Biblioteca Vigil, el resurgimiento

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Un pulmón que respira vida

    Allí está el edificio de siete pisos, con su perfil inconfundible en las calles Alem y Gaboto del barrio Tablada de Rosario, en ese sur de la ciudad que en otros tiempos era conocido como la República de la Sexta (por la circunscripción). Parecería que mudo, impertérrito, sin pedir nada por los beneficios de la larga y acogedora sombra que proyecta, tan extensa como esa odisea llena de cicatrices que marcaron su cuerpo, pero también de gloriosos, ricos y entrañables recuerdos. Porque el cemento no habla, pero cualquiera podría descubrir, al segundo de decidirlo, que en cada lugar de la mole bulle la historia, el testimonio de una vida que, aunque pasó, ha dejado raíces duraderas que la memoria de hoy revaloriza y quiere perpetuar. Eso es la biblioteca Constancio Vigil de Rosario, el símbolo de una de las experiencias de construcción popular de la cultura más audaces y profundas de América Latina, una experiencia como la que solo la gente con su participación puede llevar a cabo.


    Es esa misma gente, ese vecindario en cuya existencia la biblioteca siempre estuvo  presente el que ahora, tras 35 años de persistente lucha, logró recuperarla del abandono y la destrucción en que la había dejado la última dictadura. Porque, a partir de 2004, y luego de constituir una Asamblea de Socios por la Recuperación de la entidad, logró que el tema fuera tomado en la legislatura provincial y se sancionara una ley para que se le restituyera el inmueble a su comisión directiva. El 26 de junio de este año se le devolvió las llaves a las autoridades y la posesión del inmueble. Y el 4 de diciembre, el gobernador Antonio Bonfatti entregó formalmente por escritura pública el edificio histórico de la biblioteca, el de Alem 3078, que es donde nació la actividad insignia de la entidad. Y también el perteneciente a la sala Saulo Benavente, que tiene amplias instalaciones y da sobre la calle Gaboto 456. El sábado 7 se festejó, luego de tantos años de injusticia la reapertura del edificio. Y se reflotó un sueño, tan antiguo como intacto, porque la Vigil quiere volver a ser lo que fue para servir a su comunidad.


     Unas semanas antes de que esta devolución se concretara mediante escritura, Revista Cabal estuvo en el edificio y charló con el presidente de la actual comisión directiva de la biblioteca, el abogado Marcelo Abaca, y con otra integrante de ese organismo, la histórica militante y pionera de este emprendimiento, Antonia Frutos. Con ellos dimos una recorrida por distintos rincones del edificio que muestran el abandono y la destrucción en que lo dejó la dictadura. La intervención militar y civil a la biblioteca se concretó el 25 de febrero de 1977, casi un año después de instaurado el gobierno golpista. La biblioteca era una institución multifacética. Contaba con escuelas primaria y secundaria, jardines de infante, escuelas de Música, de Artes y Teatro y una escuela de capacitación llamada Universidad Popular, un observatorio astronómico, editorial propia y un Museo de Ciencias Naturales. La labor editorial, con la publicación de distintas colecciones pedagógicas, científicas, artísticas, ensayísticas y de ficción, entre otros géneros, que eran realmente de enorme valor.


     Lo primero que hizo la intervención fue cerrar las escuelas, la caja de ayuda mutual, la guardería y el Centro Materno Infantil. Y aplicó la ley de prescindibilidad a decenas de docentes, diezmando los cuerpos pedagógicos. Luego reemplazó a las más altas autoridades educativas (entre otros al encargado del Departamento de Educación Mario López Dabat, al rector Rubén Naranjo y la directora de Estudios Elba Parolín) por algunos personajes siniestros como Alcides Ibarra, alias “Roomel” o Carlos Spulcini, que eran agentes de los servicios de información ligados al mismo tiempo a los centros clandestinos de detención. A los dos meses de la intervención, el otro golpe de gracia fue el secuestro y desaparición durante casi dos meses (del 10 de mayo al 12 de julio) de ocho miembros de la comisión directiva, que luego fueron blanqueados como presos bajo la jurisdicción del Poder Ejecutivo. A fin de ese año fueron liberados, no sin antes sufrir torturas y toda clase de vejaciones. La biblioteca tiene hoy 25 socios desaparecidos.


   Todo ese operativo para mantener por el miedo el control de los empleados e ir desmantelando de a poco la obra hecha por la biblioteca a lo largo de los años. Con orígenes en 1944, como una pequeña sección de la Sociedad Vecinal de los barrios Tablada y Villa Manuelita, la biblioteca comienza a crecer a partir de los años cincuenta del siglo pasado y ya en 1959 se constituye como entidad autónoma. Por 1977, era una sociedad robusta y plena de actividad, por eso la dictadura apuntó contra ella. Por ese entonces tenía 600 empleados, 21.000 socios, 3.000 alumnos en doble escolaridad y 80.000 volúmenes en la biblioteca, muchos de los cuales fueron quemados o destruidos con la guillotina. El modelo educativo de la biblioteca era el de relacionar todas las áreas que funcionaban en el edificio. Con la intervención de la dictadura quedó todo desarticulado. Lo único que mantuvieron fue las escuelas primaria y secundaria para evitar el conflicto con los padres. El resto se desactivó.


    El pretexto de la dictadura para intervenir es que se habían producido demoras en la entrega de premios en los dos últimos años. Hay que decir que la Vigil funcionó como entidad gracias a la realización todos los años de una rifa masiva con entrega de un premio mayor, actividad que le permitía recaudar fondos y, administrados con honestidad, volcarlos a las distintas actividades. Debido a los descalabros provocados por aquella famosa devaluación que se denominó el “rodrigazo”, la Vigil enfrentó ciertas demoras financieras en la entrega de los dos últimos premios. En realidad, no había ninguna necesidad de intervenirla porque, con solo el diez por ciento de su patrimonio económico, la entidad garantizaba su solvencia y hubiera podido enfrentar bien esa deuda. Pero, la dictadura le tenía echado el ojo. Consideraba que la actividad allí desarrollada era “subversiva”, llevada a cabo por agentes del “trapo rojo”. Y entonces, decidió destruirla. El tiempo demostró que no lo logró.


    Pero no todo lo que se perdió fue durante la dictadura. Parte de los bienes de la biblioteca era un predio junto al Paraná. “En Villa Gobernador Gálvez teníamos 39 hectáreas, donde había un balneario para los socios –cuenta Abaca-. En 1995, en plena democracia, el entonces gobernador Carlos Reutemann le da un crédito de 500 mil dólares a Pedro González, actual intendente de esa ciudad. Y éste le compra directamente a Emilio Echen y a Carlos Menegozzi, abogado y contador respectivamente, que eran los interventores por esa época de la entidad, las 39 hectáreas. Parte de esas hectáreas las ocupa hoy el frigorífico Paladini. Se las compró a los 30 días a Pedro González. Nosotros tenemos la intención de ir por la recuperación de ese espacio oportunamente.”


    Abaca, que vivía a dos cuadras de la Vigil, es un típico caso de esa educación que se recibía en la biblioteca. Había terminado tercer año cuando se produjo la intervención de la dictadura. Y desde entonces no ha pasado día en que no se haya ilusionado con el regreso de la biblioteca a sus mejores épocas. Antonia Frutos, Checha, como en años de su juventud, le pone también garra a la tarea de recuperación, que, entre otras, es la de incrementar el padrón de socios. “En la nueva etapa ya hemos hecho casi 600 socios, lo que es un gran avance –afirma Antonia-. Porque al reiniciar las cosas no había ni uno. Para asociarse hay que llenar una solicitud y se paga 15 pesos por mes hasta fin de año en donde se aumentará a 20. La idea es que el socio reciba todo lo que acá se haga, como se hizo antes. Todos estamos convencidos de que se puede lograr. Porque no es teoría, ya se hizo.”


    Entre otros objetivos inmediatos, además de que siga creciendo el tejido social mediante la nueva conscripción de socios, es “poder empezar a conectar las distintas actividades o escuelas que se desarrollan en nuestro edificio –afirma Abaca- y dictar algunos talleres para el año que viene, además de relanzar la actividad de la biblioteca. Hasta ahora realizamos distintos encuentros culturales y contamos con la generosidad de los artistas jóvenes de Rosario que vinieron muchos sábados a tocar en forma desinteresada a nuestro espacio. La idea de la Vigil es calar en mucha gente. Primero contar con lo básico que es el elemento humano. Si no hay gente no va ni a la esquina. Hay condiciones para que se reconstruya el tejido. La sala teatral abre también una buena posibilidad, porque no hay otra en la zona. Y esa sala no cumplió la función popular que debió tener. La escuela secundaria nunca tuvo acceso a ella, se la prestamos nosotros por primera vez. Hay chicos que nunca vieron una obra de teatro.”


   “Con la nueva comisión directiva en actividad, ingresará también a la Vigil la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que no tenía local propio –consigna Abaca-. Y la Cobai (Coreógrafos, bailarines e investigadores del movimiento), entidad que tendrá aquí un lugar para sus tareas. Nuestra actitud es abierta. La única condición que imponemos es que el que quiera trabajar se asocie. Es algo básico. Queremos evitar esa forma de trabajo que propone ‘hacer con la Vigil’. Nada de eso, lo que queremos que se ‘haga desde la Vigil’. Que se haga todo lo que se quiera hacer en lo cultural. Pero desde acá. Hasta hace pocos meses yo y otros compañeros pasábamos frente al edificio y no podíamos entrar. Y algunos comentaban: ‘Esto es imposible’. No era así, lo que pasa es que lo imposible tarda siempre un poco más.”


    Entre las frases con que se han definido su tarea a lo largo de los años, una de ellas dice que la Vigil ha sido “un pulmón de construcción social”. Hasta hace poco, ese pulmón parecía rígido como el cemento de su edificio. Hoy respira de nuevo a tambor batiente. Qué buena noticia para quienes creen en la fuerza de la cultura.

                                                                                                            Alberto Catena