% de los usuarios desbloquea los dispositivos sin un fin determinado; que el 49% de las sesiones se inició en la última aplicación abierta; que el 10% utilizó la aplicación y que el 19% terminó su sesión dentro de los tres segundos, es decir que no utilizó realmente su smartphone. También constató que el 19% de las sesiones se iniciaron tras recibir una notificación.

El fenómeno, claro, se da también en la Argentina. De acuerdo con una investigación de la consultora GfK, realizada entre 22.000 personas de 17 países, los argentinos están en el tercer puesto entre quienes tienen más dificultades a la hora de desconectarse, apenas superados por chinos y brasileños. Mientras el promedio de usuarios hiperconectados fue de 34%, en nuestro país fue del 40%. De ellos, el 44% tiene entre 15 y 19 años y el 41% entre 20 y 29. En cambio, la mayoría de mayores de 50 años dijo no tener problemas para la desconexión a voluntad.

Más allá de su múltiple utilidad, ¿qué nos hace dependientes e incluso adictos a estos dispositivos? ¿Hay una predisposición a utilizarlos de un modo excesivo? La licenciada María Cecilia Veiga —psicóloga, terapeuta cognitivo conductual y especialista en trastornos de ansiedad— no tiene dudas sobre las virtudes del smartphone, en la medida en que se haga un uso medido: “Hemos incorporado aplicaciones para realizar tareas cotidianas ya que lo tenemos con nosotros, todo el tiempo, al alcance de la mano. El smartphone comunica, entretiene, distrae, informa… Si le damos un uso racional, es una herramienta útil. Si lo usamos en exceso, puede afectar nuestra vida: leve, moderada o severamente. No hay una única predisposición psicológica para que este trastorno aparezca, sino un conjunto de factores de riesgo que pueden presentar las personas que utilizan el smartphone de manera excesiva. Suelen tener una mayor vulnerabilidad psicológica, sufren un mayor impacto de factores estresantes y por lo general tienen una pobre red social y poco apoyo familiar. La probabilidad de desarrollar una adicción al uso de Internet (implícita en el uso de un smartphone) se incrementa cuando la persona tiene factores emocionales o características de personalidad que aumentan la vulnerabilidad psicológica, por ejemplo mayor tendencia a la impulsividad, estados de ánimo cambiantes, poca tolerancia a la incertidumbre, baja autoestima, tendencia al aislamiento, etc.”

Adictos al smartphone

Para la especialista, la utilización excesiva del smartphone (y de otros dispositivos tecnológicos que incluyan el uso de Internet) puede derivar en una adicción comportamental. Las adicciones se caracterizan por una disminución en el control (de la sustancia, en el caso de adicción a químicos, o en la conducta, en el caso de adicciones comportamentales). En general, la adicción a Internet suele darse en individuos que juegan online, realizan apuestas o se conectan a sitios pornográficos.

 

 

Estas personas buscan todo el tiempo estar conectados y si bien al principio esto les produce placer, con el tiempo tienen que conectarse porque cuando no lo hacen experimentan un malestar intenso, parecido a un síndrome de abstinencia, que se calma únicamente cuando vuelven a realizar la conducta, perpetuando así el circuito de la adicción.  Dice Veiga: “El límite de lo que es sano o no está dado por la manera en la que la utilización de la tecnología afecta negativamente la calidad de vida de la persona, o pone en jaque su seguridad física o emocional. Como es de esperar, cuanto más tiempo pase conectado, menos tiempo tendrá para dedicarse a otras tareas, lo cual puede conducir a un deterioro de actividades académicas, laborales o de la vida social y familiar de la persona”.

Con respecto a si los smartphones permiten que nos comuniquemos mejor, entiende que nos ofrecen “más cantidad con menos calidad” de comunicación. “Podemos llegar a más personas, con mayor cantidad de contenido, pero se pierden elementos que enriquecen la comunicación, que tienen que ver con lo no verbal, los gestos, las miradas, el tono de voz, etc. La comunicación online nos genera la necesidad de inmediatez, de cosa instantánea que nos da la ilusión de estar ‘conectados’ con el otro en ese mismo instante, pero no en el mismo lugar. Sin embargo, la comunicación mediada por la tecnología nos es útil para incluir en el tratamiento de  personas que tienen serias limitaciones para interactuar con otros (por ejemplo, personas con pocas habilidades sociales, o pacientes que padecen fobia social). En etapas tempranas del tratamiento, la comunicación online les permite acercarse a otros con el resguardo de la pantalla y comenzar a socializar desde ese lugar, para luego poder hacerlo cara a cara”.

 

Síntomas, diagnóstico y tratamiento

Pero, ¿qué es lo que desencadena este uso problemático o adictivo de una herramienta? ¿El smartphone viene a reemplazar alguna ausencia, alguna carencia? ¿Permite una buena comunicación con los otros o es una ilusión? “La tecnología —explica la psicóloga, que integra el CentroIMA (Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad)— puede ser usada para muchas cosas. Algunos utilizan el smartphone con mesura, como una herramienta para facilitar tareas cotidianas, y se involucran solo lo necesario, es decir, sanamente, con una tecnología que les aporta algo que los beneficia. Otros, lo usan como parte de conductas de reaseguro cuando tienen que salir a la calle, o como medio para mejorar su autoestima a través de las redes sociales; si reciben más likes en Facebook, por ejemplo. Otros viven conectados para evitar ponerse en contacto con sus pensamientos o para enmascarar la angustia que les provoca la sensación de vacío”.

¿Qué temas surgen mayormente en la consulta entre quienes presentan uso problemático o adicción al smartphone? “En general, las personas no consultan directamente por esto. Esta problemática surge como hallazgo, muchas veces, del análisis funcional de determinadas conductas que nos manifiestan los pacientes en el consultorio. Muchas veces se dan cuenta de que están perdiendo su tiempo conectados, tiempo valioso que podrían estar aprovechando en otras actividades o generando relaciones interpersonales más gratificantes. Otros admiten que el tiempo que pasan en redes sociales o navegando por Internet los enlentece en el trabajo o interfiere en el estudio, o bien les genera problemas familiares. Como se ve, la consulta no siempre es directa, pero vemos cada vez más casos con esta conducta-problema”, agrega Veiga.

En general, explica la especialista, cuando se trata de casos más graves el problema es detectado por las personas que rodean al paciente. Incluso son ellos quienes solicitan la primera consulta para el afectado. Los síntomas más evidentes son la pérdida de noción del tiempo mientras se está conectado; poco o nulo control sobre la conducta de conectarse; mentir a familiares sobre el tiempo que se permanece online; problemas laborales, académicos o familiares; síntomas de ansiedad o estado de ánimo deprimido, etc. Para prevenirlo, la mejor manera es estar informados de que este problema existe. En cuanto a los que están más expuestos, señala que los adolescentes son probablemente los que más riesgo tienen de padecerlo, por lo que es recomendable estar atentos a la relación de nuestros hijos con la tecnología.

¿Cómo se trata esta problemática? “El tratamiento —concluye Veiga— difiere si el problema es una adicción comportamental o si la persona usa excesivamente el smartphone. En principio, trabajamos mucho para que el paciente gane un mayor reconocimiento del problema y una mejor predisposición a tratarlo. Hacemos una evaluación exhaustiva de las conductas-problema para poder identificar cuáles son sus disparadores. Trabajamos con el paciente para que gane un mayor control sobre su conducta, para que amplíe sus actividades de ocio y le sean gratificantes, para que maneje mejor sus emociones negativas, entre muchas otras cosas. Obviamente, también exploramos las cuestiones que subyacen esta conducta, como la baja autoestima, la falta de habilidades sociales, la intolerancia a la frustración u otras patologías que puedan estar modulando esta conducta. En general, utilizamos ejercicios o técnicas de terapia cognitivo conductual. Y en casos de adicciones comportamentales más graves, en donde el deterioro de la vida de la persona es muy severo, se recurre también a la terapia farmacológica”.