Bicicleterias, el regreso

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Desde hace unos años, la ciudad asiste al resurgimiento de las bicicletas y la movida urbana que su uso conlleva,  en el marco de un fenómeno que se replica en las grandes ciudades del mundo. Las causas son varias: la voluntad de reducir la contaminación, llevar una vida más sana o evitar el sedentarismo, divertirse, pasear con amigos o familiares. Las bicicleterías atraviesan su mejor momento. En su gran mayoría, los bicicleteros y repuesteros sostienen pymes familiares.

  Por estos días Buenos Aires presenta las condiciones ideales para que ciudadanos y ciclistas recuperen la costumbre de usar bicicleta. La construcción de las bicisendas son uno de los factores en juego, aunque hay otras razones de peso: se trata ésta de una ciudad con características más que aptas para recorrerla en estos vehículos. No sólo es una ciudad plana y cuadriculada, que permite una circulación cómoda, sino que además los difusores y practicantes de la vida sana disfrutan de la posibilidad de hacer ejercicio –y disfrutar de un buen paseo-, al tiempo que se trasladan de un sitio a otro.

Una vez integrados a la movida, muchas veces los clientes buscan bicicleterías con mayor trayectoria, incluso las que son pequeñas empresas familiares donde conviven varias generaciones y la labor se ha transmitido de una generación a otra, en algunos casos, llegando a crecer con posibilidades de abrir sucursales en distintos puntos de la ciudad.
Revista Cabal se propuso conocer cómo han vivido este fenómeno dos familias dueñas de bicicleterías con amplia trayectoria en el rubro en Capital. Silvia Milasanaskas, dueña de una de ellas ubicada en el barrio de San Telmo, cuenta: “La empresa fue fundada por nuestro padre, quien se dedicó desde sus 18 años al oficio, forjando en nosotros ese cariño por las dos ruedas. Comenzó trabajando de armador para una fábrica inglesa y como su capataz le veía la veta de ambición en el rubro, le recomendó independizarse a cambio de llevarle trabajo a su pequeño taller. Fue así como se fueron dando las oportunidades de crecimiento, más allá de haber sido un visionario para este negocio y de su pasión por las bicicletas. Como hijas del fundador de esta empresa, continuamos la tradición de armar, reparar y vender rodados para toda la familia.”

  Guillermo, por su parte, trabaja en el rubro desde mediados de los años 80’s, cuando comenzó con su padre a trabajar en su negocio. Respecto de cómo ha ido cambiando su trabajo en los últimos años explica: “En Capital Federal, hasta fin de siglo la bicicleta era un entretenimiento de niños, las ventas en Navidad por ejemplo eran impresionantes. O era un uso vinculado muy especialmente al deporte de competición.  

  Desde mediados de los 90´ la parte deportiva se volcó a las bicis de todo terreno, más robustas y en cierto punto más divertidas para aquél que quiere estar más en contacto con la naturaleza. Pero el gran cambio para mí, vino de la mano de la crisis del 2001, donde por un lado, la bicicleta pasa a ser un medio de locomoción, un aliado cotidiano para ir a todos lados, y deja de ser un entretenimiento. Se vuelve urbana, adquiere la categoría de vehículo en el tránsito.”
   La crisis del 2001 parece haber significado, para este rubro, un punto de quiebre en este sentido.
  Dice Silvia: “Si bien no siempre fueron épocas de abundancia, todo lo contrario, había que pasar los inviernos crudos sin clientela. En otros tiempos la bicicleta era un artículo de lujo, y dependiendo de la situación del país y los sueldos, una bicicleta llegó a costar casi un sueldo promedio, no todos podían acceder a una bici. Hoy, gracias a la creación  de proyectos que fomentan el uso de la bicicleta, de las distintas facilidades de pago, la bicicleta se ha instalado en nuestras vidas, como medio de transporte, como  medio de trabajo y no solo para el esparcimiento.”

  Guillermo aporta su punto de vista en relación a la situación actual: “El otro gran fenómeno, menos positivo, es que los niños redujeron mucho su uso. En mi generación la bici fue la puerta a la libertad desde que tuve 9 o 10 años. Hoy un niño de esa edad prácticamente no anda solo nunca en bici, siempre está la mirada de algún adulto cerca y eso hace que haya menos tiempo para ‘llevar al nene’ a andar y la bici queda parada gran parte del año.”

  Los rasgos de una empresa familiar se traslucen en su atención personalizada, en el amor al oficio que hace que la tarea se realice con cierto plus que muchas veces los clientes buscan. Dice Guillermo: “Para mí lo que es distintivo en este rubro es que es un gremio relativamente chico, donde casi toda la cadena de valor, de la fabricación (o importación) hasta la venta y la reparación esta en mano de pymes familiares... todos los repuesteros son hijos de un bicicletero que creció o hijos de un corredor de antaño que se vinculó a la industria nacional, copiando algún repuesto que en los 50-60-70´ eran imposibles de traer por su costo. Lo mismo los bicicleteros. Yo soy hijo de uno, trabajo con mi hermano, y la gente valora eso a la hora de reparar su bicicleta, saber que aquél que desarma lo que tienen que arreglar es el mismo que luego pone la cara por ese trabajo.